miércoles, 26 de septiembre de 2018

El Cid en Valencia. Segunda parte.

En la última entrada abordamos el tema del Cid histórico, que como ya vimos en ese texto, sus hazañas fueron tales que no necesitaban de las licencias que se tomaron los numerosos trovadores que no dudaron en hacerse eco de tan singular personaje, llevando con sus cantares las referencias a él por todos los rincones de los diversos reinos cristianos por los que se ofrecían a amenizar cenas y comidas, conformando una de las obras más importantes del Medievo cristiano europeo, para más mérito, en verso. Continuaremos con sus hazañas en esta entrada, retomando el punto donde lo dejamos.


            Tras la derrota de Sagrajas, Al-Hayib aprovecha para anexionarse Valencia, cuyo rey Al-Qadir pide ayuda a su protector Alfonso VI de Castilla, que manda en 1087 a Rodrigo (el Cid) a Valencia. Partió con un gran ejército al que se le iba sumando más gente por el camino. En tierras levantinas realizó Rodrigo sus mejores gestas, mostrándose como un gran guerrero y un gran político. Desechó alianzas para tomar Valencia, ya que permaneció siempre fiel a Alfonso VI. En el momento en el que Al-Hayid tuvo conocimiento del ejército que se dirigía hacia él, especialmente al saber que lo dirigía Rodrigo, levantó el asedio. Igual ocurrió con el sitio realizado por el conde de Barcelona.

El Camino del Cid (izda), que atraviesa tierras de las provincias de Burgos, Soria, Guadalajara, Teruel, Castellón y Valencia. A la derecha, detalle de la estatua del caudillo en Burgos.

Mientras tanto, Rodrigo guerreaba por la región y saqueaba pueblos y castillos, a menos que los gobernadores le pagaran tributos, como hicieron los valencianos, que entregaban al castellano 1000 dinares de oro mensuales. Todo iba a la perfección, según sus planes. Rodrigo firmaba y cambiaba pactos con los reyezuelos del lugar, manteniendo así un control sobre Valencia.
Sin embargo, no tardó en surgir un nuevo problema con su monarca, Alfonso VI. Las incursiones por levante de Rodrigo hicieron que los reinos taifas llamaran nuevamente al emir Yussuf, quien regresó la Península y atacó el castillo de Aledo, defendido valerosamente por García Jiménez. En su ayuda salió de Toledo con su ejército el monarca Alfonso, reclamando encontrarse con Rodrigo en Villena, para llegar por Hellín a la plaza fuerte de Aledo. No obstante, el caudillo prefirió aguardarle en Hellin con sus hombres, mientras se aprovisionaba y descansaba. Lamentablemente, debió fallar la comunicación entre ambas tropas pues aunque el monarca Alfonso VI pasó por la villa, no se encontraron, prosiguiendo su ruta hacia el fortín sitiado por los árabes. Con todo, no hubo que lamentar victimas en la liberación de Aledo ya que Yussuf se marchó al observar la gran desunión que había entre los reyes de las taifas árabes; pero el enfado del rey Alfonso fue enorme, desconfiando de los motivos por los que no logró dar con las tropas del Cid ni éste acudió a reunirse con el ejército real a su paso por Hellín, obligando a Rodrigo a jurar su inocencia. Sin embargo el rey no le exculpó y le volvió a desterrar, apresando a su familia en Burgos aunque rápidamente la dejó marchar.

Lienzo “El rey Fernando I arma caballero al Cid Campeador”, a la izda. A la dcha, “La primera hazaña del Cid” (obra de Juan Vincens Cots).

            Rodrigo se instala en Elche. Y nuevamente mercenario -y al frente de un ejército de 7.000 hombres con todas las armas-, esta vez no se pone a la orden de ningún rey sino que es su propio dueño y señor, atacando a taifas y castillos para sobrevivir. Arrasa el reino de Denia y después acude a Valencia. En poco tiempo tendremos a las distintas taifas y todos los castillos de levante pagando el tributo pertinente para que los defendiera. Aquellos que no le pagaban eran atacados, como ocurrió con la taifa de Lérida. El Cid sale hacia allí y se asienta en la zona montañosa de Morella, en donde de nuevo el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, de acuerdo con Al-Hayib, le esperaba. La batalla fue terrible, resultando Rodrigo herido, aunque victorioso.  A este respecto, entre los académicos hay dudas sobre si sus heridas fueron consecuencia de caerse del caballo en el fragor de la batalla, o por cabalgar enfermo. Sea como fuera, el resultado de la batalla fue una enorme riqueza acumulada por Rodrigo y sus hombres, al reunir por un lado el botín recogido y por otro, el pago de los prisioneros por su libertad. Sirva de ejemplo Berenguer Ramón II: tan sólo este conde de Barcelona tuvo que pagar por su libertad ochenta mil marcos de oro; lo más relevante fue que el orgulloso conde, convencido de la imbatibilidad del Cid, firmó con él un pacto de amistad (de no ataque).

A la izquierda, detalle del lienzo de Salvador Dalí representando al Cid en su colección de litografías “cinco españoles inmortales” (a saber, el Cid, Cervantes, Don Quijote, El Greco y Velázquez). A la derecha, dinar de oro acuñado bajo el reinado de Yussuf ibn Tashfin hallado en Aghmat (Marruecos).

La situación de Rodrigo era inmejorable, tras este acuerdo con Berenguer Ramón II, hace lo propio con el rey de Aragón y con el de Zaragoza. Acumulaba hombres y riqueza, tanta, que Alfonso VI ataca Valencia en 1091animado por el conde García Ordoñez (el derrotado en Cabra, que era gobernador de la Rioja y mano derecha de Alfonso VI), por no pagarle a él las parias, que se llevaba el Cid. Éste no quiere enfrentarse a su rey y lo que hace es atacar la Rioja, que arrasa y donde vuelve a derrotar a García Ordoñez. Por su parte, Alfonso VI choca contra los muros de Valencia, mientras Aledo es tomado por los almorávides, quedando sólo Alfonso y Rodrigo para frenar el avance árabe. Reconociendo la superioridad del Campeador, hace las paces con Rodrigo y le recibe en Castilla con todos los honores.
            Mientras Rodrigo estaba en Castilla, los almorávides mandados por Ibn Yahhaf atacan Valencia en octubre de 1092 y asesinan al rey valenciano Al-Qadir, por lo que el Cid tiene que regresar a levante. El efecto es inmediato: la llegada de Rodrigo frena el gran avance musulmán, que pensaba llegar hasta Lérida y Zaragoza. Yahhaf, señor de Valencia, envía un tesoro al emir Yussuf para que vuelva de África a la Península Ibérica, tesoro que atrapa Rodrigo, desmontando toda la operación musulmana. Pero las sorpresas aguardan al Cid, pues al avanzar hacia Valencia se encuentra que el señor de la fortaleza de Yubayla se había aliado con los almorávides e inicia un largo asedio contra Yubayla, alternándolo con expediciones por tierras valencianas. Era tanto el temor que se le tenía al bravo caudillo castellano que todos los castillos le ofrecieron apoyo. Tras conquistar Yubayla traslada su campamento a Mestalla para asediar en 1093 Valencia; conquista los arrabales de la villa y los almorávides huyen de la ciudad. Por su parte, alertado Yussuf desembarca en Almería y avanza hacia Valencia. Mientras tanto el rey de Albarracín, que tenía firmado un tratado con Rodrigo, intenta conquistar Valencia. El Cid sale a su encuentro muy confiado y se entabla una fuerte batalla en la que resultó gravemente herido por una lanzada en la garganta que a punto estuvo de matarle. Mientras se recupera, los almorávides avanzan hacia Valencia. Rodrigo frena nuevamente el avance almorávide a principios de 1094, haciendo que se retiren, y después ataca Valencia, comenzando un duro, cruel y largo asedio. El Cid entra en Valencia el 16 de junio de 1094. Tras apresar a Yahhaf, le acusa, a él y a 30 de sus capitanes y consejeros, de la muerte de Al-Qadir y les sentencia a morir apedreados.
            Tras la caída de Valencia las huestes de Yussuf, dirigidas por generales invictos, desembarcan en sus playas del Este peninsular, levantan su campamento en Cuarte e inician 10 días de asedio a Valencia, bien controlada por el Cid. El tiempo avanzaba y cundía la desmoralización en las huestes almorávides, provocada por una perfecta táctica y estrategia del castellano. Una noche en la que parecía que las huestes de Rodrigo habían sufrido una derrota en una salida controlada, cuando el ejército almorávide celebraba el evento, Rodrigo atacó por sorpresa y destruyó al ejército musulmán, cogiendo muchos prisioneros y un enorme botín. Era el 21 de octubre de 1095. La noticia de la gran victoria llegó a Alfonso VI cuando acudía en ayuda del Cid, que fue nombrado Señor de Valencia.
            Tras la victoria, el rey aragonés Sancho Ramírez firma un acuerdo con el Cid que mantiene (tras su muerte) su hijo Pedro I quien, tras 30 meses de asedio que había comenzado su padre, conquista Huesca sin la intervención del Cid. Mientras tanto, el Cid ataca los castillos y poblaciones aliadas de los almorávides, como el castillo de Olocau a 30 km de Valencia donde había parte del tesoro del rey Al-Qadir o el castillo de Serra, a 25 km, o Cuarte y las ciudades fronterizas, como Tortosa.  A comienzos de 1097 se produce un nuevo ataque almorávide a Valencia, apoyado por una enorme concentración de barcos musulmanes. Para su defensa, el Cid se alinea con Pedro I. En Bairén Rodrigo dirige la coalición y en una admirable carga frontal derrota a los almorávides, a pesar de que el enemigo disponía de fuerzas superiores. Vuelven a Valencia y, sin descanso apenas, ataca el castillo aragonés de Montornés, que se había levantado en armas contra Pedro I aprovechando la llegada de los almorávides. Tras la doble victoria, Rodrigo vuelve a Valencia.

Diferentes representaciones del Cid batallando en la Batalla de Alcadia (izda) y con sus inseparables caballo Babieca y espada “la Colada”. Según el Cantar de Mío Cid, su otra famosa espada, “la Tizón” (o a partir del siglo XIV, “la Tizona”), forjada en Marruecos y perteneciente al rey marroquí Búcar, se la ganaría al dirigente de Valencia, tras entregar la ciudad al castellano.

            En otoño de 1097, tras el desastre de su ejército, Yussuf vuelve a la Península con nuevas tropas bereberes africanas; desembarca en Algeciras y asegura el Al-Andalus. Desde Córdoba manda un ejército almorávide a atacar Toledo dirigido por su general Ibn Al-Hayy. Alfonso VI sale con todos sus condes y ejércitos a su encuentro. Rodrigo queda vigilante en Valencia pero con Alfonso iba su único hijo, Diego, al frente de una hueste enviada por el Cid. En Consuegra se enfrentan ambos ejércitos siendo derrotado Alfonso, que tuvo que huir a Coria y aguantar allí el asedio árabe. Esta batalla saldría cara al Cid, pues en ella fallecería su hijo. A la vez, otra expedición almorávide, mandada por Ibs Aixa, gobernador de Murcia, avanza hacia Valencia. Derrota a otro ejército de Alfonso VI mandado por Alvar Fañez y después marcha contra Valencia, contando con los ejércitos de Sagunto y Murviedro. Antes de que llegaran a Valencia, Rodrigo ataca Murviedro ya en 1098. Los defensores de Murviedro piden ayuda a las taifas cercanas, entre ellas Zaragoza, pero todos se la niegan, temiendo a Rodrigo y sus posibles represalias. Efectivamente, Murviedro cae el 24 de junio de 1098 y después el Cid atacó Almenara, que había apoyado a Murviedro y donde se había refugiado parte del ejército derrotado (y huído). Tras la caída de estas dos plazas, que se sumaban a las de Oropesa y Burriana, toda la costa valenciana hasta 100 km estaba perfectamente defendida por los hombres del Cid. La zona de Castellón la ocupaba su aliado Pedro I, por lo que los almorávides dieron definitivamente Valencia por perdida. De hecho, Yussuf volvió a África abandonando a sus aliados a su suerte. Su ejército de Córdoba se centró en Toledo, donde más adelante volvieron a derrotar -11 años después- a Alfonso VI, en Uclés.
            Después de estas batallas Rodrigo vuelve a Valencia en julio de 1098 y por fin puede disfrutar de la paz en compañía de su familia en su querida Valencia, viviendo en una hermosa alquería. No había ningún peligro en el horizonte. Un año disfrutó de esa tranquilidad tras 32 años de constante batallar. Precisamente en ese año de 1099, en el que no tuvo que participar en batalla alguna, muere Rodrigo Díaz de Vivar el 10 de julio. Su naturaleza aquejada de una enfermedad que arrastraba desde niño, junto con las heridas sufridas en las batallas, condujeron a su muerte cuando tenía 51 años, quedando Doña Jimena como señora de Valencia. A miles de kilómetros, ese mismo día los cruzados conquistaban Jerusalén. Su funeral se realizó con gran boato y asistieron todos los reyes y gobernadores cristianos y aliados. Fue el entierro de un héroe que nunca perdió una batalla, que imponía tal respeto a sus adversarios que ganó varias batallas sin combatirlas. Desmoralizaba tanto al enemigo que su sola presencia, con un ejército muy inferior en número al de ellos, conseguía la victoria. Su carácter en la batalla contagiaba a su mesnada, que lo seguía ciegamente. Además de guerrero fue un gran político, generoso, como muestran los acuerdos de cooperación y ayuda que alcanzó con enemigos a los que había derrotado varias veces. Fue un buen esposo y padre. Vivió siempre muy unido a Jimena. Per Abad, uno de los autores de Mío Cid, escribiría: “Ha salido de este mundo Mío Cid el Campeador/ el día de Pentescostés, ¡de Cristo tenga el perdón!/ Así hagamos nosotros todos, juntos y pecadores./ Éstas son las noticias de Mío Cid el Campeador,/ en este lugar se acaba esta narración”.

El diversas tiendas de Toledo es posible adquirir réplicas fidedignas de espadas famosas, entre las que se encuentran las dos del Cid, en diversos tamaños (yo adquirí como abrecartas una réplica de “la Colada”).

            Conocida su muerte por Yussuf, nuevamente los almorávides atacan Valencia y aunque bien defendida por Alfonso VI, no se pudo evitar que el 5 de mayo de 1102 la villa cayera nuevamente en manos musulmanas, hasta la conquista definitiva por Jaime I. Antes de la caída de Valencia o posiblemente tras ésta (pues Mazdalí, en respeto al caudillo castellano, permitió que los cristianos abandonaran honrosamente la villa, correspondiendo así a lo que era costumbre en Rodrigo siempre que tomaba una plaza almorávide), Jimena y los soldados del Cid se llevaron los restos mortales de Rodrigo hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña en Burgos, donde fue enterrado con su espada Tizona. No está confirmada la leyenda de que el Cid estuvo expuesto sentado en un trono de marfil, junto a su espada Tizona ceñida al costado izquierdo, en la parte derecha del altar mayor y que a los diez años, cuando comenzó a afearse el rostro, fue enterrado, a pesar de que hay muchos escritos, como el del padre Berganza que lo confirman. Sólo sabemos que permaneció en este lugar mucho tiempo y que en 1113 murió Jimena y la hicieron enterrar junto a Rodrigo. Pero en 1842, tras la desamortización y abandono del monasterio, sus restos se custodiaron en una urna en la sala capitular del Ayuntamiento de Burgos, hasta que el 21 de julio de 1921 la urna fue trasladada a la catedral de  Burgos.


Lápida del famoso matrimonio, en la bella iglesia románico-gótica de Burgos. A la derecha, postal antigua.

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No quisiera finalizar esta entrada sin compartir con los lectores un bello vídeo que muestra una de tantas celebraciones que se realizaron el pasado mes de agosto con ocasión de la celebración del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Para quienes lo desconozcan, España es el segundo país del mundo (tras Italia) con más monumentos/paisajes/tradiciones declarados Patrimonio de la Humanidad (ver la lista actualizada de los 47, aquí) y Córdoba es la única ciudad que cuenta con tres de ellos (Medina Azahara, la Mezquita y el casco histórico) y uno inmaterial (la festividad de los patios adornados con flores). Pues bien, en diversas ciudades españolas se realizó "la noche del Patrimonio", siendo precisamente uno de estos espectáculos el que deseo compartir, llevado a cabo en el Alcázar de San Juan (Ciudad Real, Castilla-La Mancha):




10 comentarios:

  1. Vaya Valeria, nos ha dejado usted algo más que desconcertados. ha echado por tierra la imagen que teniamos de Don Rodrigo y la verdad es que resulta razonable y humano lo que señala. Ha levantado usted un buen debate, pero la verdad es la verdad.

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  2. Interesante visión la que señala de nuestro héroe, aunque sea la realidad de su vida cuesta cambiar la imagen que teniamos del Cid, posiblemente porque necesitamos de leyenda e ideales en este mundo tan absurdo. Ha dividido su artículo a la tropa, pero continuará el debate.

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  3. Ya nos temiamos ese final tras leer la primera parte. Muy interesante su artículo aunque derribe la imagen del mito. Aunque en su vida real lo muestra como un gran guerrero nos gusta más el Cid de la leyenda. Buen trabajo

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  4. Pero Valeria, como se le ocurre decir que tamaño guerrero murió el único año que no participó en lucha alguna y además de una enfermedad. Me ha hecho llorar. Saludos

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  5. Buenas noches, Sr. Uribe, siento haberles desmontado la leyenda, pero como he querido dejar patente, Mío Cid realizó numerosas gestas reales sumamente destacables y nada desmerecedoras de tal fama. Por otro lado, el Cantar es maravilloso en muchos aspectos, incluyendo su significado esotérico. Por ejemplo, el pasaje donde en teoría "el que en buena hora nació" deja en ridículo a uno de los infantes de Carrión cuando están con un león al que Rodrigo doblega mientras el infante tiembla de favor (y cuya humillación será causante en parte de la famosa Afrenta de Corpes sufrida por las hijas del Cid a manos de los de Carrión, en venganza), puede verse en clave alquímica relatando perfectamente uno de los últimos pasos de la Gran Obra de transmutación. Por eso no es casual que una de las hijas humilladas se llame precisamente "doña Sol" (lo dicho, lástima de no poder extendernos en estas divagaciones y simbolismos). No quisiera despedirme sin añadir uno de los versos de un poema de Manuel Machado y que concluye diciendo:
    "Calla la niña y llora sin gemido...
    Un sollozo infantil cruza la escuadra
    de feroces guerreros,
    y una voz inflexible grita: ¡En marcha!
    El ciego sol, la sed y la fatiga...
    Por la terrible estepa castellana,
    al destierro, con doce de los suyos
    -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga."

    (¡Cuantos atardeceres en Soria, en la montaña, contemplando la penillanura abajo, oscureciéndose en violetas, con estos versos resonando en la cabeza, fantaseaba creyendo ver las huestes del Cid cruzando al fondo, con sus lanzas y estandartes despuntando en el horizonte!). Saludos.

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  6. Valeria, ¿Alfonso VI no existió en época de Almansor?.

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  7. Gracias por su comentario, Sr. De la Seca, como bien dice, necesitamos creer en hermosas leyendas para olvidarnos un poco de la dura realidad de este mundo, muchas veces absurdo, y puestos a hacerlo, permítame ir más allá. Porque una de las cosas que más lamento de la Historia es que, por una generación, nos privó de una de las batallas más memorables que se pudieran haber producido, un auténtico choque de trenes entre el grandioso guerrero castellano Rodrigo Díaz de Vivar y el no menos genial caudillo árabe Almanzor. ¿Cuál de los dos colosos hubiera vencido al otro?. Eso nunca lo sabremos, pero habría sido grandioso. Saludos.

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  8. Gracias por su comentario Sr. Candau, estoy de acuerdo con Vd. en que la vida del Cid ya es por sí un mito, a pesar de que era más hermosa reflejada en el Cantar del Mío Cid, con el color admirable de la creatividad romántica y su doble lenguaje alquímico –como le señalé al Sr. Uribe-, pero vuelvo a insistir en que la vida de D. Rodrigo Díaz de Vivar fue realmente una gran leyenda, de hecho si nos olvidamos de los aspectos mundanos de su lucha nos quedará siempre la imagen de un héroe que avanzó en la reconquista de España, que frenó a los musulmanes en su mayor avance y que nunca fue derrotado. Eso es lo esencial para su recuerdo, aunque no tenga música. Un saludo.

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  9. Gracias por sus palabras, Sr. Benítez, lamento ser el vehículo de su desgracia. La verdad es que a todos nos gusta tener mitos y si además es una leyenda épica como la descripción literaria de las gestas del Cid, mejor. Pero después llega la verdad y desgraciadamente las leyendas son eso, leyendas. Aunque insisto en que la vida de D. Rodrigo fue suficiente para dejar su propia leyenda, aunque no estuviera fidedignamente reflejada en la poesía, cosa de los juglares. Un saludo.

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  10. Gracias por su comentario, Sra. Gutiérrez, con respecto a su pregunta, de acuerdo con algunos académicos Alfonso VI nació hacia 1040 y debemos recordar que Almanzor falleció en tierras sorianas el 9 de agosto de 1002 cuando, regresando de una de sus razzias (contra la riojana San Millán de la Cogolla), en la salida del conjunto de cañones que utilizaba para adentrarse desde la meseta castellana a las sierras riojanas, se topó con un ejército conformado con las tropas de distintos reinos cristianos -castellano, navarro y aragonés- aguardándole en la fortaleza de Calatañazor (templaria más tarde y cuya fortaleza pertenecería a los Padilla, uno de los cuales capturó varios barcos de guerra holandeses en el Mediterráneo que asechaban poblaciones españolas, hundió al menos un barco en Lepanto, e hizo pasarlo verdaderamente mal a Sir Richard Drake que huyó abandonando a sus hombres a su suerte -que murieron todos ellos-, entre otros méritos). La batalla fue tremenda, mucho mayor en las crónicas árabes halladas en Fez (Marruecos) que en las cristianas, y Almanzor fue herido (o ya venía herido), así que su guardia pretoriana huyó con él en litera hacia Medinaceli, entonces frontera de Al Ándalus. Parte del ejército cristiano le siguió para darle muerte, sacrificándose su guardia pretoriana, al más puro estilo 300 (de Esparta, para frenar a los Persas), con el fin de frenar a los cristianos y dar ventaja a su caudillo para que alcanzara la frontera árabe. Sin embargo, Almanzor ya agonizaba y terminaron en la atalaya soriana de Bordecorex, antiguo castro celtibero, donde murió en brazos de uno de sus hijos que había acudido en su ayuda desde Córdoba, al que lo tenía por digno sucesor suyo (y que sin embargo caería víctima de las intrigas palaciegas árabes, poco tiempo después de su padre). Un saludo.

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