Por mucho que no
se deba generalizar, hay que admitir que tan malo es hacerlo, como volver los
ojos a la realidad. Las encuestas están ahí: somos el furgón de cola en los resultados
escolares de nuestros niños, adolescentes e incluso
universitarios (en Europa occidental); somos de los países en los que menos se lee y los españoles no
son muy aficionados a visitar museos, exposiciones ni galerías de arte (si se les compara con personas
contemporáneas de otras nacionalidades), … y lo peor de todo es que parece no
importarnos. Algunos pensarán que estoy exagerando; la comprobación es fácil,
tómese a cualquier persona por la calle y pidámosle que nos diga el nombre de
cinco conquistadores, de cinco yacimientos romanos de nuestra geografía
peninsular, que nos nombre cinco artistas cuyos cuadros se pueden observar en
el Museo del Prado o que nos cite cinco piezas arqueológicas que desde la
Prehistoria hasta la época visigoda podamos encontrar expuesta en el Museo
Arqueológico Nacional de Madrid… o en cualquier otro museo arqueológico
español.
El resultado va a
ser decepcionante, créanme. Soy consciente que esta lacra no es exclusiva de
nuestro país: la idiotez y la incultura parece estar de moda en todas las
naciones, pero eso no me consuela (“mal de muchos, consuelo de tontos”, que
dice el refrán castellano). Consecuencia de ello es que se manipule de forma
tan notable la historia en los libros de texto escolares, que se digan
idioteces tan ridículas como lo relacionado con la carta de petición de
disculpas mexicana o la carta de petición de disculpas de una mezquita
sevillana frecuentada por magrebíes y otros extranjeros musulmanes, al rey
borbónico Felipe VI sobre la Reconquista (ahí es nada, extranjeros que nada
tienen que ver con los que invadieron la Península Ibérica en el año 711 d.C., destruyeron el patrimonio que existía, quemando miles de libros del territorio
peninsular y matando a cientos de los moradores peninsulares.., pidiendo a un monarca de un linaje que nada tiene que ver con los
reyes godos-cristianos que realizaron la Reconquista, que se disculpe por una
serie de salvajadas que cometieron los invasores norteafricanos en suelo
peninsular y que provocó que los supervivientes que quedaron unieran fuerzas
para expulsarlos...haciendo salvajadas semejantes, dicho sea de paso). Por cierto que tengo curiosidad por saber si la mezquita que
hizo tal petición es la misma que aquella cuyo dirigente religioso es el padre
del joven detenido esta pasada Semana Santa y que ha confesado ser adepto del
yihadismo y tener intención de inmolarse matando de paso a varios sevillanos y
visitantes que disfrutaban de su festividad religiosa. Vivimos tiempos retorcidos (¿qué ocurrió en la Edad Media española para que cristianos, árabes y judíos vivieran en el mismo lugar y las tres culturas prosperaran, que no ha podido volver a repetirse luego?, ¿o acaso nunca llegó a darse ese equilibrio intercultural?).
Pero lo que más
me hierve la sangre de esta incultura masiva, a todos los niveles y clases
sociales, es el continuo desprecio que el pueblo español viene mostrando por su
pasado y por sus raíces, paradójicamente cuando la plaga del nacionalismo más
se está extendiendo (muy posiblemente, consecuencia de ella). Cada vez es más
frecuente que en mis continuas escapadas culturales, al hablar con gentes de la
zona me digan que yo soy extranjera. Antes me lo decían porque me confundían
con una alemana, francesa o escocesa, últimamente porque no soy de ese pueblo o
de la localidad vecina. A eso hemos llegado. Qué horizontes más minúsculos nos
estamos autoimponiendo, y lo peor, con qué progresivamente más agresividad los
defendemos. Nunca ha sido más cierto que en nuestros días aquel dicho de los
árboles que no dejan ver el bosque…
‹‹Un pueblo sin el
conocimiento de su historia pasada, su origen y cultura es como un árbol sin
raíces. Marcus Garvey››
Este desprecio
por nuestro pasado se traduce en comprobar el exagerado vandalismo que opera
prácticamente desde que una construcción es abandonada. Baste echar una mirada
a nuestro alrededor para encontrar por todos lados fachadas de antiguas casas
solariegas, magníficas, tapiadas como murallas, mientras sus muros se agrietan,
se llenan de polución y los materiales sufren la progresiva degradación de los
aires cada vez más contaminados, mientras vecinos y políticos locales se
dedican a ignorarlo y esperar pacientemente a que amenace ruina para derruirlo
y construir nuevas edificaciones que vender. Reconozco que siempre he sentido
una sana envidia de Egipto, un país volcado en su pasado, con miles de equipos
de arqueólogos de todo el mundo haciendo cola para recibir un permiso de
excavación que ayude a conocer un nuevo aspecto del pasado. O por Roma, ciudad
que tiene por costumbre dejar la planta baja de las casas, con el suelo en metacrilato
o materiales similares, resistentes y transparentes, que permiten observar los
restos de construcciones milenarias que allí se alzaban.
Y ahí
estamos nosotros, España, posiblemente el país con mayor cantidad de pueblos y
culturas de todo el mundo que han ido pasando por el solar peninsular a lo
largo de los siglos, y volcado en la especulación inmobiliaria, ciego por alzar
polígonos industriales en medio de la nada dejando calles asfaltadas o con
farolas en medio del campo, abandonadas al expolio, o urbanizaciones de manera
masiva y descontrolada por todos lados, a pesar de que se duplique de golpe y
porrazo en número de habitantes de la localidad si consideramos la cantidad de
gente que debería habitar allí para ocupar todas las casas de nueva
construcción, las que ya existen y están en venta, además de las que ya se
están usando como vivienda. Este aspecto además acarrea otras consecuencias
generalmente drásticas sobre el Medio Ambiente y el impacto que causa
(traduciéndose en forma de vertidos incontrolados, colectores sin depurar,
vertido de escombros y basuras de manera descontrolada…).
Detalle de dos imágenes de un trabajo de divulgación realizado por
Ecologistas en Acción sobre la especulación en la Sierra de Grazalema (Cádiz)
que puede verse aquí y que resulta bastante ilustrativo de un fenómeno que se
repite en todo el territorio español.
Otra consecuencia de esta fiebre ilógica por
construir que tiene España desde que comenzó la democracia es el “efecto
llamada” que nuestra gastronomía, variedad paisajística y maravilla climática
tiene sobre toda la tercera edad del resto de Europa, de manera que mientras en
sus países de origen la tercera edad disminuye en proporción con el resto de
las edades poblacionales, en España se incrementa convirtiéndonos en el
geriátrico de Europa (no es que nazcan menos bebés que en otros países, que
también, es que proporcionalmente se incrementa en miles la población con más
de 50 años, al sumarse aquéllos de otros países), añadiendo el gasto sanitario
que conlleva.
Este absurdo afán
desmedido por la construcción, aparte de estar detrás de mucho abandono
escolar, se traduce en un desprecio a nuestro rico pasado. El suelo es visto
como mero sostén de potenciales construcciones a realizar, en lugar de como un
lugar en el que posiblemente se encuentre una antigua población ibera, o una
antigua basílica visigoda, o una antigua fábrica romana de pan a gran
escala…porque mientras en otros países como Reino Unido, cada hallazgo resulta
ser la joya de la corona (un antiguo enterramiento vikingo con barco incluido,
una antigua escuela de gladiadores, …, ojo, en este aspecto me dan una envidia
tremenda cómo saben revalorizar su pasado, ponerlo en valor, protegerlo y encima
es visitado masivamente por propios y extraños), en España todo son
excavaciones de urgencia que mientras se estaban realizando conducciones de
cañerías para una urbanización o las bases de un edificio, se encontraron
“algo” que ha llevado a una paralización momentánea de las obras para
rápidamente sacar unas pocas cerámicas, unos restos óseos, ver que son restos
de alcantarillado romano, o un par de tumbas visigodas, o restos de muralla
árabe (desde luego, nada relevante, parece que daba igual no haberlo encontrado),
para proceder a cubrirlo para siempre con una lechada de cemento y continuar
con la especulación urbanística.
Cada año la Guardia Civil
desarticula varias mafias dedicadas al expolio y venta ilegal de piezas arqueológicas
obtenidas de la destrucción de yacimientos españoles, perdiéndose gran parte de
nuestra historia, para siempre. No parece importar a nadie. Así, el
conocimiento que hoy día tenemos de muchos pueblos de nuestro pasado, poco ha
variado desde 1950 o antes. Es el caso de la cultura de Tartessos o de la
cultura Ibera, por citar dos ejemplos.
Y lo más frustrante es que en España y Portugal,
rara es la población que no se alza sobre los restos de al menos cuatro
poblaciones anteriores que la precedieron, remontándose fácilmente hasta épocas
anteriores al cambio de era. Pero esto no parece importar a nadie. Ya en alguna
ocasión he recordado la frase del sabio chino Confucio que dice: ‹‹el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla››. El propio filósofo español, José
Ortega y Gasset (1883-1955) sentenció: ‹‹el pasado no nos dirá lo que debemos hacer,
pero sí lo que deberíamos evitar››. Pues es evidente que muy poquito vamos
a aprender de ella, en este sentido, si la continuamos despreciando como
venimos haciendo.
Baste tomar los
escritos de cronistas del cambio de era que llegaron a la Península Ibérica
para comprobar cómo se quedaron maravillados por lo civilizado que estaban
ciertas zonas (incluso más que en sus lugares de procedencia), o cómo los
escritos medievales hablan de ciertas urbes españolas y sus maravillas
tecnológicas, sin olvidar que la Alquimia en España (bueno, en el Reino de
Castilla de entonces) fue más que considerable, con eruditos de la talla de
Arias Montano a la cabeza, o de los artesanos vidrieros medievales…y entristece
preguntarse, ¿dónde están sus talleres?, ¿qué conservamos de sus ensayos,
escritos y experimentos?. Todo eso no solo se ha perdido para siempre, sino que
ni nos interesa buscarlo. Tristemente, yo voy aún más allá preguntándome si por
casualidad en esta fiebre desmedida por construir, salieran a la luz los restos
de algo de esto, ¿nuestros profesionales, académicos y arqueólogos serían
capaces de reconocerlo, o lo etiquetarían como un horno más de elaboración de
ladrillos, dándole la espalda mientras rápidamente los constructores lo cubrían
con espesas capas de hormigón?.
Mientras tanto,
raro es el día que la Guardia Civil no detecte a un expoliador, o algún salvaje
no haga un grafiti en algún monumento, o no de expolie para sacar unas monedas
por vender el cobre que arranquen o los azulejos que puedan arrancar, o un
labriego o un obrero no rompa u oculte algunas piedras extrañas que le molestan
o simplemente puedan acarrear una expropiación. Pero tranquilos, que si sale a
la luz su deplorable conducta hay buenas noticias: posiblemente la consecuencia
sea mínima, un apercibimiento o una multa puntual. Es todo tan frustrante….
Pero como soy
poco amiga de la crítica destructiva, añadamos un atisbo de esperanza y de
poder revertir la preocupante situación (si queremos). En este punto me
gustaría recordar la existencia de una interesante web dedicada precisamente a
proteger nuestro patrimonio y sacarlo a la luz con el fin de rescatarlo para
nuestra generación y las futuras. Se llama “lista roja del patrimonio” (https://listarojapatrimonio.org/) y
lo más importante, a mi parecer, es la posibilidad de que cualquier persona
pueda colaborar añadiendo monumentos que conozca e información sobre su estado.
Piden que se agreguen al menos tres fotografías, información del monumento que
necesita protección (que no tiene por qué ser propia, podemos añadir enlaces de
periódicos, wikipedia, etc) y al final nos piden nuestros datos por si
necesitan contactar con nosotros para preguntarnos más detalles o lo que sea.
Eso sí, todo esto es privado, en ningún caso nuestro nombre o identidad saldrá
a relucir. De esta manera, como digo, se puede captar la atención de
profesionales implicados y concienciados en la protección de nuestro ingente
patrimonio, impidiendo que desaparezca definitivamente.
Así es nuestra tierra y nuestros paisanos...
ResponderEliminarGracias por compartir su opinión, Antonio, confiemos en que esta tendencia vaya cambiando y que no se utilice la "historia" como arma arrojadiza o como algo de lo que sonrojarse; a pesar de la manipulación de muchos por fijarse en lo mezquino (me viene a la mente ese momento, en quizás su película más emblemática, cuando Bruce Lee dice la frase de Confucio: "cuando el sabio señala la Luna, el tonto mira el dedo"), fueron muchísimas cosas, hazañas, descubrimientos y teorías de pensamiento las que llegaron a hacernos grandiosos; no sé en qué momento perdimos esa perspectiva y nos quedamos a nivel del fango, cual cuadro de Goya de los dos paisanos sumergidos hasta las rodillas, a garrotazo limpio. Un saludo.
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