Existe un pueblo en Soria, próximo a Guadalajara y a unos 60
km hacia el sur de Soria capital, que lleva el curioso nombre de Barahona.
En el
cruce de caminos entre las vías de Soria con las de Guadalajara y Madrid (actuales
carreteras nacionales CL-101 y SO-132, respectivamente), la localidad se
emplaza en un cerro sobre una penillanura (esto es, una llanura localizada a
una altura relativamente alta) conocida como “los altos de Barahona” y desde la
que pueden observarse picos montañosos tan emblemáticos como los Picos de
Urbión (donde nace el río Duero) o el Moncayo (monte sagrado desde antiguo). En
esta desolada llanura, en invierno, corre un frío viento polar cuando todo
está nevado y es el momento ideal para acercarse a comer junto a una buena chimenea
el sabroso picadillo, torreznos y otras delicias de la zona, mientras se narran
relatos del pasado esplendor de la provincia de Soria (¡que fue mucho!) y de la
zona de Barahona.
Cuentan
historiadores de la provincia, como el fallecido Miguel Moreno o
Ángel Almazán, que la localidad pudo tomar su nombre de una leyenda que se
ubica en la época de la reconquista, durante los enfrentamientos entre los
reinos cristianos, concretamente de Castilla y de Aragón. Cuando las tropas
aragonesas llegaron a la zona y las escasas huestes castellanas que quedaban
estaban confusas y mal organizadas, debido a que las tropas principales se encontraban
guerreando lejos “contra el moro”.
Ante este panorama, la hija de un aristócrata local tomó el yelmo,
armadura y caballo de su anciano y enfermo padre y salió valerosa, así vestida, para dirigir
con aplomo a las tropas en una llanura cercana, con intención de frenar el avance de las huestes del monarca Alfonso I El Batallador. Osadamente, retó al mismísimo rey aragonés a pelear, únicamente ellos dos. Quién venciera, impondría su voluntad.
Así lo hicieron, ganando el
misterioso caballero. Asombrado, el monarca quiso conocer la identidad del
adversario que lo había derrotado noblemente. Ella retiró su yelmo y asombró a
los allí reunidos, tanto por su sexo como por lograr que las tropas aragonesas
se retiraran. Las palabras del aragonés pasarían a la historia: “varona
debíais ser”, derivando de allí el apelativo de “Barahona”.
Fuera o no verdad esta
historia, lo que sí queda recogido en las crónicas es la presencia de brujas en
la localidad. La propia Inquisición registró en sus notas de 1527 a esta
población como un núcleo brujeril, con aquelarres, misteriosos encantamientos y
cosas similares. Sin embargo, desconocemos en qué pudieron basarse para llegar
a esa conclusión, ya que más parecen darse ritos paganos de deidades prerromanas,
que nada tenían que ver con mujeres adorando al demonio y volando en escobas.
Aún así, hay carteles en la localidad que informan sobre una curiosa piedra con
una oquedad y, como no, coronada por una santa cruz (irónicamente la erosión permite apreciar mal la cruz tallada, devolviendo el aspecto original a la piedra), que se consideraba el
“confesionario de las brujas” al suponer que ellas metían la cabeza en la oquedad
para confesarse ante el mismísimo Lucifer. Curiosa reminiscencia de la Bocca della Verità o “boca de la verdad” conservada en Roma, en
la que el que se confesaba introducía su mano en la grieta y, si mentía, le era
amputada por la deidad.
No son éstos los únicos afloramientos de ritos ancestrales profundamente arraigados en la localidad, ya que existen una serie de oquedades o simas (esto es, galerías verticales producidas por la erosión y disolución de las aguas que percolan, ácidas, a través de los carbonatos jurásicos y depósitos calizos de la zona). Pues bien, a estos sumideros se les conoce por el nombre de "Pozos Airones" y nuevamente la tradición los enlaza con las brujas, ya que se cuenta que se generaron por los golpes que estas mujeres daban con sus traseros en el suelo (¿tal vez al caer de sus escobas, mientras volaban?). Ahora bien, lo más relevante de ésto es que dichos sumideros conservan el nombre de la deidad prerromana de las aguas (existe otro pozo Airón en las ruinas de Segóbriga, cerca de la actual Saelices, en Cuenca, tal como informa un interesante libro que compré en el centro de interpretación del yacimiento, firmado por Miguel Salas Parrilla). No es el único. En la imagen, a la izquierda, se muestran en un mapa los distintos hallazgos preservados en la Península Ibérica, asociados con la divinidad,. En el centro se aprecia uno de los pozos airones (geológicamente, dolina de colapso) de la localidad, en vista aérea de satélite, y el pozo Airón de Segóbriga, a la derecha.
Pero lo que verdaderamente me fascina es que los pozos Airones solían estar asociados a entradas con el inframundo o Más Allá. Sobra recordar que precisamente las brujas, adoradoras del diablo, eran seres que se creía tenían cierto poder sobre esa otra dimensión. De hecho, en Norteamérica, aún hoy día se dice que a las 12 de la noche comienza "la hora de las brujas" o supuesto momento en el que el mundo de los vivos y el de los fallecidos se encuentran más próximos. Todos estos breves apuntes permiten apreciar cuán arraigados estaban los cultros precristianos en el pueblo. Decíamos que desde Barahona se puede observar el Moncayo, otro de los lugares asociados a la brujería, tanto en localidades sorianas como en las zaragozanas que lo rodean. También existen en la provincia de Soria, en localidades relativamente próximas a Barahona, manantiales sulfurosos adorados desde la antigüedad por curar ciertas afecciones de la piel. Y para terminar, en Los Altos de Barahona, en sus campos, abundan los fósiles de invertebrados marinos jurásicos. Entre ellos destacan los belemnites, con las formas fusiformes de su antiguo endoesqueleto cartilaginoso que han fosilizado y han sido tradicionalmente considerados, sin llegar a entender muy bien el motivo de ello, como rayos que al tocar la tierra se transformaban en piedra. Por eso, en estas tierras, se llama vulgarmente a los belemnites, "piedras del rayo". Curioso, ¿no?.
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