viernes, 4 de mayo de 2018

Gonzalo Pizarro, ¿héroe o rebelde traidor al emperador español Carlos I?

            A lo largo de la historia del Imperio español muchos han sido los grandes militares y admirables hombres de acción que se han visto traicionados y despreciados por mediocres, envidiosos y acomplejados dirigentes del gobierno español. Baste citar como ejemplo a nuestro gran almirante D. Álvaro de Bazán, conquistador de Lisboa y de Portugal para la España de Felipe II, que fue apartado del mando en vísperas de la partida de la “Gran y Felicísima Armada”, conocida como Armada Invencible por los ingleses. O como nuestro otro gran almirante, D. Blas de Lezo, que derrotó con un par de miles de soldados y nativos a la mayor flota inglesa construida hasta el desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial, cuando deseaba conquistar Cartagena de Indias, y salvó el imperio español para el rey Felipe IV (el animoso, primer Borbón) y sin embargo fue degradado. Ambos almirantes contaron por victorias todas sus múltiples batallas, actuaciones que no bastaron para tener el agradecimiento y el respeto de su monarca. Otros acabaron en el patíbulo como el descubridor del Océano Pacífico, Vasco Núñez de Balboa. Son tan sólo ejemplos de los múltiples casos de nulo reconocimiento que ocurrieron en la historia de España.

De izquierda a derecha: Vasco Núñez de Balboa, Álvaro de Bazán y Blas de Lezo.

            Hoy voy a hablar de un personaje polémico, con el que tampoco se hizo justicia. Me refiero a Gonzalo Pizarro Alonso, uno de los conquistadores del reino del “Pirú” que abarcaba Perú, Ecuador, Bolivia, parte de Chile, de Brasil…
        Sus hazañas, durante la conquista de este reino inca fueron tildadas de crueles y feroces, creciendo con él una leyenda de tirano y malvado asesino en una época en la que las batallas eran muy cruentas y en las que se enfrentaba a un enemigo cruel, conocedor del terreno, muy superior en número y muy preparado para la batalla. Su final ocurrió en Jaquijahuana, 23 km al norte de Cuzco. La historia dice que allí se enfrentó, en abril de 1548, a las tropas imperiales comandadas por el regente sacerdote jorobado Pedro de La Gasca, recomendado para ese cargo por el príncipe Felipe, hijo del emperador español Carlos I, del que había obtenido poderes ilimitados para neutralizar la “rebelión” capitaneada por Gonzalo. Este sacerdote, que acabó sus días siendo Obispo de Sigüenza, llegó a Perú a principios del verano de 1547 con su Biblia, varias cédulas reales en blanco y acompañado por dos monjes, con el título de “Pacificador” y como presidente de la Real Audiencia de Lima. Las tropas imperiales estaban formadas por soldados veteranos de diferentes virreinatos americanos que llegaron a la llamada del representante imperial. Con él estaban personajes de la categoría del mariscal Alonso de Alvarado, Garcilaso de la Vega, Diego Centeno, Vázquez de Cepeda o el almirante Pedro de Hinojosa.

De izquierda a derecha: Pedro de La Gasca, Alonso de Alvarado y Diego Centeno.

La mayoría eran traidores a Gonzalo Pizarro, ya que le habían convencido para que se levantara contra el virrey y después desertaron de su ejército, si bien entonces la palabra “desertor” sólo se aplicaba a los que traicionaban al rey español. Pues bien, todos aquellos ilustres militares y otros más, contaban con un largo historial de batallas y conquistas en el Nuevo Mundo y se enfrentaban, con un contingente de soldados experimentados, seis veces mayor en número, al general Gonzalo Pizarro. Cuentan que allí fue derrotado y ajusticiado, pero la realidad fue que no hubo batalla, que una buena política del monje inquisidor La Gasca, tan desconfiado como sibilino, hombre poco misericordioso, actuando por libre con un odio visceral y una envidia vengativa a G. Pizarro, consiguió que en el momento de la batalla, la mayoría del ejército de Pizarro se pasara al bando imperial que él mandaba. Ya desde mucho tiempo antes, La Gasca había movido inteligentemente sus piezas, repartiendo secuencialmente por todas las iglesias y sedes de gobierno zonales dos cédulas del  rey, escritas secretamente por él, en las que señalaba, en la primera, que se ofrecía el perdón a todos los sublevados si se entregaran y, en la otra, que se derogaba la nueva ley que hizo que las grandes familias del “Pirú” se levantaran contra la corona. El resultado final fue que los soldados indisciplinados y sin principios de Gonzalo cambiaran de bando, comenzando por los capitanes Diego Vázquez de Cepeda, oidor de la Real Audiencia de Lima, y Sebastián Garcilaso de la Vega, padre del cronista Inca Garcilaso, que arrastraron a la mayoría de los capitanes de Gonzalo, a los que les ofrecieron la amnistía, el mantenimiento del cargo y más fortuna. Sólo permanecieron al lado de Gonzalo un centenar de fieles, entre los que destacaban su lugarteniente, el experimentado y duro capitán, el viejo Francisco de Carvajal (denominado por su bravura el demonio de los Andes), Juan de Acosta, su fiel compañero de tantas expediciones y otros que se fueron sumando a su larga trayectoria de armas como Martín de Robles, Cermenno, Guevara… Cuarenta y ocho de ellos, entre los que estaban los mencionados, fueron ejecutados, ahorcados, menos Gonzalo Pizarro, que por su rango fue decapitado, y el resto recibieron como castigo azotes, destierro, trabajo en las galeras y confiscación de bienes. La maldad del capellán La Gasca llegó a tal punto que desoyó las solicitudes de clemencia que capitanes, generales y gobernadores le hicieron llegar de forma unánime.

Hasta el mismo Pedro de Valdivia, conquistador y gobernador de Chile acudió a Jaquijahuana para interceder por su compañero de armas, Gonzalo Pizarro, recibiendo la misma respuesta que el resto. La malicia del monje La Gasca tuvo su culminación rellenando secretamente otra de las cédulas reales firmada por Carlos I, en la que ordenaba su ejecución.  Pero conozcamos algo más de esta historia. Para ello habría que retroceder al comienzo de todo, siguiendo los pasos de su hermanastro (hermano por parte de padre), más de treinta años mayor que él, el conquistador del Perú Francisco Pizarro, que fue quien lo llevó a las Indias. Veamos el motivo.
            El gran conquistador Francisco Pizarro nació en 1478 en Trujillo, hijo natural aunque bastardo, del capitán Gonzalo Pizarro, a quién acompañó desde muy joven en las guerras locales. Luchó junto a él en las guerras de Italia, donde formó su carácter y dotes de mando. A la vuelta, con 24 años acompañó al nuevo gobernador de La Española, Nicolás de Ovando, participando en algunas incursiones. En 1510 formó parte de la expedición de Alonso de Ojeda por América Central. Después fue capitán de Vasco Núñez de Balboa, yendo en la expedición en la que, en 1513, descubrió el Océano Pacifico. Allí fue donde Balboa escuchó por primera vez la existencia de un reino con mucha riqueza más al sur, que los indios llamaban Pirú. Mientras Balboa solucionaba sus problemas con su suegro, el gobernador Pedrarias Dávila (Pedro Arias de Ávila, el gobernador más odiado de la conquista) y construía tres naves para viajar al Pirú, Pizarro fue nombrado regidor y alcalde de la ciudad de Panamá, donde se enriqueció. Llamado por Pedrarias, fue el encargado de arrestar a Balboa. Utilizando la información de Balboa, unió su fortuna a la de su paisano, el conquistador extremeño Diego de Almagro, con el que inició la conquista de Perú. A este conquistador se le considera el descubridor de Chile y de Bolivia. Pronto comenzaron los problemas entre ellos, ya que mientras Almagro buscaba tropas y víveres en Panamá, Francisco Pizarro viajaba en 1529 a España para negociar con el rey Carlos I las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), en las que se le nombraba gobernador, capitán general, adelantado de las nuevas tierras, caballero de la Orden de Santiago y juez.

 De izquierda a derecha: Almagro, muerte de Francisco Pizarro y Pedro de Valdivia.

Este nombramiento no llevaba la firma de Carlos I, que estaba en Bruselas, sino de su madre, la reina Juana. Esta designación real provocó el recelo y la frustración de Almagro. Se cree que antes de la vuelta de ese viaje, Pizarro acudió a Trujillo para recabar hombres de confianza para su expedición de conquista y quién mejor que sus hermanastros por parte de padre, Hernando, Juan y Gonzalo (posiblemente conociera a los dos últimos por primera vez). Francisco era el mayor, seguido de Hernando (su hermano legítimo) y Gonzalo, el menor. Este último había crecido bajo el control de su hermano Hernando. Los cuatro hermanos viajaron a las Indias en 1530 y los tres participaron brillantemente en la conquista del imperio inca. Con ellos iba un primo, llamado Pedro Pizarro, que si bien participó en la conquista no tuvo la relevancia de sus primos, ya que servía como simple soldado. De hecho, tras la muerte de Almagro en Salinas, se retiró a Arequipa, población fundada por sus  primos. Su última actuación bélica la realizó tras la muerte de Francisco Pizarro, ayudando al entonces gobernador sustituto Vaca de Castro en la batalla de Chupas contra el hijo de Almagro. Después se retiró nuevamente a Arequipa en donde hizo fortuna y no acudió a la llamada de Gonzalo en “su rebelión” contra la corona española. Gonzalo participó brillantemente en la captura del emperador inca Atahualpa el 16 de noviembre de 1532 y posteriormente en la conquista de Cuzco, de la que fue nombrado regidor. Fue uno de los distinguidos defensores de esa ciudad, en 1536, ante el contraataque del numeroso ejército inca mandado por Manco Inca, que logró rodear Cuzco con miles de guerreros. Bajo las órdenes de Hernando Pizarro y al mando de uno de los cuerpos de caballería, Gonzalo Pizarro logró romper el cerco y conquistar la fortaleza de Sacsayhuamán, donde murió su hermano Juan, en mayo de ese año. No pudo perseguir a Manco Inca ya que mientras preparaba la expedición con su hermano Hernando llegó a Cuzco el ejército de Diego de Almagro, tras su fracasada expedición a Chile. Almagro ocupó Cuzco, arrestando a ambos hermanos, comenzando la guerra con Francisco por la disputa de Cuzco. Hernando, prudente compañero de Almagro en muchas batallas, fue liberado por éste y Gonzalo escapó de su prisión. Hernando y Gonzalo reorganizaron el ejército pizarrista y atacaron a Almagro, derrotándole en la batalla de Salinas, (6 de Abril de 1538) donde le apresaron y le ejecutaron sin juicio previo. Después, los dos hermanos continuaron la lucha contra los amotinados incas mandados por Manco Inca, conquistando el Collao y Charcas (actual Bolivia) tras las batallas de Desaguadero y Cochabamba, consiguiendo frenar el levantamiento. Fundaron la ciudad de La Plata (hoy Sucre) donde comenzaron la explotación de las minas. Su hermano Francisco, el gobernador, otorgó a Gonzalo la rica encomienda de Chaqui, mientras enviaba al líder Hernando a España para explicar al rey lo sucedido con Almagro. Hernando Pizarro fue arrestado y encarcelado nada más llegar.

De izquierda a derecha: Hernando Pizarro, Cristóbal Vaca de Castro

            Una vez pacificado el país, Francisco nombró a su hermano Gonzalo gobernador de Quito, al otro lado de los Andes, para que iniciara la búsqueda y conquista del país de la canela y El Dorado. Las opiniones entre los gobernadores españoles señalan que todo fue una estrategia de Francisco para quitarse competencia de encima. Aunque le reconocían como un gran militar y le temían por ello, siempre opinaron de Francisco Pizarro que era un ave de rapiña, sin la nobleza e inteligencia de su primo Hernán Cortés, que era viejo (inició la conquista de Perú a la edad de 60 años),  continuamente insatisfecho, despiadado, calculador y pensando siempre en sus posibilidades e intereses. De ahí que eliminara a los que podían hacerle sombra. Primero a su socio y compañero Almagro, al que robó sus posesiones y riquezas. Al más inteligente y preparado de sus hermanos lo envió a la Corte sabiendo que le iban a apresar. Su hermano Juan había muerto en Cuzco y a su hermano menor, Gonzalo, el más inquieto e impulsivo, le envió a una misión de difícil retorno.

El imperio español en América se llegó a extender desde el límite superior de los Estados Unidos hasta la Patagonia argentina.

Señalan que de hecho la única gesta militar de Francisco Pizarro fue el apresamiento de Atahualpa, ya que en el resto de las grandes batallas intervinieron y las ganaron sus hermanos (Gonzalo nunca perdió una batalla). De ahí que aquel domingo de junio de 1541 nadie en las calles de Lima intentara frenar a aquella pandilla de trece desventurados, simpatizantes del hijo del difunto Almagro, al que llamaban Almagro “el Mozo”, empuñando espadas y oxidadas picas, avanzaban hacia el palacio del gobernador pidiendo a gritos la muerte del tirano-asesino Francisco Pizarro. En el palacio celebraba un banquete con  todos sus “amigos”, que al ver la entrada de la pandilla huyeron por las ventanas, aprovechando que el marqués-gobernador acudía a su aposento para coger su armadura, que no pudo usar al fallarle una hebilla, y su espada. El viejo marqués, con el único capitán que quedó en el salón y dos criados hicieron frente a la pandilla. Los dos militares llegaron a eliminar a la mitad de ellos, quedando al final el anciano marqués peleando contra ocho asaltantes. Recibió varias estocadas y antes de caer eliminó a tres enemigos más. Dicen que agonizante en el suelo, con su sangre pintó una cruz que besó antes de que uno de los asaltantes destrozara su cráneo con un orinal.
            Gonzalo llevaba casi dos años fuera. Había salido de Lima cruzando los Andes con un ejército bien preparado de 400 soldados y 3000 indios de apoyo en busca del país de la canela. En Quito, de donde era gobernador, recogió a su paisano y compañero de conquista, Francisco de Orellana, con un pequeño ejército. Le nombró su lugarteniente y juntos penetraron en una selva estremecedora, con un clima infernal que devoraba todo el avituallamiento, con insectos y reptiles terribles, sin agua potable ni comida y con tribus que continuamente les atacaban utilizando flechas envenenadas. Avanzaron por esa selva tupida e infinita sin provisiones hasta encontrar el Río Grande (llamado hoy Amazonas). Allí, en un nuevo enfrentamiento con las tribus locales capturaron a un par de indios, que informaron a su pesar de que río abajo había un lugar con alimentos y caza. Construyeron en tres meses un bergantín de dos palos, talando árboles, y Gonzalo Pizarro envió a Orellana con parte de los soldados en busca de alimentos. Pero Orellana les abandonó y no volvió. Siguió su avance hasta la desembocadura del río al océano y allí navegó hacia el norte, por Nombre de Dios, y desde allí hacia España para reclamar su descubrimiento, evitando las costas de Perú. Ya en España pudo salvarse milagrosamente de la acusación de traidor hecha por Gonzalo Pizarro.
             Casi tres años después, volvió Gonzalo a Quito con 36 esqueléticos supervivientes. Allí había un gobernador en su puesto, Baltasar de Camporredondo, que le informó de la muerte de su hermano Francisco. Gonzalo no fue bien recibido por las autoridades gubernamentales, aunque todo el mundo le respetaba. Era el hermano más reflexivo de los Pizarro y aquella expedición le había dado la sensatez, caballerosidad y nobleza que tiempo atrás no tuvo. El pueblo le admiraba y le quería. De hecho, fueron muy muchas las recepciones que le solicitaron. Se puede decir que todos los notables pidieron audiencia para mostrarle sus respetos. Cuando pensaba volver a Lima para ayudar al nuevo gobernador, Cristóbal Vaca de Castro, a luchar contra los últimos almagristas dirigidos por el hijo de Almagro, recibió una carta del gobernador desechando la oferta, ya que no quería tener a un Pizarro cerca del poder, y le ordenaba que se dirigiera a sus posesiones cerca de Potosí. Allí viajó con su compañero y capitán, Juan de Acosta, y con todos los soldados sobrevivientes que quisieron acompañarles. En sus grandes posesiones se dedicaron a levantar la ciudad, a la extracción de plata y a la caza. También se encargó de que los indios fueran pagados, alojados y alimentados adecuadamente. Ordenó que desapareciera el látigo, cesando a los encargados de las canteras y a los capataces de las plantaciones donde se criaban llamas, ovejas y cerdos que trajo desde la costa, así como maíz y cereales. En su mesa, de más de cien comensales, comían con él todos los que lo desearan. Gonzalo Pizarro presidia la cabecera, mientras las dos primeras sillas, a ambos lados de la mesa, siempre quedaban vacías, en señal de respeto de los comensales. Con estos cambios y perspectivas, pronto la ciudad comenzó a crecer.

Hernando Pizarro y su capitán Juan de Acosta impulsaron las explotaciones mineras de Potosí, donde el primero tenía su hacienda. Como muestra la imagen, emplearon numerosas llamas para el transporte del preciado metal (plata y oro).

            En una próxima entrada trataré de las causas de la “rebelión” de Gonzalo Pizarro, quien, esperando confirmación del emperador Carlos I al nombramiento de gobernador del Perú, que le correspondía por el Pacto de Toledo, fue decapitado por orden del sacerdote consejero del Tribunal del Santo Oficio, La Gasca, en medio del respeto de su pueblo y sin perder su dignidad en ningún momento.


12 comentarios:

  1. Una pregunta Valeria, Gonzalo Pizarro era familia de Francisco de Carvajal ¿Verdad?

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    1. Gracias por su comentario, Helena, pero lo cierto es que la relación entre Gonzalo (Pizarro) y Francisco (de Carvajal) tuvo su origen en la conquista del imperio inca, conviertiéndose rápidamente en su lugarteniente. Francisco fue un gran estratega (dirigía a los arcabuceros) y a pesar de ser un soldado muy violento, siempre gozó de la confianza y de la fidelidad de Gonzalo. De ahí que le llamara "papaíto", aunque no hubiera parentesco. De hecho, si Gonzalo hubiese hecho caso de los consejos de De Carvajal cuando avanzó de La Gasca antes de la última "batalla", la historia habría tenido otro final. Un saludo.

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  2. Me ha sorprendido su escrito, ¿tan pocos principios habia en el ejército de las indias para cambiar de un bando a otro como el que cambia de zapatillas?

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    1. Gracias por intervenir, Sr. Puñades, pero lamentablemente así fue. Tenga en cuenta que Gonzalo se había "alzado" contra la autoridad real y eso en el fondo daba mucha inseguridad y temor a las represalias. De todas formas, me permito recordarle cómo el inigualable estratega Cortés convenció con oro a todos los soldados mandados a apresarle. Un saludo.

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  3. Hernando Pizarro ¿murió en la carcel española de aquí? ¿murieron todos los Pizarro conquistadores de Perú por no muerte natural?

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    1. Gracias, Sr. Ponce, por escribir. Con respecto a sus preguntas, Hernando fue arrestado por orden del rey cuando llegó a España enviado por su hermano Francisco para explicarle el ajusticiamiento de Diego de Almagro. Tras el juicio fue condenado a 20 años de prisión en un castillo donde llevó una vida tan placentera que tuvo dos hijos en el cautiverio. Cuando salió volvió a Trujillo (España), donde mandó construir el palacio que regaló a su sobrina peruana, y una ermita donde solía escuchar misa. Todo eso, a pesar de la multa de 5000 monedas de oro que tuvo que pagar a las arcas reales. Falleció en su localidad natal. De sus otros hermanos, Francisco murió defendiéndose en una conjura (el análisis de sus huesos ha encontrado la marca en ellos de más de 30 puñaladas), otro (Gonzalo) fue ejecutado y Juan murió de una pedrada en la rebelión de Cuzco. Hubo un quinto Pizarro, primo de los anteriores, que falleció de muerte natural retirado en sus tierras del Perú. Un saludo.

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  4. Dolores Buitrago13 de mayo de 2018, 3:02

    No estoy de acuerdo con que mi paisano, Francisco Pizarro, fuera una persona poco querida por los soldados españoles, ni que fuera mal soldado, ni que no fuera fiel al rey. Se le propuso conquistar un imperio y lo hizo, y como sueles decir no se conquistan imperios regalando caramelos. Creo que también lo manchó ese fraile loco, con un afan excesivo de protagonismo, llamado De las Casas. Esa es mi opinión.

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    1. Gracias por sus palabras, Sra. Buitrago y quede claro que nunca he dicho ni que fuera un mal soldado ni que fuera desleal al monarca. Todo lo contrario, siempre pensé de él que fue un gran estratega y un buen guerrero, hasta incluso su último aliento que llegó con 70 años a batirse en franca minoría contra 13 desalmados almagristas. Tampoco le he censurado porque conquistara un imperio, pero existe la duda entre los historiadores si su proceder fue correcto con sus hermanos y su socio Almagro. Extraña que mientras Diego reclutara tropas y dinero para la empresa conquistadora, Francisco acudiera a la corte para que el rey lo nombrara a él como único gobernador. Un saludo.

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  5. Me ha sorprendido la respuesta que has dado a Helena y no parece muy razonable que un ejército del que estaban desertando constantemente la mayoría de la tropa, pudiera derrotar al ejército imperial mandado por el sacerdote La Gasca, por muy buen estratega que fuera el asesino Carvajal. Creo que ha exagerado un poco.

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    1. Gracias por su comentario Sr Tarreda, pero debo insistir en que no exagero cuando señalo la posibilidad de triunfo que tuvo Gonzalo Pizarro sobre La Gasca. Déjeme explicárselo. Tras la batalla de Huaparina, el 20 de Octubre de 1547, en la que Gonzalo derrotó a un ejército de La Gasca que triplicaba el suyo, mandado por el capitán Diego Centeno, centenares de soldados de este ejército que huyeron a refugiarse en Cuzco se unieron al ejército de Gonzalo, ya que lo consideraban invencible. En ese momento cometió Gonzalo el error más grande, ya que en el ejército de La Gasca, que avanzaba por el oeste, cundió la desmoralización y hubiera sido el momento oportuno para que Gonzalo fuese a su encuentro, ya que antes de esa posible batalla cientos de soldados de La Gasca hubieran desertado antes que enfrentarse al imbatible Gonzalo. Pero de forma impropia en un guerrero y de un gran estratega como él, dejó pasar el tiempo entrevistándose con La Gasca y desplazándose a la pampa de Jaquijahuana, donde esperó al ejército de La Gasca y donde en abril de 1548 fue derrotado. El tiempo jugaba a favor de las fuerzas reales, cosa que conocía Gonzalo Pizarro, por lo que surge la pregunta de por qué se comportó así. ¿Era porque seguía esperando la respuesta real a su carta para confirmarlo como gobernador? luego ¿era un traidor? Pero a pesar de ello todavía pudo dar Gonzalo Pizarro la última batalla y posiblemente con éxito, porque el sitio en el que colocó su campamento era un lugar estratégico perfecto. Para llegar allí el ejército de La Gasca tenía que cruzar el enorme y profundo cañón de Purimac, que sólo podía hacerse por cuatro puentes colgantes. Gonzalo destruyó tres de ellos y dejó cortado el de Cotapampa, dejando los restos del puente en la orilla en la que él estaba para que La Gasca enviara indios o soldados para amarrarlo y tirar de él hasta la otra orilla, a fin de usarlo para cruzar. La cantidad de indios y soldados que se ahogaron en aquel río con tan fuerte corriente al intentar cruzarlo con flotadores fue muy grande. Pero además ese era el puente más bajo, casi a ras de rio, lo que hacía que una vez que el ejército cruzase tenía que subir en fila india una pendiente con un respetable desnivel. Aún no se había producido la desbandada del ejército de Gonzalo. Entonces Francisco de Carvajal, subteniente de Gonzalo (el demonio de los Andes) y capitán de los arcabuceros, pidió a Gonzalo que lo dejara ir, aposentarse con sus soldados en lo alto del desnivel y abrir fuego contra los soldados de La Gasca, cansados por la subida, sin sitio para esconderse o defenderse y con el turbulento río detrás. Hubiera sido un gran triunfo para Gonzalo, pero no aceptó la petición de Carvajal. Quería tenerlo junto a él y en su lugar mandó a su otro capitán, Juan de Acosta, con menos disciplina que Carvajal y que llegó tarde. Estoy segura de que ese segundo fallo le costó la victoria.

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  6. Valeria, he leído sus dos trabajos sobre Gonzalo Pizarro y lo cierto es que me ha dejado descolocado, ya que lo creía un ambicioso guerrero que quería gobernar en el imperio inca y aunque el representante de Carlos I le ofreció entregarse sin castigo, Gonzalo no aceptó los términos. Pero reconozco que su explicación me parece sensata. Me temo que vamos a tener un animado debate. Saludos.

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    1. Gracias por su comentario Sr. Alcaide y permítame que le dé mi opinión sobre el fraile La Gasca, que coincide con la de algunos historiadores. Esta persona, deforme en su físico –era jorobado-, aparece en escena como un fraile harapiento que en varias ocasiones no dudó en cambiar la cruz por la espada. Ya de joven se distinguió como soldado ayudando al recién llegado Carlos I en su lucha contra Las Comunidades de Castilla. En 1541, con el nombramiento de visitador luchó con éxito defendiendo Valencia y las Islas Baleares del pirata Barbarroja. No era un hombre religioso ni comprensivo, más bien sibilino, inteligente y ambicioso. De hecho no contaba con la simpatía de Carlos I para que actuase de “Pacificador” en Perú; acabó siéndolo por recomendación del príncipe Felipe, hijo del rey y futuro Felipe II y renunció a cualquier paga o compensación, para convencer al rey de que lo escogiera ya que Carlos I había pensado enviar una expedición al mando de un general de la categoría del Duque de Alba, pero no podía prescindir del Duque en la guerra contra los luteranos. Ya he comentado en mi artículo la estrategia que utilizó para ir desmontando poco a poco a los seguidores de Gonzalo y no hay ninguna evidencia de que La Gasca ofreciera amnistía alguna a Gonzalo Pizarro. La Gasca deseaba derrotarlo en el campo de batalla, como quedó claro en la charla que ambos tuvieron en un tambú cercano al camino de Andahuayllas, al que acudió La Gasca acompañado del obispo de Cuzco Juan Solano, quien meses atrás rogó a Gonzalo que encabezase el levantamiento contra las leyes del Virrey. Esa reunión se celebró un mes después de que Gonzalo Pizarro derrotase a un ejército numeroso de La Gasca mandado por el capitán Diego Centeno, que había conquistado Cuzco en la batalla de Huarina en 1547. La Gasca quería demostrar su valía a los ojos del emperador Carlos I derrotando a Gonzalo para conseguir títulos y honores, como así lo hizo. Un saludo.

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