Ya
en la entrada anterior comenzamos el relato de las andanzas del que fue sin
duda el más ilustrado de los hermanos Pizarro (ver aquí).
Hoy concluiremos su historia.
Se hallaba en Potosí, cuando Gonzalo
Pizarro se enteró de la derrota de los almagristas en la batalla de Chupas y de
la ejecución del hijo de Almagro a manos del gobernador. Meses después se le
informó que el virrey Blasco Núñez de Vela había llegado de España con nuevas
leyes, presionado por un cura entrometido, llamado De Las Casas, que había
pasado por allí, apoyado por el fraile Morales. Ambos levantaban informaciones
difamatorias contra los notables y obligaban a intervenir a las autoridades
gubernamentales en las diferentes capitales. La nueva ley daba libertad a los
indios y despojaba a muchos encomenderos y terratenientes de sus tierras y
haciendas. Era una ley absurda, perjudicial incluso para la Corona, ya que los
indios al ser desposeídos de su trabajo vagaban sin tener nada que comer. A las
protestas por hambre de los indios en las ciudades, reaccionaron las
autoridades hacinándolos en barcos y llevándolos al otro extremo del país, a
Tumbez. En el último viaje, la mitad de los 8.000 indios que desplazaban
murieron durante la travesía y, ya en Tumbez, al no disponer los 4.000
restantes de alimentos se levantaron en protesta, abriendo fuego contra ellos
los arcabuceros reales, que mataron a medio centenar de indios famélicos. Los
que sobrevivieron huyeron a las montañas para unirse al rebelde Manco Inca. Por
otro lado, la producción de plata, ante la falta de mano de obra, empezó a
disminuir con el riesgo de que Carlos I no pudiera pagar a sus tropas, que peleaban
en distintos lugares de Europa.
Retrato del
emperador Carlos I (y V de Alemania), en el Monasterio de Yuste, dibujado por
Tiziano.
Todos los terratenientes se
levantaron en protesta por las grandes pérdidas que esa ley les producía,
pidiendo su derogación. El gobernador Vaca de Castro no hizo caso alguno de las
protestas, repeliendo duramente algunas manifestaciones, por lo que los encomenderos,
con encomiendas otorgadas en su día por el rey, y los notables de todo el país
acudieron en procesión a Potosí en busca de Gonzalo Pizarro, para que fuera su
portavoz. Él de entrada lo rechazó, razonando que era cuestión de tiempo su
derogación. Pero el tiempo pasaba y el gobernador no daba muestra alguna de
debilidad. Más aún, cuando un portavoz de Lima, el factor Illán Suárez de
Carbajal, súbdito leal a la Corona, se enfrentó al virrey, reprochándole que no
diera marcha atrás con la absurda ley, el virrey desenvainó su espada y le
mató, lo que colmó la paciencia de los descontentos y provocó un levantamiento.
Mandos y oficiales reales arrestaron al virrey y le embarcaron en un barco en
el Callao, acompañado del oidor Álvarez que llevaba un informe de lo ocurrido
al rey. Pero el virrey logró desembarcar en Panamá y preparó un ejército para
volver a Lima. Fue entonces cuando aumentó la presión de los dirigentes para
que Gonzalo Pizarro tomara el mando, derrotara al virrey y lo devolviera a
España con la leyenda de incompetente. Todos los mandos gubernamentales apoyaron
a Gonzalo P, que con el título de “Procurador del Pueblo” y tras la presión
insistente del notable Hinojosa, que posteriormente fue Almirante de la flota
pizarrista y gobernador de Nombre de Dios con Gonzalo P, de Jerónimo Loaisa,
obispo de Lima; Lorenzo Aldana, que había sido gobernador de Quito; Juan
Solano, obispo de Cuzco; y de tantas docenas de ilustres, aceptó el cargo y emprendió
viaje a Lima. No hubo una ciudad, ni
pueblo, ni aldea que no le recibiera con júbilo y por el camino se le
fueron sumando soldados. El 28 de
octubre de 1544, con 1.200 soldados, entró triunfalmente en Lima y el 21 de noviembre
la Audiencia de Lima le nombró Gobernador del Perú, título que en el fondo le
correspondía, de acuerdo con las
Capitulaciones de Toledo que obtuvo su hermano Francisco. Pero el sólo
aceptó el cargo provisionalmente, hasta que el rey confirmara su puesto y
contestase a la carta que le envió solicitándolo. Esta carta nunca llegó porque
la frenó el regente La Gasca.
Imagen del
documento que recogió las Capitulaciones de Toledo (para leerla, pinchar aquí,
se le redireccionará a la página que recoge el texto, en la Fundación
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Gonzalo Pizarro se enfrentó al virrey
y a su ejército más numeroso en Añaquito, donde le derrotó, ordenando a sus
capitanes que respetaran su vida, a fin de deportarle a España. En aquella
batalla, Gonzalo mostró un gran respeto por los generales vencidos, Hernández
Girón y Benalcázar, heridos en la lucha, que obtuvieron su honorable perdón.
Después mandó custodiar al virrey para mantenerlo a salvo, pero aquella noche,
Benito Suárez, hermano del asesinado Illán, compró a los vigilantes y le cortó
la cabeza, vengando la muerte de su hermano. Esta muerte le costó también la
suya, al ser ajusticiado por Gonzalo Pizarro. Después de la batalla, se encargó
Gonzalo de reorganizar el caos del país tras los últimos acontecimientos,
nombrando nuevos mandos a sus fieles en las capitales de provincia: Alonso de
Toro en el Cuzco; Gonzalo Díaz de Pineda en Quito; Pedro de Hinojosa en
Panamá; Hernando de Alvarado en
Trujillo; Francisco de Almendras en Charcas; Lope de Ayala en Puerto Viejo; Pedro
de Fuentes en Arequipa; Jerónimo de Villegas en Piura, entre otros. Todos esos
hombres trataron de convencerle para que se proclamase rey y se independizase de
la corona española, consejo que Gonzalo siempre desechó, ya que estaba
convencido de que Carlos I aceptaría su nombramiento de gobernador. Consideraba
por un lado que era de justicia y, por otro, su lealtad garantizaba al rey el
dinero que necesitaba para sus guerras en Europa.
En la imagen, a
la izda, representación de la conquista del imperio Inca. A la dcha, distribución
de Sudamérica en sus distintos gobernadores.
Pero por medio estaba el interesado
La Gasca, que pretendía obsesivamente eliminarlo, utilizando la muerte del
virrey anterior para no aplicarle a Gonzalo la publicada amnistía general.
Amnistía que Gonzalo nunca creyó, porque en la reunión que tuvo con el fraile
comprendió que su objetivo era eliminarle. De hecho, La Gasca avanzaba ampliando
su tropa con ejércitos llegados de todos los virreinatos, junto con las tropas
de Gonzalo que se pasaban a la seguridad real. Se dio el caso de que G. Pizarro
derrotó brillantemente a un capitán de La Gasca, Diego Centeno, que tras tomar
Cuzco marchó contra Gonzalo con un ejército que triplicaba al del “rebelde”, en
la batalla de Huarina en octubre de 1547, cerca del lago Titicaca. También aquí Gonzalo mostró un
honorable respeto a los capitanes enemigos, ya que les dejó en libertad. Esta
batalla supuso la admiración de los generales de La Gasca, que estaban
convencidos de que sin un ejército que no fuera más de seis veces más numeroso
que el de Gonzalo, nunca podrían derrotarle. Aquí perdió posiblemente Gonzalo Pizarro
la ocasión de derrotar a La Gasca, ya que tras la victoria, millares de
soldados del cura regente se unieron a su ejército. Pero él dejó pasar el
tiempo esperando la carta del rey, que nunca llegó, y el tiempo favoreció al
poder real oficial de La Gasca. En
Jaquijahuana todos los generales que convencieron a Gonzalo para que fuera gobernador
o rey estaban ya con La Gasca, los había comprado manteniéndolos en su cargo y
ofreciéndoles más encomiendas, y en la
hora de su muerte la mayoría de ellos se fueron, avergonzados por su traición,
ya que Gonzalo nunca quiso ser gobernador. De hecho no hubo vítores ni aplausos
cuando el verdugo Juan Enríquez, de profesión herrero y forjador, levantó su
cabeza como era costumbre. Sólo hubo tristeza en el pueblo y un doloroso
silencio. Todos lamentaron la decapitación de ese hombre de más de 2 m de altura,
humano y extraordinario. A lo largo de esos años de “rebelde” nunca le faltó el
respeto de nadie. Nunca sufrió un atentado para zanjar el problema, a pesar de
que era fácil acceder a él. A cualquier hora del día o de la noche cabalgaba
sólo por Lima o por los campamentos. Le traicionaron, pero nadie intentó
matarle. Fue un hombre gallardo y formal, que nunca permitió que le besaran la
mano. Cuando acudió al final a la presencia de La Gasca las únicas palabras que
le dirigió fueron “Regente, lamento que
os haya sido negada la batalla”. Posiblemente si hubiera pedido clemencia,
otro hubiera sido el final. O quizás no, porque el encono de La Gasca contra
Gonzalo Pizarro impulsó todas sus infamias.
Crónica de la
época hablando de la conquista de Cuzco por Diego de Almagro y sus hombres.
Motivaría el comienzo del enfrentamiento con Francisco Pizarro.
Gonzalo Pizarro fue un hombre
honorable hasta el final. Su ejecución fue la última de todas y no estuvo
presente en ella La Gasca. Cuentan que en medio del llano de Jaquijahuana, donde
estaba el patíbulo, desde la tienda en la que estuvo arrestado y custodiado,
recorrió el camino al cadalso montado en su caballo, espléndidamente vestido. Siempre
decía que si un hombre no puede usar sus mejores galas camino de la muerte, ¿cuándo
puede hacerlo? Iba acompañado por piqueros a ambos lados y por sacerdotes que
elevaban cruces. A pesar de la multitud, el silencio allí era sepulcral. En
todo el valle se oyeron los cascos de su caballo al avanzar o el crujir de las
tablas del cadalso bajo su paso. Todos los soldados mostraron profundo respeto
y sus capitanes se habían apartado del
camino. Ya arriba, se dirigió a la muchedumbre y habló “Mis hermanos y yo ganamos este imperio, muchos de vosotros tenéis
riqueza que mi hermano el marqués y yo os otorgamos. Muchos de vosotros me
debéis dinero que os otorgué de buena gana. Por mi parte nada tengo y muero
pobre. Las ropas que llevo pertenecen al verdugo (por ley), por lo que os suplico que las deudas las
paguéis en misas que se digan por mi alma para que sea recibida con
misericordia…”. Después se volvió al verdugo, que retrocedió unos pasos. Inmediatamente
se ofreció el verdugo para taparle los ojos con un pañuelo, que Gonzalo rechazó,
exigiéndole que realizara bien su trabajo, a lo que el verdugo respondió “Será como vuecencia ordena”. Después
cortó su cabeza de un solo tajo ante el silencio sepulcral del valle.
El que siempre fuera su enemigo
desde la muerte de Vaca de Castro, el capitán Diego Centeno, pagó al verdugo el
precio de las vestimentas de Gonzalo, a fin de que fuera enterrado con ellas.
Su cadáver sin cabeza fue enterrado en Cuzco, bajo el altar mayor de la iglesia
de La Merced por suscripción popular, muy cerca de los Almagros (padre e hijo).
Su cabeza, junto con la de su cruel lugarteniente Francisco de Carvajal (el demonio de los Andes) estuvo colgada
en la plaza mayor de Lima, en una jaula de hierro, a perpetuidad, aunque en
1563 los cráneos fueron robados. Pedro de La Gasca fue el tercer gobernador
interino del virreinato del Perú. Volvió a España a principios de 1550, llevando para el rey una fortuna de casi
dos millones de escudos, que le valió el Obispado y el Señorío de Sigüenza, en
donde murió, a los 74 años de edad, el 13 de noviembre de 1567, y descansa en
un sepulcro de alabastro, realizado por el escultor Esteban Jordán, en la Iglesia de Santa María Magdalena de
Valladolid.
Esta historia puede acabar señalando
que, antes de la partida del “Pacificador” La Gasca hacia Perú, hubo una
entrevista entre el cura y el rey en la que Carlos I le señaló que si Gonzalo
Pizarro era un gobernador que gozaba de la confianza y favor de los ciudadanos
sobresalientes, “puedes y debes
confirmarle en su cargo”. Tras la respuesta desairada de La Gasca señalando
que Gonzalo era un rebelde, llegó la contestación definitiva de Carlos I “¡Me importa un bledo que gobierne el
demonio mientras el Perú no se separe de la corona!”.
Imagen del
sepulcro de alabastro del obispo de La Gasca, responsable del ajusticiamiento
de Gonzalo Pizarro.
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No me gustaría concluir esta entrada
sin mencionar uno de los mayores hallazgos arqueológicos realizados en los
últimos años en América Latina, realizado hace unas semanas: se trata del mayor
sacrificio de niños realizados por motivos religiosos de época prehispánica, en
territorio que posteriormente sería Perú.
La
noticia ha copado los principales medios de comunicación del mundo (picar aquí
para leer lo publicado en un periódico
mexicano o aquí, si se desea leer del National Geographic).
Un artículo muy interesante, Valeria, que pone en tela de juicio la opinión mayoritaria que se tiene sobre el levantamiento de Gonzalo Pizarro contra la Corona. De su explicación se deduce que no hubo ese levantamiento específico contra el rey. Va a ser un buen debate.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr. La Seca. En honor a la verdad debo decir que sí hubo levantamiento contra la corona por las leyes publicadas por el Virrey Blasco Núñez de Vela y apoyadas por el Gobernador Vaca de Castro. Lo que defiendo es que fue la mayoría de la gente notable la que se opuso y que, por su fama y su nombre, fue elegido Gonzalo Pizarro para que negociara con el Gobernador a fin de retirar la ley, ya que era la Corona la primera perjudicada con su aplicación, pero nunca Gonzalo Pizarro intentó independizar Perú de España. De hecho, él aceptaba ser gobernador provisional hasta que lo confirmara Carlos I y así se lo dijo por carta, que La Gasca retuvo y no permitió que llegara a las manos del rey. Saludos.
EliminarSorprendente la visión que da del menor de los Pizarros. No lo habíamos concebido así, siempre nos pareció un guerrero bravo pero violento y Ud le otorga una prudencia sorprendente, que contrasta con el que no aceptara la amnistía del fraile La Gasca, como ofreciera a tantos otros capitanes suyos y que lo aceptaron. No comprendemos el interés que pudiera tener el fraile por luchar contra Gonzalo Pizarro si iba como Pacificador. ¿Había algún interés en ello?.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr. Souza y permítame que le dé mi opinión sobre el fraile La Gasca, que coincide con la de algunos historiadores. Esta persona, deforme en su físico, aparece en escena como un fraile harapiento que en varias ocasiones no dudó en cambiar la cruz por la espada. Ya de joven se distinguió como soldado ayudando al recién llegado Carlos I en su lucha contra Las Comunidades de Castilla. En 1541, con el nombramiento de visitador luchó con éxito defendiendo Valencia y las Islas Baleares del pirata Barbarroja. No era un hombre religioso ni comprensivo, más bien sibilino, inteligente y ambicioso. De hecho no contaba con la simpatía de Carlos I para que actuase de “Pacificador” en Perú; acabó siéndolo por recomendación del príncipe Felipe, hijo del rey y futuro Felipe II y renunció a cualquier paga o compensación, para convencer al rey de que lo escogiera ya que Carlos I había pensado enviar una expedición al mando de un general de la categoría del Duque de Alba, pero no podía prescindir del Duque en la guerra contra los luteranos. Ya he comentado en mi artículo la estrategia que utilizó para ir desmontando poco a poco a los seguidores de Gonzalo y no hay ninguna evidencia de que La Gasca ofreciera amnistía alguna a Gonzalo Pizarro. La Gasca deseaba derrotarlo en el campo de batalla, como quedó claro en la charla que ambos tuvieron en un tambú cercano al camino de Andahuayllas, al que acudió La Gasca acompañado del obispo de Cuzco Juan Solano, quien meses atrás rogó a Gonzalo que encabezase el levantamiento contra las leyes del Virrey. Esa reunión se celebró un mes después de que Gonzalo Pizarro derrotase a un ejército numeroso de La Gasca mandado por el capitán Diego Centeno, que había conquistado Cuzco en la batalla de Huarina en 1547. La Gasca quería demostrar su valía a los ojos del emperador Carlos I derrotando a Gonzalo para conseguir títulos y honores, como así lo hizo. Un saludo.
EliminarNos ha gustado su análisis de la rebelión de Gonzalo Pizarro, aunque me temo que ha acrecentado el debate, ya que existen opiniones encontradas sobre el motivo de su levantamiento. Muchos lo tildan de ambicioso y alegan ese motivo para ello. Sin embargo, son creíbles los motivos que señala usted, Valeria, aunque salga muy mal parado el futuro Obispo de Sigüenza. Yo particularmente me inclino por su análisis y le felicito por su valentía al exponerlo. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr Uribe y me alegra que comparta Vd. mi análisis. Es al que he llegado tras arduo trabajo de investigación. Saludos.
EliminarHe aprendido con sus artículos sobre Gonzalo Pizarro. Creía que siempre había estado a la sombre de su hermano Francisco. También me ha sorprendido lo que señala sobre su imbatibilidad durante la conquista de Perú, creía que los incas mandado por el Manco Inca lo había derrotado en Cusco, antes que en la batalla final lo matara Gonzalo. Me ha gustado la visión que da de ese Pizarro. He gozado con su trabajo. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sra Gutiérrez, aunque debo corregir algunas de sus afirmaciones. Manco Inca nunca derrotó a Gonzalo en Cuzco. Cierto es que fue el promotor del levantamiento de las últimas tribus guerreras incas, que atacaron Cuzco, donde estaban los tres hermanos Pizarro, Hernando, Juan y Gonzalo, pero nunca llegaron los incas a tomar Cuzco. Gonzalo contraatacó con la caballería y en los llanos de Sacsayhuamán, en la salida de Cuzco, se celebró la definitiva batalla en la que murió Juan, al recibir una pedrada y en la que Gonzalo derrotó al imperio inca. Después de la batalla Hernando y Gonzalo persiguieron a Manco Capa derrotándolo nuevamente en dos batallas más, lo que hizo que el emperador inca huyera a refugiarse a Quito, sin poder perseguirlo el ejército español porque tuvieron que volver a Cuzco, ya que había llegado Diego de Almagro. Tampoco Manco Inca fue muerto por Gonzalo Pizarro. Fue asesinado por renegados españoles buscando recompensa, pero sin conseguir nada porque fueron ejecutados por los seguidores del Inca. Un saludo.
EliminarMe ha encantado su artículo. Una posible visión interesante de ese gran guerrero y conquistador que fue Gonzalo, aunque no apruebo lo que señala para justificar su rebeldía. No hay justificación alguna para levantarse contra un superior. Debió seguir otros cauces para hacer llegar al emperador español su descontento. Seguro que con la gran fortuna de que disponía, hubiera encontrado en la corte algún portavoz o intermediario real que le hiciera llegar su malestar al monarca. Ese podía haber sido el camino más prudente, aunque vuelvo a repetirle que me ha agradado su análisis de la conducta del personaje, aunque no lo comparta.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr. De la Concha. Considero razonable la solución que señala para que Gonzalo hubiera podido explicar su postura al rey, aunque no puedo afirmar de forma definitiva que pudiera hacerlo ya que, en la época en que transcurrió aquella epopeya, Perú estaba muy lejos de la corte y no había los medios de comunicación que hay ahora. En el fondo, Gonzalo intentó hacerlo en la línea que señala, sólo que su carta la retuvo La Gasca. Posiblemente Gonzalo Pizarro no disponía de otras opciones para llegar al rey, pero eso ya no lo sabremos nunca. No obstante, de haber tenido posibilidades para la comunicación real, yo hubiera apostado por su solución. Saludos.
EliminarSorprendente noticia la que da sobre el hallazgo de los niños sacrificados en la época precolombina y yo que creía que los crueles y los asesinos eramos nosotros.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr Benítez y efectivamente después de todo lo visto y descubierto (y lo que está por descubrirse) nosotros fuimos los sanguinarios y asesinos. Vivir para ver. Un saludo.
EliminarValeria, sácame de mi duda ¿hubo batalla entre Gonzalo Pizarro y el cura La Gasca?
ResponderEliminarGracias por su comentario Mª Victoria. Como he señalado en mi artículo la mayor parte del ejército de Gonzalo desertó el día de la batalla. Se cree que sólo algo más de cien soldados permanecieron fieles a Gonzalo. También se comenta que hubo ciertos enfrentamientos con el ejército de La Gasca, pero ¿se puede definir eso como batalla? No olvide que enfrente había más de cinco mil soldados. Cierto que Gonzalo Pizarro y Carvajal eran guerreros natos, pero la posibilidad de victoria aquí era prácticamente nula, por lo que de haber enfrentamiento entre ambos bandos tuvo que ser corto y muy limitado. Un saludo.
EliminarValeria, no se exactamente las causas porque Diego de Almagro se levantó contra Francisco Pizarro, ¿fue por haberlo enviado a la fracasada conquista de Chile?. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario Sr Lopera. El malestar de Diego de Almagro con Francisco Pizarro vino de mucho antes. Desde el principio, cuando ambos soldados se hicieron socios para la conquista del Perú. Sin embargo, cuando Francisco Pizarro acudió a España para firmar el pacto de Toledo, sólo puso su nombre como beneficiario, marginando a su socio Almagro, que se había quedado en América buscando hombres y barcos para la empresa. Después, al final, no respetó que Almagro gobernara Nueva Toledo desde Cuzco. La controlaron Pizarro y sus hermanos. Pienso que Francisco Pizarro no jugó limpiamente con su socio y camarada de conquista. Un saludo.
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