Almanzor
ha sido uno de los personajes más maquiavélicos que ha dado la Península Ibérica,
siendo a la vez un gran estratega militar. De acuerdo con los investigadores que han
tratado este personaje, muy probablemente nació en la localidad malagueña de Torrox
(aunque hay quién lo considera natural de la gaditana Algeciras) en el 939,
durante la dominación islámica. Llamado Abu
ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir
al-Maʿafirí, no tardó mucho tiempo en ser
conocido como “almansur”, “el victorioso” (..por la gracia de Alá, como añadían en las crónicas árabes) debido a
sus reconocidos méritos como brillante militar y estratega que conoció únicamente
una única derrota en toda su carrera, precisamente la que le supuso su muerte.
Si
las estrategias seguidas por este caudillo han sido dignas de estudio y
admiración por parte de muchos militares y aficionados a lo bélico, no menos
admiradas han sido todas sus dotes intrigantes, que le hicieron ascender
rápidamente en la turbia sociedad andalusí hasta llegar a ser califa regente
dado que se hizo cargo del menor de edad legítimo en el cargo y al que habría
quitado la vida si las triquiñuelas del destino no le hubiesen arrebatado la
suya propia.
Ya
en otra entrada (aquí) tratamos el asunto de la batalla de
Calatañazor, comentada por crónicas cristianas de la época y corroboradas por
crónicas árabes encontradas en Fez (Marruecos) no sólo confirmando los datos
cristianos sino aumentándo el número de bajas árabes. A pesar de que estos
datos son mencionados por investigadores que se documentaron concienzudamente
(Juan José García Valenciano en su libro “Calatañazor,
donde el silencio es historia”, Fernando Sánchez Dragó en “Gárgoris y habidis” y Ángel Almazán de
Gracia en su obra “Por tierra de Soria, la Rioja y Guadalajara”),
son muchos los historiadores que se niegan a aceptar esta batalla, aunque sí
den por buenos otros documentos de la época que hablan sobre Almanzor.
Incomprensible.
Tras
la desastrosa batalla de Calatañazor (Soria), Almanzor fue herido, huyendo hacia
tierras islámicas en la fronteriza Medinaceli (también en Soria) mientras los
restos de su amado ejército se sacrificaban en el campo de batalla tratando de
contener a las fuerzas cristianas. Con todo, parte de los soldados enemigos
lograron seguir al odiado y temido “azote de Dios”, como Almanzor era conocido
entre los cristianos, sacrificándose nuevamente en esta ocasión la guardia
nubia y pretoriana del caudillo árabe mientras éste, cada vez más enfermo y
debilitado, era portado en una camilla camino de Medinaceli, tan cerca y a la
par tan lejos de ser alcanzada. Finalmente las fuerzas fallaron al maquiavélico
general que, en el sitio de Bordecorex fue a expirar en brazos de su hijo Abd
al-Malik al-Muzaffar, que había acudido desde Córdoba al auxilio de su padre. A
pesar de ser designado su digno sucesor por su padre, moriría escasos años más
tarde víctima de las conspiraciones palaciegas ( a manos de su propiafamilia).
En
la imagen izquierda, Almanzor dibujado por Zurbarán bastantes siglos después de
su muerte, mostrándolo de una forma posiblemente muy diferente de su aspecto
real. A la derecha, el sabio hebreo Hasday Ibn Shaprut hablando ante Abderramán
III en la mezquita de Córdoba (Dionís Baixeras, 1885), bello edificio cuyas
obras impulsó Almanzor y a las que contribuyó con las riquezas y millares de
esclavos obtenidos de sus razzias.
Aún
hoy día pervive la atalaya "islámica" (segun carteles indicadores) que se alzaba cerca del lugar donde murió el
general árabe, recuerdo de aquellos tiempos en que los musulmanes llegaron a
dominar casi toda la Península Ibérica.
Posiblemente se construyó sobre otra anterior de origen celtibero, dado que el
nombre de la localidad, Bordecorex porta aún la palabra de procedencia celta “borg”, que significa “torreón”.
En la localidad de Bordecorex (en
la imagen) donde expiró el temido guerrero musulmán, el Temple se apresuró a
levantar una iglesia cargada de simbolismo. ¿Adivinan a qué divinidad estaba
consagrada?. Como no podía ser de otra forma (ver explicación aquí), a
san Miguel, por supuesto.
Así, el once de
agosto de 1002, los ojos de Almanzor se cerraban definitivamente a la edad de
sesenta y cinco años en Bordecorex, a escasos 56 km de Medinaceli. Su cuerpo
fue cubierto por una mortaja tejida por las hijas del general y llevado a “la
ciudad del cielo”. Ya en territorio árabe, se le enterró con todos los honores
dignos de tan genial militar y político (a la vez que odiado y temido en ambos
bandos). Dicen algunas crónicas árabes que junto a él se depositaron grandes
riquezas, incluyendo sus armaduras de oro y pedrería, así como su espada.
También decían que se enterró en un cerro artificial denominado “cerro del
cuarto”, construido especialmente para albergar los restos de tan insigne
hombre, al que se guardó luto y se celebraron festejos en su honor varios
días. Sin embargo, hay otros autores (como el arzobispo Rodrigo Ximénez
de Rada, s. XIII) que dicen que sus restos reposan en el patio del alcázar de
Medinaceli, donde durante bastantes siglos persistió una lápida de mármol blanco en la se podía leer el epitafio que Ibn Adari recogió en sus escritos:
“Sus hazañas te enseñarán sobre él,
como
si lo vieras con tus propios ojos.
Por
Alá que jamás volverá a dar el mundo nadie como él,
Ni
defenderá las fronteras otro que se le pueda comparar.”
De hecho,
fueron varios los reyes cristianos y aragoneses que se interesaron por conocer
la tumba de tan grande rival, dando por buena la del alcázar de Medinaceli.
Igualmente son varias las crónicas que mencionan la gran cantidad de peregrinos
que acudían a la localidad a honrar a este personaje. Personalmente creo que
también se dio en la población de Bordecorex tal afluencia de gente que los
caballeros templarios se vieron motivados a levantar la iglesia cristiana.
Con todo, sigue sin quedar claro dónde yacían los restos de Almanzor, que según las crónicas árabes se hizo cubrir con el polvo que durante años se sacudía de los ropajes tras sus batallas, guardándolo cuidadosamente para el día de su muerte.
Con todo, sigue sin quedar claro dónde yacían los restos de Almanzor, que según las crónicas árabes se hizo cubrir con el polvo que durante años se sacudía de los ropajes tras sus batallas, guardándolo cuidadosamente para el día de su muerte.
De acuerdo con ciertos autores, como Jesús Ávila Granados, era tal la
afluencia de árabes conversos que acudían a rendir culto a la tumba de Almanzor
que la Inquisición
acabó destruyéndola a finales del siglo XIV.
Hola, donde dice que el sabio hebreo está hablando Abderraman III, no parece la mezquita de Córdoba, creo que puede ser la ciudad palaciega de Medina Azahara, mas concretamente el salón Rico, que era donde se recibía a embajadores y demás personalidades. Saludos
ResponderEliminarHola de nuevo, Almanzor no impulsó la construcción de la mezquita de Córdoba. El realizó una de las ampliaciones de la misma y según los entendidos las mas pobre. Saludos
ResponderEliminarGracias por sus comentarios, Zimmy, pero me temo que disiento con usted en ambos. Para el relativo al cuadro de Dionís Baixeras, la fuente de la que lo tomé mencionaba que era la Mezquita de Córdoba y aunque más se parece al salón de Medina Azahara más completo conservado, que con razón usted menciona, lo cierto es que el pintor se toma tantas licencias que ¡ni eso! Porque ¿se ha percatado usted en que muestra a unos sabios discutiendo sobre unos manuscritos, en la esquina inferior derecha? De tratarse del Corán, esta acción efectivamente se daría en la mezquita y no en un salón de audiencias políticas. Pero si por otra parte se fija en la parte izquierda, a la izquierda de Abderramán III verá ¡¡¡a dos mujeres del harén, tumbadas con los cabellos, rostros y brazos descubiertos, más propias de un banquete romano que de la censuradora cultura árabe!!!, impensable de darse en el salón de audiencias de Medina Azahara… y ni hablemos en el edificio más sagrado de todo el califato Omeya de ese tiempo (solo le faltaba al pintor haber añadido algunas copas de vino y unas tapitas de jamón… de cerdo, claro está).
ResponderEliminarCon respecto a sus palabras sobre Almanzor y la mezquita, verá que digo que el caudillo impulsó las obras de la mezquita (no entraré en valoraciones de si fueron las mejores o no, de sus distintas ampliaciones, para gustos…). Si acudimos a cualquier diccionario verá que definen “impulsar” como: hacer que una cosa o persona se ponga en movimiento en una dirección o imprimirle más velocidad aplicándole una fuerza. Inducir o estimular a alguien a realizar una acción. Pues bien, mi intención era la de señalar que gracias a las aportaciones de Almanzor, la mezquita ganó en importancia y tamaño, y por tanto, no creo equivocarme para nada en mi apreciación. Sé que no fue él quien la mandó construir (no sería capaz de cometer semejante burrada histórica) pero estoy firmemente convencida de que sí fue él la persona que la dio a conocer a los reinos cristianos al desviar a ella parte de los productos de sus razzias. A este respecto le recomiendo leer mi entrada sobre el origen de la expresión “ir de la ceca a la Meca”, pues bien creo que se forjó en estos tiempos en que Córdoba era un referente muy poderoso (odiado y temido por igual) entre los reinos cristianos (recordemos que aquí llevaron cautivo al padre de los siete infantes de Lara, los cuales fueron vengados por el hijo –y hermanastro de los infantes- que según algunas leyendas tuvo el padre de los infantes con una hermana de Almanzor; a don Pelayo; las campanas de Santiago de Compostela, transportadas por prisioneros cristianos tomados por el mismísimo Almanzor, etc, etc) y ese mérito, es de justicia reconocérselo, ¿no cree?. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por contestar y saludos
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