“Soy Rodrigo de Vivar, castellano a las
derechas”, sentencia orgulloso “el Campeador” en el famoso Cantar de Mío
Cid, al darse a conocer cuando un religioso le pregunta su identidad (“a las
derechas” quería decir tener unas convicciones firmes y nobles, ser fiel a sus
principios). Y es que hoy quiero traer al blog al gran e invicto guerrero, D.
Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, un personaje al que la leyenda le
atribuye gestas y actuaciones que han enmascarado el perfil real de este
polémico personaje. Pretendo analizarlo como humano, por sus logros reales y
sus méritos, desenmascarando en gran parte el manto épico que le añadieron los
romanceros, que modificaron sus grandes actuaciones, cambiaron su historia y lo
transformaron en un personaje idílico, casi un dios, al más puro estilo inglés
o de Hollywood. Porque en realidad no hace falta pintar con mentiras ni
exageraciones la vida de uno de los guerreros castellanos más importantes de la
historia, tanto, que ha llegado a trascender las fronteras de nuestro
país. Cierto es que los juglares
encontraron en sus hazañas un buen filón y en ello insistieron romanceros,
poetas y trovadores, que cantaban sus hazañas verdaderas o ficticias, por
palacios, plazas y villas en una época en donde la épica era necesaria para
sobrevivir y difundir los principales acontecimientos que acontecían en los
distintos reinos.
Cuando
apareció Rodrigo los reinos cristianos aún curaban las heridas causadas por los
30 años de terror y derrotas infringidas por las campañas de Almanzor, que
hasta su muerte en 1002 los había derrotado en más de treinta campañas
militares, al ritmo de dos por año. El terror y las razzias por tierras
cristianas continuaron bajo el mandato de su hijo Abd-al-Melik, hasta que murió,
posiblemente envenenado por su madre que quería a su hijo menor en ese puesto,
en el año 1009, dando lugar con ello a una guerra civil entre musulmanes que
llevó a romper el Califato en diferentes Reinos de Taifas con continuas luchas
entre ellos, lo que hizo que algunos pidieran ayuda a los anteriormente derrotados
reyes cristianos para luchar contra sus vecinos. Estas circunstancias hicieron
que cambiara el panorama, dando tiempo a los reyes y condes cristianos a
reforzarse, primero, y después a intentar recuperar los terrenos perdidos ante
Almanzor, a la vez que prestaban ayuda a los reinos de taifas musulmanes,
exigiéndoles una cantidad de dinero anual (parias) por sus alianzas.
Esto hizo
que en aquella época los distintos reinos y condados cristianos estuvieran
continuamente preparándose para la
guerra. Hacían falta ejércitos en las fronteras, a la hora de intervenir en un
enfrentamiento, o en una conquista, ya que el enemigo no era sólo el musulmán
sino también el vecino cristiano que reclamaba localidades fronterizas para su
reino o condado, tanto si estuviera en zona musulmana como en zona cristiana. Era
normal el ataque a un vecino o ser atacado por éste, ya fuese taifa, reino o
condado. Hacían falta historias épicas para levantar la moral del pueblo. Con
las intervenciones triunfales de Rodrigo Díaz de Vivar, que además no era de la
casta noble, se consiguió una fuente de inspiración para levantar la moral de
un pueblo que pasaba necesidades. El Cantar del Mio Cid es uno de los poemas
épicos más grandiosos de la Literatura, pero hay que verlo como tal, ya que a
las heroicidades reales de Rodrigo Díaz no hacía falta sumarles cuentos ni
mentiras; sus gestas ya de por sí lo convertían en un gran guerrero que nunca
perdió una batalla, ni como súbdito de Sancho primero, ni de Alfonso después,
ni como mercenario finalmente.
Detalle de una de las
páginas auténticas (s.XII) que se conservan con el Cantar de Mío Cid. Por lo
general, los juglares componían sus poemas que iban recitando de palacio en
castillo, por cierta suma de dinero. En los monasterios de la época se
conservaba todo el saber de la antigüedad, que era repetidamente copiado por
los monjes, para preservar tal conocimiento o incluso por encargo de algún
noble que deseaba obsequiar con algún tratado que gozara de cierta fama, al
monarca al que contentar. De acuerdo con los entendidos, se considera que
participaron en el famoso cantar de gesta, hasta tres autores (uno de ellos,
soriano, de Berlanga de Duero o alrededores). Abajo, derecha, monumento al
Cantar de Mío Cid, en la localidad burgalesa de Vivar del Cid.
Fue un auténtico héroe. Porque
tenemos suficiente información veraz de esta figura histórica en crónicas,
escritos, menciones y diplomas recibidos de los reyes, tanto de la parte
cristiana como de la musulmana. Grandes investigadores y escritores han buscado
la historia verdadera de D. Rodrigo Díaz de Vivar, como Menéndez Pidal y tantos
otros que se acercaron mucho a la persona real. Un trabajo sin duda interesante
es el de Martínez Díez, que hace un buen resumen de las conclusiones sobre El
Cid. La Historia Roderici y el Códice Carmen Campidoctoris nos enseñan muchas
actuaciones de nuestro héroe. De hecho, en la primera se recoge información
sacada de los archivos familiares de Rodrigo. Pero además de estos documentos también
se dispone de información escrita por enemigos de Rodrigo, como pudieron ser
Ibn Alqama e Ibn Bassan, cronistas contemporáneos del Cid que recogieron su
historia y sus hazañas, como la pérdida de Valencia, conquistada por Rodrigo.
No hace
falta señalar que existe gran diferencia entre el gran guerrero castellano conquistador
de Valencia y el Rodrigo de las leyendas, del que robara las parias del rey musulmán
sevillano al de la jura de Santa Gadea, del de las Cortes de Toledo y el de la
afrenta a sus hijas que ajustó cuentas en el robledal de Corpes, porque casi
todas las hazañas épicas no contiene nada de verdad. Su historia y su grandeza fueron otras.
Tradicionalmente se
viene considerando que “la afrenta de Corpes” con el ultraje a las hijas del
Cid relatado en el Cantar tuvo lugar en las cercanías de la localidad soriana
Castillejo de Robledo, ubicada no muy lejos del límite provincial con tierras
de Burgos. La población posee restos de una fortaleza templaria junto a la que
se encuentra la iglesia de la Asunción, con bellos frescos medievales
preservados relativos al Apocalipsis de San Juan, evangelista predilecto de la
orden de monjes-guerreros.
Su historia
Acerquémonos
en lo posible a la verdad del héroe con sus luces y sombras. Suele haber dudas
acerca del lugar de nacimiento. Algunos autores señalan Vivar, otros Burgos y
otros incluso Palencia. Sin embargo, de acuerdo con las propiedades paternas y
con algún diploma de los recibidos es la aldea de Vivar, que añade a su nombre,
la propuesta más acertada. También hay dudas en su fecha de nacimiento; se citan
varias: 1026, según el padre Berganza; 1043, según Menéndez Pidal y hasta 1054,
según Ubieto Arteta. Sin embargo de las crónicas estudiadas se desprende que
tuvo que nacer sobre el año 1048. Su padre era el infanzón Diego Laínez, que
vigilaba la frontera con Navarra por el río Ubierna y guardaba las tierras desde
Vivar hasta Burgos. Fue un notable capitán que luchó contra los navarros, a los
que arrebató Urbel, La Piedra y el castillo de Ubierna. Esta gesta hizo posible
que su hijo Rodrigo, contando cinco años, marchase a la corte del entonces príncipe
heredero de León, Sancho, para su educación.
Cuando Rodrigo nació reinaba en León Fernando
I, que había sido conde desde 1029 y fue coronado rey en 1038, al estar casado
con Doña Sancha, hermana del recientemente fallecido rey leonés, Bermudo III (muerto
un año antes en la batalla del valle de Tamarón). Fernando I gobernaba además
Asturias, Galicia y parte de Portugal, hasta Coímbra. El primogénito Sancho,
futuro rey Sancho II, 10 años mayor que Rodrigo, lo acogió como paje o doncel.
Armado ya caballero, Rodrigo acompañó al príncipe heredero en 1064 en la
expedición a Zaragoza para cobrar las parias, interviniendo notablemente en la
batalla de Graus, donde murió el rey aragonés Ramiro I.
En diciembre
de 1065 fallece el rey de León Fernando I, repartiendo su reino entre sus
cuatro hijos. A Sancho le otorgó el pequeño condado de Castilla; a su segundo
hijo, Alfonso, el reino de León y Asturias; al menor, García, Galicia y
Portugal; y a Urraca, el condado de Zamora. Coronado rey a final de 1065, Sancho
II hace una expedición militar un año después, en la que iba Rodrigo, por las tierras
aragonesas entonces en poder del rey al-Muqtadir. Rodrigo tuvo entonces una
brillante participación en la toma de Zaragoza. En esa expedición, que levantó
cierta polémica entre los reinos vecinos, el ejército de Sancho II traspasó la
frontera riojana, lo que originó un conflicto entre Navarra y Castilla en 1067.
Rodrigo, ya caballero, capitaneó el ejercito castellano y venció al capitán
navarro Jimeno Garcés, un gran guerrero que dirigía a los caballeros de
Navarra. Este es un dato interesante para saber el año de nacimiento de
Rodrigo, ya que para enfrentarse al navarro tenía que ser caballero y el ya rey
Sancho tuvo que hacerlo en 1066 y para armarle tenía que tener al menos 18
años, lo que confirma que su nacimiento fuese sobre 1048.
Son varias las estatuas
que existen de este personaje, personificación del héroe medieval por
excelencia, como el monumento donado en 1929 por Anna Hyatt a España, al
término de la exposición Iberoamericana de ese año (izda) o la que adorna la
Ruta del Cantar del Cid, pudiéndose leer en su escudo el pasaje que dice: “embrazan
ya los escudos/ delante del corazón/ bajan las lanzas en ristre envueltas con
el pendón,/ inclinan todas las caras por encima del arzón/ y arrancan a
combatir con ardido corazón./ A grandes voces les dice el que en buena hora
nació: ‹‹¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador!/ Yo soy Ruy Díaz, el
Cid, de Vivar Campeador››.”
Esa victoria
sobre el navarro (conocida posteriormente como “la guerra de los tres sanchos”,
al pelear las huestes de Sancho II –capitaneadas por el Cid- contra las tropas
de sus dos primos, Sancho Garcés IV de Navarra y Sancho Ramírez I de Aragón) le
elevó a la categoría de gran guerrero, recibiendo el sobrenombre de Campi-doctor –vencedor de los campos de
batalla- o Campeador. Aseguró su fama
cuando meses después, defendiendo la frontera castellana de Berlanga, derrotó a
un capitán musulmán que dirigía un ejército de Medinaceli.
Con la muerte de la reina madre, Doña
Sancha, en noviembre de 1067, al verse Sancho II más perjudicado en el reparto
de tierras en la herencia, reclama terrenos fronterizos a su hermano Alfonso VI,
rey de León. Tras la negativa de éste se enfrenta a él en la batalla de
Llantada (verano de 1068) y lo derrota, cediéndole León parte de su territorio
pero sin perderse la relación entre ambos hermanos. Lo demuestra el hecho de que
tras el ataque posterior del conde portugués Nuño Mendes al hermano de Sancho,
García (rey de Galicia), el propio Sancho II ataque Galicia con ayuda de su también
hermano Alfonso VI, repartiéndosela ambos (Sancho y Alfonso), desterrando a
García al extremo opuesto de la península: a Sevilla. Tras el reparto no
quedaron conformes los insaciables dos hermanos, por lo cual en 1072 vuelve a
haber un enfrentamiento entre ellos y, en la batalla de Golpejera, Sancho
conquista el reino de León. En todas las
batallas, el rey Sancho contaba con Rodrigo, que ya tenía el nombramiento de alférez y era jefe de la mesnada real,
portando la bandera regia. Tras la batalla de Golpejera, Sancho II ya había conseguido
unir el reino que tuvo su padre, siendo conocido por ello como Sancho II El Fuerte, y exige entonces que su estandarte se enarbole
por todas las provincias de su reino. Esta orden no es aceptada por Zamora -entonces
gobernada por Urraca, hermana de Sancho, Alfonso y García-, provocando que el
rey Sancho acudiera con su ejército a la ciudad. Ante sus muros fue asesinado
el rey, en octubre de 1072, a manos de un soldado de Urraca llamado Bellido
Dolfos, que se hizo pasar por desertor. A pesar de que los jueces de la época
sospecharan de Urraca, nada se halló que evidenciara que la hermana hubiera
estado tras la muerte de Sancho II. Rodrigo acompañó el féretro con los restos
del joven rey (33 años) desde Zamora a Oña (275 km) donde fue enterrado en el
monasterio de San Salvador.
La muerte de
Sancho coge a Alfonso VI en Toledo, invitado por el rey de Toledo Al-Manúm tras
la batalla de Golpejera. Al ser el segundo en la línea sucesoria, y por derecho
de sangre, acude a León a recibir la herencia de su hermano Sancho, muerto sin
descendencia. Allí, los obispos y grandes autoridades de los reinos de León,
Castilla y Galicia avalan su coronación con un diploma fechado el 17 de
noviembre de 1072 y firmado por todas estas autoridades, en el que figura
además la firma de su hermana y de los magnates de Portugal. Para este acto se
recoge la voluntad de Sancho de que, si falleciera sin descendencia, sus reinos
pasarían a su hermano Alfonso, para evitar que existiera discordia en su
sucesión.
Enterrado Sancho II en
el Panteón Real, en Oña (dcha), el Cantar de Mío Cid se tomó la licencia de
hacer que Rodrigo pidiera al rey Alfonso VI que jurara tres veces sobre la
Biblia que no tuvo nada que ver en la muerte del rey Sancho II, motivo por el
cual el nuevo monarca desterraría por su osadía al héroe.
La ausencia de la firma de Rodrigo en
este documento no se interpreta como desacuerdo, tan magnificado por la
leyenda. Simplemente, se considera que el documento debió ser firmado por los
caballeros que tuvieran autoridad condal y no era el caso de Rodrigo ni de
ningún otro infanzón. De hecho nadie niega que Rodrigo estuviera presente en
León en el nombramiento de Alfonso VI como rey de los tres reinos y hay datos
que señalan que antes de la visita del 8 de diciembre de Alfonso al reino de
Castilla, para tranquilizar a magnates e infanzones del reino rival en la época
de su hermano Sancho, ya Rodrigo había reconocido como nuevo rey a Alfonso y
había sido confirmado en su cargo de Alférez Real por el nuevo rey, lo que echa
por tierra el episodio épico de la jura de Santa Gadea en la que Rodrigo exigió
jurar tres veces al rey Alfonso que nada había tenido que ver en la muerte de
su hermano Sancho; era una notable escenificación poética pero sin base real,
ya que Alfonso no tenía por qué jurar nada allí, pues todas las máximas
autoridades religiosas y militares ya lo habían aceptado en León como monarca.
De hecho, existe un diploma de aceptación de Alfonso VI como rey de León en el
que se señalan los nombres de los que le aceptaron como rey, en grupos en orden
ascendente según la importancia de los personajes. En el cuarto grupo se recoge
a diez magnates sin dignidad condal y en él aparece Rodrigo, en octavo lugar.
Rodrigo siempre aceptó
a Alfonso VI como su nuevo rey
El nuevo rey
acepta a Rodrigo en su séquito como vasallo y le otorga diferentes cargos
importantes, lo que le hizo conservar un lugar preferente como magnate en su
reino. De hecho, Alfonso VI aprueba el matrimonio de Rodrigo con una sobrina
suya, Jimena Díaz, hija de Diego, conde de Oviedo, con lo que se echa también
por tierra la bella historia imaginaria en la que su mujer se cita como Jimena
Gómez y es hija del conde de Gormaz, a quien Rodrigo había matado en un duelo.
Cristina, la madre de la esposa de Rodrigo, era prima carnal del rey por la
línea de su padre, el rey Fernando. Jimena tenía tres hermanos perfectamente
identificados; el mayor, también llamado Rodrigo Díaz fue conde en Cangas de
Narcea, condado que tras su muerte heredó su otro hermano, Fernando. Su tercer
hermano (hermana, más bien) era Audovita Díaz.
Con su matrimonio, que elevó la
categoría real de Rodrigo, se piensa que el rey Alfonso VI quiso unir a un
personaje tan importante en Castilla con familias del reino de León para
reforzar la unidad del reino. Desde entonces Rodrigo acompañó al rey en sus
expediciones por tierras castellanas, haciendo méritos para lograr un condado
pero no obtuvo ya que hasta 1077 sólo cuatro magnates accedieron a condes:
García Ordoñez, Gonzalo Salvadóre, Gómez González y Munio González.
La relación con Alfonso no fue
siempre afortunada. En 1079 el rey manda por separado a Granada al conde García
Ordoñez (que gobernaba la Rioja y estaba casado con Urraca, hija del rey
navarro), y a Rodrigo a Sevilla, para cobrar las parias (10.000 mizcales de
oro). Cuando García Ordoñez llega a Granada se encuentra que el rey de esta
taifa estaba enfrentado con el de Sevilla, por lo que solicita al conde que le
ayude. El conde García Ordóñez accede, ya que le obligaba el acuerdo por el que
debía cobrar las parias, y se pone en marcha hacia Sevilla con su mesnada y con
parte del ejército granadino.
Si había alguien que se
llevara entre sí aún peor que los reyes cristianos, esos eran los árabes. Tras
la caída del Califato de Córdoba -propiciada por el manipulador y ambicioso
Almanzor, “el victorioso de Alá”-, los envenenamientos, traiciones y muertes a
manos de gentes de su propia raza fueron hechos habituales en el mundo árabe
occidental, fragmentado en distintas Taifas en las que las muertes se sucedían desde
los harenes (entre mujeres, entre éstas y los hijos de otras), hasta entre los
capitanes, consejeros e incluso reyezuelos. En la imagen, mapa de los reinos de
Taifas, busto de Almanzor en la localidad soriana de Calatañazor (donde sufrió
su última derrota) y representación de un agonizante Almanzor transportado por
sus hombres que huyen de las tropas cristianas (el caudillo musulmán fallecería
pocas horas después junto a la atalaya de Cantojar, Soria, tratando de alcanzar
la frontera árabe situada en “la ciudad del cielo” Medinaceli).
Por su parte
el rey de Sevilla pide ayuda a Rodrigo, que también estaba obligado por el
mismo acuerdo, motivo por lo que sale al encuentro de la expedición granadina.
Se encuentran en Cabra y allí se celebra una auténtica batalla, derrotando
Rodrigo al favorito del rey Alfonso, al que encerró durante tres días y le
arrebató como botín de guerra sus tiendas, pertrechos, e incluso algunos
regalos que parece iban destinados al rey Alfonso. Se había ganado un enemigo
potente muy cercano al rey, produciendo un hondo pesar en Alfonso VI, que dejó
de confiar plenamente en Rodrigo, aunque procuró disimularlo, ya que en 1080
había un concilio en Burgos y Alfonso necesitaba a Rodrigo en su séquito. Sin
embargo, un año después, Alfonso recibe petición de ayuda del rey de Toledo, Al-Qadir
(nieto del rey que lo recibió en su destierro), pues el rey de la taifa de
Badajoz Al-Mutawakkil, que antes se había negado a pagar las parias a Alfonso,
había invadido Toledo. Alfonso acude con su ejército en su ayuda, llevando entre
otros al conde García Ordoñez. Esta expedición fue pagada generosamente por
Al-Qadir, dado que le restituyó en el trono de Toledo. Rodrigo no acompañó a
Alfonso en esa misión porque se encontraba muy enfermo, siendo la primera vez
que se cita la enfermedad del Cid. Cuando estaba recuperándose, le informan de que
un grupo de musulmanes había atacado la fortaleza de Gormaz llevándose un
fuerte botín. Rodrigo prepara su ejército y realiza una dura incursión por
tierras toledanas, en la zona gobernada por Al-Qadir (el “amigo” de Alfonso VI
repuesto en el trono toledano), quien presenta una fuerte queja a Alfonso VI
por la devastadora incursión de las tropas castellanas. El rey Alfonso, para
evitar cualquier sospecha por parte del árabe sobre la posible implicación del
monarca en tal incursión, dicta la orden de destierro contra Rodrigo y sus
vasallos, al que sale en 1081.A partir de este momento, Rodrigo inicia su vida
de mercenario.
El Cid mercenario
Se dirigió a
Barcelona para ofrecer sus servicios a los condes de Berenguer, que lo
rechazaron; después acudió a Zaragoza, donde gobernaba el gran rey Al-Muqtadir,
ya enfermo, que lo aceptó con agrado. Tras su muerte, el reino de Zaragoza es dividido
entre los dos hijos: para Al-Mutamin (que mantuvo el mismo trato con Rodrigo), Zaragoza,
y para su hermano, el belicoso Al-Hayib, Denia, Tortosa y Lérida. Deseoso este último
de conquistar Zaragoza, se alinea con el conde de Barcelona, Berenguer II, y
con el rey de Aragón y Navarra, Sancho Ramírez, atacando la amurallada Zaragoza.
Rodrigo los derrota en la batalla de Almenar (1082) donde murieron la mayor
parte de los caballeros de la coalición, cogiendo prisioneros a grandes condes,
incluido el conde de Barcelona, Berenguer Ramón II, y los condujo cautivos al
castillo de Tamarite, donde aguardaba el rey Al-Mutamin, que lo recibió en medio
del júbilo de la población de Zaragoza. Como mercenario del rey de Zaragoza,
Rodrigo realizaba expediciones saqueando las tierras cercanas a Monzón (en poder
del rey Sancho Ramírez) y después por tierras de Morella, del rey de Lérida,
cortando el acceso a Valencia, para las tropas cristianas. Al-Hayib pide ayuda
a Sancho Ramírez y atacan a Rodrigo en Morella, cerca del Ebro. Rodrigo les
derrota el 14 de agosto de 1084, tomando más de 2000 prisioneros, entre los que
había condes y obispos. Tras esta batalla los soldados musulmanes de Zaragoza
le añadieron el apelativo de “Sidi”
(señor). Es de suponer que las hazañas del héroe llegaran a oídos el monarca
castellano, dado que seguramente los primeros cantares que compondrán el Cantar
de Mío Cid, ya sonarían entre los diversos castillos haciendo saber de las
correrías de Rodrigo. Alfonso VI contacta con él y hace las paces, si bien ni
se habló de vasallaje, ni Rodrigo volvió a Castilla.
Izda, figuración de Santiago
“matamoros” en el Beato de Ginebra. Centro: representación de tropas cristianas
en el Beato de Magius, de San Miguel de la Escalada (en poder de la Morgan Library
de NY; muy sonado fue cuando la entonces alcaldesa de Gradefes y varios
expertos españoles entre los que figuraba el director del museo de León, solicitan
en 2007 a la institución que les cedan por un tiempo el Beato, con el fin de
conmemorar su creación en el siglo X en el lugar de origen, respondiéndole el conservador
de la Morgan Library, William Voelkle, que no será posible “en mucho tiempo” y
que por 13.000 euros tienen disponibles varios facsímiles de la obra, de la que
además duda de su creación en San Miguel de la Escalada, citando trabajos de “expertos”
norteamericanos que contradicen las afirmaciones españolas; sin comentarios). Dcha,
representación de tropas árabes en el Beato de Urgell.
El 25 de
mayo de 1085, Alfonso VI conquista Toledo y hace una incursión por Andalucía. Llega
después a sitiar Zaragoza, manteniéndose Rodrigo al margen. Los reinos
andaluces piden la ayuda del emir Yussuf, de 65 años, que desembarca en
Algeciras y, reforzado con los ejércitos de las taifas del sur, avanza contra las
huestes de Alfonso VI. Este rey sale al encuentro de los árabes rodeado de
todos su condes y vasallos, menos de Rodrigo, al que no llamó. El 23 de octubre
de 1085 se enfrentan ambos bandos en Sagrajas, cerca de Badajoz, siendo
derrotado el ejército cristiano y perdiendo Alfonso VI todas las tierras que
previamente había conquistado. Y si no perdió las de su propio reino fue porque
Yussuf tuvo que volver urgentemente a África, tras la muerte de su hijo. Se
sucedieron un número excesivo de derrotas
para Alfonso VI y sus afamados capitanes, siempre con la excepción de Rodrigo.
Consciente de ese hecho, Alfonso se ve obligado a llamar a Rodrigo para la
defensa de su reino, ya que desconocía que Yussuf había vuelto a África, y tras
nombrarle gobernador de siete fortalezas, Rodrigo vuelve a Castilla, a la
cabeza de los magnates castellanos.
Para no alargar
en demasía esta entrada, continuaremos con la historia en la siguiente.
Interesante trabajo, Valeria. No creía que los poetas modificaran tanto la historia del Cid Campeador. Esperaremos a la segunda parte. Buen trabajo.
ResponderEliminarGracias por sus palabras, Sr. Uribe. Es que piense que en esa época los juglares eran los periódicos y noticiarios de aquella época. Además es que en la batalla del Guadalete se diezmó a las tropas godas (a lo que hay que añadir la alta mortandad infantil, de ahí que muchos relieves en las iglesias, bajo los tejados -los llamados canecillos- en ocasiones tuvieran alta carga erótica, para algunos estudiosos porque de esta forma se pretendía fomentar la fertilidad y las intensas relaciones sexuales dentro del matrimonio), de manera que los juglares hacían un doble papel: informaban a los nocles que los contrabajan para amenizar la comida o cena, de lo que sucedía en otros lugares y reinos, y exageraba las victorias contra el sarraceno a fin de reclutar más soldados para la causa. Recordemos que incluso varios Papas y numerosos clérigos predicaban por toda Europa el perdón de los pecados si se marchaba a tomar Tierra Santa para los cristianos y si no se podía, en su lugar se les ofrecía participar en la Cruzada contra el infiel en la Península Ibérica, para expulsarlos del continente (de hecho, Carlomagno frenó el avance musulmán ya en tierras francesas, entraron con ímpetu, si bien otros académicos creen que tan asombroso avance lo lograron gracias al apoyo de los judíos, cansados de los abusos por parte de los Godos, arrianos: cristianos, que no católicos; y de sus impuestos que no paraban de crecer; es una explicación que me convence, de hecho hubo dos comandantes árabes luchando por conquistar más que el otro: Musa -superior en mando a Tariq-, y Tariq -que al desembarcar en la península puso su nombre al lugar, Tarifa- pues bien, Tariq era judío al servicio de los sarracenos). Disculpe que me haya extendido pero este tema me apasiona. Saludos.
EliminarHola Valeria! No sabía muy bien dónde dejarle mi nueva consulta , pero entonces me he encontrado con esto, y me ha parecido una buena idea comentárselo aquí .
ResponderEliminarResulta, que en un viejo libro, del cual le mando el enlace, encontré una “leyenda “ sobre una
Ciudad con 13 puertas, llamada Iberia, cuyo rey era Hijo de Tubal, la cual los autores nombran más de una vez en el citado libro, dando incluso referencias que hoy en día siguen en La misma localización. Citan varias fuentes, la más antigua el becerro de behetrías.
Se que es una barbaridad pedirle que se lea el libro entero ( aunque no me extrañaría nada que ya lo haya hecho ), una de las veces que se nombra este tema que comento, se encuentra en las páginas 24 y 25.
Le importaría darme su inestimable opinión ?
También quería preguntarle , a qué cree usted que se debe el hecho , de que un libro que parecer estar hecho para promocionar El Valle de Valdivielso al clero, esté censurado .
Sin más, me despido como siempre, esperando impaciente e ilusionada su respuesta. Gracias.
https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=10065740
Buenas tardes, Sra. Díaz, gracias por su comentario (¡y por el libro!). Lo cierto es que en concreto esa obra no la conocía, si bien mucho de su contenido ya me era conocido. Por cierto, veo que menciona al conde Fernán González (pág.23), alcaide de Soria y al que se le atribuye la construcción del castillo que controla los territorios extramuros templarios, junto a la "curva de ballesta" que describe el Duero en torno a Soria, que rimó tan magistralmente Antonio Machado (y en cuya curva, por cierto está la sumamente esotérica cueva-santuario que fue hogar el eremita godo y patrón de Soria, San Saturio, cuyo busto se ajusta al enigmático Baphomet templario, ¿el nombre de la sierra sobre el que se asienta? Santa Ana, cómo no, la madre de la Virgen, esto es la Madre de las Madres, la Madre Tierra; curiosamente los cronistas latinos anotaron que el pueblo prerromano asentado junto al Guadiana o río Ana usaban esa palabra, Ana, para referirse a una cueva; mi sorpresa fue mayúscula cuando al visitar la Isla de Pascua me dijeron que los antiguos pobladores daban igual significado a esta misma palabra).
EliminarPero regresemos a su duda, la ciudad de Iberia. La verdad es que de esta leyenda han sido muchos los que se hicieron eco de ella, incluyendo a mi admirado Adolf Schulten -aprendiz del descubridor de las ruinas de Troya, Heinrich Schliemann- y descubridor de la capital de la gran Celtiberia, Numancia, cuyas excavaciones llegó a pagar de su propio bolsillo pues nadie le creía ya que creían que Numancia se ubicaba en otra provincia y cuando comenzó a dar frutos, lo quitaron del medio para proseguir con las excavaciones académicos españoles, ante lo cual el alemán -convencido de la cuna de la civilización de Occidente estaba en la Península Ibérica, contra los propios académicos españoles y portugueses que consideraban a los pueblos peninsulares meros mal imitadores de toda influencia externa- decidió irse a Doñana en busca de la mítica Tartessos). Tal es así que como el autor del libro que adjunta señala, posiblemente el nombre del río Ebro procedió de Iberia. Aún hay más ya que como nuevamente señala el libro que enlaza, las leyendas milenarias atribuyen la fundación de la ciudad Iberia al rey tartesio Ispar, del que algunos autores creen derivar la denominación "Hispania" (por tanto, no sería latina, de manera que nuevamente el Imperio Romano habría tomado prestada la denominación de los poblados prerromanos, como les copió mucho armamento, el empleo de la caballería en las batallas y tácticas militares peninsulares, las capas de pastores de Celtiberia, el Garum tartesio, etc, etc, etc).
Ahora bien, siempre que leo sobre esta leyenda sobre un castillo con trece puertas (en verdad, si atendemos bien sería más propio hablar de un castro amurallado), no puedo dejar de recordar la leyenda de la caída de España a manos de los musulmanes y que precisamente los Godos remontaban a tradiciones milenarias peninsulares. Se la recordaré: según tales leyendas, cada nuevo rey que se alzaba en el trono, añadía un nuevo candado o una nueva puerta, además de más joyas y riquezas, so pena de suponer la caída de la Península si se hacía lo contrario. Y allí, en la puerta número 13 (o candado), llegará el curioso rey godo D. Rodrigo, que lejos de añadir su puerta correspondiente, decidió abrir todas las anteriores para cotillear qué se guardaba tan celosamente. Y claro, supuso la fulminante invasión islámica. De hecho, algunos autores creen ver precisamente en esta leyenda tan arraigada en las tradiciones populares peninsulares, el temor supersticioso al número 13. En esta leyenda, la variación está en la ubicación, que se llevan este castillo de ubicarlo en la frontera cántabra-castellano leonesa, a la mismísima capital peninsular goda: la cabalística Toledo. Y fue allí en una de mis visitas donde adquirí varios libros sumamente curiosos sobre leyendas de esta ciudad eterna. Pues bien, ese castillo estaría sobre la llamada Cueva de Hércules -sí, exacto, cómo no, nos terminó saliendo a relucir este héroe peninsular, tartésico, tan asociado a los monarcas tartésicos por ejemplo en la leyenda del faro de La Coruña- ¿es casual que muchas monedas tartésicas lleven el rostro de este héroe con su característica piel de león de Nemea en la cabeza, en lugar del dios ibero Endovellico?). Precisamente en esta cueva de Hércules, en Toledo, estaba la enigmática Mesa de Salomón, cuya leyenda y las crónicas reales de su hallazgo podrá encontrarla en mi obra "Jesús y otras sombras templarias"; y si desea leer todo tipo de detalles de la búsqueda de este objeto llevada por los SS nazis durante el franquismo que incluso trajo a España a Himmler, le remito a mi obra "Hitler quiere el grial". En estos dos libros encontrará bien explicado, y acompañado de numerosas fotografías, todo tipo de pormenores y otras tradiciones, hallazgos, ... y demás cuestiones relacionadas con este apasionante asunto que me resulta imposible sintetizar aquí. Un saludo.
EliminarValeria! Como siempre , sus aportaciones me resultan casi oráculos!! Donde me recomienda adquirir sus libros? Muchas gracias otra vez!
ResponderEliminarHola Sra. Díaz, muchas gracias por sus palabras. Con respecto a su pregunta, si acude en esta web a la sección "Libros" encontrará mis publicaciones y en cada uno se señala el enlace a las editoriales correspondientes que han publicado las obras. Me consta también que los tiene en Amazon, si compra online, tal vez a precios más asequibles. Gracias por su interés. Un saludo.
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