viernes, 12 de diciembre de 2014

Qué motivó el ataque a Pearl Harbor. Cuando los japoneses apoyaron a los nazis


     Todo el mundo sabe que el mayor error cometido en mucho tiempo por Japón fue atacar las instalaciones militares de Pearl Harbor, dando motivos así a los norteamericanos para entrar en la Segunda Guerra Mundial.
       Lo que quizás no esté del todo claro es la razón (o conjunto de motivos) por la que una poderosa potencia, como era la japonesa, apoyara a los nazis liderados por Hitler. En esta entrada,  analizaremos esta cuestión.

          El origen del conflicto
      El comienzo de los roces entre Japón y los anglosajones (Norteamérica y Gran Bretaña) puede remontarse a 1937. Los anglosajones penalizaron a los nipones con diferentes embargos de metal y de crudo, por las acciones realizadas contra China. Por si esto no fuera castigo suficiente, enviaron soterradamente tropas de apoyo al gobierno chino (entonces Partido Nacionalista Chino o Kuo-min-tang).



    Japón, lejos de amilanarse, continuó su expansión por Asia invadiendo la colonia francesa de Indochina. Comenzó uno de los episodios más sangrientos y cruentos de la historia, en el que el llamado "Escuadrón 731" tuvo una papel protagonista, llevándose a cabo todo tipo de atrocidades (decapitaciones, disparos a civiles, bombardeo de poblaciones, violaciones y torturas, campos de exterminio, etc).

    La osadía no tardó en tener respuesta ya que los países occidentales prohibieron el paso de buques con bandera nipona por el Canal de Panamá y congelaron, asimismo, los bienes que Japón poseía en diversos países. Algo más tarde le impusieron un nuevo embargo de crudo que dificultó enormemente las posibilidades de obtener petróleo en todo Japón.
  
     Intentando limar asperezas
    El gobierno japonés reaccionó apostando por la vía diplomática con los dirigentes europeos, tratando de alcanzar acuerdos con los distintos gobiernos de las grandes potencias a fin de aliviar la dura situación, que se acrecentaba como consecuencia de las restricciones impuestas y que estaban llevando al país a una situación de escasez de materias primas fundamentales.
     No obstante, todos los intentos fueron vanos dado que se le exigía a Japón la retirada de sus tropas de China, si deseaba que se levantaran los indultos y penalizaciones que pesaban sobre el imperio nipón.


Abajo, de izquierda a derecha, campo de exterminio, apilamiento de cadáveres en uno de esos campos y fotografía del comandante del escuadrón 731, Shiro Ishii.

      Las negociaciones llegaron a un punto de no retorno cuando los japoneses consideraron que se les exigía abandonar Manchuria al hablar de China, ya que Manchuria se encuentra al noreste de este país, abarcando en la actualidad tres de sus provincias así como parte de Mongolia. Los japoneses consideraron una humillación la propuesta, dando por finalizadas las negociaciones. Posteriormente, al fin de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno estadounidense llegó a declarar que ellos (los gobiernos occidentales) nunca consideraron Manchuria en sus peticiones de territorio chino a abandonar por las tropas japonesas.


          El principio de un absurdo
        Y como sentenciara el político inglés Andrew B. Law, “no existe la guerra inevitable. Si llega, es por fallo del hombre.” Así que el fatídico 7 de diciembre de 1941 Japón destrozaba las instalaciones militares norteamericanas de Pearl Harbor (Hawai), destruyendo así la llamada “flota del Pacífico”. Únicamente en ese día hubo más fallecidos estadounidenses que en toda la Primera Guerra Mundial (hubo 2.470 fallecidos, de los que 68 eran civiles y el resto, militares noreamericanos). Menos de veinticuatro horas más tarde, el presidente Franklin D. Roosevert declaraba la guerra a Japón, mientras su equivalente inglés Wiston Churchill hacía lo propio en su país.
     Tal como recogen las películas, ese día el comandante en jefe de la Armada Japonesa Isoroku Yamamoto, contrario a la idea de atacar a USA, al regresar de su misión contra las instalaciones norteamericanas, declaró al Estado Mayor nipón la famosa sentencia: “me temo que hemos despertado a un gigante dormido que debe estar lleno de venganza”.


En la imagen, arriba a la izquierda, el USS West Virginia (BB-48) alcanzado por bombas japonesas. A la derecha, vista desde un caza japonés mientras una bomba hace explosión en el USS Oklahoma.

 La Segunda Guerra Mundial dejó tras de sí once millones de muertos por los nazis, seis de ellos judíos.







Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, el general norteamericano George C. Mashall exclamaría: “El único medio de vencer en una guerra es evitarla”. El Papa Juan XXIII sentenciaría: “La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra”.


Para más detalles sobre Pearl Harbor, picar aquí (en inglés) y aquí (en español).
 

1 comentario:

  1. En realidad Japón no ayudo a los nazis, sino que hizo un intento de sacarse de encima la presión occidental para obtener una ventaja que les permitiera negociar. Jamás soñaron en poder derrotar a los EEUU.

    Esto se había hecho siempre, hasta que llegaron los norteamericanos con sus exigencias de rendición incondicional. Me explico: antes, un Estado Mayor consideraba que el coste de vencer en un conflicto podía ser tan alto que hiciera satisfactorio terminar el conflicto en una mesa de negociaciones en la que se consiguieran gran parte de los objetivos aunque no todos. En concreto Japón planteó una situación tal, que el costo para EEUU era tan grande que para recuperar Filipinas y evitar una carnicería aceptara dejar en paz a Japón con su aventura China. Desgraciadamente, los EEUU plantearon la guerra en términos propios de un combatientes acorralado que no le correspondían: victoria o muerte.

    Japón, previamente, había firmado un tratado de no agresión con la URRSS. Si no lo hubiera firmado, habría obligado a la URRSS a mantener en el Pacifico grandes contingentes de tropas que no habría podido interponer en el Oete para detener la ofensiva alemana en su momento más crítico.

    Igualmente Japón planificó su ataque a lis EEUU sin coordinar ni informar a los nazis.

    No se observan rastros de ninguna ayuda japonesa a los nazis excepto el buen trato que los japoneses recibieron de los alemanes, tal como le sucediera a Jessie Owens y que desmienten que los nazis fueran unos racistas supremacistas como los norteamericanos del Ku Klux Klan y en realidad, toda la administración norteamericana, que lo mismo que los británicos, les daban sopas con Honda en ese aspecto en particular.

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