miércoles, 10 de enero de 2018

Misteriosos cuadros de Isabel I de Inglaterra

           Los lectores de mi libro “La Armada Invencible. La Leyenda Negra” y de mi artículo publicado en la revista de historia de la BBC sobre las Mentiras de la Invencible (aquí) sabrán que no es esta reina santo de mi devoción, precisamente por ser de los primeros personajes que dedicó numerosos esfuerzos y fortuna de la que carecía su reino (y pueblo) a hacer un boicot propagandístico a su eterno gran rival: el Imperio Español. Sus argucias y mentiras fueron tan bien orquestadas y difundidas que han sobrevivido hasta hoy, en que internet ha logrado comenzar a mostrar al mundo la gran cantidad de humo y falacias que las sostenían.
                Así, poco a poco se comienza a reconocer hechos que hasta entonces se daban por falsos (permítame el lector que le muestre varios, aquí, sobre las mentiras de la Invencible), entre ellos que era una reina querida por todos, superando en fama a su hermana María, casada con Felipe II, rey del que estaba tan enamorada -y que sin embargo se sigue sosteniendo que era al revés, que el monarca español moría de amores no correspondidos por la reina inglesa-, que cuando él se casó con una reina francesa, la pataleta de la reina inglesa fue considerable declarándole la guerra de por vida, no respetando los pactos de no ataque firmados por ambos monarcas en varias ocasiones. Pues bien, hoy vamos a mostrar cómo este fervor del pueblo hacia la reina Isabel I fue nuevamente una inventiva más. Y para ello, acudiremos a dos testimonios muy fiables: dos cuadros de la época.

                Empezaremos con un cuadro conocido como “The Wanstead or Welbeck Portrait of Eizabeth I”, o también como “The Peace Portrait of Elizabeth I”, realizado entre 1580 y 1585 por Marcus  Gheerhaerts el Viejo. En él se muestra a la reina sosteniendo una rama de olivo en una mano, símbolo de la sabiduría y de la paz (recordemos que la paloma de la paz lleva una ramita de olivo en su pico), y se alza de pie sobre una espada desnuda, símbolo de la Justicia. En el colmo de la adoración, el pintor le ha dibujado una cintura de avispa imposible y un tamaño desproporcionado, representando a su perrito faldero del tamaño de un ratón. El representarla con la espada de la Justicia será un motivo recurrente en sus retratos.
La reina de Inglaterra se representa con una rama de olivo en una mano, en señal de paz (si bien nunca dejó de conspirar contra el Imperio Español y contra los católicos, derramando numerosa sangre en sus “cacerías” y con la piratería, por ella patrocinada) y sobre la espada de la Justicia.

                Aludía a dos curiosos cuadros. El primero ha pasado durante siglos por ser uno de los más admirados en lo relativo a la representación de esta monarca, al mostrarla inocente llevando unas bellas florecillas silvestres representativas de su virginidad, pues es sabido (según "la versión oficial") que cientos de personajes la pretendieron, citando incluso al todopoderoso Felipe II, pero ella se mantuvo estoica defendiendo su virginidad hasta el día de su muerte, siendo por ello conocida con gran admiración por el apelativo de “la Reina Virgen”. Sin embargo, ha sido recientemente cuando ha mostrado su verdadero “rostro” en el mismo lienzo, puesto que en el proceso previo a la restauración se le aplicaron rayos X para analizar las distintas capas de pintura aplicadas, trazos, materiales grietas… dejando en evidencia cómo en la pintura original la reina llevaba una serpiente en su mano, que posteriormente sería rectificada y ocultada por las flores. Como es de suponer, los restauradores quedaron atónitos ante el hallazgo, ya que si bien la serpiente ha sido identificada con la sabiduría en los ritos paganos, lo cierto es que en el simbolismo de la época se asociaba a las artes oscuras y al demonio. Por ello son varios los autores que defienden que el autor de la pintura pretendía censurar a la “Reina Virgen” precisamente por su conducta tan reprochable en lo referente a los rumores que la acompañaron siempre y que hablaban de sus incestuosas insinuaciones al más puro estilo “Lolita” cuando siendo una jovencita no paraba de comprometer al marido de su madrastra, Catherina Parr (tras la muerte de Enrique VIII); igualmente coqueteó cuánto puso con el marido de su hermanastra, el joven Felipe II; también se rumoreó bastante sobre sus coqueteos con el conde de Anjou… En fin, que posiblemente por eso se tapó la serpiente enroscada en la mano de la reina, sustituyéndola por florecillas inmaculadas.
El cuadro, pintado por un autor desconocido hacia 1580, muestra a una reina ya mayor llevando en su mano unas flores que resultaron ser añadidas más tarde, escondiendo una serpiente enroscada entre sus dedos.

                Con todo, no podemos evitar eludir la coincidencia de esa serpiente convenientemente censurada en la época, con un cuadro de un autor desconocido y que ha llegado a atribuirse al discípulo de Nicholas Hilliard, Isaac Oliver Marcus e incluso a Gheerhaerts el Joven (hijo del autor del cuadro comentado antes, que representó a la monarca inglesa con la rama de olivo y la espada de la Justicia), entre otros. Este cuadro se ha denominado “el retrato del arco iris” por la curiosa frase que aparece escrita en latín y que puede traducirse como “no hay arco iris sin sol”. Si prestamos atención a los detalles, veremos en la manga izquierda de la monarca una serpiente bordada, mientras que por sus ropajes proliferan ojos y oídos (¿aludiendo a que todo lo oye y lo ve?). a pesar de que el cuadro, restaurado, muestra un joven rostro de la reina, lo cierto es que en la pintura original su cara es de más anciana, pues debía rondar los sesenta años cuando se pintó. De nuevo, no parece quedar muy bien retratada, llevando en su mano izquierda el símbolo del diablo, y ojos por doquier. Con todo, si observamos el supuesto arco iris que sostiene en su diestra, veremos que precisamente destaca por no mostrar uno solo de sus vibrantes colores que lo caracterizan, más parece una serpiente que se convierte en su abrigo. En cuanto a la frase, no puede ser más explícita: hace falta un sol para brillar. Y recordemos que “el imperio donde no se ponía el sol” (es decir, el Imperio del Sol en sí mismo) era el Imperio Español. ¿Trataba el autor del cuadro de dejar de manifiesto el odio nacido del despecho que guardó toda su vida Isabel I contra el rey español?.

Sorprendente cuadro en el que una monarca ya mayor, parece sostener una serpiente en su mano derecha, mientras que en su mano izquierda destaca otra bordada. Sus ropajes están adornados con numerosos ojos y oídos. La frase en latín dice: "non sine sole iris".

                El segundo cuadro es, sin duda, mucho más explícito. Fue pintado poco después de morir la reina, o más bien fue cuando salió a la luz, si bien su autor ha preferido quedar en el anonimato y sin duda basta una ojeada al cuadro para entender tal decisión: la “Reina Virgen” queda muy mal retratada.



Si prestamos atención a los detalles veremos en el rostro de la reina una tremenda inquietud y preocupación ante su inminente muerte. Y no es para menos pues mientras que dos querubines sostienen su corona (¿socarronamente, recordando a los cuadros renacentistas representando a la Virgen María?), sobre el hombro izquierdo de la reina vemos a un esqueleto mostrándole el inexorable pasar del tiempo en un reloj de arena, mientras que con su esquelética mano izquierda osa pasarla sobre el sillón real, empujando la espalda de Isabel I. Su otro lado no es mejor, pues a su derecha ella tiene a un hombre que le imita la postura y que parece tener cuernos. Si nos fijamos en una versión más aclarada de la pintura (retirada la pátina de barniz oscurecido) veremos cómo este hombre sostiene una guadaña, aguardando aburrido junto a un reloj de arena rojo sobre el cojín que tiene delante, señalándole que la reina ha consumido todo su tiempo y es hora de perecer. Otro detalle, junto a la reina, entre pliegues de una capa vemos asomar el puño de una espada (¿la espada de la justicia aludida en el primer cuadro, guardada y olvidada por la reina?). Como decimos, sin duda este cuadro no guarda ninguna consideración para con esta monarca inglesa.

El cuadro anónimo, restaurado, tras retirar la pátina de barniz que lo oscurecía.

                Por tanto, como vemos, tampoco es cierto que fuera una reina querida, más bien al contrario, observamos que fueron varios los pintores que no dudaron en plasmar las malas artes (tildándolas de diabólicas) de Isabel I, eso sí ocultando su autoría por temor a la cólera de la monarca, de todo menos justa . Tampoco vale en esta ocasión atribuir esos cuadros a españoles, costumbre que venía siendo habitual ante cualquier evidencia en contra de la versión oficial, atribuirla a las ideas maliciosas y envidiosas de los españoles, con la finalidad de desviar la atención de ella o hacerla pasar por falsa. Eso ya no vale. Y estos son tres cuadros que se han conocido. Cuántos otros debieron ser pasto de las llamas, víctima de la censura…

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