jueves, 15 de mayo de 2014

Cuando convivieron tres especies de seres humanos

       Siempre se nos ha repetido, desde que pisamos la escuela por primera vez, que el ser humano es único, el cénit de la creación. La Biblia, de hecho, en el Génesis (versículos 19-20), explica que el hombre es tan especial y evolucionado que Dios hizo desfilar ante él a todos los seres vivos de la creación para que fuese el hombre quien les diera un nombre.
        Esta idea ha llevado al ser humano a disponer de la naturaleza a voluntad, sin pensar en posibles consecuencias o sin plantearse siquiera si los animales y plantas con los que experimenta (de manera bastante cruenta) o mata, por placer o por necesidad de alimento, pueden sentir emociones muy parecidas a las consideradas como humanas (temor, angustia, alegría, amor, tristeza, nostalgia, soledad...).
       No obstante, en los últimos dos siglos de investigaciones paleontológicas y arqueológicas sobre el origen y evolución del ser humano, la Ciencia ha dado un pequeño gran revés al orgullo de nuestra especie puesto que ha evidenciado que, no sólo estamos emparentados con los demás primates (a los que veíamos como payasos o “monos de feria” y nunca mejor dicho), sino que fuimos tan frágiles que en varias ocasiones estuvimos a punto de extinguirnos. Lo más asombroso, a mi entender, es que nosotros, los seres "más perfectos" de la creación practicábamos el canibalismo durante muchos miles de años. Vamos, que estábamos para comernos...
      Pues bien, recientemente la paleontología ha dado un nuevo bofetón a nuestra especie mostrando que no fuimos tan únicos como pensábamos. Durante muchos lustros se consideró que el Homo sapiens y hasta ahora el considerado su eterno rival, el rudo Neandertal, se suponía que batallaron duramente en diferentes lugares por toda la faz de la tierra, hasta extinguir al Neardental para sobrevivir nosotros como única especie del género Homo. Pues bien, el análisis del código genético de ambos seres humanos ha revelado una similitud mayor del 95 %, lo que quiere decir que no sólo estaban emparentados (a raíz de esto al Neandertal se le conoce ya como Homo neanderthalensis) sino que muy posiblemente ambas especies terminaran mezclándose y fundiéndose en un solo linaje, del que descendemos nosotros.
     Esta novedosa y revolucionaria idea fue rápidamente introducida en la película de animación “Los Croods” en la que se muestran las vivencias de una familia de neandertales (con su estructura más robusta, pelo rojo y ojos verdes) que se topa con un joven Homo sapiens arcaico, aparentemente más frágil (en constitución) pero de mayor inteligencia. De hecho, en la película el joven se enamora de la adolescente neandertal, lo que ha sido una buena manera de adaptar los últimos hallazgos paleontológicos y arqueológicos a los niños y adolescentes. 
     Pues bien, no serían estas las únicas sorpresas que nos depararía la Ciencia porque hace unos años (marzo de 2010) se dio a conocer el hallazgo de unos restos de homínidos en unas grutas siberianas de Denisova que, en base a su genoma (conjunto de genes, también llamado código genético), podrían ser un nuevo tipo o especie de homínido. Dicho en otras palabras, que hace entre un millón y 40.000 años (edad de los restos de Denisova), coexistieron hasta tres tipos distintos de seres humanos: el Homo sapiens, el Homo neanderthalensis y los denominados "denisovanos". 
        Por mucho que nos sorprenda esta revelación, ya hemos visto que no será la única vez en la historia del hombre que convivan dos especies diferentes, pues también ocurrió con el neanderthalensis y el sapiens. Pero es que, incluso en épocas tan recientes como hace unos 10.000 años, una vez que el neandertal ya estaba extinto, volvió a suceder que, al aislarse en la denominada Isla de las Flores (Indonesia) un grupo de Homo erectus, acabaron adaptándose al medio generando una nueva especie, el Homo floresiensis, apodado “el hobbit” por sus pequeñas dimensiones. Se estima que debió sufrir un proceso (enanismo insular) similar al de los caballos aislados en una isla del Atlántico, que terminaron generando los ponies. 
       De manera que, a día de hoy, el cuadro de la evolución humana quedaría de la forma que se muestra en la imagen, donde podemos ver la proporción entre el Homo floresiensis y el Homo sapiens, así como una reconstrucción de un denisovano. Bajo él, la cueva donde se encontraron sus restos.

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