Desde hace unos días he estado
intercambiando pareceres, vía e-mail, con un lector de origen peruano, hablando
de la que sin duda aún sigue siendo una historia no superada por muchos ciudadanos
de Latinoamérica, la “Conquista de América” por parte del Imperio Español. Por
su parte, abierta y públicamente han sido varios los españoles que han
compartido sus opiniones sobre este asunto en la entrada anterior (aquí)
generando un interesante debate. Con todo, echo a faltar la participación en
esos comentarios de alguna persona con una visión distinta de las cosas, ya que
creo que puede enriquecer el asunto y ayudarnos a tener una mayor amplitud de
miras. Toda opinión es bienvenida, siempre que haya respeto y buenos modales.
En primer
lugar me gustaría hacer un
llamamiento al respeto, ya que quiero recordar y resaltar que ni mi
persona ni la de ningún actual compatriota mío íbamos en los galeones que
arribaron a América hace más de 500 años. Además, creo que se da frecuentemente
la paradoja de que cuando (comprobado en mis diversos viajes por Latinoamérica)
guías, comerciantes, o simplemente ciudadanos, insultan a diversos expedicionarios
españoles que estuvieron en esos países, con evidente ánimo de molestar al
visitante español, deberían notar que tales personajes se mezclaron con indios
e incluso se quedaron a vivir allí, por lo cual acabaron siendo sus
antepasados, no los del visitante. Los míos quedaron aquí, así que un poquito
de respeto a su propia sangre. ¿O acaso creen que apellidos como Martín,
Suárez, Gómez, Blanco, Peña, Cierva, Jiménez, Sánchez, … o el propio idioma
español surgió por ciencia infusa (como una niña me preguntó extrañada, en un
pueblo de Guatemala, al oírme hablar con el guía de aspecto indígena que me
acompañaba: -“¿de dónde eres?”-, -“de España”-, -“¿Y en España también habláis
el español?”-; sería curioso ir al colegio de esta niña para ver qué le cuenta
su maestro…). Basta darse un paseo por un mercado de alimentos de cualquier
ciudad latinoamericana para comprobar cómo de efectivo fue el supuesto
genocidio indígena del que se acusa, cansinamente ya, a los españoles.
Imagen del
famoso mercado de Chichicastenango (Guatemala), de la Merced (en México D.F.), de
la Paz (Bolivia),
de la turística Pisac (Perú, en pleno
Valle Sagrado de los Incas), en Quito (Ecuador), el turístico “mercado de las
pulgas” de Bogotá (Colombia); por poner unos ejemplos al azar.
Ya
dije en otra entrada lo absurdo que
considero que aún en nuestros días, a
los exploradores españoles se les denomine “conquistadores”, mientras a sus
equivalentes de otras nacionalidades europeas se les dice “aventureros” o
“exploradores”. Basta comparar cómo los españoles se casaron con
indígenas, los Reyes Católicos les concedieron a los ciudadanos del Nuevo Mundo
-prácticamente desde que tuvieron noticias de su existencia- la consideración
de ciudadanos del Imperio Español (llevando implícita el considerarlos seres
humanos semejantes), algo que Inglaterra, Holanda o Francia nunca hizo. La
propia y magistral película “Gringo Viejo” de 1989 (basada en la novela
homónima del hace poco fallecido Carlos Fuentes) recoge este hecho.
Carátula de la película “Gringo
Viejo” que recrea los últimos momentos de James Lienert, el Padre Jaime,
periodista acusado de espía y fusilado por ello; en la imagen central se
muestra su tumba en la ciudad de Sierra Mojada. A la derecha, escena en la que
un joven y apuesto Jimmy Smith recupera los papeles de Los Reyes Católicos que
les reconocía a los indios propietarios de sus tierras. Esta imagen se puede
ver en el siguiente breve vídeo tomado de la película:
Como
bien observaba un comentarista, militar retirado, qué poquitos indios
norteamericanos pueden verse en los mercados, en las calles de las principales
ciudades estadounidenses, o como guías en los museos. Y en cambio, basta pasear
por cualquier calle latinoamericana para ver rasgos indígenas por doquier. ¿La
razón? Sencilla. El español no masacró a la población civil. La Conquista fue una guerra
y como tal, principalmente cayeron personajes militares. En ambos bandos.
Busto de la princesa y primera esposa
de Pizarro, Inés Huaylas Yupanqui, hija de Huayna Cápac y hermana de Huáscar y
Atahualpa, en el Palacio de Francisco Pizarro en Trujillo (Cáceres, España).
Más tarde Pizarro se casaría con la hermana de su primera esposa, Angelina
Yupanqui. A su lado, retrato de Martín García Óñez de Loyola (Gobernador
español de Chile) con su esposa la princesa inca Ñusta Beatriz.
Todos los españoles
que celebraron estos matrimonios mixtos no sólo enseñaron a sus esposas a leer
y escribir castellano, sino que convivieron con todo tipo de comodidades y
tuvieron muy en cuenta sus opiniones.
Este mismo
comentarista aludía también a las condiciones en las que quedaron los nativos que sobrevivieron a los
“aventureros” y “exploradores” europeos (mayoritariamente ingleses y franceses)
en Norteamérica y las que hubo tras los “conquistadores” españoles. Las
reservas norteamericanas no se consideran tierra estadounidense, así que los
nativos con altas tasas de alcoholismo, paro, pobreza y analfabetismo, no
pueden votar en los Estados Unidos.
No quiero con
ello decir que los españoles fueron siempre unos santos porque no haría honor a
la verdad. Pero exagerar sobradamente
sus actuaciones también es mentir, igual
que no reconocer atrocidades aún peores cometidas por otros europeos
como por ejemplo la costumbre de arrancar caballeras humanas o manos para
contar los indios muertos y cobrar por ello, como hicieron franceses e
ingleses; o casi exterminar a los bisontes norteamericanos para que los
indígenas se murieran de hambre durante el duro invierno, lo que hicieron los
ingleses con Búfalo Bill como principal brazo ejecutor. Sin entrar a ver lo
ocurrido en la batalla de Wonder Knnee (“rodilla herida”) y las atroces
imágenes de soldados norteamericanos aguardando a que un viejo jefe indio que
agoniza medio congelado muera para enterrarlo. Tal fue el dolor que dejó en los
indios norteamericanos supervivientes que el grupo de rock “Redbone” (Hueso
rojo) formado por indígenas, tenían una canción que se llamaba “todos fuimos heridos en Wounded knee”
(“we were all wounded at Wounded Knee”):
Otro
hecho ya recurrente en lo que atañe a la Leyenda Negra española es la
subjetividad con la que se trata la información contenida en los documentos de
la época. Así, por ejemplo, cuando se dice que los soldados españoles que
terminaron con el Imperio Azteca eran millares, académicos de todo el mundo han
demostrado sin dejar duda alguna que la cifra se había exagerado notablemente,
pues la realidad fue que los españoles alcanzaron como mucho los 400-800 hombres
junto con Hernán Cortés. Ahora bien, varios religiosos que acompañaban a los
militares españoles comenzaron a exagerar el paganismo de los indígenas, así
como las torturas a las que los españoles sometieron a esas almas descarriadas
para llevarlas por el buen camino católico, en una hábil maniobra de presión
para garantizarse que los Reyes Católicos enviaran refuerzos de religiosos
(comenzaba en el Nuevo Mundo la eterna pugna de poder que en Europa se llevaba
librado entre los emperadores y reyes, contra el Papa y máximo poder religioso
católico). En este caso toda la comunidad no sólo aceptó como ciertas tales
barbaridades sino que incluso se llegó a afirmar “y otras muchas que se callarían”. Es absurdo mostrar a quién no tiene interés por oírnos, miles de
documentos de procesos de la
Inquisición en España mostrando los tormentos que realizaban
y que, aunque duros, quedaban muy muy lejos de las barbaridades que se citaban
(como echar indios a jaurías de perros hambrientos, práctica común entre los
vikingos en el s. XI d.C., pero nunca en España). Es más, otro “detalle” que
olvidan estos críticos es el de comprobar que las torturas y condenas de la Inquisición eran severas, cierto, pero se aplicaban de igual manera tanto a
indígenas como a españoles viejos (“de pura cepa”) y españoles nuevos (judíos o musulmanes conversos). Por
cierto que este manido tema de la Inquisición habría también que revisarlo y
comparar las cifras de los procesos españoles con las de Inglaterra o
Centroeuropa, que pueden sorprender mucho (ver aquí).
En
una apreciación en la que sí coincidí con mi interlocutor del otro lado del
Atlántico fue en admitir que la
“Conquista” -y todas las barbaridades que se atribuyen a los españoles- ha sido, intencionadamente o
no, manipulada por largo tiempo.
Basta tomar en cuenta los numerosos documentos de la época que aún se conservan
para ver que los españoles eran un grupo muy, muy reducido. El grueso del
ejército que atacó al imperio azteca e inca estaba formado por otras numerosas
tribus indígenas rivales. Y de hecho, si
algo dejan claro las excavaciones arqueológicas de época hispánica es la
minoría de muertos causados por armas europeas, frente a la mayoría de cuerpos
indígenas que presentan heridas mortales causadas por armas indígenas.
No neguemos las evidencias. Incluso mi interlocutor las consideraba bien
válidas para respaldar este hecho.
Aún
así, siguen realizándose documentales como el de “Guerreros” de la BBC inglesa (visible aquí) y en el que, hacia el final, se dice que
el 99 % de aztecas murieron por armas de fuego y espadas europeas. Falso. Por cierto que
el documental otorga toda la culpa de la destrucción del imperio Azteca a la Malinche, no a los
españoles (aquí).
De
hecho, como bien afirmaba mi interlocutor peruano, gran parte de los
matrimonios mixtos de españoles y princesas indias se realizaron para sellar
alianzas. Así, en la carga que Hernán Cortés efectuó contra la capital del
imperio azteca estaba detrás las ideas e insistencias de la india apodada Malinche.
Igual sucedió en otras batallas donde, insisto, las tropas españolas eran
minoría. Atribuir los millones de muertos de América a las manos de un puñado
de españoles que no llegarían al millar es, simplemente, sobreestimarlos. Así
que queda patente el desconocimiento de los delincuentes que trataron de
ganarse sus cinco minutos de gloria atentando contra el patrimonio español al
manchar la estatua de Hernán Cortés en Medellín y en Cáceres, con pintura roja
y la pintada “asesino” junto a un monigote representando un indio. Tal vez
habría sido más correcto que hubiera dirigido esas pintadas o calificativos
contra sus propios compatriotas, que sin duda causaron más muertos que el
puñado de soldados españoles que llegó a tierras americanas.
Claro
que si de documentarse se trata, habría que recomendar lo mismo a los varios
escritores que se jactan de la ausencia de estatuas de Hernán Cortés, en todo
el mundo. Otros, más comedidos, como realizadores del documental de la BBC que se ha enlazado antes (“Guerreros”), terminan su trabajo
diciendo que no existe una sola estatua en todo México en honor de este
personaje. Lo más sorprendente es que estas afirmaciones vienen de personajes como el político y comentarista mexicano Jorge Castañeda (en su libro "Mañana o pasado", ed. Aguilar, 2012; ver aquí) o del historiador mexicano Enrique Krauze (director además de la editorial Clío, de la revista Letras Libres y miembro de la Academia Mexicana de la Historia), entre otros. Qué triste resulta comprobar cómo cada día los investigadores se
esfuerzan menos en hacer su trabajo. Para que no se cansen mucho, a
continuación procederé a citarles y mostrarles al menos 10 estatuas de este
español universal. No era tan difícil molestarse en documentarse antes de hacer
tan burdas aseveraciones, bastan tan sólo 20 minutos en google.
Como
siempre, lo que más me indigna es ver a periodistas y escritores españoles
repitiendo esas falacias no contrastadas, sosteniendo la leyenda negra española
o frases ofensivas. Tal es el caso de César Cervera cuando publica en el
periódico español ABC y encima resaltándolo en azul, que no existe en México una
sola estatua de cuerpo entero de Hernán Cortés (ver aquí).
Qué poco se ha molestado este periodista en contrastar su publicación, cuando basta
poner un poco de interés para reparar en al menos dos estatuas de cuerpo entero
del español. A continuación las cito y muestro.
En la imagen, estatuas de Hernán
Cortés: 1, busto realizado por Manuel Tolsá, Archivo de Indias (Sevilla,
España); 2, estatua de Medellín (España), con su réplica en Montehermoso
(Extremadura, España); 3, busto gemelo de 1 en el Hospital de Jesús fundado por
el explorador español en México D.F., otro gemelo se encuentra en Nápoles y en el Castillo mexicano de Chapultepec;
4, estatua obra de Pérez Comendador en Cáceres (España), gemela de la que se
encuentra en América; 5, Cortés con la Malinche y el pequeño Martín, hijo de ambos, en
México D.F.; 6, estatua de Cuernavaca (México)
y 7, árbol Ahuehuete descendiente del que dio cobijo a Cortés en su “noche
triste” junto a una estatua del extremeño llorando tras haber logrado
sobrevivir a la masacre que los indios hicieron sobre los españoles, Guanajuato
(México).
Como parte de la Leyenda Negra creada sobre
nuestro país, está el tachar a los españoles de tener un ansia desmedida de oro
cuando en realidad los ingleses y holandeses crearon y más tarde modernizaron
su flota naval expresamente para tratar de desvalijar la española que llegaba
del Nuevo Mundo cargada con todo tipo de productos, desde oro, plata y piedras
preciosas, hasta plantas y animales desconocidos en Europa. Esa codicia desmesurada sirvió para ocultar
grandes hazañas de nuestros exploradores, que descubrieron buena parte del
continente americano (y sin embargo tomó su nombre del italiano Américo
Vespucio…sin comentarios), y exportaron a Europa productos que
salvarían de hambrunas a millones de personas (como la patata, en
Irlanda) a la vez que importaban a
América plantas y ganado que igualmente se volvieron imprescindibles, e incluso
remedios medicinales para combatir eficazmente enfermedades desconocidas por
los indígenas. No sólo en América, sino en todo el mundo. ¿Por qué se
llaman las Filipinas así, por ejemplo? (por el emperador español Felipe II)¿Y Australia? (por los Austrias, estirpe de los monarcas españoles) o
¿sabía acaso el lector que las fuentes del Nilo fueron conocidas antes por un
explorador español que por el famoso “doctor Livingstone supongo”?, ¿y que
muchas armas que se apellidan “italianas” en realidad son españolas, llevadas a
Italia cuando Nápoles y otros territorios pertenecían al extenso Imperio
Español?. Eso sí, la peor epidemia de gripe de la que se tiene constancia y que
supuso la muerte de millones de personas en todo el mundo, es la llamada “gripe
española”; pues bien, nada tiene que ver con España (salvo que nosotros fuimos los únicos idiotas en divulgar al mundo nuestras alarmantes bajas, objetivas, causadas por la infección procedente -se cree- de soldados norteamericanos, mientras el resto de naciones -con mayores bajas- ocultaban sus cifras). Documéntense, las
evidencias están ahí, a nuestro alrededor, en todas partes. Solo hay que tener
ganas de cuestionarse la Leyenda Negra
y tratar de comprobar qué hay de cierto en lo que nos cuentan.
Con
todo, hay que admitir el don que han tenido los ingleses para hacerse querer a
pesar de que nunca han llegado a mezclarse con el pueblo que conquistaban
(véase los países africanos donde estuvieron, India, Hong Kong,…) y el odio que
España ha dejado aún cuando se mezclaba con ellos, les procuraba leyes y
derechos, peleaba y moría por ellos, … Quiero pensar que el exceso de celo
religioso y frecuente austeridad de la clase dirigente puede tener algo que ver
al respecto.
Hace ya más de 500 años que ocurrió todo y se
nos sigue recriminando. ¿Se imaginan que ocurriría si nosotros siguiéramos esa
conducta en nuestro país? Realmente, no tendríamos con quién hablar, porque a
tenor de la Historia,
por el solar ibero ha pasado todo tipo de pueblos y hasta tenemos etapas de
varios siglos que configuran la llamada “Reconquista”; por no hablar de la sumamente destructiva
invasión francesa (que tantísimo daño hizo a nuestro patrimonio, arrasó iglesias, robó joyas de arte e incluso trataron de dinamitar la Alhambra antes de irse, ver aquí), evidentemente con ánimo de conquista, más reciente, o de los
largos conflictos con Inglaterra, alguno todavía no cerrado. Pero todo es
historia y en mayor o menor medida forma parte de nuestra carga genética. Así
lo percibimos y sólo así podemos formar parte activa en la difícil construcción
de nuevas formas de convivencia en este mundo de nuevas tecnologías que se nos
va quedando pequeño.
Tres
imágenes de las muchísimas que circularon y aún circulan por Internet
rememorando cuando nuestro rey D. Juan Carlos, en un magistral arranque de
patriotismo mandó callar al expresidente venezolano Hugo Chaves que no dejaba
de ofender al expresidente español José María Aznar en la cumbre iberoamericana
celebrada en Chile en 2007. Posteriormente pediría disculpas a Chaves, cuando
visitó España (éste a su vez se disculpó por sus descalificaciones) y ambos
rieron con la anécdota, como se muestra en las imágenes. Pero no se puede
tolerar tanto insulto gratuito e infundado a España y sus gobernantes. Ese día
volví a sentirme orgullosa de mi rey, lo admito, cuando dijo lo que miles de
españoles pensábamos ante un inexpresivo presidente José Luís Zapatero que se
justificó ante los españoles diciendo que no llegó a oír las descalificaciones
de Chaves.
En fin, que
personalmente aconsejaría dejar tanto odio visceral a un lado para acercarse
objetivamente a la verdad y sobre todo, considerar que eran otros tiempos y que
de los hechos han transcurrido ya más de medio milenio. Creo que desde entonces
la cuantiosa ayuda que España ha dado tanto para estudios y excavaciones como
para ayuda humanitaria debería por sí misma bastar para que la población
comenzara a mostrar cierto agradecimiento, porque de otra forma se corre el
riesgo de que nos quede sensación de idiotas; invertir tanto dinero para sólo
recibir insultos y frases humillantes. Podría haber mejores causas en las que
invertir, mirando más hacia Asia por ejemplo. Es mi opinión. Afortunadamente
comienzan a llegar noticias que alientan a creer que aún hay esperanzas de que
la historia comience a hacer justicia a los hechos viendo cómo en la localidad
mexicana de Cuernavaca se plantean volver a restablecer la estatua de Cortés a
un sitio destacado de la ciudad o en Colombia se pone mucho interés en
encontrar los restos de Blas de Lezo y honrarlos debidamente, por no mencionar
las numerosas placas que en Norteamérica se han colocado en honor al malagueño
Bernardo de Gálvez, cuyas hazañas fueron decisivas para la independencia de
Estados Unidos, como ellos mismos admitieron recientemente (ver aquí y aquí).
Con todo, hay que recordar la anécdota del alcalde de Cartagena de Indias, Dionisio Vélez Trujillo, que no se le ocurrió mejor idea que inaugurar durante la visita de los príncipes de Gales -Carlos y Camilla- una placa junto al castillo y la estatua de Blas de Lezo, resaltando “el valor inglés” frente a los españoles y colombianos cartageneros que murieron defendiendo su territorio. Sorprendidos por tan extraña propuesta, la gran mayoría de concejales del ayuntamiento eliminaron la placa (ya destrozada por iniciativa propia, por el cartagenero Jaime Rendón, en la imagen) y solicitaron la dimisión del alcalde por la afrenta que suponía contra Cartagena y sus defensores el tratar de resaltar (cito literalmente) “al almirante inglés Vernon y su flota de saqueadores” que no tuvieron, como vimos aquí, el menor remordimiento en realizar medallas y monedas conmemorativas de una gran victoria en lo que realmente había sido una tremenda derrota inglesa. Afortunadamente, como los acontecimientos nos han mostrado, comienza a haber personas en Latinoamérica que ven los hechos como pasaron, dando a cada personaje y nacionalidad su justa recompensa por el conjunto de sus conductas.
Con todo, hay que recordar la anécdota del alcalde de Cartagena de Indias, Dionisio Vélez Trujillo, que no se le ocurrió mejor idea que inaugurar durante la visita de los príncipes de Gales -Carlos y Camilla- una placa junto al castillo y la estatua de Blas de Lezo, resaltando “el valor inglés” frente a los españoles y colombianos cartageneros que murieron defendiendo su territorio. Sorprendidos por tan extraña propuesta, la gran mayoría de concejales del ayuntamiento eliminaron la placa (ya destrozada por iniciativa propia, por el cartagenero Jaime Rendón, en la imagen) y solicitaron la dimisión del alcalde por la afrenta que suponía contra Cartagena y sus defensores el tratar de resaltar (cito literalmente) “al almirante inglés Vernon y su flota de saqueadores” que no tuvieron, como vimos aquí, el menor remordimiento en realizar medallas y monedas conmemorativas de una gran victoria en lo que realmente había sido una tremenda derrota inglesa. Afortunadamente, como los acontecimientos nos han mostrado, comienza a haber personas en Latinoamérica que ven los hechos como pasaron, dando a cada personaje y nacionalidad su justa recompensa por el conjunto de sus conductas.
Detalle de la inauguración de la polémica placa en honor a los fallecidos ingleses durante el proyecto de invasión inglés de la ciudad repelido por españoles y colombianos al mando de D. Blas de Lezo. El cartagenero Jaime Rendón junto a la placa que rompió, estado en que quedó ésta y algunas protestas realizadas por ciudadanos colombianos contra la placa y lo que supone. Ha sido retirada por exigencia popular.
A continuación dejo un par de vídeos-documentales sobre la caída de la capital del Imperio Azteca, con la participación de importantes académicos mexicanos, sustituyendo el odio visceral que a nada bueno conduce, por evidencias arqueológicas y documentos de la época.
A continuación dejo un par de vídeos-documentales sobre la caída de la capital del Imperio Azteca, con la participación de importantes académicos mexicanos, sustituyendo el odio visceral que a nada bueno conduce, por evidencias arqueológicas y documentos de la época.
El segundo es un documental
¿mexicano? sobre la vida del explorador y conquistador Hernán Cortés (se ha retirado de internet, el enlace se ha roto), a pesar de grandes fallos cometidos como
contar que los Reyes Católicos expulsaron a “los moros” – secuencia 2:08- (si
existe un término más despectivo para referirse a los musulmanes, sin llegar a
los insultos, yo no lo conozco), decir que Hernán Cortés carecía de
conocimientos de Ciencias y Humanidades (3.20), hacer de Cortés el emblema del
emperador romano Constantino Augusto (9.10), mostrar a un barbudo y bigotudo
Moctezuma, cuando los indígenas son y eran lampiños (12.43) o afirmar que Hernán
Cortés o sus semejantes no eran militares (13.43), cuando su primo, Francisco Pizarro, conquistador del imperio Inca, se formó bajo las órdenes de “El Gran
Capitán”, entre otros muchos; lo que más destaco de este documental es la
afirmación en el minuto 42.33 que dice clara y ciertamente que a México no lo
conquistan los trescientos españoles sino la inmensa población mesoamericana
que se alía con ellos contra los tiranos y sangrientos aztecas. Como minoría,
muchas de las acciones y muertes que se adjudican a los españoles deberían
atribuirse –siendo justos- a los indígenas que cargaron contra los aztecas a
consecuencia del odio y sed de venganza acumulados.
He leído con suma satisfacción su artículo y estoy completamente de acuerdo con la explicación que señala, sobre todo en lo referente a los términos “conquistadores” para los españoles y “aventureros” para los otros. El manto inglés siempre ha sido muy espeso y tener a Hollywood y publicaciones que parecían serias como “National Geographic” y otras publicaciones en el canal “Historia” ha ayudado excesivamente a mantener esa gran mentira. Porque gracias a Internet ya son muchos los historiadores con ética de distintos países, algunos ingleses, que reconocen que la guerra de Inglaterra con España fue una típica guerra de rapiña. Acostumbrado sus barcos al contrabando no permitían que en las aguas españolas fuesen registrado por los guardacostas españoles. Y esa sed de rapiña les llevó a que sin declaración previa de guerra atacara a puertos españoles mal defendidos, como ocurrió el 22 de noviembre de 1739 en Portobelo. Pocos años antes de que Vernon atacara a Cartagena de Indias arrasó, con suerte, esa ciudad llevándose un cuantioso botín además de 68 cañones de bronce, morteros, etc, lo que despertó tal entusiasmo en Inglaterra que, además de acuñar sus medallitas conmemorativas, pensaron en pleno brote de soberbia que su robo podría ser mayor si conquistaba la más importante ciudad del Caribe: Cartagena de India. Y aunque hizo dos simulacros de ataque y contó con toda la fuerza y armamento posible entonces, se olvidó de la valentía y la casta de los nativos colombianos y españoles mandado por un viejo discapacitado, que le faltaban algunos miembros pero que le sobraba otras “cosas”, llamado Blas de Lezo. No se engañen, lo único que ha movido a todos los “aventureros” fue “la plata” y mucho más a Inglaterra o ¿cual fue el motivo de su intervención en la guerra de los Boeres de 1899 en Sudafrica? ¿defender los derechos de los colonos británicos que habían cruzado la frontera, sin permiso, a Transvaal o controlar el mayor filón de oro del mundo descubierto en 1887 en Witwatersrand, en el país vecino? También aquí, a pesar de que llevaron un enorme y moderno ejercito de 450.000 soldados, integrados por británicos, de Rodesia, India, Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Colonias del Cabo y de Natal, también perdieron la guerra y 22.000 hombres. En frente, de los 88.000 soldados murieron 49.000 boeres, aunque sólo 7000 en combate, el resto: 28.000 civiles boeres (22.000 niños y 4000 mujeres) murieron en cautiverio así como 14.000 civiles africanos.
ResponderEliminarBuenas tardes, muchas gracias por su bien documentado comentario. Creo que el blog se enriquece mucho con los aportes de terceras personas. Muchas gracias por compartir. Un saludo.
ResponderEliminarBuenas tardes.
ResponderEliminarMuy buen artículo, es el segundo que leo de su blog y me gustaron.
Me parece que hace falta aclarar un poco lo del asunto del oro, ya que, así como a los españoles les dicen conquistadores y no exploradores, al descubrimiento de América le dicen saqueo y no descubrimiento.
Un saludo desde Colombia.
Gracias Ferney por sus palabras. Le remitiría a mi respuesta a su comentario sobre el Galeón San José o incluso a la magistral respuesta que en mi entrada sobre D. Pedro de Alvarado le da un paisano mio a un comentario cargado de reproches. Igualmente, le pido algo de paciencia y le emplazo a mi próxima entrada que la centraré en otra de las calumnias eternas contra España: la Inquisición española. Con datos en la mano, veremos qué hay de cierto en todo lo que se ha venido contando y se sigue haciendo sobre el asunto. Se que para muchos, se aporten los datos que se aporten, nada cambiará pero al menos espero que para otras personas más razonables se comience al fin a retirar esta ingente montaña de desvaríos y falsas atrocidades que sobre España se han ido acumulando. Un saludo desde España.
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