domingo, 27 de mayo de 2018

Desde las trincheras

     Como sabrán aquellos que hayan leído más o menos asiduamente mi blog, soy una persona fuertemente empírica, dándole gran prioridad al razonamiento lógico que proviene de los sentidos (que éstos puedan o no engañarnos es otro eterno debate filosófico). Pues bien, posiblemente el mayor reto a mi razón me llegó de la mano del autor Juan Sánchez Ballesteros, coautor y amigo con el que he iniciado un exitoso camino a través de relatos de miedo, fenómenos inexplicables y temores icónicos del subconsciente que todos tenemos (y que Jung explorara cautelosamente). En una de nuestras anécdotas, Juan decidió llevarme a una zona duramente castigada durante la Guerra Civil Española, para que pudiera experimentar en persona algunos fenómenos que allí se dan de manera habitual…”y a ver cómo lo explicas” me dijo irónico. Hoy deseo compartir con mis lectores lo que allí ocurrió, entre viejas trincheras.


      Reconozco que suelo emocionarme con cada “aventura”, que encuentro un reto para mi razón, así que sabiendo que iba a visitar “un sitio encantado” decidí documentarme bien sobre la equipación habitual para sacar el máximo potencial a esos lugares. Tras pasar por un conocido centro comercial español, me planté el sábado por la mañana en el lugar donde me había citado con mi colaborador, en una bonita y agreste zona granadina, montañosa, con mi cámara Olimpus digital de 6Mb, una grabadora de sonidos Sony recién comprada, una aplicación para detectar variaciones electromagnéticas en mi móvil y mi brújula de geóloga, que cumplía la misma finalidad, en uno de los múltiples bolsillos de mi pantalón habitual para salidas de campo. Llevaba también mis prismáticos, una libreta, mi botella-termo de litro y medio de agua, así como mis gafas negras de sol, gorra, protector solar fp 50 y protector del pelo. Lo último, imprescindible para una persona con elevada intolerancia solar como yo.
        Tras saludarnos y tomar un café para despejar el poco sueño que aún quedaba y contarme el plan de la jornada, nos fuimos en su coche al lugar de la sierra Alfaguara, no lejos de donde supuestamente se encontraba la tumba del poeta Federico García Lorca (cuyos restos aún no se han logrado encontrar), una bonita zona montañosa llena de pinares y matorral bajo. Durante el ascenso, de fuerte pendiente, nos cruzamos con varias personas que practicaban escalada en las verticales paredes carbonatadas a pie de carretera. Una vez arriba, me sorprendió lo pronto que paramos en nuestra primera “estación”. Estábamos cerca de las primeras trincheras. Nada más descender del coche de mi amigo, me sorprendió que a pesar de ser un soleado día con buena brisa fresca, me inundó una sensación de incomodidad, como de irascibilidad. <Esta zona no tiene buenas energías>, pensé. Cogí la mochila, me la puse a las espaldas y al mirar al suelo me sorprendió ver una punta de sílex trabajada, posiblemente paleolítica. Eso no pintaba bien, aquella zona había sido casi desde el origen de la humanidad un lugar de derramamiento de sangre. Aplicando la lógica, esa punta de flecha, con la que me hice un colgante, posiblemente fuera usada para cazar animales que debían habitar allí por el fresco paisaje, abundante vegetación y agua.

Punta de flecha paleolítica, hecha en sílex, encontrada en la explanada y convertida en un pintoresco colgante. Mientras una de sus caras es fuertemente convexa, con dos crestas que la recorren longitudinalmente y pequeñas fracturas concoideas en todo su perímetro, la otra cara es totalmente plana.

     Visitamos las bien conservadas trincheras y desde aquí Juan me señaló diversas crestas cercanas con trincheras de diversos bandos. Aquello había sido una ratonera, no me extrañaba esa sensación de agobio de la que no lograba zafarme. Tras recorrer varias de estas trincheras y puestos de ametralladoras (junto a una de ellas, Juan encontró una moneda medieval con el castillo y el león característicos), regresamos al coche para seguir a nuestra siguiente “estación” de la ruta.


Una cruz grabada en una superficie rocosa (señalada por flecha roja) parece señalar el camino hacia las trincheras. Jamás había estado en unas, pero nunca pensé que serían tan claustrofóbicas, habría que tener mucha maestría para no ir rozando la culata del rifle que usaran contra las paredes.

      Esta vez recorrimos más distancia y tomando un camino lateral alcanzamos mayor altura, sin ver a nadie en todo el trayecto. Aparcamos, tomamos las mochilas y caminamos un poco por un camino más o menos llano hasta que llegamos a unas inquietantes ruinas, que correspondían, según me informó Juan, a un antiguo sanatorio para tuberculosos que echó a andar una señora alemana, Berta, cuyo fantasma dicen que suele frecuentar las ruinas. Nos separamos y mientras mi amigo se fue a la zona posterior, cerca de un quemador donde dice que se dan las mayores manifestaciones, yo me quedé en la parte delantera pues se veían unas preciosas vistas de Sierra Nevada y la sensación que allí había era de total serenidad. Recuerdo sentir gran pena al ver cómo habían destrozado lo que debió ser un bonito lugar, dejando grafitis, arrancando casi todo y dejando restos rotos de todo tipo ¿Por qué en España tenemos tan poco civismo y respeto por nuestro patrimonio, que es de todos? Decidí hacer algunas fotos del lugar. Más tarde me sorprendería al encontrar, al visionar las fotografías, curiosos reflejos en todas ellas.


En prácticamente todas las imágenes que tomé, junto al sanatorio de Berta, se aprecian unos reflejos curiosos o incluso neblinas (como en C) en las esquinas o entre los árboles, que suelen ser considerados como una de las extrañas manifestaciones que aquí se dan. Si nos fijamos en A, el sol se localiza en la esquina superior derecha, así que en la fotografía B el sol debía estar a mi espalda y ligeramente a la izquierda, no totalmente a la izquierda, frente a mí,  como debería estar para crear el reflejo de la esquina superior izquierda. Aun aceptando que estuviera allí, no explicaría el reflejo inferior ni la neblina blanca de la esquina inferior derecha. En C aparece una neblina blanca, no reflejos de distinto color propios de los rayos solares.

     Aplicando la lógica, posiblemente estos reflejos podrían explicarse como efectos naturales al disparar las fotografías hacia el sol (aunque creo que tuve la precaución de no hacerlas así, algo de lo que ya dudo, si deseo darle esa explicación racional). Eso sí, recuerdo que en un par de veces me volví al escuchar un “chiss, chiss” como cuando se llama a alguien, pensando que Juan deseaba enseñarme algo. También oía como murmullos de gente, que atribuí al ruido de algún grupo de senderistas que traería el viento, si bien no nos cruzamos con nadie en todo el día, ni Juan dijo haberme llamado en ningún momento.
   Saqué mi brújula del bolsillo. La aguja giraba algo más de lo que habitualmente suele hacerlo antes de decidirse a señalar el norte. Me chocó. Saqué de otro bolsillo el móvil (sin cobertura en el lugar) y abrí la aplicación para medir variaciones de electromagnetismo. Curiosamente, al desplazarme por el lugar sí variaba bastante e incluso llegaba a pitar al alcanzar altos valores en determinadas zonas (en las que luego salieron los reflejos en las fotografías).

     Cuando llegó Juan, tras comentarle las variaciones electromagnéticas, sonrió maliciosamente como diciendo “te lo dije” (en las múltiples charlas que hemos tenido en las que él sostiene que existe “algo” que se nos escapa y yo defiendo que todo es físicamente explicable, que somos susceptibles a dejarnos llevar por la imaginación). Juan, malagueño enamorado de su tierra, me ha contado en varias ocasiones extrañas experiencias que tuvo en diferentes “casas encantadas” de su ciudad e incluso asistiendo a sesiones espiritistas, algunas de las cuales hemos usado en relatos publicados en nuestros libros. Yo sin embargo me resisto a creer en fantasmas, lugares encantados y todo este tipo de fenómenos. Considero que son fenómenos naturales que sin duda tienen una explicación física y por tanto, que pueden ser repetidos obteniendo similares efectos, en un laboratorio. Lo que ocurre es que se dan en un entorno de decadencia o donde han ocurrido determinadas situaciones afectivas que afectan al espectador, alterando su percepción y haciéndole creer que es un milagro o un fenómeno inexplicable. Así, Juan me retó a explicar coherentemente esas súbitas variaciones electromagnéticas. “Lo más lógico es suponer que bajo nosotros debe fluir agua”, le dije, pues de los ríos subterráneos con frecuencia emanan energías telúricas beneficiosas. Eso explica que los árboles crezcan rectos y haya tanta vegetación. Y efectivamente, no lejos de aquí, encontramos los restos de una antigua fuente. Juan reconoció que en la parte de atrás del sanatorio aún se puede ver un aljibe más o menos amplio. “¿Ves?”, le dije divertida, “ahí tienes tu anomalía”. “Vale, pero está todo seco”, se defendió, “tanto el aljibe como la fuentona”. Era cierto, pero eso puede explicarse fácilmente por la rotura de cañerías, no quiere decir que no siga fluyendo el agua, pensé sin expresarlo en voz alta, dejando a él la última palabra.


A: Frente al sanatorio y hacia abajo (desde donde realizo esta imagen), hay una explanada. B: detalle de la explanada, con un curioso rayo blanco frente a mí. Por esta explanada pasa un camino y si lo sigo hacia mi derecha (también hacia la derecha del sanatorio), se llega a una antigua fuente, ahora sin caño ni agua. C: detalle de la fuente, con una neblina blanquecina sobre ella, a pesar de que -como puede apreciarse en la imagen- la tomara en la sombra proyectada por los árboles.

  Proseguimos la ruta, ascendiendo ahora a la colina más elevada, en cuya línea de cresta había nuevas trincheras. Me acordé de mi nueva grabadora, aún sin estrenar, y decidí ponerla a grabar en una curva de la trinchera con una larga y estrecha ventana horizontal, que Juan me explicó que era un puesto de ametralladoras. Nos alejamos de allí, yéndonos a otras trincheras ubicadas en el lugar opuesto de la colina, desde donde se controlaban los diversos accesos a esta zona montañosa. Allí me estuvo contando cómo fue esta zona durante la guerra, que el sanatorio de Berta se empleó como puesto de mando y algún que otro hecho de la Guerra Civil. Afortunadamente yo nací años después de la muerte de Franco y no viví lo que fue una guerra y postguerra, pero Juan contaba cosas que me resultaban casi cómicas, como que te multaran por besar en la calle a tu pareja o una vez que estaban en un pueblo de Málaga con unas poesías de Miguel Hernández, que pegaban por las calles cuando nadie les veía. Al tomarse algo en un bar se les acercó “un miguelete” (así llamó a un Guardia Civil) porque les veía pinta de buscar camorra, cuando sólo eran un grupo de 5 universitarios. Les pilló algunos papeles con las poesías de Miguel Hernández que dijeron que se los habían dado y antes de irse “el miguelete” les amenazó con que dijeran a ese Miguel Hernández conocido suyo que se anduviera con cuidado, que a lo mejor lo pillaban. No sabía que el gran poeta alicantino había muerto en la cárcel durante la Guerra Civil (pocos años más tarde, Serrat ponía música a alguno de sus desgarradores poemas).
     Tras unos 30 o 40 minutos, después de comer, me acerqué a por la grabadora e hice que dejara de grabar, apareciendo en la pantalla que tenía “una pista”. Continuamos viendo cosas. Había distintas trincheras, así que caminé por otra llevando la grabadora en funcionamiento en mi mano (“tiene dos pistas”). Vi un búnker y me decidí a entrar. Antes tomé una linterna y una caja de pilas, abrí el paquete de pilas comprado el día anterior, cargué la linterna y me interné en el bunker, con el perro de Juan que nos acompañaba. Estaba muy fresco, pero era tan oscuro que debió ser muy complicado desplazarse por él durante la guerra, entre bombazos. De pronto noté que el perro salió a todo correr hacia la salida, empujándome “¿A dónde vas?” le dije asustada por su empujón y a la vez riendo por su reacción. Recordando distintos vídeos que había visto, se me ocurrió decir divertida en voz alta “¿Hay alguien aquí?” y al momento se me apagó la linterna y mi móvil pitó en señal de que no tenía batería, a pesar de estar cargado. Seguí los pasos del perro, despacio y palpando las paredes, pues no veía nada. Ya fuera, volví a accionar el interruptor de la linterna, pero no encendía. Cambié las pilas por otras y volvió a iluminar. Le puse las pilas anteriores y no funcionaba. Miré el móvil- “2 % batería”- Miré la grabadora y había dejado de grabar. Fui al menú principal - “no tiene ninguna pista grabada”-  Estupendo, acababa de perder todas mis grabaciones. Extraño, lo admito. Acudí a donde estaba Juan, con el perro pegado a sus piernas. Le conté lo ocurrido y no dijo nada, solo sonrió socarrón.

La flecha roja de la primera imagen señala la trinchera en la que dejé la grabadora, en una curva que hacía aproximadamente donde señala la flecha celeste. En la imagen central, el búnker o tramo de trincheras cubiertas donde ocurrieron las descargas de las pilas y batería del móvil. En la foto de la derecha las flechas señalan la ubicación de las trincheras del bando contrario, en la cresta de la montaña de enfrente, visibles desde las trincheras en las que estábamos.


 He perdido todas las grabaciones” le dije, enseñándole la grabadora. Se lamentó pero me dijo “anda, vámonos” y comenzamos el descenso. Costó porque el perro estaba como clavado al lugar. No se movía por mucho que lo llamáramos, así que a pesar de las protestas de Juan, decidí cogerlo en brazos y descender unos 200 metros con él. Cuando volví a dejarlo en el suelo ya siguió nuestra marcha, como si nada hubiera pasado. Tras casi una hora de caminata campo a través por un suelo bastante empinado y lleno de agujas de pino (milagro que ningún pirómano se pasara por la zona, porque el monte estaba muy poco limpio) llegamos al coche y nos fuimos. La sensación de agobio me acompañó todo el tiempo que estuve en esa montaña, con excepción del mirador del sanatorio. Pasamos cerca del parque con el cartel marcando el lugar donde Lorca fue fusilado y ya me dejó en el bar donde tenía aparcado mi coche, tomamos un refresco y nos fuimos cada uno por nuestro camino.
      Al llegar a casa, tras ducharme y ponerme cómoda, decidí comprobar todo. El móvil lo puse a cargar y las pilas estaban descargadas, las eché a reciclar. La grabadora volví a encenderla y para mi sorpresa se leía - “tiene tres pistas”- ¡No las había perdido!, así que llamé a Juan para contárselo, contenta. Me estuvo comentando sobre las psicofonías, que debía usar cierto programa que me descargué siguiendo sus indicaciones, que utilizara cascos y el volumen máximo porque apenas se escuchan. Por eso es útil el programa ya que, aparte de quitar ruido de fondo, permite detectar posibles voces grabadas por las ondas que muestra la pantalla, más que porque se oigan. En fin, que me puse a escuchar qué había grabado (nunca antes había hecho esto y estaba feliz y nerviosa por ver “qué había cazado”), recordándome lo que insistió Juan, que es difícil lograr una psicofonía buena, pues con frecuencia los ruidos o murmullos que se oyen son realizados por el que graba, sin ser consciente o sin acordarse de haber dejado algo, haber pisado en tal sitio, etc y sobre todo, que se oyen muy, muy bajo, así que si creía tener algo, que no tocara nada de la grabación, que se la pasara y ya le aplicaría diversas cosas para lograr oírla. Comencé con las dos grabaciones cortas, del búnker y de mi camino por la trinchera y aunque se oían cosas, creo que eran todas naturales: roces de mi ropa, respiración del perro que me acompañaba, el zumbido de un insecto, … Entonces pasé a la larga, a la que grabé cuando dejé la grabadora sola en el puesto de ametralladora. Y me sorprendió oír como el zumbido de un insecto que fue haciéndose más fuerte. Entonces se calló  ¡¡Y de pronto se oyen como dos cazas pasando raso sobre el lugar!!  Me quedé de piedra. Allí no había avión alguno, no se oyó nada más que pájaros en todo el tiempo que estuvimos. Y desde luego si hubiesen estado esos aviones los habríamos oído, por lo fuerte que se habían grabado. Rebobiné atrás para volver a escucharlo, subiendo el volumen y comprobé que el ruido del insecto era en verdad el ruido de un avión que se acercaba. Como tenía el volumen a tope, tras oír pasar los cazas escuché un susurro que decía “BOMBA VA” y a continuación ruido como de viento, que se escuchaba cada cierto tiempo, durante los 38 minutos de grabación. También se escuchó el ruido de una moto de montaña cercana que tampoco oímos cuando estuvimos allí porque, insisto, todo lo que se oía eran pájaros y de eso estoy segura porque Juan me dijo que anotara cada ruido externo que oía cuando ponía la grabadora, para descartarlo después. Le mandé la grabación a Juan y me confirmó el ruido de avión acercándose, los cazas y el “bomba va”, seguido por el “viento” que yo decía y que él cree que era EL RUIDO DE LAS DETONACIONES DE LAS BOMBAS. La moto también la oyó y como confirma que allí no se oyó ni vimos nada, cree que eran las motos empleadas por los soldados para comunicar las diversas trincheras. En resumen, que habíamos grabado uno de los muchos bombardeos que allí se dieron. Alucinante. Reconozco que a esto no tengo explicación coherente, salvo que por alguna extraña razón allí se de algún pliegue en el tiempo defendido ya en su día por Albert Einstein, y esos bombardeos continúen ocurriendo en algún tipo de realidad paralela que grabó la máquina. De ser cierta esta posibilidad, la duda está clara: ¿Qué vio el perro para salir a la carrera de la trinchera y negarse a moverse de donde estaba?
    Como reconozco que lo que cuento puede ser difícil de creer, dejo a continuación la parte de la grabación en la que se escucha lo que he mencionado, por si alguien desea escucharla y sacar sus propias conclusiones al respecto. Sé que el incrédulo (yo misma, si no lo hubiera grabado) podrá alegar que cómo sabe que no es un montaje. Bueno, no puedo demostrarlo, tan sólo deseo compartir lo que grabé y dar mi palabra de que no hay trucaje.

                         PICAR AQUÍ PARA OIR LA GRABACION
Nada más iniciarse el fragmento de la grabación se puede oír como un leve murmullo, que se oirá en diversos momentos, más adelante. El ruido de los cazas se puede escuchar entre 1:18- 1:21. De 1:32 a 1:43 se puede oír el ruido de la motocicleta de montaña que allí ni oímos ni vimos. A 1:58, una especie de arañazo o trino de pájaro terminado por el susurro “bomba va” (2:00). En 2.42, nuevos murmullos de una conversación. En 3:08, un ejemplo del “viento” que yo digo y que se escucha con diversas intensidades a lo largo de toda la grabación (en este fragmento, a partir de 4:30 se escucha varias veces).

    Recomiendo poner al máximo el volumen, usar altavoces si es posible, o cascos para oír más clara la grabación. Y cómo no, si alguien tiene alguna posible explicación o desea compartir su opinión al respecto, le invito a que lo haga. Sin duda estamos ante un delicioso reto a la explicación lógica y racional porque como se supondrá, lo que sí que es seguro es que no hubo en el lugar una persona escondida susurrando a la grabadora “bomba va”.

   A continuación pongo la misma sección de la grabación, amplificada, permitiendo escuchar con algo más de claridad la conversación que se da al inicio del fragmento y que corresponde a la voz de un hombre:

                      PICAR AQUÍ PARA OÍR LA GRABACIÓN Amplificada
Este hombre parece decir algo y añadir “¿aquí sí?” ( para entonces, la grabadora llevaba 7 minutos sola, grabando). Hacia el 0:28-0:31 se oye como si el mismo hombre tosiera y se sonara la nariz por tres veces para oírse un murmullo de conversación entre la voz de un hombre y otro más aniñado (¿un adolescente?) 1:05-1:07, “el viento” (o la detonación de una bomba, en opinión de Juan), a 1:20-1:22, los aviones. Ahora puede oírse como el ruido de la motocicleta se superpone al de un hombre hablando (1:34-1:46). El tamborileo de dedos, arañazo o trino y el “bomba va” se oyen hacia  1:57-2:01. Y el ruido del “viento” efectivamente parece corresponder más a algún tipo de objeto de fabricación humana como el sobrevuelo de un avión o el paso de un camión pesado (3:08-3:16 y en 5:06).

    Y finalmente, la misma sección de la grabación, amplificada y con reducción del “ruido” (se eliminan ciertas frecuencias que conforman el “ruido ambiente” permitiendo escuchar con más nitidez la grabación).

                   PICAR AQUÍ GRABACION Amplificada y reducciónruido
Comienza con la conversación del hombre que se suena la nariz, y aunque no se logra entender nada, hacia el 1:04-1:06 se oye “viento” y a continuación parece distinguirse al hombre preguntando “¿duele?” (1:10) y una voz ¿femenina? dice “corre” (1:13-1:14). Los cazas: 1:20-1:21. Entre 1:35-1:46 se escucha el solapamiento entre el hombre murmurando y la moto de montaña; el tamborileo de dedos,arañazo o trino de pájaro y a continuación la frase “bomba va” (1:57-2:01)…
 


6 comentarios:

  1. Es acojonante Valeria, cuesta creerlo pero impresiona terriblemente. Has tocado un tema tabú que tiene defensores enfrentados en ambos lados. Ya quisiera las grabaciones de cuarto milenio tener la calidad que tiene la tuya. Realmente impresionante.

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    1. Gracias, Sr. Fonseca, por sus palabras. Es un tema controvertido, máxime cuando mi espíritu científico me hace ser escéptica en estos asuntos. Con todo, admito que mi sorpresa fue tremenda cuando, tras suponer que había perdido las grabaciones y ponerme a oírlas luego, me topé con ese constante ruido de motos de montaña que allí en el lugar no se oían o la de ambos aviones que pasaron supuestamente tan cerca de la grabadora que habría sido imposible no haber reparado en ellos. Eso por no hablar de los constantes murmullos que se oyen o del susurro que incluso dice el "bomba va" de manera vacilona, como imitando el ruido de la bomba al pronunciar las palabras lapidarias. Tampoco acierto a explicar el hecho de los numerosos reflejos. Fíjese que la segunda imagen, la central, del ruinoso sanatorio cuyo pie de texto comienza con "En prácticamente..." es idéntica a la primera de la siguiente tanda cuyo pie de texto comienza con "A. Frente al sanatorio...". Si los reflejos se debían a realizar las fotos contra el sol, ¿por qué en una aparecen varios reflejos y en otra ninguna, siendo similar ángulo?, porque lógicamente el sol no se quitaría de su posición en cuestión de minutos. En fin, que por más que trato de sopesar todas las variables, admito que no encuentro explicación lógica para dichos reflejos, el que se descargara a la vez las pilas de la linterna y la batería de mi móvil, las reacciones del perro o el creer que estaba en un lugar relativamente silencioso y comprobar en la grabación que se solapan murmullos, susurros, ruidos de motos, de aviones, "soplos de viento" (basta ver el gráfico, en la última figura, para comprobar todos los sonidos que se registraron y los que, insisto, ninguno se oyó in situ salvo algún insecto o algún piar) ... Un saludo.

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  2. Me ha sorprendido mucho su trabajo, para las personas como nosotros que creemos en que esto no acaba aquí ha sido una experiencia muy linda. Conocemos los dos ¿últimos libros? suyos sobre historias extraordinarias que ha publicado por acá y ya vemos que no son tan fantásticas como se enuncian en la tapa principal. Pasamos ratos deleitable con las historias de su último libro. No sabriamos por cual inclinarnos, a mi particularmente me ha gustado la rectoria, pero la del refugio de montaña, el espejo, o cualquiera de las 11 son muy interesantes. No conociamos en su blog esa faceta, la admiramos. Saludos.

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    1. Gracias por su comentario, Sr. Vicuña, me agrada que le hayan gustado nuestras historias fantásticas en las que ciertamente se entremezclan realidades y fantasías. Sobre su pregunta de nuestros dos últimos libros, le señalo que antes de esas dos obras que se han publicado allá, hay tres más publicadas aquí que, de interesarle, tendría que acudir a Amazon, en internet, con diversos precios, aunque ellos se encargan de entregarles el libro en la dirección que usted le señale. Tomo nota de sus palabras. Un saludo.

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  3. Nos agradó sus vivencias. Hemos tenidos algunas asemejantes por determinados lugares de los Andes y nos sorprende la correlación que muestra. Vemos que tiene barro para las historias fantásticas que publica. Las del último libro fueron sublimes. Creo que hace mal en apadrinar en los concursos radiofónicos a Juandedeus. Afortunadamente sus volúmenes sumerge cualquier discusión sobre la identidad de las historias. Le agradecemos los buenos ratos que nos hace pasar. Hemos intentado acceder a algunos de sus libros en Amazones, pero se escapan a nuestra posibilidades. Haría bien en trasladarlos a alguna editorial del pais vecino, con sus costes específicos. Se venderían bien. Le felicitamos por su web, es muy completa y justa. Reciba nuestro reconocimiento.

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  4. Gracias, Sr. Demetrio, por su comentario. La verdad es que la experiencia ha sido bastante desconcertante en todos los sentidos y hechos, de ahí que me decidiera a compartirlo en mi blog, pues me cuesta dar con alguna explicación racional que no sólo explique todo lo sucedido sino que me permitiera reproducir iguales resultados (de manera no maliciosa, claro). Con respecto a lo que señala de la radio, lo cierto es no apadrinamos a nadie pero le garantizo que las historias son 100 por cien nuestras (de Juan y mia) y como tal, contamos con sus registros de propiedad intelectual. Respecto a los libros, estamos en negociaciones con una editorial argentina precisamente para permitir que los libros puedan ser adquiridos allá, como señala y a un precio acorde con los que allá se manejan. El lado malo es que para poder hacerlo es necesario aguardar cierto tiempo impuesto por este tipo de trámites, pero se publicarán, estamos en ello. Un saludo y muchas gracias por sus palabras sobre mi web, alientan a continuar.

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