miércoles, 21 de septiembre de 2016

Tartessos: colonia fenicia


        Es alucinante. De verdad que no logro comprender qué extraño gen o idea comparten todos los académicos españoles que, mientras el resto de colegas de todo el mundo se afanan por demostrar que sus países fueron pioneros en casi todo, en España se desviven por demostrar que fuimos los últimos en todo, limitándonos a realizar burdas réplicas de objetos originales procedentes de otros lugares donde, mira tú por dónde, nunca se han hallado.

            Es el caso de la bella Dama de Elche, primero considerada una falsificación contemporánea por los franceses y posteriormente, cuando se demostró su autenticidad (tuvimos que comprarla al Louvre, que la adquirió a la familia del agricultor que la encontró), se ha venido considerando una burda imitación de estatuas griegas o fenicias. También con “las estelas de guerrero” sublusitanas-extremeñas pasa algo similar. Como mostraban carros de dos caballos en unas cronologías anteriores a los carros chipriotas, y cascos con cuernos que no se habían encontrado nunca antes, aunque a países que desean verse descendientes de celtas y vikingos les hubiera gustado hacerlos propios, pues ahí están los académicos españoles para asegurar (aún en contra de las dataciones) que por supuesto son grabados de guerreros chipriotas y preceltas que hicieron turismo por suelo peninsular, impactando tanto a los paisanos retrasados con los “alantos” (como decía una conocida de mi abuela para referirse a los adelantos tecnológicos) de los guiris, que no dudaron en inmortalizarlos en las estelas.
            Lo mismo cabe decir de los grabados de barcos encontrados en Galicia y Cádiz. ¿Qué todos los petroglifos y pinturas que les acompañan son del 3.000- 2.000 a.C.? No hay problema, ahí van nuestros académicos a decirnos que no nos dejemos engañar, que realmente fueron imitaciones de esas pinturas de dos mil años de antigüedad en el siglo I a.C., cuando por supuesto ya estaban las flotas fenicias, griegas, cartaginesas y romanas por nuestras costas. De nuevo los paisanos atrofiados quedaron tan deslumbrados que no dudaron en reproducir esos “alantos” extranjeros en la primera roca que tuvieron a mano (pues obviamente, de conocer los metales y su trabajo ya ni hablamos).


Detalle de un petroglifo encontrado en Auga dos Cebros, Pedornes, Galicia, mostrando un barco. Lo más curioso es que escenas de ciervos similares se han datado entre el 3.000 a.C. y 1.500 a.C., pero al aparecer el barco, no se le atribuye una edad superior al siglo VIII-VII a.C., para hacerlas así coincidir con las embarcaciones fenicias en las costas de la Península Ibérica. E incluso hay quién ha considerado la nave como un barco de la orden del Temple, ¡imaginación al poder!.

            Si es que ya se sabe, que el españolito ha sido siempre algo limitado de neuronas. ¿Cómo iba a inventar él el arte de la navegación, estando rodeado de mar por todos sus lados excepto por los Pirineos? No, lo suyo es aguardar en taparrabos a que gentes de Italia, Balcanes y Palestina les de por dejar el continente y meterse en el mar para desarrollar barcos y venir a enseñarnos a navegar. Lo veo de lo más lógico.
            Ilusa de mi, pensaba que esta tendencia por renegar de todo lo nuestro y de las evidencias arqueológicas había quedado atrás, como otro de los tristes bagajes de la postguerra. A veces me sorprendo de lo pardilla que puedo llegar a ser, sobre todo cuando caen en mis manos noticias como la reciente publicación de un arqueólogo de la Universidad de Sevilla, que no duda en sentenciar que el increíble Imperio de Tartessos fue en realidad una colonia fenicia. Ahí le ha dado, publicado en pleno agosto de 2016 ¿Para qué leer escritos de los primeros griegos, latinos y fenicios que dejaron por escrito cómo Tartessos ya existía y era un floreciente imperio con todo tipo de metales que atrajo a fenicios y otros comerciantes a sus costas? ¿Para qué basarse en otros escritos que hablan del rey tartesio Argantonio solicitando a los focenses (los primeros fenicios que llegaron a las costas andaluzas) que se quedaran en el sur y, ante su negativa, ofreciendo grandes cantidades de oro y plata para que Focea pudiera pagar sus defensas, lo que demuestra que Tartessos llevaba ya tiempo existiendo independientemente de los fenicios, para cuando llegaron los primeros de ellos? ¿Por qué coger el coche y hacer los escasos 80 km que separan Sevilla de Huelva para visitar la cerámica onubense del IV-III milenio a.C., con signos de un alfabeto similar a los que usarían dos milenios más tarde los fenicios? No, en lugar de eso, el arqueólogo Manuel Casado Ariza optó por analizar la cerámica de diversos yacimientos andaluces considerados tartesios y, al compararla con similares fenicias, concluyó que en realidad Tartessos es de origen fenicio. Poco importa que el precedente de muchas cerámicas tartésicas y fenicias esté en la cerámica a la almagra, típica y exclusiva del SE andaluz y desarrollada hacia el tercer milenio antes de nuestra era, contemporánea a la cerámica cardial de otras regiones.


A la izquierda, algunos fragmentos de cerámica “de tipo carambolo” analizados por Manuel Casado Ariza por toda Andalucía concluyendo que la decoración geométrica, con motivos zoomorfos y astronómicos son típicamente fenicios. A la derecha, ídolos-placa y betilos que forman parte de los ídolos oculados del sur peninsular datados entre el IV-III milenio a.C. Para ello remito al lector al trabajo “La Mirada del Ídolo”, publicado por el Museo de Prehistoria de Valencia (Comunidad Valenciana) y disponible en google en pdf, gratis.

Tampoco parece importar mucho que la cerámica que considera típica fenicia muestre una decoración idéntica a los ídolos-placa encontrados en todo el sur peninsular, dentro de megalitos y asociada a cerámica campaniforme también del tercer milenio antes de nuestra era. O a las bellas piezas cerámicas excavadas en el yacimiento de Los Millares (2.800 a.C., esto es, dos milenios antes de la llegada de fenicios a las costas de la Península Ibérica).
            Por cierto que en estos ídolos-placa de pizarra encuentro una gran similitud con algunos “ídolos” rupestres, como el ídolo de Peña Tú y otros diademados grabados o pintados en diversas paredes rocosas, que considero son manifestaciones de una misma religión, posiblemente de núcleos o poblaciones tartésicas y pretartésicas en sus rutas comerciales de metales por la vía de la Plata (diademados extremeños) y por rutas costeras (ídolo de Peña Tú). 
Arriba, detalle del Ídolo de Peña Tú asturiano. Bajo él, dos estelas de guerreros de Extremadura, diademadas. La similitud salta a la vista, aunque se consideren manifestaciones independientes y no relacionadas entre sí, aún cuando el puñal de Peña Tú es muy parecido a las armas comúnmente grabadas en "las estelas de guerrero" y a las halladas en ajuares campaniformes asociados a megalitos.

         Precisamente, estas llegadas periódicas de barcos en busca de metales y otros elementos para comerciar, darían lugar a los grabados de barcos gallegos. E incluso posiblemente podrían señalar los lugares de fondeo de estos barcos comerciales, de forma análoga a los carteles que hoy avisan de los lugares para tomar ferries. No es descabellado, en Galicia se han encontrado “acumulaciones de chatarra”, como se designa a una agrupación de piezas metálicas para su reciclaje, muy similares a las halladas en la ría de Huelva, se cree que al hundirse uno de estos barcos “de metales” cerca de estos puntos costeros donde se piensa que llegaban los barcos a recoger la chatarra, pagando por ella o en su lugar entregando nuevos objetos.


Conjunto de algunos ídolos hallados en la Península Ibérica en estratos del IV-III milenio a.C. Tomado de “La Mirada del Ídolo”.

            Tampoco sirve que la propia Biblia, en los libros del Antiguo Testamento, distinga claramente la llegada de barcos de Tartessos y de las flotas fenicias. Para eso ya estaban nuestros académicos defendiendo la idea de que “barcos de Tarsis” era una manera de referirse a un tipo concreto de barco fenicio, o incluso que esa Tarsis no estaba en la Península Ibérica, sino en algún punto de la costa libanesa.
          Que no se hable más, que todo esto no son más que “coincidencias” o curiosidades, que Tartessos era una colonia fenicia y no hay más que hablar.
            Lo que yo me pregunto es si al esforzarse tanto en concluir estas ideas, se habrán percatado nuestros académicos de lo complicado que les resultará explicar cómo existen todas estas evidencias varios milenios antes que la llegada de los fenicios a suelo peninsular, desarrollando objetos, diseños y escrituras que se supone nos traerán los fenicios dos milenios después de que los peninsulares ya los estuvieran usando….
            ¿Por qué cuesta tanto aplicar “la navaja de Ockham” a la arqueología española, para admitir que efectivamente la explicación más sencilla es con frecuencia la más pausible de darse? ¿Qué es más fácil, admitir que todo lo mencionado fue surgiendo en la Península Ibérica y que los fenicios tomaron muchas de estas ideas, diseños y alfabeto, llevándolos consigo en sus rutas comerciales y adjudicándose erróneamente a ellos, o tratar de explicar cómo los fenicios nos enseñaron a hacer cosas que ya realizaban los españoles dos milenios antes de la llegada de estos comerciantes, con técnicas que ya se empleaban dos mil años antes de que aparecieran por primera vez en las costas peninsulares?
Concluirá Casado en su trabajo: “Tartessos es un término literario y nace como un mito, por las alusiones de la literatura griega que lo sitúa en el fin del mundo, donde se colocan los mitos; y en su búsqueda ha habido un elemento sentimental y los arqueólogos hemos ido identificando una serie de materiales con esa idea”. Nada más incierto. Desde el principio se consideró Tartessos como algo fenicio; tal es así que no existe un solo elemento que pueda considerarse típicamente tartesio para los académicos, ya que todo lo hallado no dudan en considerarlo réplicas de otras versiones mediterráneas, llegando al punto de haber establecido un periodo, “Orientalizante”, para la época de florecimiento de distintas culturas peninsulares. En esta etapa todas sus manifestaciones se consideran imitación de otras del Mediterráneo Oriental. En este mega-cajón de sastre se incluyen piezas de orfebrería, estelas, escrituras, damas iberas, estatuaria diversa, cerámicas y decoraciones. Con esta mentalidad, ¿por qué no atribuir las creaciones del imperio textil de Amancio Ortega (Stradivarius, Maximo Dutti, Pull & Bear, etc) a los británicos y norteamericanos? Después de todo llevan frases en inglés y utilizan similares tejidos que ellos, de hecho incluso hay tiendas de Amancio en esos países, así que seguramente las gallegas son colonias donde se llevaban algunos originales del núcleo madre británico para ser burdamente imitados en suelo peninsular, porque de hecho hay otras creaciones similares por todo el mundo que confirman las rutas comerciales británicas internacionales…
Si es que, de verdad que me cuesta bastante seguir sus razonamientos lógicos, tan paradójicamente ilógicos. Para mi son el prototipo del "efecto Mogambo", como yo digo, pues mi padre me contó un día que, durante la censura franquista, la película Mogambo se dobló de tal manera que se hizo pasar a Clark Gable por hermano de Glace Kelly para tratar de evitar el adulterio de ella ante las narices de su esposo, pero se hizo con tal torpeza que se terminó representando un pecado mayor, al mostrar a los dos supuestos hermanos besándose apasionadamente.


Aplicado a la arqueología española el "efecto Mogambo", para evitar reconocer que las poblaciones peninsulares fueron precursoras en muchas armas, técnicas orfebres, alfabeto, e incluso es posible que hasta mitología, que posteriormente se exportarían al Mediterráneo Oriental por comerciantes que aquí las conocieron, se acabará admitiendo copias de objetos aparecidos milenios antes de la llegada de quién supuestamente las enseñó a los peninsulares.
            ¿Por qué nuestros académicos siguen empecinados en que son ciertas las afirmaciones de que la llegada de fenicios a la Península fue poco después de la caída de Troya (hacia el 1.100 a.C.) aunque hasta el momento no haya aparecido una sola evidencia arqueológica que lo respalde, y se niegan en redondo a dar por bueno el escrito de Estrabón que decía que los turdetanos (descendientes de los tartesios) tenían escritos legislativos y en verso de 6.000 años de antigüedad, habiendo hallado ejemplos de estas escrituras datadas en el IV-III milenio a.C.? Es que, lo admito, es algo que no sólo no comprendo, sino que me hierve la sangre ante tan incomprensible postura. Lo peor es que no hay más que coger una revista divulgativa de la protohistoria, un documental o un libro de impresión reciente, para encontrar numerosas afirmaciones que van contra las evidencias arqueológicas.
Siguen sin desecharse estas afirmaciones erróneas, cuando hace ya tiempo que se tienen evidencias de lo contrario. Sin ir más lejos, en el monográfico “la muerte en la prehistoria” comprado en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, unas arqueólogas (de cuyo nombre no deseo acordarme) afirmaban con rotundidad la ausencia de megalitos en Murcia. Tengo un par de artículos científicos, publicados dos años antes que el trabajo de estas mujeres, donde se habla detalladamente de más de 100 tumbas megalíticas murcianas. Habría bastado para echar atrás la publicación de las arqueólogas en otros países europeos, por falta de documentación en los avances de su campo de estudio.
Pero en España no pasa nada. Por eso ocurre tal caos en materia arqueológica, donde aún se mantienen falsos postulados con evidencias que muestran lo contrario y con dataciones y atribuciones erróneas. Mientras, el expolio y tráfico ilegal de objetos patrimoniales sigue siendo el tercer negocio más fructífero en nuestro país. No quiero ni imaginar la de objetos, que habrían sido claves en análisis y podrían haber dado la vuelta a muchas teorías, que ya han salido de nuestras fronteras y nunca serán conocidos. Pero no importa, aceptamos “fenicio” como explicación a todas nuestras evidencias…
 

Muestra de unos pocos objetos de la legión que componen las piezas del “Periodo Orientalizante” atribuidos a orfebres y escultores del Mediterráneo Oriental y por tanto, datados no más allá del siglo VII a.C., frecuentemente en los siglos V-II a.C.: Bicha de Balazote de Albacete, Dama de Elche de Alicante, Tumba de la Joya de Huelva, candelabros de Lebrija de Sevilla, tesoro de la Aliseda de Extremadura, estela de los Guerreros de Badajoz y placa grabada del tesoro de la Aliseda con un guerrero combatiendo con un león.

Pues bien, por atribuciones como las mostradas en la imagen anterior se cae en el error de atribuir candelabros de oro labrados hacia el 2000-1500 a.C., a orfebres fenicios del s. VIII a.C., o estelas de guerreros datadas en el siglo VII-II a.C. mostrando carros y escudos propios del primer milenio a.C., si no más antiguos del área chipriota ("efecto Mogambo"). Tan esperpéntico como suponer que hoy día en las lápidas de nuestros soldados caídos representaremos con el más mínimo detalle carros usados por las tropas de Almanzor o por cristianos del 1100 d.C. Absurdo, se mire por donde se mire.


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