viernes, 14 de agosto de 2015

Alora la bien cercada

         Ya en otra entrada anterior aludíamos a una canción popular en la Edad Media que pasó a formar parte del Romancero español y fue recogido por el historiador D. Ramón Menéndez Pidal con el fin de que no se perdieran estos poemas cantados que gozaron de gran fama, a juzgar por las variaciones que vimos aquí, en su momento.
       En esta entrada vamos a centrarnos en otro de estos poemas denominados “fronterizos”, por aludir a noticias relativas a la Reconquista, que acababan de ocurrir y que deseaban transmitir al resto de los reinos cristianos para alentarlos en su batalla contra los musulmanes.
        La población de Álora, en las fértiles tierras del valle del río Guadalhorce, se localiza en el centro de la actual provincia de Málaga. Posee numerosas evidencias de pobladores que se remontan hasta la prehistoria, si bien lo más destacable, su castillo, ha mostrado haber sido construido por fenicios o incluso turdetanos, sucesores de los tartesios. Posteriormente fue reforzado por los romanos y árabes, hasta que pasó a manos cristianas. También los visigodos estuvieron afincados en estas fértiles colinas desinencia de las Cordilleras Béticas que flanquean el valle  dejado por el río Guadalhorce tras haberse abierto camino por “la sierra de Huma” (1.119 metros sobre el nivel del mar) dejando tras de sí el bello paisaje del pantano del Chorro y su “caminito del rey”, colgado en el cañón fluvial conocido como “El desfiladero de los Gaitanes”. Al oeste, la “Sierra de Aguas” (950 m) la separa de la serranía de Ronda, importante núcleo romano donde las legiones de Italia sufrieron varias derrotas a manos del lusitano Viriato, aliado de Numancia.
En la imagen, detalle del “Caminito del Rey” (inaugurado por Alfonso XIII, de ahí su nombre) en la Garganta de los Gaitanes. En el centro, inundaciones del Guadalhorce vistas desde Álora y detalle del pico del Monte Hacho, con la población a sus pies.
Es precisamente este último episodio, la toma cristiana de la ciudad, al que se refiere el romance objeto de nuestra entrada, cuando el llamado “Adelantado de Andalucía”, Don Diego de Rivera, puso sitio a la ciudad fortificada. Durante la toma de esta plaza, fallecería en 1434. El romance recogido por Ramón Menéndez Pidal y Tomás J. Salas Fernández:
Álora, la bien cercada, / tú que estas en par de río,
cercóte el adelantado/ una mañana en domingo,
de peones y hombres de armas/ el campo bien guarnecido;
con la gran artillería/ hecho te habían un portillo.
Viérades moros y moras/ todos huir al castillo:
Las moras llevaban ropa,/ los moros harina y trigo,
y las moricas de quince años/ llevaban el oro fino,
y los moricos pequeños/ llevaban la pasa y el higo.
Por cima de la muralla/ su pendón llevan tendido.
Entre almena y almena/ quedado se había un morico
con una ballesta armada/ y en ella puesto un cuadrillo.
En altas voces decía,/ que la gente lo había oído:
¡Tregua, tregua, Adelantado,/por tuyo se da el castillo!.
Alza la visera arriba,/ por ver el que tal le dijo,
asestárale a la frente,/ salido le ha al colodrillo.
Sacóle Pablo de rienda,/ y de mano Jacobillo,
estos dos que había criado/ en su casa desde chicos.
Lleváronle a los maestros/ por ver si será guarido.
A las primeras palabras,/ el testamento les dijo".


Tomás J. Salas Fernández analiza la composición (ver aquí) que fue recogida por primera vez de manera escrita en el s. XVI. El musulmán aparece aquí representado por un traidor saetero anónimo que pide tregua diciéndole que el castillo es suyo, para que el Adelantado muestre su rostro y baje la guardia para escucharle, momento que utiliza el mahometano para asesinarle, lanzándole una flecha que le atraviesa el cráneo a la altura de la frente.
Dos de los hombres del Adelantado que habían sido criados por él, Jacobo y Pablo, bajan el cuerpo del adelantado de su caballo y se apresuran a llevarlo ante los médicos esperando que puedan sanarle. Sin embargo Don Diego de Rivera no tarda en expirar, tras decir su última voluntad.
Tomás J. Salas Fernández coincide con Ramón Menéndez Pidal en opinar que los juglares de estas composiciones fronterizas continuaron las labores de los juglares anteriores que cantaron los “cantares de gesta” o las grandes hazañas de los héroes de la primera etapa de la Reconquista (Roldán y El Cid, entre otros) para cederles el testigo a posteriores poetas de gran fama internacional como fueron Antonio Machado, Góngora o Quevedo, entre otros.
     Sin embargo, no sería éste el único episodio sangriento que aconteciera en la ciudad de Álora ya que incluso los propios árabes la sitiaron para tomarla a otros musulmanes. Y es que durante la primera etapa árabe del califato Omeya de Córdoba, que llegará a rivalizar con el de Damasco, se rebelará contra el califato un mozárabe  (cristiano en tierras árabes) denominado Umar Ibn Hafsun, convertido al cristianismo en el 899. Él rebelde terminará acaudillando un grupo de salteadores de caminos y plazas musulmanas que acarreará grandes pérdidas económicas al califato de Córdoba, al hacerse fuerte en la sierra cercana al Chorro, construyéndose así la ciudad mozárabe de Bobastro, en un paraje prácticamente inexpugnable.
      Durante los siglos IX y X la plaza de Álora se reforzará por tropas musulmanas que efectuarán un cerco cada vez más estrecho a la ciudad rebelde hasta que finalmente el emir Abderramán III, nacido en Medina Azahara, el 19 de enero de 928, la toma tras haber tenido medio siglo al califato sufriendo sus ataques.
En la imagen, detalle de los restos de la fortificación de Bobastro (izda), de la ermita de planta basilical excavada en la roca (centro) y reconstrucción de cómo debió ser la ciudad en su época de máximo esplendor (dcha).

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