Es algo que ya hemos tratado en diversos momentos, a lo largo de este blog. Lo vimos en las siguientes entradas, al analizar la autoría de las pinturas rupestres más antiguas de la Península Ibérica (https://valeriaardante.blogspot.com/2014/08/los-enigmaticos-neanderthales-tan.html), lo que llevó al planteamiento de la relación entre los Homo sapiens y los neandertales, si fue de hostilidad o de convivencia (http://valeriaardante.blogspot.com/2014/05/cuando-convivieron-tres-especies-de-ser.html) encontrándonos con la sorpresa de que a lo largo de la historia de la evolución del ser humano han ido conviviendo distintas especies, no solo una en cada momento, como ingenuamente se creía hasta ahora (https://valeriaardante.blogspot.com/2015/04/los-primeros-humanos-y-la-evolucion.html), lo cual a su vez llevó a cuestionarse cuándo surgió por primera vez una especie que pudiera designarse como “humana” (http://valeriaardante.blogspot.com/2015/03/nuevos-datos-sobre-la-evolucion-humana.html).
Hace una semana compré el número 482 de la revista Muy Interesante porque me interesó el asunto de las partículas Muon (una de las 17 partículas básicas de la Física) y del tema de la evolución humana que iban en la portada. Para ser francos, mientras que con el asunto de las partículas Muon, o bien el autor –Manuel Ruíz Rico- se perdió en los detalles, o bien no llegué a comprender la trascendencia del asunto, pero lo cierto es que tras leerlo me pregunté si todo el gasto de miles de millones que se llevan invertidos en el acelerador de partículas solo sirve para tratar de ver cómo oscila (cual peonza, tratando de ver la fuerza del giro que hace y hacia dónde) la micropartícula inestable que es el Muon y que es irrelevante en la formación de materia además de poseer un periodo de vida de dos millonésimas de segundo, ante un campo electromagnético; en lo relativo al artículo de la Evolución Humana -firmado por Roberto Sáez- tampoco quedé mucho mejor. Habla de los distintos tipos de Homo que ya he tratado en alguna ocasión, hace unos años (ver aquí), el Homo floresiensis y el Homo luzonensis de Filipinas, así como de los denisovanos. No obstante y a pesar de añadir en letras resaltadas en la portada, “últimos descubrimientos” sobre la especie humana, ignora el verdadero último descubrimiento efectuado a finales del mes pasado y que es la presencia de un nuevo tipo de “humano”, el “hombre dragón” de China, el Homo longi, que vivió hace 146 mil años en dicho país asiático y posee rasgos compartidos (rostro primitivo como los neandertales, pero la capacidad craneal del sapiens), considerándose más cerca de “nosotros” que de otras especies con características más primitivas.
Lo más sorprendente es que en dicho artículo se sigue sosteniendo que el ser humano llegaría a la Península Ibérica como última parada de su largo camino que lo hizo salir de África, para ir hacia Asia, girar en la zona balcánica y recorrer Europa hacia el oeste llegando finalmente a España y Portugal. En otras palabras, los últimos descubrimientos consisten en seguir manteniendo –contra toda evidencia arqueológica- que la Península Ibérica fue el último alto en el camino del ser humano.
Así las cosas, me tomaré la licencia de desempolvar lo que en su día ya publiqué en mi obra Tartessos, 12.000 años de historia y actualicé en Tartessos y su prehistoria; se que fueron publicados respectivamente en marzo de 2014 y diciembre de 2018, así que pedir a un investigador que esté al día de las últimas teorías publicadas hace 7 y 3 años es algo exigente por mi parte, de forma que pasaré a resumir aquí lo que expuse en su día (siete años ya, cómo pasa el tiempo…) y que aún a día de hoy siguen sin encontrar una explicación satisfactoria dentro del marco que he mencionado donde se considera que la Península Ibérica fue el último territorio colonizado por seres humanos.
Mencionamos en otras entradas de esta web que el ADN humano más antiguo hallado corresponde a un individuo de la Sima de los Huesos de Atapuerca (Burgos, España), que vivió hará unos 400.000 años antes de nuestra era y que para sorpresa de todos, su genética mostraba más proximidad con los denisovanos siberianos (Rusia) que con neandertales, por ejemplo (de los que también tenía cierta contribución). Todos los restos burgaleses se incluyeron, por su datación y relativa semejanza, dentro del taxón Homo heidelbergensis, que poseía entonces muy pocos elementos esqueletales. De esta manera se añadieron más de 7 mil huesos burgaleses, que hicieron necesaria una revisión de este homínido mal conocido, aparecido hacia el 600.000 años antes del cambio de era (y extinto hacia el 200.000 años a.n.e., antes de nuestra era) y que se creía que sería el primer homínido en poblar el centro de Euroasia.
El problema apareció cuando en Atapuerca se encontró, además de todos estos restos de un homínido presapiens (de ahí que se pensara en el Homo heidelbergensis hallado en una cueva alemana), los restos del Homo antecessor y de neandertales. Así pues, no solo había varias especies distintas de humanos dispersas por Europa, sino que el H. antecessor era anterior al H.heidelbergensis y por tanto fue el primer colonizador de Europa, como lo evidencias las huellas halladas en Inglaterra y atribuidas a este taxón, de lo que ya hablamos en otro momento en esta web.
De esta manera y a la vista de los últimos hallazgos, el cuadro esquemático de la evolución humana queda de la siguiente manera:
Notar que en este esquema no se incluyen a los denisovanos
porque sus restos son tan escasos que aún se conoce poco de sus aportes
genéticos y relaciones de parentesco con otras especies humanas.
El Homo habilis se llama así porque se creyó que fue el primero lo suficientemente hábil como para comenzar a alterar objetos de la naturaleza, generando las primeras herramientas, allá por el 2.300.000 años antes de hoy, si bien está restringido a África, como su coetáneo Homo rudolfensis (al que algunos autores consideran similar al H. habilis o bien levemente distinto, pero no lo suficiente para ser considerado un tipo diferente). Homo erectus sería el primer homínido en dejar la llamada “cuna de la humanidad”. La complicación apareció cuando los académicos consideraron que el H. erectus partió de África rumbo a Asia y Oriente Próximo, llegando a Europa occidental al final de su largo periplo, de manera que en Portugal y España se darían los ejemplares más tardíos, algo que pronto chocó con los vestigios paleoarqueológicos.
Como se observa en el esquema, entre las especies más antiguas “de europeos” se encuentra el Homo erectus, que se cree que habitó en África y Asia desde hace 1.9 millones de años hasta hace 350.000-117.000 años, cuando fue sucedido, en Europa, por otras especies como el H. ergaster (presente desde hace 1.9 millones de años, hasta hace 1.4 millones de años). Debido a lo incompleto de los restos de esta especie, con frecuencia –y por convención- se emplea el término de H. erectus para referirse a los vestigios de África y Asia y H. ergaster para los restos europeos, siempre que no se recurra a los costosos análisis genéticos. Por tanto, siguiendo con este acuerdo, las especies filipinas (H. floresiensis y el Homo luzonensis) se estiman descendientes del Homo erectus, mientras que el Homo heidelbergensis derivaría del Homo ergaster.
Reconstrucción del Homo heidelbergensis, respecto a restos encontrados en otros lugares (izquierda) y de los esqueletos de los individuos procedentes de Atapuerca (derecha).
Ahora bien, en términos evolutivos, sabemos que la aparición de una nueva especie depende de las mutaciones, así que cuántas más se den, antes surgirá una nueva especie. Y las mutaciones son “errores” en la codificación del ADN, que se duplica cada vez que se reproduce un individuo de la especie. Los homínidos no solían vivir mucho así que se reproducirían relativamente rápido, a los 15 años o tal vez antes (no como en la actualidad, que una mujer tiende a tener a su primer hijo siendo ya treintañera avanzada). Por tanto, creo que considerar que el Homo erectus permaneció como tal, sin generar una especie distinta, casi 900 mil años me parece algo verdaderamente asombroso. Más aún cuando si tomamos una persona normal actual y comparásemos su esqueleto con el de un hombre neolítico de algún yacimiento de la zona, casi con total seguridad encontraríamos al menos un rasgo esqueletal distinto, suficiente para crear una nueva especie (y eso que solo habrá entre ellos una diferencia de unos 4 mil años, imaginen con 900.000 años).
Así que lógicamente cuando se recurrió al análisis genético, todas estas suposiciones volaron por los aires puesto que hemos visto que la población de H.heidelbergensis instalada en la sierra de Atapuerca resultó estar más próxima genéticamente a la población asiática (los denisovanos de Rusia) que a la supuestamente europea (Homo ergaster).
Comparación de los cráneos y su capacidad craneana de distintos homínidos.
No fueron las únicas sorpresas puesto que de acuerdo con la publicación científica publicada hace unos meses en la revista Nature Ecology and Evolution por un equipo de la Universidad de Adelaida (Australia), en la genética de los homínidos filipinos H. floresiensis y H. luzonensis no parece existir vestigio alguno de cruce o mestizaje con el H. erectus, especie considerada como ancestro de ambos taxones, por los académicos, pero no ocurre igual con los denisovanos, con quién sí parece que llegaron a cruzarse genéticamente.
Siguiendo con la “colonización” de Europa, en 2002 se daba a conocer una nueva especie de “humano europeo”, el Homo georgicus, que habitó Dmanisi (en la actual Georgia, en la confluencia entre Asia y Europa, cerca del Mar Negro, y parte de la URSS en su día) entre 1.8 y 1.6 millones de años. Dentro del acuerdo mencionado entre los académicos, dado que habitó entre Asia y Europa, se le consideró derivado del Homo erectus (que se había acordado que habitó Asia) con el Homo ergaster (considerado restringido a Europa) y, ¿adivinan qué? pues que parece que nuevamente se equivocan, dado que algunos investigadores que están reexaminando los restos, son más partidarios de considerar el H.georgicus como un sinónimo de H.ergaster, de forma que sus diferencias responderían más a factores de adaptación puntual o de dimorfismo sexual que por ser una especie distinta. Por cierto que aunque las especies filipinas (Homo floresiensis y el H. luzonensis) se consideren tan bajitas que han recibido el apelativo de Hobbits, lo cierto es que el H.georgicus (y por similitud, el H.ergaster) no alzaba más de metro y medio del suelo, y eso que no se encontraban aislados en una isla. Más bien pudo obedecer a un tipo de adaptación ya que los seres vivos de las zonas frías del planeta suelen ser pequeños y bajos como un mecanismo que evita la pérdida de calor corporal y al contrario.
Así las cosas, nos encontramos en la Europa de hace unos 1.6 millones de años, donde habita el bajito Homo ergaster (2-1 millón de años) que posiblemente dé paso al Homo erectus (1.8 m.a.-300.000 años, en Europa) y Homo antecessor (1.2 m.a.-500.000 años), que a su vez evolucionaria hacia el Homo heidelbergensis de 1.75 m en los machos y 1,57 m en las hembras (500.000-250.000 años) y el Homo sapiens neandertalensis (300.000-30.000 años). En algún momento aparecerá una especie posiblemente aún desconocida, que se mezclará con Homo heidelbergensis y neandertales para originar a los denisovanos (700.000 años-10.000?) y al Homo sapiens (350.000-actualidad).
Pues
bien, como señalo en mis libros Tartessos,
12.000 años de historia (2014) y Tartessos
y su prehistoria (2018), existen en España unos yacimientos incómodos que
pueden crear nuevos problemas a las ideas evolutivas expuestas. Y es que aunque
se supone que los homínidos llegaron a la Península Ibérica por los Pirineos,
tras cruzar todo el continente europeo de este a oeste, lo cierto es que en de acuerdo con arqueólogos como Muñoz y Díez
o Vidal-Naquet, las evidencias más tempranas de actividad humana en la
Península tienen una antigüedad de 1,5 millones de años aproximadamente,
correspondiendo con la dispersión del Homo ergaster y Homo erectus por
distintos lugares de Europa, atribuyéndosele los útiles más antiguos del
continente, y proceden del sur de España.
Según la datación y evidencias, al H. erectus corresponden tanto los restos humanos hallados en Venta Micena (Orce, Granada) de 1,3–1,2 millones de años antes de nuestra era, según Muñoz y Díez y entre 1,4–2,3 millones de años para Vidal-Naquet (1987). En Gibraltar existen restos óseos de cerca del millón de años antes de nuestra era, igual edad que la estimada para un diente aislado del nivel 9 de la Sima del Elefante de Atapuerca. En el 800.000 a.C. se datan los restos del Homo antecessor de Atapuerca en Burgos y, en el 300.000 a.C., los restos de treinta y dos individuos de Homo heidelbergensis magníficamente conservados, procedentes de La Sima de los Huesos de Atapuerca, tal y como detalla uno de los directores de la excavación, José Luis Arsuaga, en su página web.
Izquierda, resto craneal (1.6-1.3 m.a.) del “Hombre de Orce” encontrado por el antropólogo Josep Gibert y que le supuso la caída en desgracia por la comunidad española, al sostener que se trataba de un resto de homínido, a pesar de que investigadores belgas basados en análisis genéticos le dieran la razón (al presentar un tipo de proteína exclusiva de los humanos). Eso sí, tras su defunción, ahora los españoles le reconocen el hallazgo. Derecha, diente infantil encontrado por investigadores de Atapuerca, en Orce.
Respecto a las dataciones de materiales líticos y animales más antiguos hallados en la Península Ibérica cazados y desmembrados, tenemos los 1,5 millones de años a.n.e. para la industria lítica y restos de animales del yacimiento soriano de Torralba del Moral y Ambrona, así como los 1,2 millones de años para un utensilio lítico hallado en Atapuerca y los cerca del millón de años antes de nuestra era para los artefactos de Aculadero, en el Puerto de Santa María de Cádiz (Querol y Santonja, 1983); también se datan 750.000 a.C. los artefactos de El Rompido (Huelva) y los procedentes de cerca de Lisboa (yacimientos de Magoito y Açafora). Por lo tanto, encuentro absurdo que se siga sosteniendo que los homínidos llegarán tardíamente a la Península Ibérica, cuando se han desenterrado evidencias de sus andanzas por tierras andaluzas ya hacia el millón y medio de años antes del cambio de era, fechas que corresponderían al periodo de “vida” de Homo ergaster (2-1 millón de años) y Homo erectus (1.8 m.a.-300.000 años, en Europa), siendo anteriores a la aparición de otros homínidos como el Homo antecessor, los denisovanos, los neandertales y Homo heidelbergensis (500.000-250.000 años), entre otros. Por tanto, la pregunta no puede postergarse, ¿estamos ante una de las presencias más antiguas de Homo ergaster en Europa o bien son restos correspondientes a esa especie de homínido aún no descubierta y cuyo cruce con otras especies darían lugar a los denisovanos? Es sin duda una cuestión apasionante que deberían investigar los paleoantropólogos, en lugar de ignorar estos restos, confiando en que así se evaporen como por arte de magia. Y de nuevo encontramos que mientras otros países compiten por lucir los patrimonios más inusuales y maravillosos, los españoles se ufanan por esconder bajo la alfombra (cuando no urbanizan el yacimiento) todo aquello que no se ajusta a las ideas preconcebidas. No aprendemos.
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