Más de lo mismo (en referencia a la entrada anterior). Aún estoy
tratando de convencerme de que el Patrimonio Histórico español realmente no
está tan en peligro de ser destruido por la especulación urbanística, por la
intensa actividad de expoliadores y vándalos, o de la demagogia y manipulación de
la historia… cuando una amiga y lectora del blog, me envía una noticia que
invita a reír por no llorar amargamente y que no es otra que la siguiente:
Alucinante, retiran el busto de
un gran mecenas de las Ciencias y las Artes del Medievo español y en cambio
estatuas como la de Simón Bolívar, en una gran avenida sevillana (una de tantas
estatuas, calles con su nombre, etc que hay por la geografía española) continúan
con todo su esplendor, en puntos destacados. Digo yo que podrían alzar alguna
al Maine, ya que estamos…(es sarcasmo, matizo, no sea que algún “iluminado” me
tome la palabra).
Dado que la maniobra
es tan absurda como la retirada de la estatua de Cristóbal Colón, de Nueva
York, meramente para lograr el voto hispano alimentando el odio visceral e
irracional hacia el Imperio Español (y dejando claro su total desconocimiento
de grandes hitos de la Historia, pues Colón jamás pisó tierras del Norte de
América; ¿por qué no, si deseaban congraciarse con los amerindios, no retiran
estatuas de George Washington y otros personajes que sí los masacraron, robaron
las tierras y los arrinconaron llegando a la idiotez de no considerarlos hoy
día ciudadanos norteamericanos puesto que las reservas no se consideran territorio
de USA?), hoy voy a dedicar mi entrada a seguir con la senda iniciada hace un
tiempo al hablar de grandes personajes olvidados de nuestra historia (ver por ejemplo, aquí) y es que debemos reconocer que Abderramán III, además de
guerrero, fue un mecenas de grandes personajes de las Ciencias y las Artes que
dieron un paso de gigante a la civilización de Occidente, por mucho que muchos
traten de negarles tal aporte. Comencemos.
Fueron muchos los
artistas, pensadores, escritores, poetas, filósofos, matemáticos, geógrafos y
hombres de ciencia en general que destacaron y crecieron durante la época del
califato de Córdoba. Sus avances fueron tan importantes que Europa bebió de su
obra y sirvió no pocas veces de base a las ideas renacentistas. Fueron muchos
los maestros italianos que consideraban que la mayoría de los conocimientos de
la época procedían de la Hispania andalusí-hebrea-cristiana. Eran muchísimas las obras que
llegaron de allí y que se tradujeron masivamente por su importancia en aquella Europa
que abría sus puertas al progreso, al avance y a la cultura. El reconocimiento
a esta gran aportación cultural que llegaba desde Hispania puede encontrarse en
la actualidad en el nombre de dos grandes cráteres lunares, nombres de sabios hispanos
de aquella época (ver aquí).
Cuando en el año 711
los musulmanes, que ya se habían extendido desde más allá de Persia hasta todo
el norte de África, cruzaron el estrecho de Gibraltar mandados por el general
árabe Tarif ben Malluk, lugarteniente del gobernador del actual Marruecos, Musa
ben Nunayr, marcó la época del final de la Hispania visigoda sin que la
irrupción musulmana en la Península conllevara en sus primeros pasos ningún
avance cultural. Se podría decir que en este aspecto fue una empresa estéril.
Los nuevos conquistadores eran guerreros y la mayoría de ellos analfabetos, por
lo que el siglo VIII fue un siglo culturalmente yermo ya que estos visitantes
no podían aportar ninguna luz didáctica ni pedagógica que pudiera dar algún
ligero brillo a la sabiduría de San Isidoro de Sevilla, que se seguía aplicando
en este país. Durante los primeros años de ocupación, tras el rápido avance
musulmán, las cuestiones culturales eran un tema muy secundario ya que lo
prioritario entonces era atender a los problemas internos de los ocupantes,
debido a que eran un conglomerado de tribus y razas de diferentes procedencias:
árabes puros, yemeníes, muradíes, bereberes… lo que causaba un gran desorden en
la Hispania musulmana. Hubo que esperar a la llegada de Abderramán I (Abd
al-Rahman I el Inmigrado), que en el año 756 fue el primer emir independiente
de Córdoba, quien puso orden en el país y fue el primero que se preocupó de
introducir los primeros pasos de la cultura oriental en Europa, aunque sólo en
el campo de las ciencias jurídicas y religiosas.
El avance cultural en
el al-Andalus se debe a Abderramán II (Abū l-Mutarraf `Abd
ar-Rahmān ibn al-Hakam). Este perdido mujeriego, fundador de Murcia, gobernó
en el año 822 sustituyendo a su padre el emir Alhaken I y en sus 30 años de
reinado potenció tanto las ciencias, las artes y la poesía, como la agricultura
y la industria. Introdujo el sistema de numeración indo-árabe con base decimal
y engrandeció Córdoba como antes no había hecho ningún otro emir. Allí creó
docenas de bibliotecas, encargando para la dirección a personas de alta
cualificación de al-Andalus o de fuera, a las que invitaba y acogía en su corte. Durante su mandato se aumentó
la recaudación de impuestos para mantener un fastuoso lujo oriental en su
entorno, de manera que Córdoba comenzó a despuntar como auténtica capital
imperial. Abderramán II transformó la antigua ”Patricia” romana en una ciudad regia elevada al más grande
encumbramiento de honores y gloria, la colmó de riquezas y la embelleció con la
afluencia de todas los acomodos y gustos del mundo de su época más allá de lo
que es posible creer. Para lograrlo tuvo que mantener el régimen despótico y militarista
de su padre, trayendo más mercenarios extranjeros leales tan sólo a su persona,
que nunca mezclaba con la población sino que vivían en las distintas fortalezas
que construyó, a cuyo amparo crecieron diferentes poblaciones, como Calatrava (Qala'at
ar-Ríbat). Nada más iniciar su reinado tuvo que intervenir en una guerra en
la Kora de Tudmir en la que peleaban yemeníes contra muraditas, tribus árabes
enfrentadas, en el sureste peninsular. Luchó contra ambos bandos rebeldes en Lorca, en la batalla de al-Musara, acompañado
por su general Unmayya ibm Mu’awiya ibn Hisan; en esta batalla murieron 3.000
rebeldes, entre los que estaba su comandante, el yemení Abu Samaj. Las tropas
de Abderramán II arrasaron Eio, ciudad-refugio de los rebeldes, y decidió
trasladar la capital de la kora desde Orihuela a una nueva ciudad, Madina
Mursiya (Murcia), fundada el domingo 25 de junio de 825 con el objeto de controlar
y pacificar el territorio, colocando al frente del ejército que allí dejó al
general Chabir, primer gobernador de Murcia. A partir de entonces Abderramán
iba aumentando continuamente su ejército y, para tenerlo entretenido, cada año
preparaba un ataque (aceifa) contra
los cristianos del exterior de la frontera. Así arrasó Álava, atacó Galicia
(que pertenecía al reino de Asturias), también Barcelona, Gerona y Narbona. Realizó
además algunas correrías por el interior, como la de 843 para aplacar la
insurrección de Musa ibn Musa, que tenía la ayuda del rey de Navarra García I
Iñiguez y que saldó con una excelente victoria contra los dos, saqueando
después Pamplona. Más largo y violento fue el ataque a Sevilla, un año después,
para enfrentarse a los vikingos que la habían conquistado y saqueado un mes antes.
La batalla final fue en los territorios de Tablada y la victoria fue total; los
vikingos padecieron más de 1000 muertos y otros 400 fueron hechos prisioneros y
ejecutados después. Más de 30 naves fueron destruidas, consiguiendo que los
rehenes liberados se convirtieran al islam entregándoles tierras de cultivo en
Carmona, Coria y Morón. No fue la única incursión vikinga que tuvo que repeler,
pues hubo tres más en los años 859, 966 y 971. En esta última la flota normanda
quedó completamente aniquilada.
Con las riquezas que
obtenía de todas estas correrías más lo obtenido por los impuestos construyó talleres,
alcázares, mezquitas y puentes, grandiosos edificios para los que utilizaba
materiales de la época romana que buscó por todas partes. Se hicieron también acueductos
por los que traía agua dulce desde las montañas y ciudades, amplió la mezquita/aljama
de Córdoba y construyó una docena de mezquitas más. Trajo a Córdoba a los más brillantes sabios de su época, iniciando
así el esplendor andalusí; incluso él mismo cultivó la poesía. Fue también el
primer omeya que acuñó monedas, creando una ceca y grabando los dirhemes con su
nombre, ya que desde la invasión musulmana todas las monedas que se utilizaban
en el al-Ándalus, dirhemes y dinares, se
traían de Oriente.
Dentro de los grandes
sabios y personajes que el emir trajo a la corte destaca un personaje muy
interesante y peculiar proveniente de Bagdad. Le llamaban Ziryab (mirlo), por
su tez oscura parecida al plumaje negro del pájaro y por su hermosa voz. Discípulo
del gran maestro de la música, el cantor de la corte de Bagdad Ishaq al-Mawsili,
Ziryab fue presentado en la corte de Bagdad a petición del mismo califa, al que
le había llegado el rumor del don tan privilegiado que tenía ese músico para el
canto, ya que se comentaba que creaba una música y unas canciones desconocidas hasta
entonces. El califa Harún al-Rashidal quedó impresionado por el joven músico y
le pidió que volviera a la corte. Sin embargo, los celos de su mentor al pensar
que le podía quitar su puesto le obligaron a abandonar Bagdad, amenazado de
muerte. Salió urgentemente de allí y comenzó su destierro y vagabundeo por el
norte de África, viviendo en El Cairo, en Libia y en la corte aglabí de Qayirawuán. Pero nada tenían que ver
aquellos lugares con el esplendor de Bagdad o de Cordo; sus actuaciones tenían
tal repercusión que nadie podía olvidar su voz, sus composiciones, melodías y
armonía, lo que llegó a oídos del músico judío cordobés Abu l-Nasr Mansur, que
informó de su arte al emir de Córdoba al-Hakan I, que mandó llamarle y sin dudarlo aceptó. Cuando llegó a Córdoba en
el 822 el emir había muerto pero su hijo Abderramán II, sin oírle, le ofreció
vivir en un palacio con un sueldo fabuloso de 200 dinares mensuales y otras regalos
que recibió a su llegada, lo que decidió a Ziryab a vivir definitivamente en la
corte cordobesa donde rápidamente se convirtió en un personaje muy conocido,
destacando más allá de la música y llegando a tener una influencia tal en la
sociedad que hasta creaba moda e implantaba costumbres que musulmanes y
cristianos adoptaban y que han llegado hasta nuestros días.
Abu l-Hasan Ali ben
Nafí (Ziryab) había nacido en Mesopotamia, destacó desde muy joven como cantor
y por su música innovadora. No empleaba como acompañamiento el laúd
tradicional, sino un instrumento de tamaño inferior que él inventó. Era una
guitarra de 5 cuerdas. La primera, la tercera y la quinta estaban construidas
con tripa de león, y con seda roja la segunda y la cuarta. Para tocarla cambió
la púa clásica por la garra de un águila. Fundó el primer conservatorio del
mundo islámico e introdujo las nubas,
cantos árabes. Su triunfal desembarco en la corte cordobesa permitió que gracias
a sus modales, influencia y carácter innovador, junto con el consentimiento de
Abderramán, introdujera todos los lujos orientales en la corte, más otros
propios de su iniciativa. Pronto se convirtió en el árbitro de la elegancia
para la crema y nata musulmana, influyendo en la forma de vestir, de peinarse,
en las comidas, en las relaciones sociales y hasta en el mobiliario de los
hogares (se adelantó unos cuantos siglos a los exitosos influencers actuales). No hubo en todo el mundo árabe un artista
mejor pagado y fueron muchos los que acudieron a la corte de Abderramán II por
su opulencia. Su padre había dejado muy llenas las arcas del estado y el nuevo
emir con su política e intervenciones militares las mantuvo así, invirtiendo en
la opulencia y en el despegue de Córdoba, adquiriendo las mercancías más
deseadas del resto del mundo. Córdoba era el final del viaje de mercaderes
judíos, iraquíes, eslavos, junto con intelectuales, sabios y artistas, campo en
el que Ziryab comenzaba a despuntar, haciendo partícipes a sus cuatro hijos de
sus muchas iniciativas, porque su genio no fue nunca exclusivo de la música o
de la poesía; abarcó tantas facetas que fue el mayor innovador de la sociedad
musulmana que llegó después a trascender las fronteras del al-Andalus. Trabajó
como geógrafo y astrónomo construyendo un Observatorio, ya que al ser un gran
lingüista tuvo acceso a manuales que le llegaban de todas las partes del mundo
y que traducía. Pero más allá de la ciencia o el arte también intervino en la
educación de la sociedad andalusí, en los modales y la presencia, creando un
instituto de belleza donde enseñaba a peinarse, utilizando el flequillo
oriental y eliminando la melena que caía a ambos lados de la cara; el pelo
debía cortarse, llevarlo suelto o rizado, la frente debía estar despejada,
igual que las cejas, las orejas o el cuello; les enseñó a que usaran
dentífricos que creaba con hierbas aromáticas, empleaba para el cuidado del
rostro y cuerpo cremas y lociones, y logró que se afeitaran y se depilaran.
También intervino en
la comida, mostrando las más sofisticadas recetas de Bagdad. Señalaba que había
que seguir un orden en la mesa que ha llegado hasta nuestros días, que había
que evitar tomar todos los alimentos mezclados, que primeo debían tomar una
sopa, seguida de entremeses y verduras (introdujo el consumo del espárrago),
después pescado o carne, y por último el postre, mostrando una amplia gama de
platos en este último apartado, que iba desde frutas aromatizadas con vainilla
o menta hasta dulces o pastelillos de almendra, miel, nueces… Introdujo
distintos tipos de vino para la comida y licor o infusiones para los postres. Asimismo
intervino en el menaje y la vajilla; aconsejaba platos y copas de cerámica o
cristal mejor que de metal aunque fuera plata u oro; incluso señaló que había
que cambiar los manteles de tejido tosco o de algodón y colocar manteles de
cuero finísimo. Igualmente aconsejó sobre el mobiliario de los hogares y en las
cocinas.
También intervino en
los ropajes, cuyas costumbres cambió, haciendo que durante el verano se
vistieran en tonos claros, aconsejando el blanco, que en primavera usaran
trajes de seda y túnicas vaporosas con vivos colores, dejando para el invierno
los tonos oscuros, las pellizas y los abrigos. Igualmente ofreció sus consejos
para el calzado a lo largo del año. Lo dicho: todo un influencer, y al parecer, de éxito.
También trajo de
Persia refranero, costumbres y supersticiones que aún se mantienen vivas: cómo
atender los antojos de las embarazadas, que la infusión de rabos de pasas
aumenta la memoria, que se evite que los niños jueguen con fuego para que por
la noche no mojen la cama… Incluso se cree que el juego de ajedrez penetró en
el al-Andalus de su mano. Fue un
autentico líder de la elegancia y del refinamiento, que trascendió hasta muy
lejos de Córdoba. Muchos nobles cristianos, de forma directa o indirecta,
buscaban sus consejos o copiaban sus iniciativas y propuestas. Fue también un
gran restaurador, recuperando muebles, enseres y objetos viejos o deteriorados.
Llevó una vida cómoda
y desahogada que después continuaran sus hijos. Su gran acierto sin duda fue
que nunca le atrajo el poder y que siempre evitó formar parte de oscuras
intrigas palaciegas, a pesar de las muchas presiones que tuvo que aguantar,
mostrando en todo momento lealtad a su emir, que lo respetaba, pagaba y cuidaba
de él y de su familia.
Con todo, las trifulcas por ensalzar a personajes destacados de uno y otro bando de la Reconquista han sido frecuentes en el solar hispano; sirva de ejemplo la divertida canción del cantoautor Carlos Cano relatando la festividad de "la toma de Granada" (o "moros y cristianos", en Granada), aquel año que terminó a bofetadas entre todos los allí presentes.
Nos ha sorprendido la historia que cuenta de Ziryab, lo que señala es muy interesante, sabiamos que mucha de esas costumbres no eran cristiana, pero tampoco lo esperábamos de un andalusís. Esta claro que cuando hay sensibilidad el arte no tiene frontera ni religión. Interesante artículo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Uribe. Como ocurre en todos los imperios, también en la época andalusí hubo luces y sombras. Luces por el auge artístico y cultural que emergió del Califato de Córdoba y que se trasladó después al reino nazarí de Granada, en donde los hispanos musulmanes de ambas zonas alternaron avances de las Letras y la Ciencia, con la Guerra. Grandes hombres emergieron en aquella época, filósofos, literarios, astrónomos, geógrafos, cartógrafos, poetas y artistas, de la que Ziryab fue simplemente un representante más, eso sí, un miembro destacado. Con todo, algo que siempre me ha sorprendido muchísimo es la escasez de personajes ilustres en el bando cristiano. Con el afán de tratar de equilibrar la expulsión de los moriscos y de los judíos, se dio una tendencia entre los académicos a desempolvar trabajos de sabios de ambas religiones monoteístas. Sin embargo, no se produjo lo mismo “en el bando cristiano”, que se relegó a poco menos que una manada de salvajes sarnosos cubiertos de pieles ensangrentadas y rodeados de peste por doquier. Personalmente, en mi pasión por los Godos, Alquimia, el esoterismo Templario y el cristiano, considero que “el bando cristiano” estaba sumamente avanzado y que no era tan cristiano (radical y beato) como lo pintan. De hecho, baste una sola visita a cualquier iglesia o ermita románica nuestra que no haya sufrido muchos retoques o censuras posteriores, deteniéndose a observar cada detalle -objetivamente, sin prejuicios- para toparse con un saber que hunde sus raíces en el Aristóteles más empírico, en el fiel estudio de la geometría de la naturaleza, la proporción áurea, un control de la arquitectura digna descendiente de la Griega clásica e incluso megalítica tan nuestra, y entre cuyos maestros constructores de las diferentes materias involucradas en el Románico y Gótico, los hubo de todo tipo filosófico y cultural. Solo así se puede explicar ciertos capiteles con bellos nudos celtas, columnas retorcidas y apuntadas de influencia árabe, canecillos con provocadores posturas del Kamasutra…e incluso la mismísima cruz de David judía tallada en grandes dimensiones y con todo su esplendor en uno de los muros de la catedral más grande de Europa tras San Pedro, del Vaticano: la catedral de Sevilla. Otro dato, si los cristianos fueron tan salvajes, destructivos y tan opuestos a la cultura ajena, ¿cómo se explica que sobrevivieran tantísimos datos que tenemos hoy de destacados personajes hebreos y cristianos de diversas ciudades peninsulares?. Y sin embargo, qué poquito se conserva de los sabios, que debió haberlos y muy buenos, del bando cristiano, insisto. ¿O cree que es casualidad que hubiera tantísimo maestre de las órdenes de caballería peninsulares de la Reconquista que fueran tan buenos en las Letras y la Guerra? (ejemplo que se me ocurre de pronto, el autor de las “Coplas a la Muerte de mi Padre”, Jorge Manrique, por citar uno). Muchas veces me he planteado que realmente la Reconquista supuso no la destrucción del imperio Islámico de Occidente, sino del grandísimo saber Occidental (Grecia clásica, con su aporte de Roma y con los de culturas anteriores peninsulares) milenario y exquisito, que fue para siempre destruido en una especie de segunda destrucción de la Biblioteca de Alejandría, que falsamente supuso un regreso en el Renacimiento aunque en verdad no se atisbó más que un 10-15% de todo ese ingente saber puesto que, ahora sí, la Inquisición Romana hizo una labor sumamente eficaz en erradicar todo saber pagano, empírico y científico. Irónicamente ahora esa Inquisición la marca Norteamérica, donde se llega a dudar hasta de la evolución de las especies, de las extinciones y de todo cuanto la Geología viene demostrando empíricamente. Para que luego digan que la historia la escribe el vencedor. Habría que plantearse entonces, quién venció ¿no cree? Saludos y perdón por tanta divagación filosófica.
EliminarDesconociamos que Abderramán II fuera el fundador de la capital de nuestra región. Creiamos de él que era un califa que vivió por y para el arte, pero ya veo que unió las ciudades de su patria, por lo que realmente tuvo que ser un gran guerrero. Tampoco sabiamos lo de los vikingos, no creiamos que hubieran hecho tantas incursiones por el pais. Nos ha gustado su artículo.
ResponderEliminarGracias por sus palabras, Sr. Arostegui. Celebro que haya conocido en mi web que la creación de Murcia se debe a este califa que fue un símbolo de luz para las siguientes generaciones, aunque la fundación de su ciudad se debiera a motivos de control y defensa. Saludos.
EliminarVergonzoso lo de Abderramán III, ¿cómo puede un pais renunciar y destruir su historia? No creo que haya otro país en el que enanos sin inteligencia alguna digan las tonterias y hagan las burradas a las que se creen que les dan derecho un puñado de votos de analfabetos. Es una lástima que no haya que aprobar un exámen de cultura, honradez y educación para acceder a un cargo público, aunque si eso existiera que pocos cargos se ocuparían con estos inutiles, corruptos, analfabetos o rencorosos. Muy bien por la defensa que hace de la cultura.
ResponderEliminarGracias por sus palabras, Sr. Candau. Me temo que esta epidemia se seguirá extendiendo, si lee mi anterior entrada podrá comprobar que estoy bastante de acuerdo con sus opiniones, creo que es el signo de estos tiempos y sabemos que en este país nunca ha premiado ni la educación, ni la cultura, más bien al contrario. Saludos.
EliminarMuy interesante, Valeria, la figura de ese artista llamado Ziryab, aun no hemos salido del asombro. No sabiamos que un músico de esas características impulsara y creara tantas cosas desde la músíca, a la comida, a la higiene...Tambien nos ha sorprendido que fuera el constructor del laud, creiamos que su descubrimiento era anterior, por lo menos asi se veía en las películas cuando los caballeros cruzados descansaban al son de la musica que varios instrumentos, entre los que estaba el laud, producian. Ha sido una maravilla el deleite musical que integra en su artículo. Lo hemos gozado.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sra. Gutiérrez, me alegra que le haya gustado mi artículo. Con respecto a lo que señala del instrumento musical creado por Ziryab debo insistir en la autoría de ese artista, que fue un auténtico innovador en la trova y en la música andalusí, llegando a convertirse en un referente para muchos países y durante mucho tiempo. El tiempo que señala de los cruzados y templarios aconteció en una época más tardía de la que vivió Ziryab; fíjese que las Cruzadas terminaron coincidieron aproximadamente con la toma de Granada por los Reyes Católicos (de hecho, Fernando el Católico nunca escondió su afán de emprender una última cruzada para liberar Jerusalén) y ya mucho antes había caído Córdoba, donde vivió el sabio Ziryab. Saludos.
EliminarValeria, hemos visitado con la agrupación extremeña la Mezquita de Cordoba y Medina Azahara, queriamos disfrutar, además del horrible calor, del hermoso arte mudejar. He estado en desacuerdo con nuestro guía Rodri sobre las mejores ampliación de la Mezquita y tenemos una duda, ¿fue la mejor la de Abderraman II, la de Abderramán III o la de Almansur?. Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Benítez. Espero que hayan disfrutado en la visita a Córdoba y del arte Omeya, aunque creo que no ha sido una fecha meteorológicamente acertada la elegida para la visita. Sobre lo que pregunta, le informo que la parte más rica y artística de la Mezquita fue la que financió Abderramán II, mientras que la más pobre (aunque más antigua) la de Almanzor, dado que éste tenía otras “prioridades” a la hora de gastar las riquezas, si bien engrandeció la mezquita además de construir un asentamiento importante en las afueras de Córdoba, parecido al de Medina Azahara, llamada Medina al-Zahira donde sentirse seguro rodeado de su guardia pretoriana bereber; lamentablemente, del lugar prácticamente no queda nada. Aunque el despegue de Córdoba como gran capital “mundial” se debe a Abderramán II (compitiendo y hasta aventajando a la mismísima Damasco, sede del califato árabe de entonces), en la época de Almanzor se logró el máximo esplendor de la capital. Saludos.
EliminarUna pregunta, ¿hubo alguna ampliación más de la Mezquita de Córdoba después de la de Añlmanzor?
ResponderEliminarHola Sr. Sánchez, gracias por comentar. La Mezquita de Córdoba sufrió varias ampliaciones (en otros comentarios hemos hablado de ellos), pero tras la de Almanzor, la última de ellas, ya no hubo otras (al menos por parte de los árabes). Un saludo.
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