Uno de los cuadros más recurrentes en la temática
mitológica europea de entre los siglos XVI y XVIII es el que refleja la fragua de Vulcano. La escena viene a ser la misma, variando los
personajes que intervienen.
Así, en la obra de Diego Velázquez (España),
Tintoretto (Italia), Bassano (Viena), Tempesta (Caprarola, Italia) y Gunderlach
(Budapest, Hungría); junto al herrero Vulcano –el Hefestos griego-
y varios aprendices suyos figura el dios Apolo –Helios
griego- contándoles sus problemas conyugales, conocedor del adulterio de su
esposa Venus con Marte, dios de la guerra.
Son numerosas las
interpretaciones que se han hecho de esta obra de Velázquez. Bien es cierto,
como recuerda Escardiel González Estévez, que en la época del pintor, la iglesia
católica prohibía representar dioses paganos, a no ser que se pretendiera
una enseñanza moralista.
Con este enfoque, Apolo era el dios tenido como máximo
ideal de belleza masculino y en su equivalente al Helios griego, era un dios de
luz, de sabiduría y pureza. Por el contrario, Hefestos o Vulcano era un ser
deforme, cornudo y cojo que vivía entre carbón y escorias, entre fraguas. Por
tanto podría interpretarse el cuadro como una alegoría del conocimiento que
vence a la oscuridad, y, más en la línea de la predicación católica, un dios
solar –que puede ser identificado con Jesucristo sin ningún problema–
venciendo a las artes oscuras.
No obstante, en el cuadro de Velázquez, todos
los herreros muestran limpios sus cuerpos y no se observa ninguna deformidad en
ellos. No ocurre así con el cuadro de Bassano, que es más oscuro y contrasta
las vestimentas roídas de los herreros y de Venus con la pulcritud del Apolo
niño que juega con un perro (las alas a sus espaldas permite distinguirlo como
dios solar). Similar imagen es repetida por el sevillano Juan de la Cueva
(1543-1612) y el flamenco Teniers el Viejo (1582-1646), en cuyo lienzo aparece
Vulcano sin ayudantes.
Otros artistas -entre los
que se encuentra Giovanni Battista Tiepolo- se decantaron por representar a
Venus, esposa de Apolo, visitando a Vulcano en su fragua para pedirle que
realice las armas que dará a Eneas, el troyano que logrará llegar al Lacio y
fundar un reino del que saldrá el futuro imperio romano.
Precisamente en la
obra de Tiopolo se insinúa la malformación del herrero, al dibujar una muleta en
el suelo junto a él mismo, que aparece de espaldas, sentado y con pelo canoso.
Incluso la diosa Tetis (Nereida, en griego) visitará la fragua para solicitar
al dios de la metalurgia las armas para Aquiles, hijo de ésta. Como se observa
en la imagen en la que Tetis, acompañada de un joven Apolo con alas y otros
niños, pide ayuda al viejo Vulcano mientras como fondo aparece el Etna en plena
erupción.
Por su parte, el artista flamenco Dirck van Baburen (1623) muestra al dios
Mercurio (El Hermes griego) visitando al herrero, mientras éste encadena a Prometeo por haber
proporcionado el fuego a los humanos.
Y es que la fragua, lugar de trabajo de
Vulcano, está tan concurrida debido a que este dios es la única divinidad que
no mora en el Monte Olimpo, a pesar de ser indispensable para elaborar los rayos
de Zeus así como de casi todas las armas divinas.
También es el único
dios masculino que nació sin participación de hombre alguno, debido a que Hera,
su madre, cansada de las continuas infidelidades de su esposo Zeus, decidió
autofecundarse.
En la Grecia clásica existían distintas leyendas sobre
Hefestos. Unas decían que, al nacer feo y cojo, su madre lo expulsó del Olimpo.
Otras relataban que, siendo pequeño, durante una riña conyugal del matrimonio
Hera-Zeus, el pequeño Vulcano se puso de parte de su madre y Zeus le expulsó
del Olimpo. Tras todo un interminable día de caída, tocó con sus huesos en la
isla de Lemnos. Como consecuencia del impacto, sobrevivió pero quedó deforme y
cojo. Por vergüenza de su aspecto se retiró a trabajar la forja, para lo que
tenía sobradas dotes, ubicándose generalmente su emplazamiento bajo el
siciliano volcán Etna.
Otras leyendas contaban que el rey de los dioses, Zeus,
en un cruel gesto, casó al deforme Vulcano con la apuesta Afrodita (Venus
griega) cuyos amores con Marte (el Ares griego) fueron del conocimiento de
todos, excepto del marido herrero, siendo continuo motivo de mofa por ello.
Hay
leyendas que cuentan que el herrero pilló a su esposa en el dormitorio con su
amante y tras colocar una malla rodeándolos, llamó a todos los dioses para que
observasen a los amantes pillados en delito, siendo mayores las burlas.
Incluso en la Iliada, Homero escribió cómo el torpe andar del herrero era
motivo de risas crueles, entre las demás debilidades. Por todo ello, Vulcano
prefirió retirarse a un lugar a salvo de las miradas de curiosos y de dioses
que aún así, mal que les costara reconocerlo, admiraban su trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario