El
BISMARCK fue el acorazado más grande construido en Alemania. El primero de los
dos acorazados clase Bismarck (BISMARCK y
TIRPITZ) con los que Hitler pretendió conseguir en 1945 la superioridad naval
alemana sobre Gran Bretaña. Descrito por
Winston Churchill como “una obra maestra de la construcción naval” fue botado
el 14 de febrero de 1939 y bautizado por la nieta del canciller Von Bismarck, en presencia de Adolf Hitler y de
todo el gobierno alemán. La ceremonia tuvo un gran eco mundial por ser el
primer acorazado botado en ese país desde la Primera Guerra
Mundial. En aquella fecha era el buque de guerra más grande y poderoso del
mundo (medía 251 m
de eslora, 36 m
de manga y 10,5 m
de calado). Era el más veloz (podía desplazar 50.000 Tm a una velocidad de más
de 30 nudos) y el que tenía mejor blindaje (320 mm de grosor máximo
vertical en la cintura a lo largo de toda la eslora y 100 mm de grosor máximo
horizontal en la cubierta).
No tenía los cañones más grandes pero sí el
armamento más moderno. Su punto fuerte eran los 8 cañones Krupp de 380 mm, de calibre 47, agrupados en cuatro torres dobles escalonadas, dos a proa y dos a
popa, que podían disparar cada uno con una elevación diferente, lanzando obuses
perforantes de casi 800 Kg
a una distancia de más de 36
Km con una elevación de hasta 35º. Podía disparar cada
cañón 2 disparos por minuto. También llevaba 12 cañones antibuque de 150 mm en 6 torres doble que
lanzaban proyectiles de más de 44
Kg a una distancia de 20 km con una cadencia de 10
disparos por minuto. También llevaba 16 cañones antiaéreos de 105 mm en 8 torretas
dobles capaces de lanzar 15 proyectiles de 15 kg por minuto a una
distancia de 15 km. Disponía asimismo de 16 cañones de 37 mm y otros 16 de 20 mm para defensa antiaérea
cercana. La dotación aérea de la
Luftwaffe se componía de una catapulta fija transversal y 6
hidroaviones Ar196. Para la medida de la distancia al blanco y para el cálculo
de los datos para el tiro disponía de tres estaciones electrónicas. No obstante
este buque tenía también algunos puntos débiles.
Las afinadas líneas del
acorazado a propa y popa obligaron a
llevar dos timones en paralelo y muy juntos, lo que fue el motivo de su
hundimiento. Si hubiera tenido una popa más ancha, las hélices hubieran estado
más separadas, con menor riesgo frente a los torpedos. También estaban
excesivamente expuestas las direcciones de tiro, lo que fue un factor clave para
los acorazados británicos cuando las destruyeron en la batalla final,
disminuyendo la posibilidad de hacer blanco con sus cañones. También su artillería
mostraba deficiencias, pues. al no disponer de radar disminuía excesivamente su
eficacia, como quedó demostrado cuando sus armas antiaéreas dispararon con
poco acierto, en la batalla final, a los anticuados, lentos y vulnerables
biplanos torpederos Swordfish británicos que potencialmente acabaron con el
BISMARCK.
En la cubierta tenía una enorme cruz gamada como
símbolo del Tercer Reich. Con su construcción había desafiado a los aliados,
enemigos de la I Guerra
Mundial, ya que había incumplido lo acordado en el Tratado de Washington, que obligaba a Alemania a no construir acorazados de más de 35.000 toneladas.
El
BISMARCK era muy superior en todos los aspectos a cualquier buque de guerra del
mundo. En aquellas fechas ningún acorazado británico hubiera podido enfrentarse
al BISMARCK, por lo que era admirado por sus potenciales enemigos. El mismo almirante sir
John Tovey, que lo hundió, se refería a él como “una obra maestra de la ingeniería naval” de forma análoga al
comentario, ya señalado, de Churchill.
Participó
en la II Guerra
Mundial con el objetivo de atacar a los convoyes de avituallamiento que
llevaban ayuda y refuerzo desde EEUU y Canadá a Gran Bretaña. El plan del Almirante Erich Raeder era enviar una escuadra formada por los
acorazados BISMARCK y su gemelo el TIRPITZ acompañados de los cruceros de
batalla SCHARNHORST y GNEISENAU y del crucero pesado PRINZ EUGEN al Atlántico. Hubiera
sido un terrible peligro para Gran Bretaña, ya que, aunque la Royal Navy tenía mucho
más buques de guerra, sólo el PRINCE OF WALES y los cruceros de batalla podían igualar
la velocidad de los buques alemanes. Sin embargo, por problemas técnicos, sólo
el BISMARCK y el PRINZ EUGEN se hicieron a la mar. El BISMARCK sólo participó en una operación
ofensiva, de nombre Rheinübung, en mayo de 1941, dirigido por el capitán de navío Ernest Lindemann, marino muy experimentado.
En la imagen, el almirante Günther
Lütjens, comandante en jefe de la agrupación
(izda) y el comandante del Bismark Ernst
Lindemann (dcha).
El
19 de mayo, el BISMARCK abandonaba el fondeadero de Gotenhafen y, navegando
junto al crucero pesado PRINZ EUGEN, rompieron
el bloqueo británico y cruzaron el
estrecho de Dinamarca. El 23 de mayo fueron descubiertos por los radares del
crucero pesado SUFFOLK, que junto con el NORFOLK siguieron las estelas de ambos
buques alemanes avisando a la
Royal Navy. Acudieron los buques más cercanos, el acorazado
PRINCE OF WALES y el crucero de batalla HOOD, al mando del vicealmirante
Holland. La batalla en teoría era favorable a las naves inglesas, que tenían
mayor capacidad de fuego (18 cañones de grueso calibre frente a los 8 del
BISMARCK). Los buques alemanes centraron el fuego en el crucero
HOOD, el barco de mayor prestigio de toda la Royal Navy. A los 15 minutos el BISMARCK alcanzó
de lleno al HOOD y lo hizo saltar por los aires. De esta forma desapareció el
que había sido el buque de guerra más grande del mundo. Se partió en dos y se hundió
rápidamente con toda su tripulación. Sólo tres marineros se salvaron. Tras el
hundimiento, el BISMARCK atacó al PRINCE OF WALES que recibió 7
impactos, 4 del BISMARCK y 3 del PRINZ EUGEN, destrozando el puente de mando y
provocándole otros graves daños. Tuvo que huir a toda máquina tras una densa
cortina de humo.
En el bando alemán, el EUGEN no había recibido ningún impacto,
pero el BISMARCK recibió tres del PRINCE OF WALES, lo que no alteró su
capacidad combativa. De hecho si el BISMARCK no persiguió ni hundió al PRINCE
OF WALES fue porque el almirante de la escuadra desautorizó al comandante Ernest Lindemann a hacerlo tras una fuerte discusión entre
ambos. No había sufrido baja alguna pero arrastraba algunos daños. Un tanque de
gasóleo había sido dañado y sufría una importante pérdida de aceite y combustible.
Por otro lado, tenía una brecha por la que había entrado mucha agua, que
reducía la velocidad del buque a 28 nudos, por
lo que se decidió poner rumbo a la
Francia ocupada para repararlo.
Por otro lado,
el resultado de la batalla del Estrecho de Dinamarca enfureció y atemorizó a
Churchill y a Gran Bretaña. Hundido el orgullo de la Royal Navy y obligado
a huir vergonzosamente el más moderno acorazado de la Real flota, desencadenó que el
Primer Ministro pronunciara la famosa orden "¡Hundid
al BISMARCK!" que disparó
una búsqueda incesante por parte de la Real Armada Británica. Docenas de barcos salieron
en su busca, incluyendo a buques de guerra que escoltaban convoyes o que
realizaban labores de vigilancia en zonas peligrosas. Con los
cruceros Suffolk y Norfolk aún siguiendo al BISMARCK, y el PRINCE OF WALES tras
ellos, se ordenó al PRINZ EUGEN que navegara hacia el sur mientras el BISMARCK
realizaba una maniobra de distracción para proteger el cambio de rumbo del
crucero EUGEN. La maniobra dio resultado ya que el EUGEN escapó de los
británicos.
Cerca de la media noche del 24 de mayo, aviones torpederos Fairey Swordfish, del
portaaviones VICTORIOUS, atacaron al BISMARCK lanzando torpedos que no pudieron
traspasar la cintura acorazada de la nave. En la madrugada del 25 de Mayo una
habilísima maniobra del BISMARCK despistó a los dos cruceros británicos que lo
perseguían, adelantándoles por atrás y escapando de su radar, lo que le
permitió seguir tranquilamente su camino hacia
Brest en la Francia
ocupada. Al anochecer del día 26, cuando se acercaba a la costa francesa, fue
nuevamente atacado por los aviones torpederos Fairey Swordfish. Uno de los dos
torpedos lanzados destrozó el mecanismo de gobierno de los dos timones del
acorazado alemán dejándolo imposible de maniobrar. En el momento del impacto
tenía los timones girados a babor y así se quedaron, agarrotados, por lo que la
nave trazaba un círculo. Todos los desesperados esfuerzos para desbloquear los
timones fueron vanos. La solución más razonable era volar los timones con
explosivos y navegar sólo con las hélices, pero existía el riesgo de que la
explosión dañara también las hélices y el almirante Lütjens lo desautorizó;
¿fue una decisión acertada?
La noche fue terrible para los marinos germanos. Transcurrió
combatiendo con los esquivos destructores británicos que le atacaban. hasta lanzarse contra el acorazado alemán. No consiguieron dañarlo, pero toda la
tripulación pasó la noche en vela lo que hizo que a la mañana siguiente estuviera
agotada y sin esperanza. A la mañana siguiente, el Bismarck fue atacado por dos
acorazados británicos, el King George V y el Rodney. El bombardeo comenzó a las 9,00 hrs del día
27 y el BISMARCK, incapaz de controlar el rumbo, recibió un diluvio de acero y fuego que
destrozó sus superestructuras e inutilizó sus cañones uno a uno. Al principio devolvieron los
impactos, pero a las 9’30 sus cañones quedaron mudos bajo la lluvia de
proyectiles enemigos Sin embargo, ni la cintura acorazada ni la cubierta protectora fueron
perforadas, con lo que sus máquinas continuaban intactas, aunque incontroladas. Resistió
formidablemente y despertó tanta admiración de los británicos que el almirante Tovey, jefe de la Real Armada Británica,
asombrado, exclamó la famosa frase "¡No
se le puede hundir al cañón!". Pasada las 10:00 hr el comandante Lindemann
ordenó abrir los grifos de inundación y abandonar el barco. Más de 800 hombres
consiguieron ganar la cubierta y al agua fría mientras el BISMARCK se hundía
con el resto de los marineros y con el capitán Lindemann abrazado al
mástil del torrotito saludando al puente. Se hundió a las 10’39, sin arriar bandera,
llevándose a 2200 hombres al fondo del Atlántico. El acorazado desapareció
hasta que el descubridor del Titanic, el oceanógrafo Robert Ballard lo encontró
en 1989 a
4.700 m
de profundidad.
Antes
de la batalla final, el almirante Lütjens envió el siguiente mensaje al mando de
la Wehrmacht
para la zona occidental europea: "Buque
ingobernable. Lucharemos hasta la última granada. Larga vida al Führer".
Hubo otro mensaje de Lütjens que solicitaba al Führer la concesión de la cruz
de caballero (la máxima condecoración al valor) para el capitán de corbeta
Schneider. Hitler se la concedió instantáneamente con lo que Lütjens pudo felicitar al jefe de tiro antes
de morir ambos.
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