Con esta tercera y última entrega centrada en la contaminación de las
aguas concluiré, por el momento, el estudio de esta grave problemática ya
iniciada aquí y aquí.
Debido a que son tantísimas las sustancias contaminantes que acaban en
el agua, cada vez se necesitan mejores y más modernos procesos de limpieza. Hay
que recordar que el agua usada no se elimina como basura, debemos saber que es
un bien común limitado y por tanto nada desechable. En el primer artículo que
hice sobre la problemática del agua ya señalaba que su cantidad en la
naturaleza es la misma desde que se creó el planeta, lo que hace que haya que
reciclarla y limpiarla una y otra vez, ya que la posibilidad de encontrar
nuevas capas freáticas de agua virgen es ya más difícil. La superpoblación en
aumento que soporta el planeta ha hecho que se haya usado ya la mayor parte de
los acuíferos; de hecho, en algunos lugares de las costas se han tenido que
montar plantas de desalinización, más conocidas como “desaladoras”, con el
objetivo de obtener agua potable del mar. Hay constancia de 18.000 desaladoras,
aunque es discutible el uso para consumo humano, procesos industriales o
regadíos, del agua que
se obtiene básicamente
destilando el agua salobre. Para ello se calienta hasta transformarla en vapor,
que al condensarla posteriormente, dará “agua dulce”, dejando sales junto a
salmuera en el recipiente en el que se ha calentado. Este proceso se puede
repetir, para ir eliminando las sales que pasan con el agua destilada. Hay otra
forma de obtener agua dulce: por filtración, aplicando energía eléctrica hasta
generar una alta presión en el agua de mar, en un equipo especializado que
obliga a pasar el agua por un filtro que es una membrana semipermeable que deja
pasar las moléculas de agua pero no las de sal.
Pero
ninguno de estos procesos es perfecto ya que nunca se llega a eliminar todas
las sales del agua de mar, de ahí que no se aconseje emplearla para la bebida.
Además el “agua dulce” así obtenida se logra a un precio alto, tanto más alto
cuanto más dure la destilación y cuanto más suba el coste de la energía que se
usa como fuente de calor o para generar presión. El agua desalinizada es un
agua dura con demasiadas sales disueltas, que raya la no potabilidad. De ahí
que se denominen aguas “permisivas”; se pueden utilizar para todas las áreas
domésticas menos para beber, pues es una fuente de creación de cálculos
renales. Por otro lado, estas plantas desalinizadoras no son recomendables ecológicamente,
aunque en verdad permiten disponer de agua “potable” en lugares en los que
escasea. Pero, repito, es un proceso caro, que necesita de mucha energía y
produce grandes cantidades de salmuera, que en gran parte vuelve al mar aumentando
la salinidad de la zona; también aumenta la temperatura del agua y reduce la
cantidad de oxígeno en ella, con lo que produce daños en la vida acuática.
Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la población no
siempre hace un uso apropiado del agua, derivando en mayor consumo por persona
y una mayor concentración de sustancias nocivas en ella, lo que obliga a
limpiarla correcta y adecuadamente antes de su vertido al medio ambiente, ya
que cualquier impureza que quede en ella llegará tarde o temprano al hombre. Hay
que pensar que esa misma agua se tiene que usar nuevamente para el consumo. Se
necesitan buenos tratamientos completos para esa agua usada, lo que no siempre
es posible.
Algunos contaminantes se pueden descomponer mediante
procesos químicos y biológicos que se efectúan
en el agua por medio de bacterias aeróbicas; se conoce a
estos contaminantes como degradables o
“biodegradables”. Sin embargo, existen muchos otros que tardan en
descomponerse, los conocidos como “duros” o “refractarios”. Entre ellos se encuentran la
mayoría de los insecticidas, pesticidas y fertilizantes, así como los
nitratos, fosfatos y sulfatos, junto a varios iones metálicos como el mercurio,
plomo y cadmio, entre otros. Ya he
señalado que la descomposición de materiales orgánicos en el agua se
produce sobre todo
por la acción
de las bacterias
aeróbicas y otros organismos presentes en ellas. Estas bacterias emplean
los compuestos orgánicos como alimento y los usan como fuente de energía para
los procesos de oxidación biológica, consumiendo el oxígeno
disuelto y produciendo
anhídrido carbónico, agua, y varios iones no degradables. El problema
estriba en que todas estas reacciones consumen el oxígeno disuelto en el agua, de
ahí que a tales contaminantes se les denomine “reductores de oxígeno”. Cuando
hay un volumen de oxígeno insuficiente se puede seguir produciendo la desintegración
bacteriana de los compuestos orgánicos, pero ya no conduce a las mismas
sustancias. La descomposición, ya anaeróbica,
produce gases que forman burbujas en el agua y que contribuyen a que
haya malos olores en ella. De hecho,
esta descomposición es la fuente principal de metano y sulfuro de hidrogeno
(huele a huevos podridos) existente en la atmósfera, y son sustancias tóxicas.
Tratamiento de aguas residuales
La mayor parte de las aguas residuales recibe cierto tratamiento en las
plantas de eliminación o depuradoras,
antes de liberarla al medio ambiente. Este es un problema de mucha importancia
porque, en función del tipo de agua sucia que hay que tratar y de los productos
que lleve, se pueden aplicar distintos y sucesivos tratamientos. Este proceso
no se aplica en todos los países por igual; de hecho, hay muchos en los que que
solo se aplica el tratamiento primario, y en muchos otros países no se aplica
ningún tratamiento. En ambos casos, con diferente gravedad y riesgo, el agua se
vierte con cierta carga de contaminación a un río o a un lago, de donde
posteriormente otras poblaciones sacan su agua potable. Tampoco se aplican
todos los tratamientos en los países industrializados; montar una
potabilizadora no es barato, tampoco los procesos y productos que hay que
aplicar, lo que hace que en muchos casos se limiten a aplicar el procedimiento
básico en la mayoría de las ciudades sin industrias o sin cultivos intensivos,
o con poca industria contaminante y cultivo artesanal. Parte de este
tratamiento es adecuado para limpiar las aguas vertidas de servicio doméstico,
pero cuando los vertidos llevan una carga de contaminantes industriales,
agrícolas o de hospitales, este tratamiento es insuficiente. A las industrias
se las obliga a utilizar filtros que retengan contaminantes, pero el control de
estos filtros no es muy exhaustivo, y el agua puede llegar a la naturaleza
portando residuos tóxicos. Ya vimos en trabajos anteriores que se obliga a la
agricultura a utilizar un tipo de sustancias: fertilizantes, pesticidas, insecticidas…
que en función de la distancia al punto de vertido pueden ser de una categoría
(“biodegradables”, más caras, cuando el lugar de vertido está cercano) u otra (“refractarias”,
cuando la fuerte de vertido o arrastre está a más distancia, ya que tardan en
descomponerse), pero también vimos que hay poco control en su cumplimiento. Muchas
aguas sucias son depuradas de una forma aceptable filtrándolas por medios
mecánicos, en otros casos se utilizan procedimientos biológicos. Pero hay un
alto porcentaje de aguas sucias que no pasan por ninguna planta depuradora, llevando
a la hidrosfera todo su contenido de sustancias toxicas. Hay que saber que la potabilización
de un agua es tanto más costosa
cuanto más impurificada esté y haya que aplicarle más tratamientos para
depurarla.
Distintos aparatos para analizar la Demanda Bioquímica del Oxígeno (DBO) en las muestras de agua a analizar.
Una de las formas de medida de la potabilidad o suciedad de un agua viene dada por la denominada Demanda Bioquímica del Oxígeno
(DBO), cuyo valor indica una medida cuantitativa de los desechos orgánicos
existentes en el agua que requieren oxígeno para su destrucción. En una muestra
de agua la DBO muestra la cantidad de oxigeno (en mg) por cada litro que se
utiliza, conforme se consumen los desechos orgánicos por la acción bacteriana;
se expresa casi siempre en ppm y se determina midiendo la reducción, en un período
de 5 días, del oxígeno que se disuelve en la muestra de agua, mantenida a 20°
C. El agua potable tiene normalmente una DBO de 0.75 a 1.5 ppm de oxigeno. Se
considera que un agua está contaminada cuando el valor de la DBO es superior a
5 ppm. Las aguas residuales domésticas, no tratadas, tienen un margen de DBO
de -100 a 400 ppm. Algunos desechos agrícolas e
industriales tienen valores de DBO de varios miles. En estos casos es necesario
rebajar dicho valor con distintos tratamientos, antes de su liberación a la
hidrosfera. Para ello existen tres pasos potenciales de tratamiento, conocidos
como tratamientos primario, secundario y terciario.
Cerca del 50 % de las aguas residuales que se tratan solo reciben el
tratamiento primario, en tanto que alrededor del 30 % se somete al tratamiento
secundario. El tratamiento terciario es muy costoso y el secundario puede
costar el doble del primario. Veamos en qué consiste
esencialmente cada uno de esos tratamientos:
Tratamiento primario.- Se pretende reducir aceites, grasas y sólidos gruesos.
Este paso está enteramente hecho con maquinaria, de ahí que se conoce
también como “tratamiento mecánico”. Conforme
entran las aguas residuales en la planta se las hace pasar por filtros, para separar los objetos grandes.
En algunas plantas se cuenta con
trituradores que los pulverizan, para que puedan pasar a las demás etapas del
tratamiento. A continuación, las aguas pasan muy lentamente a un tanque, en
donde sedimentan los materiales pesados que lleven en suspensión. Después pasan
a un tanque más grande, de asentamiento, a veces a través de filtros de
arena, donde acaban de sedimentar los sólidos, formando lodo; otras veces, se
ayuda añadiendo emulsiones que se pegan a los sólidos y hacen que se decanten
al pesar más. Muchas
depuradoras tienen grandes tanques circulares o rectangulares en los que las
palas van moviendo el agua sucia para ayudar a la sedimentación. Así, los
sólidos fecales pueden depositarse y el material flotante, como la grasa y los plásticos,
puede separarse en la superficie. El propósito principal de la etapa primaria
es producir un líquido homogéneo capaz de ser tratado biológicamente, y unos
fangos o lodos que pueden ser tratados separadamente; las grasas y
los aceites quedan flotando en la
parte superior en forma de espuma. El
agua que queda entre el lodo y la espuma se libera al mar, o bien se la
somete al tratamiento secundario. En ocasiones, el líquido efluyente se somete
a una cloración para matar las bacterias antes de devolverlo al ambiente hídrico.
El tratamiento primario elimina cerca del 60 % de los sólidos suspendidos y
alrededor del 35 % de la DBO.
Las aguas residuales así tratadas, por alguno de los métodos indicados,
se hacen pasar a un enorme “tanque de asentamiento”, donde las partículas
se sedimentan en el fondo, pudiendo eliminarlas en forma de desechos sólidos,
que se emplean como fertilizantes, o vaciarlas al mar. Estos tratamientos
eliminan el 90 % de los só1idos suspendidos y cerca del 90
% de la DBO. Después del tratamiento secundario se acostumbra a clorar
el agua antes de su vertido al medio ambiente.
Tratamiento terciario.- A cualquier
tipo de tratamiento posterior al secundario se le denomina terciario. Su
objetivo es eliminar los contaminantes orgánicos, los nutrientes como iones,
fosfatos y nitratos, o cualquier exceso de sales minerales, de forma que sea
posible devolver el agua tan pura como se tomó. Existen varias clases de
tratamiento terciario: de precipitación, de sedimentación y de filtración.
Según este método, los fosfatos se eliminan por reacción con reactivos químicos
que les hagan precipitar en el medio acuoso y separarlos después por filtración.
Para eliminar los fosfatos también se utilizan resinas de intercambio iónico.
Los nitratos se eliminan empleando bacterias desnitrificantes, que lo
convierten en nitrógeno gaseoso. Otro método consiste en transformarlo en ión
amonio, que al reaccionar con bases se transforma en amoníaco, y se elimina
arrastrándolo con burbujas de aire. Las técnicas de osmosis inversa, de
intercambio iónico o de electrólisis sirven para desmineralizar las aguas.
Con estos tratamientos de limpiezas
podemos expulsar al medio ambiente un agua con menor carga de contaminantes
peligrosos, aunque el problema que tenemos es que no en todos los lugares
tenemos centrales de tratamiento de aguas residuales, lo que hace que los
vertidos a la naturaleza se hace con agua sin limpiar, y por otro lado, no en
todas las centrales se aplican los tratamientos necesarios, en muchas de ellas
solo se aplican los básicos, de ahí la preocupación existente de que las aguas
están cada vez más contaminadas.
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