Todo el mundo conoce los relatos
de Platón, filósofo de la
Grecia Clásica, sobre la Atlántida, la capital de una gran civilización
que habitaba en una isla y que alcanzó tal desarrollo tecnológico, orgullo y
prepotencia que los dioses acabaron destruyéndola con un gran cataclismo que la
hizo desaparecer bajo las aguas en un solo día. Desde entonces son muchos los
investigadores que se han afanado en dar con ella, casi tantos como los que
consideran el relato pura ficción para expresar las consecuencias que tiene con
frecuencia la arrogancia en un pueblo.
Entre
los datos que Platón da de la
Atlántida en su obra “Timeo y Critias”, la “isla de Atlas”
(que significa su nombre) se localizaba al otro lado de las columnas de Hércules,
considerando como tales el Estrecho de Gibraltar. Se disponía en una estructura
de anillos concéntricos de canales, poseía una amplia y poderosa flota y sus
habitantes adoraban al dios del mar Poseidón.
Con
estos datos en la mano y considerando que en el océano atlántico no puede haber
una isla sumergida de las dimensiones indicadas (“más grande que Libia –norte
de África- y Asia juntas”) por la existencia de la falla mesoatlántica, son
varios los lugares candidatos para ser la Atlántida platónica,
desde el continente Americano, la
Antártida, Thera (y la cultura minoica), hasta la parte sur
de la Península Ibérica
y el norte de Marruecos, incluyendo las islas Azores y Canarias en una supuesta
unión milenaria que nunca ha existido de hacer caso a los estratos
sedimentarios.
En
todos estos casos se han encontrado argumentos que coinciden, así como otros
que claramente muestran que ese lugar no se corresponde con los escritos del
filósofo griego. Además, a todo ello hay que añadir la observación comentada por muchos
historiadores de que únicamente fuera Platón quién hablase de ese cataclismo
que hundió a la poderosa ciudad.
En
la imagen se muestra una representación de Athanasius Kircher que figuró en su
obra “Mundus Subterraneus”, 1669 (a
la derecha, orientado correctamente con el norte hacia arriba) y que engatusó a
muchos aventureros a buscar en el Atlántico la mítica isla, sin reparar en que
ahí se encuentra la dorsal atlántica, lugar donde se crea corteza oceánica al
ascender magma desde la corteza inferior, e incluso manto terrestre, y por tanto es un
lugar imposible para encontrar una isla, ya que se habría partido y separado
en direcciones opuestas.
Pues
bien, analizando las fuentes antiguas, existe otro escrito también de la Grecia clásica en el que su
autor, Pausanias, relataba la destrucción de una gran ciudad que adoraba a
Poseidón por un cataclismo que la hizo desaparecer bajo el mar en un solo día.
¿Es este un relato que respalda la existencia de la Atlántida de Platón?.
Lamentablemente, no lo parece ya que el escritor llamaba a dicha gran metrópoli
“Helike”.
La
siguiente pregunta era evidente, ¿qué era “Helike”?, ¿dónde se encontraba?. En
la mitología griega, este nombre correspondía a una ninfa que amamantó al rey
de los dioses, Zeus, cuando era un bebé. Sin embargo, también se llamaba así la
esposa del legendario héroe jonio Ion, al que según las tradiciones se atribuía
la fundación de una ciudad en Acaya a la que dio el nombre de su amada
esposa.
Esta
ciudad era una de las doce ciudades aqueas, a unos 32 km de Patras. Famosa por
su templo a Poseidón, fue la sede de la liga de los aqueos, prosperando hasta
que, según relata Pausanias, los jonios instalados en Asia Menor mandaron
delegados a Helike para pedirles que les dejaran medir la bella estatua de
Poseidón que presidía el templo, para usarla como referencia y copiarla en el
nuevo templo que ellos construirían. No sólo se negaron sino que mataron a los
jonios, lo que enfureció al mismísimo Poseidón, que hizo temblar la tierra
enviando un tsunami que devastó las ciudades de Helike y Bura, sumergiendo a la
principal bajo el mar.
La
historia pasó sin apenas ser considerada por los académicos hasta que, el 2 de
agosto de 1817, un nuevo tsunami asoló la costa dejando más de sesenta muertos.
Entonces fueron varios los estudiosos que volvieron sus ojos a los relatos
griegos, considerándolos ya no tan fantasiosos. Uno de los personajes que
se interesó por las evidencias de aquel relato fue Spyridon Nikolaou Marinatos
(1901-1974), considerado el mejor arqueólogo griego del s. XX, llegando a ser
director del museo arqueológico de Heraclion (capital de Creta, cuna de la
cultura minoica), director del Servicio de Antigüedades de Grecia y profesor de
historia en la Universidad
de Atenas. Excavó junto a Arthur Evans en Creta, descubrió las ruinas de la
antigua Thera (Acrotini, en la isla de Santorini), Marathon, y varias ruinas
micénicas, entre otras excavaciones que llevó a cabo. También se interesó por
dar con la antigua Helike, sin éxito.
En
la imagen, dos detalles de los miembros más relevantes de la Sociedad Arqueológica
de Atenas, entre los que se encontraba Marinatos (en las fotos, con polo
oscuro), celebrando el 60 cumpleaños de Alan Wace, en Mecenas, el 13 de julio
de 1939. En la foto de la derecha, comenzando por la izquierda, Carl Blegen
(con pipa), Konstantinos Kourouniotis, Spyridon Marinatos, Bert H. Hill, Alan
Wace (con corona de olivo y flores) y Georg Karo.
La
labor de Marinatos fue continuada por muchos de sus aprendices y compañeros con
los que colaboró y, finalmente, en 2001 se encontraron las ruinas de la antigua
Helike asolada por el tsunami relatado por Pausanias, en Achaea situada a 2 km del golfo de Corinto. Lo
más sorprendente es que esta ciudad jónica y posteriormente aquea se asentaba
sobre los restos de otra más antigua de la Edad del Bronce, cuyos sedimentos indicaban que
también había sido destruida por un tsunami.
En
las ruinas de la ciudad griega desenterrada, entre otros restos, se encontraron
monedas con el rostro y tridente de Poseidón. Además, parte de las ruinas
continúan sumergidas en el mar, cubiertas por sedimentos dejados por los ríos
que desembocaban en el mar a lo largo de tantos milenios.
Los
geólogos, por su parte, han hallado lo que parece ser el motivo de los
continuos sismos y es que en la zona existe una enorme falla (o fractura,
mostrada en la imagen) que hace descender el flanco en el que se asienta la
ciudad de Helike, dejándolo a la altura del nivel del mar, lo que favorece el
avance de las aguas tierra adentro cada vez que se produce un tsunami. Por ese
motivo también la ciudad de Bura fue destruida por la ola asesina.
Ahora
bien, ¿es ésta la Atlántida
de Platón?. Lo cierto es que tiene varios argumentos en contra similares a los
objetados para Thera. El principal, es que siendo Platón ateniense y estando
Helike tan relativamente cerca de allí, ¿cómo es que diría de ella que estaba
más allá de las columnas de Hércules y que su territorio era mayor que la
extensión de África y Asia juntas?. ¿Pudo basarse Platón en lo acontecido en
Helike para fantasear con su utópica Atlántida?.
No hay una obra de Platón llamada "Tymeo y Critias", sino que se trata de dos libros diferentes de dicho autor.
ResponderEliminarGracias por su matización, anónimo y disculpe el retraso en mi respuesta, me encontraba centrada en otras tareas que requerían toda mi concentración. Es cierto que Critias y Timeo son dos obras de tipo diálogo, una -se cree por gran parte de los críticos, si desea hilar tan fino- continuación de la otra, que nos ha llegado incompleta. Por eso suelen publicarse juntas en un mismo libro y a veces con otros diálogos más, bajo el título "Platón: diálogos". Bueno, dicho queda. Yo no deseo ser tan detallista, así que opté por dar el título más frecuente de encontrar (de hecho, el que yo tengo y el que siempre encuentro en los puestos de libros que frecuento en diversas capitales españolas) dado que es un apunte anecdótico en esta entrada centrada en dar a conocer la hipótesis de otra posible candidata a ser la Atlántida, si es que realmente existió. Creo que, sobre todo en cuestiones relacionadas con la filosofía, es mejor no profundizar en detalles para no aburrir al lector con cientos de datos que, como el dicho, lleven a que un árbol impida ver el bosque. Un saludo.
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