viernes, 4 de diciembre de 2015

El misterioso Kaspar Hauser


            Alemania. 26 de mayo de 1828, lunes. Un hombre camina por una calle de la ciudad de Núremberg cuando, para su sorpresa, un joven desaliñado y andrajoso le entrega un sobre. Con una rápida ojeada el hombre observa que el joven viste ropas muy desgastadas y calza unos desvencijados zapatos de talla más pequeña que sus pies dado que entre los clavos que a duras penas mantienen compuesto el zapato asoman unos ensangrentados dedos. Al observar el sobre, manoseado y sucio, encuentra que va dirigido al capitán del cuarto escuadrón y sexto regimiento de caballería, Friedrich von Wessenig.

              Una vez que el capitán es localizado y se le hace entrega tanto de la carta como del muchacho desaliñado que lo portaba, el militar abre el sobre encontrando un trozo de papel donde se podía leer con cuidada caligrafía la súplica de convertir a aquel desaliñado joven en un soldado de caballería, concluyendo con la demoledora frase: “si no desea conservarlo (al joven, como soldado a sus órdenes) debe matarlo con la espada o colgarlo”. Estupefacto, el capitán observó al chaval, que a duras penas balbucea la intención de ser soldado como su padre. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Era un niño con problemas mentales ya que parecía no saber ni hablar? ¿Quién era su padre, lo que no supo decir?. Tal vez pensando que todo era producto de una broma pesada, el capitán mandó que se llevaran al chico, desentendiéndose de él y entregándolo a las autoridades.
            Lo primero que se hizo fue tratar de identificarlo pero, ante las incoherencias del joven, que parecía no entender y que únicamente se limitaba a repetir la frase “quiero ser soldado como mi padre”, solicitaron que fuera examinado por un médico acreditado.


            Tras numerosas pruebas, el doctor Preu exponía ante el Tribunal Civil de Núremberg sus conclusiones, asegurando que no estaba demente ni estaba aquejado de idiocia, sino que había sido separado de todo contacto humano, desde edad muy temprana, permaneciendo y creciendo aislado en un espacio de escasa luz y tamaño. Allí permaneció hasta que se le entregó el sobre y se le dijo que se presentara ante el capitán Friedrich von Wessenig.
            Como es de suponer, la sociedad germana quedó conmocionada por la noticia, saltando a las primeras páginas de varios periódicos, mientras el muchacho continuaba siendo sometido a numerosos exámenes e interrogatorios que pudieran arrojar algo de luz sobre su identidad.
            No tardó en apiadarse del chico Anselm von Feuerbarch, conocido abogado de la ciudad, con buena posición social y económica. Lo tomó bajo su tutela pagándole la educación básica con profesores privados, de manera que a las seis semanas de estudio continuado el joven hablaba con fluidez, escribía y leía.
            Complacida la sociedad, el joven continuó con sus enseñanzas, de manera que unos años más tarde pudo precisar respecto de sus orígenes que desde que tenía uso de razón recordaba haber estado encerrado en una habitación poco iluminada y muy pequeña que sólo tenía un colchón poco confortable relleno de paja, en el suelo donde dormía. Cada cierto tiempo “alguien” le proporcionaba unos trozos de pan ácimo, muy oscuro, así como un vaso de agua. Nunca vio a esa persona pues al estar en espacio tan pequeño, oscuro y silencioso, solía pasar mucho tiempo durmiendo y era al despertar cuando se encontraba la comida. Además que a veces el agua le sabía amarga y no tardaba en apoderarse de él mayor sensación de sueño. No podía precisar cuánto dormía en esas ocasiones pero siempre al despertarse se encontraba aseado y perfumado.
Un tiempo antes de que irrumpiera en la sociedad de Núremberg, un hombre que tapaba su rostro comenzó a repetirle insistentemente la frase que debía repetir al capitán Friedrich von Wessenig, de que deseaba ser soldado como su padre, así como su nombre (Kaspar Hauser), hasta lograr que el chico fuera capaz de repetirlo.

Estatua en Núremberg que recuerda al joven, cuando “apareció”. Retrato de Anselm von Feuerbarch, padre adoptivo del muchacho.

Las autoridades concluyeron que el joven debió comenzar su encierro hacia los tres años, pasando alrededor de trece años en éste, sobreviviendo únicamente a base de pan y agua. ¿Quién podría haber tenido la crueldad de tratar así a un niño tan aparentemente inocente?. Como es de suponer, nada concluyente pudo encontrarse al tratar de seguir el rastro de su nombre y apellido, así que se decidió dejarle bajo la tutela del abogado y su esposa, que cada vez estaban más encariñados con él.
Para sorpresa de todos, el joven Kaspar Hauser sufrió dos extraños atentados en los que no pudo determinarse qué intenciones podían tener los malhechores para terminar con su vida, de manera que no tardó en surgir una teoría conspirativa que veía en el joven a un hijo no deseado de algún aristócrata de renombre o de gran influencia política con el que se podría chantajear y de ahí el interés por eliminarlo. Sin embargo, si realmente era posible heredero de un gran patrimonio o de un personaje influyente, ¿por qué molestarse en matarlo si el propio joven desconocía su procedencia y nada podía decir de ella?, y si suponía una amenaza, ¿por qué dejarle vivo, en libertad y a las órdenes del capitán Friedrich von Wessenig? ¿Podía conocer este militar al padre del chico?.
Ajeno a todo, Kaspar Hauser trató de seguir con su vida, intentando que fuera lo más normal y anónima posible, hasta que un día de diciembre, paseando por la plaza Ansbach de Núremberg, un hombre se le acercó llamándole por su nombre y diciéndole conocer a su madre. Ante el interés del joven, el desconocido le ofreció una cartera que decía contener documentos sobre sus orígenes y cuando Kaspar tendió los brazos para agarrar la maleta dejando su pecho al descubierto, el hombre le asentó una puñalada mortal, huyendo.
Nada se pudo hacer por su vida y tampoco hubo testigos capaces de dar una información clara del asesino que permitiera iniciar su búsqueda. En el interior de la cartera únicamente se encontró un sobre con una carta casi ininteligible que, redactada como Leonardo Da Vinci (especular, “al revés”, requiriendo de un espejo para ser leída), decía: “Hauser miente..se escapó y…En la frontera de Baviera…sobre el río…Me llamo MLO”.

 Retrato poco antes de ser asesinado, tumba de Kaspar Hauser y facsímil de la nota que se dice haber hallado en el interior del maletín, junto al cuerpo del joven.

¿Se había inventado el chico esta rocambolesca historia tratando así de adquirir fama y salir de la extrema pobreza en la que se encontraba?. Sin embargo, para el padre adoptivo de Hauser, el muchacho era posiblemente un príncipe bandense alemán y, por tanto, incómodo para los intereses sucesorios de influyentes personajes que no cejaron en su empeño de acabar con la vida del chico, que murió posiblemente con no más de 21 años, cinco después de “su aparición en sociedad”.
Así las cosas, el 17 de diciembre de 1833 fallecía el conocido por los periódicos internacionales como “el huérfano de Europa”, siendo enterrado por sus padres adoptivos con todas las atenciones y cuidados, añadiendo en su lápida: “aquí yace Kaspar Hauser, un enigma de su tiempo, nacimiento desconocido, muerte peculiar, 1833.”
Los enigmas e ideas conspirativas respecto a este muchacho permanecieron por largo tiempo circulando por toda Europa, de forma que en 2002, la revista alemana Der Spiegel conseguía los permisos necesarios para realizar un análisis genético a una mancha de sangre presente en la ropa interior del joven para compararla con restos genéticos de la familia real de Baden. El análisis dio negativo; sin embargo, otros análisis realizados sobre muestras genéticas procedentes de prendas del joven conservadas en el Museo de Kaspar Hauser (cedidos por los descendientes de Anselm von Feuerbarch, el padre adoptivo del joven), no sólo dieron un resultado positivo sino que resultaba estar emparentado con Astrid von Medinger (a su vez emparentada con la esposa de Carlos II de Baden, hija adoptiva de Napoleón Bonaparte). Por esto comenzó a rumorearse que posiblemente el hijo nacido el 29 de septiembre de 1812 y fallecido el 16 de octubre de dicho año, no hubiese muerto sino que fuera sustituido por otro que se enterró rápidamente, siendo ocultado el presunto príncipe que no sería otro que Kaspar Hauser.

Kaspar Hauser, Estefanía de Beauharnais y Napoleón Bonaparte

De los hijos de este matrimonio (Carlos II y Estefanía de Beauharnais) saldrían futuros reyes de Rumanía, Bélgica, Portugal, Mónaco y Luxemburgo. Por tanto, de haber sido Kaspar Hauser uno de los hijos de este matrimonio, su presencia podría incomodar a muchos. Sin embargo, el investigador Otto Mittelstädt en su obra publicada en 1876 (aún los análisis genéticos eran una ilusión), “Kaspar Hauser and his Baden Princedom” (Kaspar Hauser y su origen principesco Baden) recogía todas las hipótesis y datos de este extraño personaje, lo analizaba y concluía que todo era una tremenda y fabulosa teoría carente de fundamento. Sin embargo, en 2002 la ciencia genética diría otra cosa, así que a día de hoy se continúa fantaseando con la posible identidad de este extraño personaje. Tal es así que no han faltado los partidarios de ver en Hauser a un hijo del mismísimo Napoleón Bonaparte, ya que Estefanía de Beauharnais (sobrina de Josefina, la primera esposa de Bonaparte), sentía auténtica devoción por su tío adoptivo, con quién habría llegado a intimar antes de la campaña en Rusia del francés en 1811, según los partidarios de esta teoría que no dudaba además en advertir el gran parecido entre el emperador francés y el desdichado joven. De acuerdo con esta hipótesis, cuando Hauser decía aquello de "quiero ser soldado como mi padre", en verdad se estaría refiriendo a emular al mismísimo Napoleón Bonaparte. Ahí es nada.
Finalmente, el propio padre adoptivo de Kaspar Hauser, el abogado Anselm von Feuerbach, encontró una muerte extraña cuando un buen día fue atropellado por un carruaje que marchaba a gran velocidad en una concurrida calle de velocidad limitada, frente a una comisaría. Llevaba ya tiempo anunciando su interés por arrojar luz sobre “la siniestra confabulación” que según él existió para terminar con la vida de Hauser, “hijo natural de un príncipe de Baviera y que su vida o muerte están sujetas a oscuros intereses.” Según los partidarios de conspiraciones, estas palabras hicieron que también el abogado fuera un personaje incómodo, aunque para otros (más escépticos), todo es fruto de mucha imaginación y trágicas coincidencias.


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