jueves, 23 de abril de 2015

Helike y la Atlántida platónica


           Todo el mundo conoce los relatos de Platón, filósofo de la Grecia Clásica, sobre la Atlántida, la capital de una gran civilización que habitaba en una isla y que alcanzó tal desarrollo tecnológico, orgullo y prepotencia que los dioses acabaron destruyéndola con un gran cataclismo que la hizo desaparecer bajo las aguas en un solo día. Desde entonces son muchos los investigadores que se han afanado en dar con ella, casi tantos como los que consideran el relato pura ficción para expresar las consecuencias que tiene con frecuencia la arrogancia en un pueblo.

             Entre los datos que Platón da de la Atlántida en su obra “Timeo y Critias”, la “isla de Atlas” (que significa su nombre) se localizaba al otro lado de las columnas de Hércules, considerando como tales el Estrecho de Gibraltar. Se disponía en una estructura de anillos concéntricos de canales, poseía una amplia y poderosa flota y sus habitantes adoraban al dios del mar Poseidón.
            Con estos datos en la mano y considerando que en el océano atlántico no puede haber una isla sumergida de las dimensiones indicadas (“más grande que Libia –norte de África- y Asia juntas”) por la existencia de la falla mesoatlántica, son varios los lugares candidatos para ser la Atlántida platónica, desde el continente Americano, la Antártida, Thera (y la cultura minoica), hasta la parte sur de la Península Ibérica y el norte de Marruecos, incluyendo las islas Azores y Canarias en una supuesta unión milenaria que nunca ha existido de hacer caso a los estratos sedimentarios.
            En todos estos casos se han encontrado argumentos que coinciden, así como otros que claramente muestran que ese lugar no se corresponde con los escritos del filósofo griego. Además, a todo ello hay que añadir la observación comentada por muchos historiadores de que únicamente fuera Platón quién hablase de ese cataclismo que hundió a la poderosa ciudad.


            En la imagen se muestra una representación de Athanasius Kircher que figuró en su obra “Mundus Subterraneus”, 1669 (a la derecha, orientado correctamente con el norte hacia arriba) y que engatusó a muchos aventureros a buscar en el Atlántico la mítica isla, sin reparar en que ahí se encuentra la dorsal atlántica, lugar donde se crea corteza oceánica al ascender magma desde la corteza inferior, e incluso manto terrestre, y por tanto es un lugar imposible para encontrar una isla, ya que se habría partido y separado en direcciones opuestas.
             Pues bien, analizando las fuentes antiguas, existe otro escrito también de la Grecia clásica en el que su autor, Pausanias, relataba la destrucción de una gran ciudad que adoraba a Poseidón por un cataclismo que la hizo desaparecer bajo el mar en un solo día. ¿Es este un relato que respalda la existencia de la Atlántida de Platón?. Lamentablemente, no lo parece ya que el escritor llamaba a dicha gran metrópoli “Helike”.
            La siguiente pregunta era evidente, ¿qué era “Helike”?, ¿dónde se encontraba?. En la mitología griega, este nombre correspondía a una ninfa que amamantó al rey de los dioses, Zeus, cuando era un bebé. Sin embargo, también se llamaba así la esposa del legendario héroe jonio Ion, al que según las tradiciones se atribuía la fundación de una ciudad en Acaya a la que dio el nombre de su amada esposa.
            Esta ciudad era una de las doce ciudades aqueas, a unos 32 km de Patras. Famosa por su templo a Poseidón, fue la sede de la liga de los aqueos, prosperando hasta que, según relata Pausanias, los jonios instalados en Asia Menor mandaron delegados a Helike para pedirles que les dejaran medir la bella estatua de Poseidón que presidía el templo, para usarla como referencia y copiarla en el nuevo templo que ellos construirían. No sólo se negaron sino que mataron a los jonios, lo que enfureció al mismísimo Poseidón, que hizo temblar la tierra enviando un tsunami que devastó las ciudades de Helike y Bura, sumergiendo a la principal bajo el mar.


            La historia pasó sin apenas ser considerada por los académicos hasta que, el 2 de agosto de 1817, un nuevo tsunami asoló la costa dejando más de sesenta muertos. Entonces fueron varios los estudiosos que volvieron sus ojos a los relatos griegos, considerándolos ya no tan fantasiosos. Uno de los personajes que se interesó por las evidencias de aquel relato fue Spyridon Nikolaou Marinatos (1901-1974), considerado el mejor arqueólogo griego del s. XX, llegando a ser director del museo arqueológico de Heraclion (capital de Creta, cuna de la cultura minoica), director del Servicio de Antigüedades de Grecia y profesor de historia en la Universidad de Atenas. Excavó junto a Arthur Evans en Creta, descubrió las ruinas de la antigua Thera (Acrotini, en la isla de Santorini), Marathon, y varias ruinas micénicas, entre otras excavaciones que llevó a cabo. También se interesó por dar con la antigua Helike, sin éxito.


            En la imagen, dos detalles de los miembros más relevantes de la Sociedad Arqueológica de Atenas, entre los que se encontraba Marinatos (en las fotos, con polo oscuro), celebrando el 60 cumpleaños de Alan Wace, en Mecenas, el 13 de julio de 1939. En la foto de la derecha, comenzando por la izquierda, Carl Blegen (con pipa), Konstantinos Kourouniotis, Spyridon Marinatos, Bert H. Hill, Alan Wace (con corona de olivo y flores) y Georg Karo.

            La labor de Marinatos fue continuada por muchos de sus aprendices y compañeros con los que colaboró y, finalmente, en 2001 se encontraron las ruinas de la antigua Helike asolada por el tsunami relatado por Pausanias, en Achaea situada a 2 km del golfo de Corinto. Lo más sorprendente es que esta ciudad jónica y posteriormente aquea se asentaba sobre los restos de otra más antigua de la Edad del Bronce, cuyos sedimentos indicaban que también había sido destruida por un tsunami.


            En las ruinas de la ciudad griega desenterrada, entre otros restos, se encontraron monedas con el rostro y tridente de Poseidón. Además, parte de las ruinas continúan sumergidas en el mar, cubiertas por sedimentos dejados por los ríos que desembocaban en el mar a lo largo de tantos milenios.
            Los geólogos, por su parte, han hallado lo que parece ser el motivo de los continuos sismos y es que en la zona existe una enorme falla (o fractura, mostrada en la imagen) que hace descender el flanco en el que se asienta la ciudad de Helike, dejándolo a la altura del nivel del mar, lo que favorece el avance de las aguas tierra adentro cada vez que se produce un tsunami. Por ese motivo también la ciudad de Bura fue destruida por la ola asesina.

            Ahora bien, ¿es ésta la Atlántida de Platón?. Lo cierto es que tiene varios argumentos en contra similares a los objetados para Thera. El principal, es que siendo Platón ateniense y estando Helike tan relativamente cerca de allí, ¿cómo es que diría de ella que estaba más allá de las columnas de Hércules y que su territorio era mayor que la extensión de África y Asia juntas?. ¿Pudo basarse Platón en lo acontecido en Helike para fantasear con su utópica Atlántida?.


2 comentarios:

  1. No hay una obra de Platón llamada "Tymeo y Critias", sino que se trata de dos libros diferentes de dicho autor.

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  2. Gracias por su matización, anónimo y disculpe el retraso en mi respuesta, me encontraba centrada en otras tareas que requerían toda mi concentración. Es cierto que Critias y Timeo son dos obras de tipo diálogo, una -se cree por gran parte de los críticos, si desea hilar tan fino- continuación de la otra, que nos ha llegado incompleta. Por eso suelen publicarse juntas en un mismo libro y a veces con otros diálogos más, bajo el título "Platón: diálogos". Bueno, dicho queda. Yo no deseo ser tan detallista, así que opté por dar el título más frecuente de encontrar (de hecho, el que yo tengo y el que siempre encuentro en los puestos de libros que frecuento en diversas capitales españolas) dado que es un apunte anecdótico en esta entrada centrada en dar a conocer la hipótesis de otra posible candidata a ser la Atlántida, si es que realmente existió. Creo que, sobre todo en cuestiones relacionadas con la filosofía, es mejor no profundizar en detalles para no aburrir al lector con cientos de datos que, como el dicho, lleven a que un árbol impida ver el bosque. Un saludo.

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