Hace ya más tiempo del que me
hubiera gustado, que un Capitán de Marina Mercante me siguirió/solicitó si
pudiera ser posible que hablara de la no muy conocida batalla del cabo
Matxitxacho, para terminar así de rendir homenaje a navegantes vascos de la talla
de D. Blas de Lezo,
D. Juan Martínez de Recalde,
D. Juan Sebastián Elcano
o D. Cosme Damián de Churruca, por
citar tan sólo algunos de los homenajeados en esta web. Pues bien, aunque llega
con cerca de un mes de retraso (mis disculpas, se me acumuló el trabajo), Sr. Intxausti, aquí
le dejo su solicitud.
Habían
pasado ya ocho meses de enfrentamientos en tierra entre las tropas leales a la
República y las golpistas del general Francisco Franco, que se levantaron
contra la legalidad establecida el 18 de julio de 1936, cuando ocurrió la
primera batalla naval entre ambos ejércitos. Aunque la Armada en su mayor parte
era leal a la República, varios barcos de guerra que estaban en puertos
rebeldes durante el alzamiento se unieron a los golpistas, que disponían sólo
de tres barcos importantes: el acorazado España,
botado en 1913, el crucero ligero Almirante
Cervera, botado en 1928, y el destructor Velasco, botado en 1923, junto al más significativo crucero Canarias, el barco más potente de los
golpistas, que se encontraba en el puerto de El Ferrol, que se levantó también contra el gobierno legalmente
establecido en las urnas.
Crucero
Canarias Bou Nabarra
Eran
los primeros meses de 1937 cuando el capitán de ese crucero, capitán de navío
Salvador Moreno Fernández, recibió orden del mando sublevado para que vigilara
el Cantábrico, ya que los espías del gobierno ilegal le habían informado que se
esperaba la llegada de dos mercantes con ayuda para el gobierno republicano. Por
un lado se esperaba la llegada del mercante Mar
Cantábrico, que había salido el 6 de enero de Nueva York y viajaba hacía
Veracruz para completar su carga de armamento para la República, y por otro
lado también se esperaba el mercante Galdames,
capitaneado por el capitán Hilario Ruíz, que había salido el 4 de marzo de
Bayona y llevaba a Bilbao un cargamento de tres toneladas de monedas de níquel
recién acuñadas en Bélgica, que venía escoltado por cuatro bous de la Marina de
Guerra de Euskadi: el Gipuzkoa, capitaneado por Manuel
Galdós; el Bizkaya, capitaneado por Alejo Bilbao; el Nabarra,
capitaneado
por Enrique Moreno y el Donostia, capitaneado por Francisco Elortegi; los cuatro bous habían salido de Bilbao para
escoltarlo.
La
flota republicana que había en el Mar Cantábrico no era, ni mucho menos,
fuerte. Los buenos buques de guerra republicanos estaban en Cartagena. En
realidad la ligera flota del Cantábrico era la que vigilaba aquella zona y era
más vasca que republicana, aunque el País Vasco simpatizara con la República. Otros
navíos republicanos fuera de los puertos del País Vasco no mostraban demasiado
interés en controlar esta zona. Pero esta armada vasca era más ficticia que
real a la hora de enfrentarse contra auténticos barcos de guerra como el crucero Canarias, el buque más potente de los sublevados. Contra este gran navío los
republicanos vascos sólo podían presentar esa flota limitada de guerra que el
Gobierno Vasco había creado por decreto en las Cortes Republicanas el 1 de
octubre de 1936, denominada Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi, a cuyo frente
estaba un subinspector local de servicios marinos llamado Joaquín de Eguía y
Unzueta. La formaban una flota de bacaladeros de altura, requisados y rebautizados
con los nombres de Bizkaia, Araba, Nabarra,
Guipuzkoa, Galerna y Trasmontana, que habían armado con dos cañones de 101.6
mm (uno en popa y otro en proa) cedidos por el acorazado Jaime I, construido en El Ferrol en 1921, que había permanecido
fiel a la república y que, al haberse quedado en Santander cuando estalló el
levantamiento, hizo que Santander se mantuviera a su pesar en la zona
republicana. Este acorazado Jaime I,
sufrió en mayo varios impactos de aviones italianos Savoia que lo enviaron al
dique seco; allí, una explosión interna cuando lo reparaban, que produjo
alrededor de 300 muertos, lo dejó inutilizado, por lo que le extrajeron su
artillería y la utilizaron en otras baterías.
A
esta improvisada flota de guerra se le fueron añadiendo alguna que otra unidad
pesquera, como las Iruña, Goizeko,
Gazteiz e Iparreko, a las que les colocaron también un par de cañones. En
ellas navegaban buenos marinos, la mayoría civiles, y eran comandadas por
capitanes de marina mercante. Sólo el destructor José Luis Díez, junto al barco Virgen
del Carmen, que llegó a Bilbao tras la sublevación de los marinos contra su
capitán, el teniente de navío Quiroga, fusilado junto al jefe de máquinas, y llamado
después Donostia, fueron los barcos de guerra más operativos para la lucha. Pero el
destructor, mandado por el alférez de navío Moya, no parecía tener mucho interés
en participar en la batalla; Moya siempre alegaba averías y en una salida que
hizo se cuenta que, tras sabotear una avería en las turbinas el 7 de marzo,
desertó junto a otros oficiales, pasándose al bando franquista.
Cuando
el Galdames se acercaba a Bilbao,
debido al mal tiempo y a la ausencia de contacto visual entre los barcos que lo
protegían, ya que todos navegaban con las luces apagadas y las radios en
silencio para evitar ser vistos por el enemigo, el Bizkaia y el Guipuzkoa perdieron contacto con el
resto. Cuando ambos barcos buscaban
al convoy en el amanecer del 5 de marzo, se encontraron de frente con el Canarias, aunque éste sólo divisó al Guipuzkoa, abriendo fuego contra él. Un
disparo del Canarias destrozó el
cañón de popa, y un segundo disparo provocó un incendio en el Guipuzkoa, matando a cinco tripulantes e
hiriendo a otros trece.
Bou Guipuzkoa
Cabo de Machichaco actual
A pesar de su inferioridad, el Guipuzkoa atacó, produciendo un muerto y un herido. Estas fueron
las primeras bajas de la campaña. Después, el Guipuzkoa navegó hacia tierra intentando atraer al Canarias al alcance de las baterías de
costa, que aunque le dispararon desde Punta Lucero y Punta Galea no lograron
alcanzarle con ninguna andanada, pero hicieron que el crucero se retirara de la
batalla. El Guipuzkoa, muy dañado,
entró en el puerto de Portugalete, aunque algunos señalan que se hundió en la
entrada. Mientras tanto el Bizkaia se
encontró cerca del cabo Machichaco con un mercante que había apresado el Canarias pero que tuvo que abandonar
ante el encuentro con el Guipuzkoa.
Era un barco de bandera estoniana llamado Yorkbrook
que traía las armas de México y el Bizkaia
lo llevó a Bermeo.
Batalla
del Cabo de Machichaco
Tras
la retirada de la costa, el Canarias
avanzó buscando al convoy en el que iba el mercante Galdames con las monedas, al que se habían unido los pesqueros
armados Joseba Mikel y Pantzeska. Pronto alcanzó el Canarias al convoy. Abrió fuego contra
el Galdames, que al sufrir una
andanada que mató a 5 marinos paró maquinas y se rindió mostrando bandera
blanca. Las siguientes andanadas fueron contra el Donostia, que huyó de la batalla, y después contra el Nabarra, que a pesar de su inferioridad
atacó al crucero. Casi dos horas duró la batalla entre ambos barcos, hasta que
una andanada del crucero alcanzó las calderas del Nabarra dejándolo herido de muerte. Sólo 20 de sus 49 tripulantes se
salvaron en los botes salvavidas. El comandante y algunos tripulantes más se
quedaron a bordo, junto a los muertos, y se hundieron con el barco. Los que
sobrevivieron fueron recogidos por el Canarias y juzgados unos meses después. Fueron sentenciados a muerte pero la
intervención directa del capitán del Canarias ante el general Franco
logró que se les indultara en reconocimiento a su valentía. Guardaron cárcel
durante la guerra y al finalizar se les puso en libertad.
Durante
el enfrentamiento del Canarias y el Nabarra, el Joseba Mikel y el Pantzeska huyeron a puertos vascos para
ponerse a salvo.
Izda: El barco mercante Galdames. Dcha: Marina de Guerra Auxiliar Vasca. De
frente el Bou Bizkaia
El
Donostia, intervino brevemente
en el combate, acertó con algunos impactos en el Canarias, pero debido al corto alcance de su artillería y a los
impactos que recibió del enemigo, buscó refugio en Francia para ser reparado. Después,
el Canarias ordenó al Galdames
dirigirse a Pasajes, donde un pasajero intentó salvarse tirándose al agua, pero
fue acribillado en ella a balazos desde el Canarias.
Su tripulación no tuvo la misma suerte que la del Nabarra ya que la mayoría de tripulantes tuvo que padecer largas
condenas de prisión y el resto fue fusilado. Entre estos últimos estaba el
representante de la Generalitat de Cataluña en Euskadi, Manuel Carrasco
Formigueira, que iba en el mercante con
su familia.
El
Canarias siguió vigilando las costas cantábricas y días
después, el 8 de marzo, apresaba también al Mar Cantábrico.
La
derrota militar, de la que la prensa no ocultó detalle alguno, se convirtió a
ojos de la población vasca en todo lo contrario, en una victoria moral a nivel
de gesta épica. Fueron muchos los actos realizados en favor de los marinos
muertos, incluido el Aberri Eguna de ese
año, que se celebró como homenaje al Marino Vasco. Pero la realidad fue que en
el combate los bous sufrieron 34 muertos y numerosos heridos, además de perder
el Galdames y tres eliminados o
dañados bous: el Nabarra, hundido, el
Donostia que quedó amarrado en Francia hasta finalizar de la guerra y el Guipuzkoa permaneció en reparación cerca
de dos meses y sólo actuó después en la costa vasca, como arma defensiva.
Aquella batalla acabó con la entrada de convoyes para la República por la costa
norte al no disponer de barcos de escoltas.
No
obstante, quedaron muchas dudas sin resolver tras la batalla. No se explica por
qué los submarinos republicanos que formaban parte de la flota del Cantábrico,
el C-2 y el C-5, así como el torpedero T3, no salieron a la lucha contra el Canarias. Posiblemente la respuesta se
dedujera del escrito que remitió el presidente del gobierno vasco, Aguirre, al
presidente del gobierno republicano, a la sazón en Valencia, solicitando se le enviaran dotaciones con
fidelidad segura a la República, que disponía de cuatro destructores y tres
submarinos, ofreciéndose el gobierno vasco a preparar escenarios para enfrentarse al enemigo con fiabilidad.
Un aséptico trabajo, Valeria. Señala lo más importante de aquel encuentro del Cabo Machichaco que muchos denominaron batalla. Ha sido un artículo correcto e interesante, aunque la realidad de la fuerza naval republicana del Cantábrico era algo más diferente de lo que señala la versión oficial. Buenos barcos de guerra había en aquella zona, sólo que no tenían muy claro a qué bando pertenecían. Excelentes mandos había en la marina repúblicana, pero cuando se produjo el levantamiento, pequeños reinos de taifas surgieron independientes en la República y quisieron controlar la marina de guerra colocando como comandante a sindicalistas y políticos que no tenían ni idea de la armada. Era humillante para muchos buenos capitanes que personajes sin idea y subjetivos dirigiera su barco. Fue un motivo de desunión y de deserción en la marina republicana de la que sacó buen partido el bando rebelde. Pero ha expuesto un trabajo correcto acorde con la visión general. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Sr. Uribe, por su comentario. Le agradezco sus matizaciones, que se escapan a la bibliografía que he utilizado de los estudios de lo ocurrido entonces y que todos coinciden en señalarla como la primera confrontación naval de la Guerra Civil, limitándome a explicarla a titulo informativo, sin entrar en mayores profundidades. Saludos.
EliminarUn trabajo delicado el que expone. Hace una descripción aceptable de lo que ocurrió en aquella refriega, y ha sido inteligente en no entrar más alla. Ha expresado muy bien la realidad que allí se vivió y se puede entrever alguna otras cosas, Buen trabajo.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras, Sr. De la Seca. Coincido con usted en su apreciación. Saludos.
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