lunes, 10 de junio de 2019

España, país de ignorantes

                Por mucho que no se deba generalizar, hay que admitir que tan malo es hacerlo, como volver los ojos a la realidad. Las encuestas están ahí: somos el furgón de cola en los resultados escolares de nuestros niños, adolescentes e incluso universitarios (en Europa occidental); somos de los países en los que menos se lee y los españoles no son muy aficionados a visitar museos, exposiciones ni galerías de arte (si se les compara con personas contemporáneas de otras nacionalidades), … y lo peor de todo es que parece no importarnos. Algunos pensarán que estoy exagerando; la comprobación es fácil, tómese a cualquier persona por la calle y pidámosle que nos diga el nombre de cinco conquistadores, de cinco yacimientos romanos de nuestra geografía peninsular, que nos nombre cinco artistas cuyos cuadros se pueden observar en el Museo del Prado o que nos cite cinco piezas arqueológicas que desde la Prehistoria hasta la época visigoda podamos encontrar expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid… o en cualquier otro museo arqueológico español.

                 El resultado va a ser decepcionante, créanme. Soy consciente que esta lacra no es exclusiva de nuestro país: la idiotez y la incultura parece estar de moda en todas las naciones, pero eso no me consuela (“mal de muchos, consuelo de tontos”, que dice el refrán castellano). Consecuencia de ello es que se manipule de forma tan notable la historia en los libros de texto escolares, que se digan idioteces tan ridículas como lo relacionado con la carta de petición de disculpas mexicana o la carta de petición de disculpas de una mezquita sevillana frecuentada por magrebíes y otros extranjeros musulmanes, al rey borbónico Felipe VI sobre la Reconquista (ahí es nada, extranjeros que nada tienen que ver con los que invadieron la Península Ibérica en el año 711 d.C., destruyeron el patrimonio que existía, quemando miles de libros del territorio peninsular y matando a cientos de los moradores peninsulares.., pidiendo a un monarca de un linaje que nada tiene que ver con los reyes godos-cristianos que realizaron la Reconquista, que se disculpe por una serie de salvajadas que cometieron los invasores norteafricanos en suelo peninsular y que provocó que los supervivientes que quedaron unieran fuerzas para expulsarlos...haciendo salvajadas semejantes, dicho sea de paso). Por cierto que tengo curiosidad por saber si la mezquita que hizo tal petición es la misma que aquella cuyo dirigente religioso es el padre del joven detenido esta pasada Semana Santa y que ha confesado ser adepto del yihadismo y tener intención de inmolarse matando de paso a varios sevillanos y visitantes que disfrutaban de su festividad religiosa. Vivimos tiempos retorcidos (¿qué ocurrió en la Edad Media española para que cristianos, árabes y judíos vivieran en el mismo lugar y las tres culturas prosperaran, que no ha podido volver a repetirse luego?, ¿o acaso nunca llegó a darse ese equilibrio intercultural?).


                 Pero lo que más me hierve la sangre de esta incultura masiva, a todos los niveles y clases sociales, es el continuo desprecio que el pueblo español viene mostrando por su pasado y por sus raíces, paradójicamente cuando la plaga del nacionalismo más se está extendiendo (muy posiblemente, consecuencia de ella). Cada vez es más frecuente que en mis continuas escapadas culturales, al hablar con gentes de la zona me digan que yo soy extranjera. Antes me lo decían porque me confundían con una alemana, francesa o escocesa, últimamente porque no soy de ese pueblo o de la localidad vecina. A eso hemos llegado. Qué horizontes más minúsculos nos estamos autoimponiendo, y lo peor, con qué progresivamente más agresividad los defendemos. Nunca ha sido más cierto que en nuestros días aquel dicho de los árboles que no dejan ver el bosque…

‹‹Un pueblo sin el conocimiento de su historia pasada, su origen y cultura es como un árbol sin raíces. Marcus Garvey››


                Este desprecio por nuestro pasado se traduce en comprobar el exagerado vandalismo que opera prácticamente desde que una construcción es abandonada. Baste echar una mirada a nuestro alrededor para encontrar por todos lados fachadas de antiguas casas solariegas, magníficas, tapiadas como murallas, mientras sus muros se agrietan, se llenan de polución y los materiales sufren la progresiva degradación de los aires cada vez más contaminados, mientras vecinos y políticos locales se dedican a ignorarlo y esperar pacientemente a que amenace ruina para derruirlo y construir nuevas edificaciones que vender. Reconozco que siempre he sentido una sana envidia de Egipto, un país volcado en su pasado, con miles de equipos de arqueólogos de todo el mundo haciendo cola para recibir un permiso de excavación que ayude a conocer un nuevo aspecto del pasado. O por Roma, ciudad que tiene por costumbre dejar la planta baja de las casas, con el suelo en metacrilato o materiales similares, resistentes y transparentes, que permiten observar los restos de construcciones milenarias que allí se alzaban.


 Y ahí estamos nosotros, España, posiblemente el país con mayor cantidad de pueblos y culturas de todo el mundo que han ido pasando por el solar peninsular a lo largo de los siglos, y volcado en la especulación inmobiliaria, ciego por alzar polígonos industriales en medio de la nada dejando calles asfaltadas o con farolas en medio del campo, abandonadas al expolio, o urbanizaciones de manera masiva y descontrolada por todos lados, a pesar de que se duplique de golpe y porrazo en número de habitantes de la localidad si consideramos la cantidad de gente que debería habitar allí para ocupar todas las casas de nueva construcción, las que ya existen y están en venta, además de las que ya se están usando como vivienda. Este aspecto además acarrea otras consecuencias generalmente drásticas sobre el Medio Ambiente y el impacto que causa (traduciéndose en forma de vertidos incontrolados, colectores sin depurar, vertido de escombros y basuras de manera descontrolada…).


Detalle de dos imágenes de un trabajo de divulgación realizado por Ecologistas en Acción sobre la especulación en la Sierra de Grazalema (Cádiz) que puede verse aquí y que resulta bastante ilustrativo de un fenómeno que se repite en todo el territorio español.

 Otra consecuencia de esta fiebre ilógica por construir que tiene España desde que comenzó la democracia es el “efecto llamada” que nuestra gastronomía, variedad paisajística y maravilla climática tiene sobre toda la tercera edad del resto de Europa, de manera que mientras en sus países de origen la tercera edad disminuye en proporción con el resto de las edades poblacionales, en España se incrementa convirtiéndonos en el geriátrico de Europa (no es que nazcan menos bebés que en otros países, que también, es que proporcionalmente se incrementa en miles la población con más de 50 años, al sumarse aquéllos de otros países), añadiendo el gasto sanitario que conlleva.


                Este absurdo afán desmedido por la construcción, aparte de estar detrás de mucho abandono escolar, se traduce en un desprecio a nuestro rico pasado. El suelo es visto como mero sostén de potenciales construcciones a realizar, en lugar de como un lugar en el que posiblemente se encuentre una antigua población ibera, o una antigua basílica visigoda, o una antigua fábrica romana de pan a gran escala…porque mientras en otros países como Reino Unido, cada hallazgo resulta ser la joya de la corona (un antiguo enterramiento vikingo con barco incluido, una antigua escuela de gladiadores, …, ojo, en este aspecto me dan una envidia tremenda cómo saben revalorizar su pasado, ponerlo en valor, protegerlo y encima es visitado masivamente por propios y extraños), en España todo son excavaciones de urgencia que mientras se estaban realizando conducciones de cañerías para una urbanización o las bases de un edificio, se encontraron “algo” que ha llevado a una paralización momentánea de las obras para rápidamente sacar unas pocas cerámicas, unos restos óseos, ver que son restos de alcantarillado romano, o un par de tumbas visigodas, o restos de muralla árabe (desde luego, nada relevante, parece que daba igual no haberlo encontrado), para proceder a cubrirlo para siempre con una lechada de cemento y continuar con la especulación urbanística.


Cada año la Guardia Civil desarticula varias mafias dedicadas al expolio y  venta ilegal de piezas arqueológicas obtenidas de la destrucción de yacimientos españoles, perdiéndose gran parte de nuestra historia, para siempre. No parece importar a nadie. Así, el conocimiento que hoy día tenemos de muchos pueblos de nuestro pasado, poco ha variado desde 1950 o antes. Es el caso de la cultura de Tartessos o de la cultura Ibera, por citar dos ejemplos.

Y lo más frustrante es que en España y Portugal, rara es la población que no se alza sobre los restos de al menos cuatro poblaciones anteriores que la precedieron, remontándose fácilmente hasta épocas anteriores al cambio de era. Pero esto no parece importar a nadie. Ya en alguna ocasión he recordado la frase del sabio chino Confucio que dice: ‹‹el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla››. El propio filósofo español, José Ortega y Gasset (1883-1955) sentenció: ‹‹el pasado no nos dirá lo que debemos hacer, pero sí lo que deberíamos evitar››. Pues es evidente que muy poquito vamos a aprender de ella, en este sentido, si la continuamos despreciando como venimos haciendo.
                Baste tomar los escritos de cronistas del cambio de era que llegaron a la Península Ibérica para comprobar cómo se quedaron maravillados por lo civilizado que estaban ciertas zonas (incluso más que en sus lugares de procedencia), o cómo los escritos medievales hablan de ciertas urbes españolas y sus maravillas tecnológicas, sin olvidar que la Alquimia en España (bueno, en el Reino de Castilla de entonces) fue más que considerable, con eruditos de la talla de Arias Montano a la cabeza, o de los artesanos vidrieros medievales…y entristece preguntarse, ¿dónde están sus talleres?, ¿qué conservamos de sus ensayos, escritos y experimentos?. Todo eso no solo se ha perdido para siempre, sino que ni nos interesa buscarlo. Tristemente, yo voy aún más allá preguntándome si por casualidad en esta fiebre desmedida por construir, salieran a la luz los restos de algo de esto, ¿nuestros profesionales, académicos y arqueólogos serían capaces de reconocerlo, o lo etiquetarían como un horno más de elaboración de ladrillos, dándole la espalda mientras rápidamente los constructores lo cubrían con espesas capas de hormigón?.


                Mientras tanto, raro es el día que la Guardia Civil no detecte a un expoliador, o algún salvaje no haga un grafiti en algún monumento, o no de expolie para sacar unas monedas por vender el cobre que arranquen o los azulejos que puedan arrancar, o un labriego o un obrero no rompa u oculte algunas piedras extrañas que le molestan o simplemente puedan acarrear una expropiación. Pero tranquilos, que si sale a la luz su deplorable conducta hay buenas noticias: posiblemente la consecuencia sea mínima, un apercibimiento o una multa puntual. Es todo tan frustrante….


                Pero como soy poco amiga de la crítica destructiva, añadamos un atisbo de esperanza y de poder revertir la preocupante situación (si queremos). En este punto me gustaría recordar la existencia de una interesante web dedicada precisamente a proteger nuestro patrimonio y sacarlo a la luz con el fin de rescatarlo para nuestra generación y las futuras. Se llama “lista roja del patrimonio” (https://listarojapatrimonio.org/) y lo más importante, a mi parecer, es la posibilidad de que cualquier persona pueda colaborar añadiendo monumentos que conozca e información sobre su estado. Piden que se agreguen al menos tres fotografías, información del monumento que necesita protección (que no tiene por qué ser propia, podemos añadir enlaces de periódicos, wikipedia, etc) y al final nos piden nuestros datos por si necesitan contactar con nosotros para preguntarnos más detalles o lo que sea. Eso sí, todo esto es privado, en ningún caso nuestro nombre o identidad saldrá a relucir. De esta manera, como digo, se puede captar la atención de profesionales implicados y concienciados en la protección de nuestro ingente patrimonio, impidiendo que desaparezca definitivamente.




2 comentarios:

  1. Así es nuestra tierra y nuestros paisanos...

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    1. Gracias por compartir su opinión, Antonio, confiemos en que esta tendencia vaya cambiando y que no se utilice la "historia" como arma arrojadiza o como algo de lo que sonrojarse; a pesar de la manipulación de muchos por fijarse en lo mezquino (me viene a la mente ese momento, en quizás su película más emblemática, cuando Bruce Lee dice la frase de Confucio: "cuando el sabio señala la Luna, el tonto mira el dedo"), fueron muchísimas cosas, hazañas, descubrimientos y teorías de pensamiento las que llegaron a hacernos grandiosos; no sé en qué momento perdimos esa perspectiva y nos quedamos a nivel del fango, cual cuadro de Goya de los dos paisanos sumergidos hasta las rodillas, a garrotazo limpio. Un saludo.

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