Como “lo prometido
es deuda” que dice el refrán castellano aquí va la tercera parte sobre la
transición musulmana de Hispania creándose el Imperio árabe de Occidente y
centrándome principalmente en mi objetivo cuando encaré esta temática: el
maquiavélico y brillante militar Almanzor, personaje muy a la altura de otros
grandes militares que ha dado el solar hispano y, como con muchos de ellos,
prácticamente ignorado por la Historia.
El
destino tiene curvas, atajos y desvíos que en muchos casos propiciaron que se
dieran una serie de factores que de otro modo casi habría sido imposible de
darse (me estoy refiriendo al fabuloso caldo de cultivo y sincretismo que se
vivió en el Medievo de la Península Ibérica con muy diversas religiones,
escuelas filosóficas y saberes científicos convergiendo y a la vez floreciendo
en otras escuelas de pensamiento sumamente ricas y avanzadas, de las que
bebieron muchos intelectuales y artistas que de ellas se impregnaron al
contactarla en los mil Caminos de Santiago, llevando este saber a sus tierras
al regreso e impulsando así el arte, la arquitectura, las Ciencias y la
Alquimia, también los romances pues recordemos como el trovador templario
germano Wolfram von Eschenbach escribirá al inicio de su obra sobre el Grial
que lo tomó de un pergamino que le dio un cabalista de Toledo, por citar un
ejemplo); en cambio, por recovecos del destino también se evita que ocurrieran
hechos sumamente trascendentes, y es que por unos pocos años, la Historia nos privó
de lo que hubiera sido todo un duelo de titanes: el Cid (del que ya hablamos
anteriormente) contra Almanzor. Como digo, habría sido algo glorioso de
contemplar aunque, si mal no los he calado, creo que de haberse podido dar, el
sibilino Almanzor habría logrado –cual Viejo de la Montaña, fundador de la
secta de los Asesinos, que hizo huir al mismísimo Saladino, “salajadin”, que
especifica en la película el Reino de los
Cielos, de la que en otra entrada comenté todos sus atropellos históricos-
que de una forma u otra alguno de sus hombres hubiera dado al Cid un brebaje o
alimento envenenado. Y es que Almanzor era más de luchar evitando aparentemente
la lucha, al más puro estilo de El Arte de la Guerra. Pero en fin, no lo
demoremos más. Hablemos ya de Almanzor y su historia, partiendo del momento en
que lo dejamos al concluir la entrada anterior.
En la época de Alhakén volvió la
intranquilidad al califato, si bien hubo dos notables que mantuvieron el
control. La frontera cristiana era defendida, ya en tiempos de Abderramán III,
por el gran guerrero Galib, nombrado Caíd Supremo, que ascendió a la dignidad
de “poseedor de las dos espadas”; y en
la capital, por un notable, Uthmán al-Mushafi, que había accedido a las máximas
cotas de poder tras alcanzar con éxito distintos cargos y funciones desde la
época de Abderramán III.
Alhakén,
que como dije anteriormente había accedido al poder con 46 años, no tenía la
brillantez de su padre. A medida que avanzaba en edad pretendía que su hijo
Hishám (Hixam), aún niño, le sucediera en el trono, lo que no era fácil dado
que eran varios los hijos adultos y hermanos de Alhakén que reivindicaban el
poder; entre ellos destacaban tres: Abd al-Aziz, Al-Asbag y Al-Mugira. Este
último era el que tenía más partidarios ya que estuvo con su padre Abderramán
III en la toma de Bobastro. Aunque Alhakén había conseguido de forma irregular
el reconocimiento del niño Hishám como su sucesor, no era suficiente garantía
para que tuviera carácter definitivo. Así, tras la muerte de Alhakén el 30 de
septiembre de 976, la situación en la corte era insegura. Abd al-Aziz había
muerto y Al-Asbag estaba descartado por su fama de vago y juerguista, pero
Al-Mugira era un fiel oponente, de hecho pretendía ser el califa hasta que su
hermanastro Hishám alcanzara la mayoría de edad, cosa que no aceptaba la madre
del sucesor, Subh, porque dudaba de las ambiciones de Al-Mugira. Y aquí entró
en juego Almanzor.
Dos vistas de parte de Torróx (Málaga). Cerca del faro
se han hallado restos fenicios y romanos (una factoría de Garum, la salsa de
marisco que tanto gustaba en Roma y cuya receta se ha perdido). ¿Nació aquí el
retorcido Almanzor?.
Se cree que Almanzor había llegado
muy joven desde Torróx (localidad que para algunos historiadores era su pueblo
natal) a estudiar a Córdoba, viviendo en casa de un pariente de su madre. Se
convirtió en escribano público y entró a trabajar en la intendencia de las
obras públicas gracias a la amistad de un influyente personaje, el ya nombrado
Al-Mushafi. Gracias a su buena gestión, agudeza e inteligencia, Almanzor llegó
a formar parte de la administración califal cuando tenía tan sólo treinta años,
llamando la atención del propio Alhakén y acumulando en pocos años muchos
cargos administrativos, aunque en esta etapa de su vida siempre procuró
permanecer en segundo plano. Llegó a ser nombrado prefecto de La Ceca,
puesto importante en donde conoció a la concubina del califa, la esclava
navarra Subh, madre de Hishám, a la que hizo un regalo tan valioso que suscitó
la investigación del califa acerca de la procedencia de su dinero. Se comprobó
que no había sustraído ninguna cantidad de la ceca califal, lo que hizo suponer
al Califa que Almanzor era un hombre honrado, muy operativo y digno de su confianza,
nombrándole administrador del príncipe heredero Hishám y contando con los
favores de la “gran señora” Subh, de
la que se comentaba que era su amante. Así fue como poco a poco fue entrando Almanzor
en las intrigas de palacio.
El
Califa le ordenó eliminar a Al-Mugira y esta acción le valió un gran ascenso en
el califato, llegando a ser jefe de la guardia de la capital. Almanzor tuvo un
papel clave en el nombramiento de Hishám como califa, gracias a la fortuna de
Subh, que repartió entre los nobles. Sin embargo, en la ceremonia de coronación
quien destacó fue Al-Mushafi, el mejor situado de los nobles, aspecto que no
pasó desapercibido al ambicioso Almanzor. Al principio se alineó con él para ir
eliminando a los otros notables de la corte, logrando por ello el título de
visir, que llevaba consigo la función de consejero del califa. Al-Mushafi se
mantenía poderoso ya que la tropa andalusí le era fiel, pero le faltaba el
apoyo de los bereberes, cuya confianza fue ganando paulatinamente Almanzor.
Busto de Alhakén II en el Campo Santo de los Mártires
(Córdoba).
Ante
la ausencia de un califa, pronto comenzaron los cristianos a atacar las
fronteras del norte. Al-Mushafi se mantuvo en Córdoba con su ejército sin hacer
caso a la petición de ayuda de Galib. Almanzor aprovechó la ocasión y acudió en
su ayuda, aprendiendo junto al viejo Caid el arte de la guerra. Ambos frenaron
a los cristianos, en acciones en las que Almanzor comenzó a destacar como
guerrero aguerrido y gran estratega. Volvió después a Córdoba con el título de defensor del pueblo andalusí y fue nombrado Caíd. Ya desde este puesto empezó a actuar de forma sibilina,
haciendo suya la defensa del niño Hishám como futuro califa y utilizando ese objetivo
para eliminar progresivamente a pretendientes o a notables que ocupaban lugares
importantes en la administración, convirtiéndose en el califa en la sombra.
Nunca
dejó de dirigir a su ejército a diferentes empresas. Mientras Galib defendía la
frontera del norte, Almanzor se dedicaba a aplacar insurrecciones por el
interior, como la de Baños de Ledesma o la de Cuéllar. Uniendo su ejército al
de Galib recorrieron los territorios inquietos de al-Ándalus y la frontera de
victoria en victoria, penetrando y arrasando territorios cristianos. Ya en
Córdoba y apoyado por Galib, Almanzor sustituyó en el cargo de perfecto a Al-Mushafi, quien al
constatar su pérdida de poder quiso dar un golpe maestro y casarse con la hija
de Galib, jugada que Almanzor anuló ayudado por la Gran Señora, siendo él quien
se convirtió en yerno de Galib. Días después de la boda, yerno y suegro
iniciaron una amplia campaña militar desde el Magreb al norte de la península,
yendo nuevamente de victoria en victoria. A su vuelta a Córdoba Almanzor fue
nombrado doble visir. Con su suegro
mandaba por todo al-Ándalus, mientras Al-Mushafi iba disminuyendo su poder y su
enfrentamiento con Almanzor en Córdoba era patente. A veces Almanzor llevaba a
su rival a sus batallas, haciéndole vivir en condiciones miserables, hasta su
muerte en el año 893, se dijo que envenenado por orden de Almanzor, aunque todo
lo hacía de forma tan pulcra y meticulosa que nunca se le llegó a probar nada
(no sería el único muerto envenenado de cuya autoría se sospechó de Almanzor,
básicamente por su proximidad –bien pudo haberle proporcionado el producto
letal- y por el camino que se le abría a nuestro protagonista, al fallecer
misteriosamente el poderoso personaje de turno). Había entonces en al-Ándalus
dos Caídes Supremos. Uno en la
capital y otro en la frontera, aunque pronto aparecieron tensiones entre yerno
y suegro. En menos de tres años Almanzor había lanzado ocho expediciones contra
los reinos castellanos, acompañándole Galib sólo en dos de ellas. Sin embargo
no pareció bien a Galib que su yerno, en secreto, negociara con tropas
bereberes del norte de África leales a los omeyas, lo que le hizo sospechar que
Almanzor quisiera excluirle del poder. En abril del 980/369 ambos ejércitos se
encontraron en Atienza y en el transcurso de un banquete, Galib, espada en
mano, arremetió contra Almanzor acusándole de “jorobado traidor” y si no lo
mató fue porque el cadí de Atienza se interpuso entre ellos. Almanzor huyó
herido y en represalia atacó y saqueó Medinaceli, sede de Galib, repartiendo
sus riquezas entre su tropa. Galib cortó la cabeza al cadí de Atienza por haber
evitado que matara a su yerno, Almanzor.
Mapa mostrando las campañas de saqueo (denominadas “razzias”)
realizadas por Almanzor a lugares importantes de distintos reinos cristianos. En
poco tiempo fue apodado “el azote de Dios”, por causar tantas pérdidas a los
cristianos.
Almanzor se recuperó de sus heridas
en Córdoba y un año después avanzó con su ejército en busca de Galib, el cual
se había aliado con el conde de Castilla y el rey de Navarra. Aquél encuentro
fue la única derrota de Almanzor, que regresó por refuerzos bereberes a
Córdoba, volviendo a atacar un mes después, ya que quería acallar la idea de
que era vencible. Entrando por la frontera oriental arrasó todo el territorio
cristiano hasta la fortaleza de San Vicente, donde se enfrentaría nuevamente a
Galib. La batalla contra las tropas musulmanas de Galib, apoyado por las tropas
castellanas del conde García Fernández y las del príncipe heredero navarro
Ramiro, se produjo a partir del 9 de julio de 981. Aunque al principio la
victoria de Almanzor pintaba mal, en un ataque frontal murió Galib, con lo que
sus musulmanes pasaron a engrosar las tropas de Almanzor, que consiguió
finalmente la victoria tras realizar una auténtica carnicería entre los
ejércitos cristianos de la que no se libró el joven Ramiro. El cuerpo de Galib
fue recuperado y degollado, siendo su cabeza clavada en la puerta principal de
Córdoba, junto con las de sus capitanes. Tras la victoria de San Vicente,
Almanzor recibió el nombre honorífico de “El
Victorioso”, encargándose de difundir
el hecho de que Galib se había pasado al bando cristiano. Almanzor quedó como
máxima autoridad de al-Ándalus, aunque respetaba la institución califal de
Hishám II y a su madre Subh “la Gran
Señora”; sin embargo, a partir de entonces se tomó prerrogativas propias
del califa como que las visitas le besaran la mano. Fue eliminando a
autoridades clave y sustituyéndolas por familiares u hombres de su entera
confianza. Así colocó a su fiel Wadi como caid supremo de Medinaceli o a su
fiel Jayran como gobernador de Almería, puerto clave en donde fortaleció la Alcazaba.
Aquellos que se resistían, amanecían muertos al ser “atracados” por algún
ladrón en la noche. Colocó en su antiguo cargo de Perfecto de Córdoba a su
primo, lo que le dio manos libres para sus expediciones.
Almanzor
era un despiadado enemigo, implacable, y prueba de ello fue su venganza contra
Galib, su yerno, alcaide de Gormaz (Soria) –la mayor fortaleza militar árabe de
Europa (imagen izda y central)- y freno del avance cristiano por Castilla. Al
eliminarlo, esta barrera desapareció y prueba de ello es que a una escasa
decena de kilómetros se comenzara a construir la mayor fortaleza cristiana del
siglo XI-XII de Europa, en Berlanga de Duero (Soria, imagen derecha).
Aprovechó
el desorden que había en el Magreb tras la muerte del califa al-Hakén II para
traerse al ejército magrebí prometiéndole riquezas. Consiguió un ejército tan
enorme que llegó a contabilizar 200.000 jinetes y más de 500.000 infantes, lo
que creaba cierto problema en Córdoba con tanto militar, a pesar de que
Almanzor empleó siempre puño de hierro con su tropa (una anécdota que refleja
bien ésto, ocurrió una de las veces en que mandó a sus hombres formar,
alineados –cabezas a la misma altura- para pasarle revisión; sin embargo, el
terreno en pleno campo era irregular formando una pequeña ondulación; se cuenta
que mandó decapitar a los hombres que rompían “la línea” por no haber acatado
sus palabras, quería las cabezas a la misma altura, sin destacar unas más que
otras; por otro lado, habría sido majestuoso presenciar el avance de la
caravana hacia una de sus razzias, por el páramo castellano, llevando todo tipo
de riquezas en vajillas y telas, lujo al que no renunciaba ni en batalla).
Realizó
la última ampliación de la mezquita cordobesa
(987-990) actuando las veces de peón en varias ocasiones e hizo que
crecieran, mezquitas y ciudad, gracias a las riquezas que traía de sus
diferentes expediciones a territorios cristianos o al Magreb.
De
los cuatro primeros hijos que tuvo fueron sin dudar Abd Allah, Abd al-Malik y
Abd al-Rahman a quienes intentó dotar de carácter guerrero, si bien confió más
en el segundo citado, el cual le acompañó como general en sucesivas batallas.
Almanzor
controló tanto la frontera norte como la del Magreb y nunca dudó en intervenir
si las cosas no se hacían como él quisiera. Para conquistar el territorio omeya
del Magreb, apoyado por Egipto, enviaron un contingente al mando del isidri
Hasan Ibn Gannum en el 985/375. Almanzor preparó un gran ejército al que
acompañó hasta Algeciras, donde se embarcó al mando de un hombre de su primo
Ibn al-Askalaya, hombre de su confianza, apoyándole su yerno el visir
Abd-al-Raman. Con él iba el caid Ibn al-Mutarrif de Zaragoza y su hijo mayor
Abd Allah. Almansor no les acompañó pues quería volver a Córdoba, donde tenía
muchos enemigos. Askalaya derrotó a Gannum, le perdonó la vida y lo mandó a
Córdoba, con sus generales, a negociar la rendición. Cuando Almanzor se enteró,
envió una expedición de hombres de su confianza que pasaron a cuchillo a todas
las huestes de Gannum, muriendo así el último representante de la dinastía
Idrisi. Cuando su primo Askalaya se enteró de que Almanzor no había honrado su
decisión, acudió muy ofendido a Córdoba y se le enfrentó duramente, pagando sus
fuertes palabras con su cabeza, tras mostrar Almanzor pruebas de que se había
quedado con dinero de la expedición. Su hijo mayor, Abd Allah, ante estos
hechos, marchó hacia Zaragoza con Ibn al-Mutarrif. Este visir de Zaragoza,
apoyado por los príncipes omeyas que gobernaban Toledo y por poderosos notables
de Córdoba, preparó una revuelta contra Almanzor para poner en su lugar a su
hijo mayor. Utilizando Almanzor una estrategia increíble, desactivó la
conspiración, pasó a cuchillo a todos los involucrados, incluido su hijo y
después eliminó a los que habían matado a su hijo (sus propios hombres,
cumpliendo sus órdenes), continuando con sus expediciones victoriosas tras la frontera
norte.
Almanzor
se esforzó por cultivar en su pueblo la idea de que era el favorito de Alá,
ampliando con los frutos de sus razzias numerosas mezquitas (como la de
Córdoba, en la imagen) o mandando construirlas en honor a la deidad. Y
efectivamente, parece ser que estaba tocado con cierta gracia pues destacaba
tanto en las letras como en la guerra o en otras disciplinas, escribiendo
numerosos libros (hoy tristemente perdidos).
En el año 996/386 se produjo la
primera crisis de confianza en Córdoba. Almanzor manifestaba una evidente
preferencia por Abd al-Malik, que mostraba las dotes guerreras de su padre, y
pronto se rumoreó que sería el siguiente califa, por lo que la Gran Señora tuvo que ponerse frente a
Almanzor y trató de robar parte del tesoro real para financiar una rebelión
armada, pagando a mercenarios para que lo asesinaran, ya que prácticamente el
califa Hixam apenas salía de palacio. Aunque Abd al-Malik alcanzó un
protagonismo extremo, no hay evidencia alguna de que Almanzor quisiera derrocar
al Califa Hixam II, pero el enfrentamiento con la Gran Señora Subh hizo que
Córdoba estuviera muy cerca de una
guerra civil. La entrada de Abd al-Malik con 2000 jinetes reprimió la revuelta,
y la reclusión en Medina Alzahira de Hisham con su madre hizo que Almanzor
mantuviera el control absoluto sobre el califato. Pero aprovechando la crisis
hubo nuevos levantamientos en el Magreb, en algunas ciudades de al-Ándalus y en
la frontera, que Almanzor tuvo que neutralizar con su ejército. Eran
incursiones en las que, una vez logrado el objetivo, Almanzor volvía a Córdoba,
ya que no tenía confianza en su hijo menor, Abh al-Rahman Sanchuelo.
Con
la muerte de Subh, en el 998, todo pareció volver a la normalidad. Hisham II
transmitió a Almanzor su confianza en él, llevando una vida plácida en palacio
y dejándole a él que gobernara al-Ándalus.
A: Abd al-Málik al-Muzáffar, B: Almanzor, C: busto en
Calatañazor (Soria), D: estatua de Almanzor en Algeciras, aunque no me ha
quedado claro si aún sigue allí (¿motivo? Pinchar aquí).
Continuaban
las expediciones de Almanzor por tierras cristianas. Entre el año 978 y el 1001,
el caudillo musulmán encabezó 56 campañas contra los cristianos, la gran
mayoría de ellas con victorias. Venció a los ejércitos coligados de Ramiro III
de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de
Gormaz, Langa, Estercuel (977) y en la de Rueda (978); saqueó y arrasó
Barcelona (985), Coimbra, León (dejando en pie una sola torre como recuerdo de
su gloria) y Zamora (987 y 988); importante fue su expedición a Santiago (997)
donde se mostró poco compasivo con los símbolos católicos
e hizo que los prisioneros cristianos cargaran con las campanas del templo de
Santiago hasta Córdoba, donde fueron empleadas como lámparas en la nueva
ampliación de la Mezquita. Recuperó Osma (990) y arrasó Astorga (997),
lo que hacía que su prestigio militar no dejara de crecer. En el 999 hizo
varias incursiones, saqueando y arrasando Pamplona, Manresa, el Pla de Bages y
el condado de Pallars.
En
los años 1000 a 1002, a pesar de empezar a encontrarse enfermo y necesitar de
transporte en litera, realizó con triunfo varios ataques a Pamplona y a
Cervera, si bien en el segundo ataque a Cervera el resultado estuvo muy
ajustado. En 1002, ya mortalmente enfermo, pretendiendo vengar la última
batalla de Cervera, atacó, destrozó e incendió San Millán de la Cogolla. Sin
embargo, a la vuelta se encontró un amplio ejército formado por reyes
cristianos que le esperaban en Calatañazor. Allí, en la amplia explanada bajo
el prominente peñasco que sustenta al castillo, fue derrotado e intentó
retirarse a Medinaceli, principal bastión musulmán en la frontera, cruzando
para ello el puente viejo del pueblo soriano de Andaluz. No llegó a Medinaceli.
El 11 de agosto de 1002 moría, con 65 años, en Bordecorex, a 56 km de Medinaceli
(ver aquí “El misterio de la tumba de Almanzor”). Almanzor no quiso volver a
Córdoba, quiso que lo enterraran en Medinaceli, en la frontera. Como guerrero
fue un líder impresionante que aplicaba una táctica militar de ataque en doble
V increíble, con enorme brillantez en la utilización de la caballería. Muy
inteligente, hábil, astuto y sibilino tuvo siempre una visión muy acertada de
la táctica guerrera que debía aplicar en las múltiples batallas en las que
intervino. Nunca renunció a esa forma de actuar y de gobernar, hasta gravemente
enfermo emprendió su última incursión. Como político siempre respetó el aparato
califal y la alianza con la madre de Hisám II, Subh. Los ataques de su ejército y sus alianzas con importantes
señores fronterizos le convirtieron en el hombre más poderoso de la península. Desde
977 hizo 56 expediciones, la mayoría de castigo, contra los territorios
cristianos, de ahí el sobrenombre de “el
azote de Dios”.
Mapa representando cómo quedará la Península Ibérica
tras la muerte de Almanzor (9 o 10 agosto de 1002). A la izquierda, detalle de
la ruta que siguió el guerrero, agonizando, cruzando la provincia de Soria
moviéndose a través de los cañones fluviales evitando ascender colinas y
montañas. Picar sobre ella para agrandarla.
Le sustituyó su hijo Abd al-Malik,
buen alumno de su padre, que aplicó la misma política que él, aunque no tuvo su
inteligencia. Mantuvo el orden en al-Ándalus, firmes las fronteras y los
acuerdos de su padre. Fue su hijo predilecto y gobernó como chambelán del
califa omeya, ostentando el mando del ejército. Durante sus siete años de
gobierno, al igual que su padre, mantuvo al califa Hishám II como figura
decorativa. Su madre, Al-Dalfa (la Chata)
fue una de las esposas más influyentes de Almanzor.
Pocas semanas después de morir
Almanzor, su hijo atacó León y a Coimbra (perteneciente al reino de Galicia),
arrasando sus tierras para dejar clara la supremacía cordobesa, repartiendo el
gran botín obtenido entre sus tropas en función de categorías. Estas victorias
obligaron a ambos reinos a iniciar nuevas negociaciones. Todos aquellos estados
cristianos que quisieron romper los acuerdos con el califato tras la muerte de
Almanzor fueron atacados por Abd al-Malik. Así ocurrió en el 1003 con Cataluña,
donde arrasó tierras y ciudades tras la victoria de Albesa, cerca de Balaguer.
Después exigió a las tropas castellanas que colaboraran con él para atacar el
reino de Zaragoza, cuyo regente había solicitado la ayuda de Ramón Borrell,
conde de Barcelona, para levantarse
contra el califato. Los ejércitos de Abd al-Malik penetraron en tierras de
Urgel, conquistaron castillos y poblaciones, y arrasaron campos y pedanías.
Cogieron casi 6000 personas cautivas. Las huestes de Abd al-Malik barrieron el
norte cristiano, León, Carrión, Zamora, Aragón, Ribagorza, Sobrarbe, Clunia y
San Martín de Rubiales. En esta última
población, en diciembre de 2007, realizó engañosamente una gran matanza, pues
tras aceptar la rendición, entró en el pueblo asesinando a todos los hombres y
vendió a mujeres y niños como esclavos. Tras esa “gesta” recibió el título de
al-Muzaffar, “el triunfador”, e intervino
en revueltas interiores en al-Ándalus, saliendo ileso de varios atentados, incluso
atacó el Magreb. En sus siete años de gobierno realizó ocho expediciones contra
territorios cristianos. En octubre de 1008 cuando iniciaba su novena expedición
contra los castellanos, muy cerca de Córdoba, en las cercanías del convento de
Armilat, moría el 20 de octubre a la edad de 33 años Abd al-Malik al-Muzaffar,
se cree que envenenado por el principal beneficiario de su muerte, su hermano
Abd al-Rahman ib Sanchul (el Sanchuelo), que acompañó a su hermano hasta Medina
Azahira y reinó el 15 de febrero de 1009 como califa. No tuvo ni la inteligencia ni la gallardía de
su padre y hermano, con lo que pronto comenzó la decadencia y el desmembramiento
de al-Ándalus al crearse los reinos de taifas, a falta de un hombre tan
ambicioso como Almanzor que mantuviera unido todo el territorio, aunque fuera
por terror a sus brotes iracundos (otro gran militar famoso por ellos, recordemos,
fue Alejandro El Magno).
Santo Dios de los ateos, qué desastre de artículo. Lo dice todo al revés.
ResponderEliminarLa foto A es de Sanchuelo y la B de Abderramán III. Idealizados posteriormente, claro.
Sanchuelo nunca fue califa ni reinó, a lo que más se acercó es a ser hayib o primer ministro, y a convencer a Hisham II que le nombrara sucesor suyo, lo que provocó una revuelta de Omeyas, y de enemigos internos, que llevó a la Guerra Civil que destruyó el califato.
Hisham nunca se recluyó en Al-Zahariya, porque esa era la residencia de los Amiríes y él estaba en Azahara. Eso es como decir que Churchill daba sus discursos en el Reichtag. Una barbaridad.
Pasamos del 1003 al 2007, gran matanza realizada en esa fecha por el hijo de Almanzor, Abd Al-Málik, que no lo eligió por lo que usted dice, sino porque el primero se rebeló contra él y acabó ejecutado.
La época más tranquila de Al-Andalus fue la de Al-Hakem II, todo lo contrario de la intranquilidad que menciona, y al-Muguira, hijo menor y tardío de Abderramán III, no estuvo en Bobastro porque cuando se produjo el asalto, ni él ni su madre habían nacido. El que sí estuvo en el asalto a Bobastro fue el heredero, Al-Hakem.
Por favor, Valeria, hágase un favor y dedíquese a otra cosa que no sea la historia, porque la cantidad de desmanes que ha publicado es para sacarlo en el libro Guinness. O si escribe, que es la otra posibilidad, no se coja la borrachera del siglo.
Antes de nada, perdón por la demora en mi respuesta pero me encontraba absorbida por la vorágine de tareas pendientes al regreso de las vacaciones. Sin más, paso a responderle. Gracias Pedro por sus comentarios, si bien comprenderá que no los comparta en su totalidad. A la hora de planificar una entrada a mi web son muchos los historiadores que consulto, y a la luz del análisis, comparaciones y semejanzas en sus conclusiones, suelo redactar el artículo. Está claro que ambos hemos consultado a historiadores de diferentes versiones, ya que ninguno de los dos vivimos en esa época para realizar un fiel contraste de lo que realmente ocurrió, y aún así creo que posiblemente tendríamos diferentes opiniones. Suele ocurrir ahora cuando hablo con algunos compañeros sobre la política que rige nuestras vidas; cada uno tiene su opinión porque si no fuera así todos votaríamos a un mismo partido. En cualquier caso, yo no me atrevería a valorar a aquellos que votan u opinan de forma diferente a la mía diciendo que han cometido una barbaridad o están equivocados. La vida a lo largo de la historia musulmana en España tiene muchos puntos de vista diferentes que suelen llevar a distintas opiniones de los sucesos. Sin ir más lejos, imagino que conocerá la nueva tendencia entre muchos autores a inclinarse a pensar que no hubo una verdadera invasión musulmana, por las armas, sino invasión de ideas (teoría que no comparto aunque sé que de nuevo podría generarse un interminable debate con aportación de datos en ambas posturas opuestas) o yendo a temas más cercanos a su comentario, no existe un acuerdo unánime acerca de si realmente existió la batalla de Calatañazor y si en ella fue eliminado el ejército de Almanzor. Aunque pudiera utilizar los documentos encontrados en Fez hacia 1975 y escritos por cronistas musulmanes de la época en que aconteció la ofensiva para inclinarme a aceptar esa batalla, sin embargo sucesos ocurridos a continuación a manos del hijo del guerrero ponen en duda la existencia de tan desastrosa derrota. Respeto su opinión y puedo reconocer que se haya bailado un nombre en unos posibles retratos (que insisto, para mis fuentes son correctos los nombres que digo, ninguno de ellos fue realizado en la época en que vivían los personajes representados, así que cada uno toma el que más le place, insisto en que a día de hoy si teclea en google “Francisco Pizarro” encontrará retratos de él que en verdad son de Hernán Cortés, y ese error lo he visto en varios documentales anglosajones “serios”), pero lo que nunca aceptaré es que alguien sea dueño de la verdad absoluta sobre incidentes y sucesos que acaecieron hace más de mil años; las diferentes verdades al respecto dependerán de los investigadores que se consulten para detallar la historia, y con el tiempo son muchas las variantes que se van sumando a los estudios iniciales. Hipótesis que se aceptaron ayer no tienen hoy por qué mantenerse, a la luz de los numerosos y variados estudios que ahora se conocen y que trajo la era Internet. Dejemos las cosas como están. Usted ha expresado sus opiniones y yo las mías, con nuestras fuentes serias y confiables para cada uno de nosotros (es el caso de por qué fue elegido Abd al-Málik, si ninguno estábamos allí mismo para verlo, mal podemos decir que un cronista u otro llevaba la razón absoluta ¿no cree? O las etapas de tranquilidad-intranquilidad, en plena reconquista, ¿no cree que es algo sumamente relativo, dado que nunca llegó a existir más de un año entero en que no hubiera una revuelta o alguien de peso y poder “fuera suicidado”; insisto, cada cronista relata los hechos según les va, como hoy día, mientras que para algunos vivimos en un país excepcional y en condiciones excelentes, a otros la única opción que les queda es irse de una España corrupta a todos los niveles, a buscarle la vida fuera de ella ¿quién está en lo cierto?; ahí lo dejo). Lo mismo cabe decir de muchas batallas ocurridas entre “moros” y cristianos, que según los autores a seguir incluso se dice que ganó uno u otro bando.
EliminarY no hablemos ya de la figura del Cid, las versiones existentes entre unos autores u otros, para determinados hechos de su vida... Eso sí, le agradecería que la próxima vez que usted pretenda comentar algo, se guarde las descalificaciones para usted mismo porque, aunque no se lo crea, algunas nos tomamos muy en serio nuestra labor y soy de las que cree que cuando se entra en el terreno de la ofensa no solo se desacredita usted, sino que pierde todos los argumentos y respetos que pueda merecer. Con todo, he hecho un esfuerzo y le he respondido ¡y fíjese!, sin necesidad de insultarle o calificarle de ninguna forma, entre otras cosas porque usted mismo se ha retratado (recuerde, “no ofende el que quiere, sino el que puede”, y usted ha perdido las formas y el respeto; más mal le hace su mensaje a usted que a mí, se lo aseguro, con su falta de educación y su talante, debería aprender a dialogar con gente que no opine como usted, sin necesidad de que entre en furia, solo respete y oiga, igual hasta repara en que era usted el equivocado en algunas cuestiones). Eso sí, le advierto, si va a mandar otro comentario en esta línea o incluso más grosero, desde ya olvídelo, pues le aseguro que lo borraré sin hacerlo público, tengo bastantes tareas que hacer para atender a personas sin modales, con pataletas absurdas por no decir lo que él quiere oír, ni creo que mis lectores merezcan perder un segundo de su tiempo leyendo improperios y atropellos a la falta de respeto o a la educación. Con educación, lo que usted quiera; sin ella, la lleva cruda conmigo. Un saludo.
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