jueves, 31 de diciembre de 2015

El santuario turdetano de los caballos


           Una de las tareas pendientes desde que visité el museo arqueológico de Sevilla era hacer esta entrada para dar más resonancia a este maravilloso hallazgo que enmudece viendo pasar el tiempo en una esquina de una de las salas de este bello museo hispalense. Andaba yo en otras cosas y siempre a contrarreloj, así que finalmente, más meses después de los que me hubiera gustado, he decidido centrarme en este curioso templo que existió una vez en pleno valle del Guadalquivir hace más de 3.000 años.


            La realización de estas piezas se atribuye a los Turdetanos, pueblo ibero descendiente de los Tartesios que, de acuerdo con Estrabón, tomaron de ellos gran parte de sus conocimientos.
            Como supondrá el lector, también creo que este santuario –si no su esencia- fue una herencia tartesia, pues ya vimos en otra entrada el arraigo de la leyenda de Pegaso en la Península Ibérica y el posible origen de este mito en territorio tartesio (aquí).

            El caballo, como aparece en una de las pinturas de la cueva malagueña de la Pileta en un dibujo esquemático en negro, por lo que tienden a datarlo en la Edad del Bronce, cuando la domesticación del caballo ya era un hecho, fue muy tempranamente domesticado en la Península Ibérica, apareciendo en las llamadas “Estelas de los Guerreros”, abundantes en territorio tartesio, numerosos carros que recuerdan a los chipriotas y que, a pesar de su estilo primitivo y de encontrarse siempre desplazadas (haciendo imposible su datación), se consideran relativamente recientes, de la Edad del Bronce.
Lo mismo cabe decir de la bella estatuaria ibera representando jinetes, así como de las estelas con caballos y cerámicas con jinetes de la cultura ibera, que se datan entre los siglos IV y I a.C. Se ve que según los arqueólogos e historiadores, en la Península Ibérica se necesitó de la llegada de pueblos del Mediterráneo para aprender a domesticar y representar a los caballos, a pesar de darse las pinturas más antiguas de estos animales en el Paleolítico peninsular y existir numerosísimos restos paleontológicos de équidos (¿sólo yo percibo la enorme incongruencia?).
           

Bonita estatua de jinete femenino (¿diosa Epona?) sobre un caballo bellamente engalanado, que forma parte del conjunto de Jinetes de Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla (museo arqueológico de Albacete). Cerámica ibérica levantina de estilo Oliva-Lliria representando a un jinete y estela funeraria ibera de El Palao (Alcañiz, Teruel).

            Pues bien, de acuerdo con la Arqueología, en época turdetana existió en la llamada Mesa de Luque (Las Retamas, en la provincia de Córdoba), un bello santuario en honor a este precioso animal. Actualmente son escasas las estelas y piezas con bajorrelieves que han sobrevivido de tal monumento, pero todas ellas coinciden en presentar figuras realizadas muy esquemáticamente, de manera casi infantil.


            De acuerdo con los investigadores, es muy posible que en dicho santuario se adorara a la diosa protectora de los caballos, Pothnia Hippon que tendría su paralelismo con la celta/celtibera Epona.

            Ahora bien, el desconocimiento de este lugar sagrado es prácticamente total así que me aventuro a sacar mis propias conclusiones. ¿Y si nos encontramos ante una de las escuelas de domadores de la antigüedad?. No en vano, en la ciudad de Córdoba, no lejos de este ancestral santuario, el monarca Felipe II mandó instalar sus Caballerizas Reales en 1570. Amante del caballo, el rey designó al cordobés Diego López de Haro Caballerizo Real, dotándole de amplios poderes para seleccionar las mejores dehesas de pasto y exigir las instalaciones y dotaciones necesarias para perfeccionar y preservar el Caballo Andaluz de Pura Raza.
            Se construyó un inmenso conjunto de edificios no lejos del Alcázar, utilizando los mejores materiales (incluso columnas romanas, como se aprecia en una de las imágenes) y desde entonces se vienen realizando en ellos importantes acciones de doma, cría y espectáculos para contagiar al público su amor por ese bello e inteligente animal. Fue tal la dedicación que se le dio que el poeta Federico García Lorca calificó a las Caballerizas Reales de Córdoba como la Catedral de los caballos. Referente obligado en la equitación mundial, actualmente son –junto con la mezquita y la judería- Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO.

             Así las cosas, ¿y si el santuario turdetano de Mesa de Luque fuera el equivalente de las Caballerizas Reales de Felipe II, en el valle del Guadalquivir del siglo VI a.C., si no anteriores?. Porque de ser así no extrañaría encontrar relieves de caballos, estelas funerarias de jinetes o incluso una zona para honrar y orar a la deidad protectora de estos animales ya que en aquella época el animal no sólo servía como elemento principal en el ejército sino también para ayudar en las actividades agrarias, transportes, e incluso como comida.
            Con todo, sorprende lo primitivo de los relieves preservados, pues seguramente debieron existir bellas estatuas sumamente realistas, posiblemente decoradas con detalles metálicos y resaltadas con vivos colores, que a buen seguro se perdieron hace muchos siglos, si no han pasado a engrosar un nutrido grupo de colecciones privadas del mercado negro.

           Hoy, todo lo que se puede observar de aquel santuario son las piezas mostradas en la imagen anterior. Una de ellas, como se aprecia, está formada por dos lajas de piedra que repiten el mismo motivo, señal de que posiblemente se tratase de una decoración recurrente a lo largo de una pared.
            No obstante, existe una publicación científica de 1989 (Trabajos de Prehistoria, nº 46, pp. 203-228) donde sus autores, Emeterio Cuadrado y Encarnación Ruano describen y dibujan diecisiete losas de arenisca procedentes del desaparecido santuario (piezas sigladas como ML, de Mesa de Luque, 1-17) en la colección de Alhonoz (Puente Genil, Córdoba).

             Para los mencionados autores, la torpe ejecución de estos relieves les lleva a considerar que incluso deban ser atribuidos a un niño pues no sólo es burdo el dibujo, sino también las proporciones de las distintas partes de los animales representados. Destacan tres piezas (ML-2 por ambas caras, ML-10 y ML-12) que muestran figuras de estilo realista, llegando a mostrar los cascos y las crines, frente a otras que vuelven a ser desproporcionadas en los cuellos y colas, con cuerpos rectangulares, mostrando los animales al galope, que no poseen equivalente en otros yacimientos por lo que creen que serían producto de un taller local.
            Concluyen que en el mundo ibero se conocen muy pocos paralelos en la técnica usada de decoración por incisión sobre roca. Así, de las 64 losas procedentes de Pinos Puente con caballos, únicamente 8 de ellas están incisas y tan sólo una de las numerosas piezas halladas en el santuario del Cerro de los Santos, en la provincia de Albacete. Todas las demás piezas en roca superviviente del arte ibero se realizan en relieve.
            Como vemos, a pesar de los escasísimos restos que han llegado hasta nosotros de este desconocido santuario, hay suficientes evidencias como para que destaque por ser muy peculiar. Personalmente, ya lo he apuntado, creo que más bien se trató de una escuela de doma de gran importancia en su tiempo. Recordemos que las crónicas latinas mencionan que los jinetes en la sociedad ibera eran una élite y posiblemente eran enseñados desde muy jóvenes en el arte de la doma y de la guerra así que ¿sería muy arriesgado suponer que estos dibujos tan infantiles de caballos fueran realizados en los muros de las caballerizas por jóvenes jinetes aprendices?.
            De considerar como cierta esta hipótesis de santuario-escuela de doma, posiblemente podríamos extrapolar la misma interpretación para otro santuario ibérico en Cigarralejo, encontrado en 1945, que ha dado 160 exvotos representando a équidos, dominando la cima de un montículo a cuyos pies se encontraba el poblado y la necrópolis romana. Sobre este santuario se edificaría más tarde una amplia villa romana en cuyas estancias se encontraron, de acuerdo con Emeterio Cuadrado y Encarnación Ruano (1989), abundantes cerámicas romanas y campaniformes (extraño, pues son anteriores a la época romana, pero ésto hablaría de la antigüedad del santuario).
           
Detalle de varias piezas del santuario de Cigarralejo y planta del recinto según E. Cuadrado.

También pareció existir otro santuario con numerosos exvotos y representaciones de equipos en Pinos Puente, si bien no se ha reconocido resto alguno de construcción asociada, aunque todos los restos se han adquirido a los agricultores de la zona, por lo que es posible que esté bajo los campos (recordemos que aquí Gómez-Moreno consideraba que debió estar la ciudad de Ilurco).
            Otro de estos santuarios pudo existir en Recuesto (Cehegín, Murcia) donde también han sido halladas representaciones de équidos y el llamado “domador de caballos”, no lejos de allí (en la Encarnación, Caravaca de la Cruz).

Domador de caballos de Encarnación (Caravaca, Murcia), de Alcoy (Alicante), de Mogón (Jaén) y detalle de un dibujo de cerámica ibérica de Lliria (Museo de Prehistoria, Valencia), siglos V-II a.C. Para agrandar las imágenes, picar sobre ellas.

            ¿Son todos estos supuestos santuarios más escuelas de doma que recintos religiosos? Esa es mi opinión, ya que en todos ellos se da un común denominador, abundando las representaciones de caballos pero escaseando hasta la práctica inexistencia los exvotos en bronce tan abundantes en otros recintos religiosos, como el santuario de Despeñaperros, por ejemplo.


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