domingo, 27 de diciembre de 2015

Por qué murió Sócrates y cómo


         Cuentan los relatos griegos que cuando a la Sibila de Delfos se le pidió que preguntara al oráculo quién era el mayor sabio, respondió contundente: Sócrates. Tan admirado como odiado por su ironía y método, consistente en devolver a sus dialogantes las cuestiones, con el fin de que ellos mismos dieran con la respuesta, este conocido como “método socrático”, actualmente es usado por psicólogos de todo el mundo, en sus consultas. Como más tarde ocurriera con otros filósofos o corrientes de pensamiento tales como los Cátaros, Sócrates comenzó a convertirse en un personaje incómodo al reclamar una relación directa entre pensamiento y conducta, que predicaran con el ejemplo de sus acciones.
Desde la respuesta del oráculo de Delfos (s. IV a.C.), para muchos, Sócrates es considerado el padre de la filosofía griega clásica y por extrapolación, de la medieval y actual. Sin embargo fue detenido, juzgado y condenado a morir “por ingesta de cicuta”, según dejarían recogido diferentes testigos, entre los que cabe mencionar al mismísimo sabio griego y discípulo de Sócrates, Platón.
            Sin embargo, a día de hoy, son muchas las dudas que existen sobre la condena del famosísimo maestro griego e incluso de su propia muerte.

            De acuerdo con el archifamoso filósofo griego Platón, su maestro Sócrates murió al ingerir una copa de cicuta, al ser condenado (en el 399 a.C.) por ser una pésima influencia para la juventud, por sus ideas predicando el inconformismo y ridiculizando al también filósofo (sofista) Aristófanes, al que calificó en su obra humorística “Las nubes” como el propietario de una tienda de ideas que terminaba haciendo creer a los jóvenes que las peores ideas eran las más acertadas. Los sofistas también lo acusaron de no respetar a las instituciones ni a los dioses establecidos, dando con frecuencia más peso a la voz interior que a los designios divinos externos. Los discípulos de Sócrates, durante el juicio, se dejaron enredar por las retorcidas ideas que hábilmente esgrimieron veteranos sofistas, cayendo con frecuencia en las trampas dialécticas que les creaban y por ello, al reconocer cómo dialécticamente habían vencido a sus discípulos, Sócrates aceptó, resignado, la condena. 


Sócrates era toda una institución, tan admirado como maestro y filósofo, como militar (participó en las batallas de Samos, Potidea, Delio y Anfípolis como soldado de infantería) y sus miles de adeptos le rogaron que no bebiera la cicuta, que no aceptara la resolución e incluso llegaron a proponerle varios planes de fuga o mover contactos bien posicionados que podrían presionar para salvarle, a lo que respondió el filósofo: “más vale sufrir una injusticia que cometerla porque quien la comete se convierte en injusto, quien la padece no”.
El pintor Jacques-Louis David inmortalizó la muerte del sabio en la famosa obra homónima, realizada en 1787, que actualmente se expone en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Tomó como referencia los escritos de Platón, si bien se sabe que este gran filósofo no llegó a estar presente en la ejecución por encontrarse indispuesto, anotando el acontecimiento por palabras de sus compañeros que sí estuvieron presentes.


            No obstante, a lo largo de los años han sido muchos los científicos que han puesto en duda la muerte de Sócrates. El escritor Jeremy Taylor recupera las distintas opiniones de científicos del siglo XVIII que cuestionaron “la teoría oficial” sobre la muerte del filósofo a base de cicuta puesto que los síntomas no parecen coincidir. Y es que Taylor, investigando este tipo de condenas en la Grecia clásica, comprobó que el brebaje consistía en una mezcla de principios activos de distintas plantas, dependiendo la composición y concentración de los ingredientes del poder adquisitivo del condenado así como de su posición social.
            De entre los ajusticiados conocidos, quizás el que encontró más parecido fue el general Foción, condenado y ajusticiado a beber koneion (en latín, conium), si hacemos caso a Plutarco. Lo curioso es que para Dioscórides, Hipócrates y Galeno, Koneion era sinónimo de cicuta. Y lo tildo de curioso porque han sido varios los médicos (por ejemplo, Sauvages y Bulliard) o los químicos (Orfila) que en la muerte de Sócrates descrita por Platón en su obra Fedón creen observar síntomas que hablarían de la presencia de otros compuestos, aparte de la cicuta, en el brebaje causante de la muerte.
            El doctor Cabanés ("Les indiscrétions de l’Historie", t. III, pág. 126) va más lejos al afirmar que la cicuta no figuró en el brebaje, como ya se afirmaba en el "Diccionario francés de Ciencias Médicas", sino que el ingrediente principal fue el opio, estando otros elementos como el arsénico también presentes.
Y es que la cicuta, en determinados casos, era incapaz de provocar una muerte rápida. Tal fue el caso de otro gran filósofo hispano, el cordobés Séneca, que decidió darse muerte emulando a Sócrates, pero sin lograrlo ya que al ingerir el brebaje a base de cicuta en ayunas no le hizo efecto, por lo que hubo de cortarse las venas en muñecas y tobillos y darse un baño en agua caliente, muriendo asfixiado por los vapores y desangrado.
De acuerdo con el doctor Marmisse, la bebida a base de un concentrado de la cicuta causaba una rápida y apacible muerte. Sin embargo, pronto se vio que cuánto más pureza tenía la poción en cicuta, los últimos momentos eran más dolorosos, de forma que los condenados pudientes pagaron para que el opio se incluyera en la fórmula en cantidades significativas capaces de evitar vómitos, calambres estomacales y convulsiones propias de la intoxicación por cicuta.


Según Platón en su “Felón”, la condena de Sócrates fue de la siguiente forma:
El verdugo se entrevistó un par de veces con el filósofo condenado, con el fin de estimar las proporciones más efectivas de la fórmula letal y, una vez preparada, le aconsejó estar sentado al sol un tiempo (para elevar su temperatura corporal), comer copiosamente e ingerir el brebaje mezclado con vino, al término de ésta para que los principios activos pasaran a la sangre del reo. Le invitó a pasear (para ayudar a que el corazón bombeara más rápido la sangre envenenada a todo el cuerpo) y a que se tumbara cuando notase el hormigueo y adormecimiento de sus extremidades.
            Cuando Sócrates se tumbó, el verdugo aguardó unos momentos, presionando y pellizcando luego en las extremidades, preguntándole si lo sentía, cosa que negó el filósofo.
            Acto seguido, la temperatura del cuerpo del reo comenzó a descender rápidamente, un síntoma propio de la ingesta de cicuta. Posteriormente llegaron leves espasmos, que hicieron sospechar a determinados autores la presencia considerable de opio en el brebaje evitando dolores musculares y fuertes espasmos y calambres.
            El cuerpo de Sócrates quedó inerte, con la mirada fija en un punto, lo que ha llevado a interpretar la presencia de arsénico en lo bebido. Para entonces, varios discípulos del filósofo lloraban ya abiertamente, lo que hizo que Sócrates susurrara sus últimas palabras: “¿Lloráis porque muero inocente? ¿Preferiríais que muriese culpable?” y expiró.
            Así las cosas, autores como Guibourt ("Histoire naturelle des drogues simples", 1820) se planteaban si tal vez el nombre de “beber cicuta” dado a este tipo de condena debería haber sido más bien “beber opio” ya que cree que era esta planta y no otra la predominante en el brebaje mortal, al menos en el caso de Sócrates y de Foción. Jeremy Taylor parece compartir esta opinión ya que analiza los términos usados por los griegos encontrando que posiblemente se refirieran al brebaje como “drogas” más que como cicuta propiamente dicha. De hecho, Teofrasto ya recogía cómo el químico Tráseas de Mantinea había creado una fórmula letal rápida, eficaz e indolora que tenía como ingredientes principales el opio y la cicuta. ¿Fue un derivado de esta fórmula, con arsénico, lo que ingirió Sócrates?.

Cuadro “la Escuela de Atenas” de Rafael Sanzio (1510-1511), por encargo del Papa Julio II, donde aparecen los filósofos más reconocidos: 1-Platón (teorizando con sus ideas), 2- Aristóteles (palpando en el aire, imponiendo la experiencia de los sentidos a las ideas), 3- Heráclito (el pintor inmortalizó en él al pintor Miguel Ángel), 4-Parménides, 5- Hipatia (la directora de la Biblioteca de Alejandría), 6- el sobrio Diógenes, 7-Pitágoras (inmerso en sus números, que consideraba el lenguaje de Dios), 8-Euclides (aunque otros consideran que más bien se trata de Arquímedes), 9-Plotino (neoplatónico, primero en proponer el misterio de la Trinidad, parece que su rostro corresponde al del Papa Julio II), 10-Sócrates polemizando, 11- Alejandro Magno (reconocido como el mejor estratega ya que en 12 años llegó a conquistar 2/3 del mundo conocido, a excepción del espacio entre la Península Ibérica y Macedonia), 12-Anaximandro (discípulo de Tales de Mileto), 13- Averroes (filósofo árabe hispano), 14- Antístenes (discípulo de Sócrates e iniciador de la escuela Cínica), 15- Epicuro (niega la realidad de todo lo que no pueda tocarse y comprobarse por los sentidos), 16- Zenón (discípulo de Parménides y conocido por sus paradojas), 17- Ptolomeo (cartógrafo y matemático), 18- Estrabón (según otros, Zaratustra), 19- Homero, 20- el propio pintor, Rafael Sanzio.

            Para concluir esta entrada, dejaré algunas de las frases de Sócrates (470-399 a.C.):
- Desciende a las profundidades de ti mismo y logra ver tu alma buena. La felicidad la crea solamente uno mismo con su buena conducta.
- Habla para que yo te conozca.
- Los jóvenes de hoy (s. IV a.C.) son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida y faltan al respeto a sus maestros.
- Sólo sé que no sé nada.
- Para desembarcar en la isla de la sabiduría hay que navegar en un océano de aflicciones.
- Mi consejo es que te cases. Si encuentras una buena esposa serás feliz, si no, te harás filósofo.
- No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad.
- La Ciencia humana consiste más en destruir errores que en descubrir verdades.
- Yo soy un ciudadano, no de Atenas o Grecia, sino del mundo.
- Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de su enfermedad, si no es así, abstente de ayudarle.
- El pasado tiene sus códigos y costumbres.
- En cualquier dirección que recorras el alma, nunca tropezarás con sus límites.


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