sábado, 27 de julio de 2024

En un lugar de la Mancha…

            Ahora que nos encontramos en pleno verano me gustaría compartir con mis lectores una agradable escapada de unos pocos días en los que disfrutar de bellos rincones paisajísticos e históricos de nuestra geografía española, centrándonos en este caso en Castilla-La Mancha.

            La ruta comienza por el impresionante pitón volcánico de Cancarix. Se trata del relleno, por así decirlo, de un amago de volcán que existió en su día. Cuando el magma ascendió hacia la superficie, el material “del suelo” se abombó llegando a formar un edificio volcánico que resistió a la presión, sin romperse, entonces el magma solidificó en su interior. Millones de años de erosión continua fueron disolviendo las rocas que en su día formaron ese edificio volcánico (no lo llamo “volcán” porque técnicamente se refiere a un edificio volcánico que sí ha sucumbido a la presión interna rompiéndose por el cráter y vomitando lava), desapareciendo y dejando expuesto el interior de la montaña, con las columnas del magma ya solidificadas. Es, por tanto, un equivalente a la célebre “calzada del gigante” (quién la hizo, según la leyenda) de Irlanda o a la “Torre del Diablo” estadounidense famosa en el mundo entero por su uso en la película “Encuentros en la Tercera Fase” como punto de encuentro entre los extraterrestres y los humanos.



A: Pitón volcánico de Cancarix (Albacete, España). B: Torre del Diablo (Wyoming, Estados Unidos). C: Calzada del Gigante (Causeway, Irlanda del Norte).

             Aunque no tan espectacular como esos dos casos citados, Cancarix posee sin embargo algo que lo hace único y es que tiene un tipo de roca magmática extraordinariamente rara (la lamproíta), conociéndose apenas unos pocos ejemplos en todo el mundo, localizados en Almería, Murcia, la Toscana italiana y Australia.

            De aquí avanzamos hasta las cercanías de Hellín (pasamos cerca del maravilloso Tolmo de Minateda, del que ya traté aquí) y nos desviamos siguiendo las indicaciones del Google Maps hasta El Jardín, que se encuentra en la bella carretera A-32 (N-322) que discurre por un valle fluvial cuya vegetación refresca el paisaje (cuidado con la carretera, es una nacional de doble sentido, con salvajes al volante que no dudan en adelantar en curvas y rayas continuas; lo mejor es ir tranquilos, sin prisas y disfrutando del paisaje). En El Jardín hay varias tiendas de productos locales de muy buena calidad, buen precio y los tenderos son muy amables, así que sirve de parada de descanso, en la que poder picar algo de la zona, en buen ambiente y con buena gente con la que charlar de cualquier cosa.

A ambos lados de la carretera A-32 (N-322) hay hermosos senderos por los que pasear y ver lagunas, riachuelos, …

             Pasamos cerca del impresionante pueblo Peñas de San Pedro, que bien merecería en sí mismo una visita detallada pues rezuma historia no bien contada, por todos sus rincones. De hecho, fue tierra sagrada prácticamente desde que el ser humano estuvo por este paraje, a tenor de los hallazgos romanos (se cree que pudo ser Castrum Altum) y las referencias musulmanas de la invasión árabe que la citan por nombres que sin duda debieron tomar de los habitantes de la zona (San Bitru y Sanfiro). En documentos del siglo XII ya se la menciona como Rupe Sancti Petri, su nombre actual latinizado. Y es que su emplazamiento es verdaderamente peculiar, en las estribaciones de las últimas Sierras Béticas y asomándose a la llanura manchega.


Nuestra siguiente parada será El Real Monasterio y Santuario de Nuestra Señora de Cortés, en Alcaraz, donde el rey de Castilla, Alfonso X El Sabio, se reunió con el rey de Aragón, Jaime I, para honrar a una de las misteriosas vírgenes negras que sigue a raja tabla una de las tradiciones peculiares recurrentes en estas tallas sedentes de aparecerse en un árbol considerado sabio por culturas milenarias prerromanas que habitaron la Península Ibérica y que parecen ser tallas godas. Tradiciones similares se relatan por ejemplo para la Virgen del castillo templario de Ponferrada (recordemos que los templarios criaron al rey-niño Jaime I en la casa-madre del Temple en Aragón, Monzón y casualmente es uno de los dos monarcas congregados aquí), la Virgen de Valvanera en La Rioja o la Virgen del Rocío en Huelva (que se encontraba en territorio de la Orden de Calatrava, como el Monasterio de la Rábida, y de ahí que las velas de los barcos colombinos llevaran la cruz distintiva de orden del Temple pues fue creada por ellos como evidencio en mi libro “La Orden del Temple pudo crearse en España”; nada que ver con los desvaríos anglófilos que tratan de meter por medio a la Orden de Cristo de Portugal y a los supervivientes templarios huidos por supuesto a Gran Bretaña, aunque en la Península Ibérica no se persiguiera a los templarios y se les permitiera seguir con sus andanzas solo con la condición de cambiar de nombre a su orden), por citar tres ejemplos. Y también aquí, como en gran parte de estas tallas históricas, ha sido blanqueada (de ahí su extraño gesto, más suave cuando tenía la piel morena). Para más información remito al lector interesado a mi obra “El fenómeno de las Vírgenes Negras”, con abundante información sobre este apasionante tema.


 

Y de aquí “asomamos” a la llanura manchega plagada de cosas que ver, como el conjunto de volcanes que se localizan cerca de Granátula de Calatrava (recomiendo visitar las emanaciones de aguas hidrotermales conocidas en la zona con el nombre de “hervidero“ y que permiten tomar un improvisado baño, al aire libre y de forma gratuita; pueden verse estas burbujeantes aguas en el Hervidero y Fuente del Chorrillo, en Baños de la Fontecha y en Baños del Barranco, entre otros parajes), el Archivo de la Armada en la Casa que D. Álvaro de Bazán (ilustre navegante español al que debemos la incorporación de Portugal y sus colonias al Imperio Español durante el reinado de Felipe II en el siglo XVI) poseía en el Viso del Marqués (del que hablamos aquí) o incluso “la Pompeya íbera” como podría considerarse al yacimiento del Cerro de las Cabezas, que fue como congelada en el tiempo en la vida cotidiana diaria prerromana por los romanos y de la que su mayor obra estrella es… una rueda de carro (ver aquí).

            No obstante, encontramos en esta ocasión otros intereses cercanos a nuestra ruta como es el Museo de la Orden de Santiago en el Castillo Ben Yucef de la localidad de Terrinches y todos los distintos yacimientos que encontramos cerca de ella (restos de la calzada romana Vía Augusta; la Villa Romana Puente de la Olmilla; el yacimiento arqueológico de Castillejo del Bonete, con varios túmulos; la Villa Romana de La Ontavia; entre otros). Sin embargo encuentro un problema en todos ellos y es que en su página web insisten en hacer las reservas de la visita con antelación, algo que veía bien en tiempos de pandemia pero fatal hoy día en el que gente como yo, que vamos a ver lo que vamos encontrando en el camino y sin agenda impuesta (simplemente porque paro aquí y allá y no sé a qué hora llego a un sitio o siquiera si iré a él) encuentra muy complicado visitar. Por ello, ni intento ir pues carezco de cita previa y en su lugar me dirijo a la bonita población de Villanueva de los Infantes.

            En Villanueva de los Infantes merece la pena aparcar el coche en cualquier calle (recordemos dónde) y patear el pueblo pues cada calle tiene lugares preciosos que ver. Encontraremos placas de personas que aquí nacieron o vivieron (como el arqueólogo García y Bellido) y paneles explicativos de distintos edificios históricos.

Merece mucho la pena visitar la iglesia (siguiendo a Sancho, Rocinante y al Quijote) con la tumba del escritor satírico Francisco de Quevedo y reparar en las decoraciones del púlpito y de los distintos sepulcros de la iglesia de San Andrés (obra de Francisco Cano, en estilo herreriano y compartiendo detalles estéticos cuyo simbolismo analicé al estudiar la obra del también arquitecto contemporáneo a Cano, Diego de Riaño en mi trabajo “Diego de Riaño, el hijo de la viuda”), en una bella plaza llena de bares y alguna que otra tienda de recuerdos, si bien recomiendo para comer el restaurante Las Tapas de Sancho, de gran calidad, mejor precio y excelente trato (tanto por parte de César como de Javi)


De aquí, nada mejor como una breve siesta y un merecido chapuzón en las aguas hidrotermales del balneario Cervantes, donde nos alojaremos (recomiendo beber el agua que brota, cargada de minerales beneficiosos para la salud, en una fuente junto a uno de los accesos a la piscina cubierta y que posee gas natural).

            Y tras ducharnos y arreglarnos, saldremos rumbo al pueblo de Alhambra, de nuevo plagado de historia olvidada.


 

Poblada desde el Paleolítico, prácticamente no ha dejado de estar habitada a lo largo de la historia. De hecho, llama la atención la necrópolis goda y medieval excavada en la roca, por la abundancia de tumbas y porque parece que se construyó en el antiguo trazado de la calzada romana, a juzgar por algunas losas que pueden aún verse sobre parte de las tumbas, pues parece ser que volvió a cubrirse y emplearse como vía de tránsito. El castillo, aunque está en ruinas, ofrece majestuosas vistas del Campo de Montiel.

            Se puede cenar aquí, en la cercana Villanueva de los Infantes, o en cualquier otro pueblo que se cruza de regreso al balneario Cervantes (se recomienda hacer esta ruta entre semana, pues el sábado el balneario redobla su precio).

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            Al día siguiente, tras desayunar, visitamos el impresionante castillo de Peñarroya, junto al pantano de Argamasilla de Alba que represa las aguas del río Guadiana y a partir de donde comienza el Parque natural de Las Lagunas de Ruidera.

            La fortaleza, bien conservada, permite estimar el modo de vida de las órdenes de caballería del siglo XII y concretamente de las órdenes de San Juan (eterna rival de los templarios) y Santiago que la controlaron. En las rocas cercanas al acceso al fortín se pueden ver restos de tumbas islámicas y de tallas efectuadas en la roca que sin duda en su día formaron parte de silos, talleres de herrería y carpintería, etc. En su día, sin el pantano, debió lucir imponente dominando el elevado acantilado rocoso sobre el valle fluvial del Guadiana.

Desde aquí parten distintas sendas para hacer recorridos circulares señalizados. Junto al aparcamiento hay un bar en el que poder reponer fuerzas con vistas inmejorables.


Y como colofón final, la joya de la corona; pero para ello debemos trasladarnos a la localidad de Argamasilla de Alba, escrito en el pasado como Argamesilla de Alba. Nos sorprenderá encontrar estatuas, esculturas (de un herrero local, fallecido recientemente pero que dejó obras muy bellas) y dibujos alusivos al posiblemente mejor escritor de la literatura española, Miguel de Cervantes Saavedra y su obra más célebre sobre don Quijote (me encanta el pasaje en el que van a dormir a una taberna-hospedaje que por alguna razón el Quijote considera que está encantada y que los taberneros son almas en pena, y tanto insiste el caballero con el asunto que al final el mesonero y sus hijos le meten una paliza, para que vea que son de carne y hueso; tras levantarse como puede, se vuelve a Sancho Panza y dice que hay que ver cómo arrean esos espíritus).


 

Como bien recuerda una placa a la entrada de la localidad, estamos precisamente en el lugar de la Mancha de cuyo nombre no quería acordarse el autor del Quijote, pues aquí fue encerrado unos meses y fue entonces cuando Cervantes comenzó a escribir su maravillosa novela.


 Su celda aún se conserva intacta en la llamada Cueva de Medrano, que forma parte de un edificio que en su día poseyó un bonito patio manchego similar a los usados como “corrales” en los que representaban distintas obras de teatro, similares a los de Almagro. Sin embargo fue afectado por un incendio y aunque se reconstruyó, ya no es igual.

La propia celda cervantina se encuentra sobre unas galerías subterráneas que resultan verdaderamente asombrosas por sí mismas ya que lejos de su uso obvio como bodegas y despensas, se desconoce cuándo se realizaron (hay quién habla de la etapa romana) y su alcance, pues han sido cegadas para evitar percances.


Tras pasear por el pueblo, fuimos a visitar Tomelloso, donde comimos buen jamón ibérico y queso manchego y regresamos al balneario Cervantes para volver a disfrutar de los baños hidrotermales y descansar.

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