Una
de las tareas pendientes desde que visité el museo arqueológico de Sevilla era
hacer esta entrada para dar más resonancia a este maravilloso hallazgo que enmudece
viendo pasar el tiempo en una esquina de una de las salas de este bello museo
hispalense. Andaba yo en otras cosas y siempre a contrarreloj, así que
finalmente, más meses después de los que me hubiera gustado, he decidido
centrarme en este curioso templo que existió una vez en pleno valle del Guadalquivir
hace más de 3.000 años.
La realización de estas piezas se
atribuye a los Turdetanos, pueblo ibero descendiente de los Tartesios que, de
acuerdo con Estrabón, tomaron de ellos gran parte de sus conocimientos.
Como supondrá el lector, también
creo que este santuario –si no su esencia- fue una herencia tartesia, pues ya
vimos en otra entrada el arraigo de la leyenda de Pegaso en la Península
Ibérica y el posible origen de este mito en territorio tartesio (aquí).
El caballo, como aparece en una de
las pinturas de la cueva malagueña de la Pileta en un dibujo esquemático en
negro, por lo que tienden a datarlo en la Edad del Bronce, cuando la domesticación
del caballo ya era un hecho, fue muy tempranamente domesticado en la Península
Ibérica, apareciendo en las llamadas “Estelas de los Guerreros”, abundantes en
territorio tartesio, numerosos carros que recuerdan a los chipriotas y que, a
pesar de su estilo primitivo y de encontrarse siempre desplazadas (haciendo
imposible su datación), se consideran relativamente recientes, de la Edad del
Bronce.
Lo mismo cabe decir de la bella
estatuaria ibera representando jinetes, así como de las estelas con caballos y
cerámicas con jinetes de la cultura ibera, que se datan entre los siglos IV y I
a.C. Se ve que según los arqueólogos e historiadores, en la Península Ibérica
se necesitó de la llegada de pueblos del Mediterráneo para aprender a
domesticar y representar a los caballos, a pesar de darse las pinturas más
antiguas de estos animales en el Paleolítico peninsular y existir numerosísimos
restos paleontológicos de équidos (¿sólo yo percibo la enorme incongruencia?).
Bonita
estatua de jinete femenino (¿diosa Epona?) sobre un caballo bellamente
engalanado, que forma parte del conjunto de Jinetes de Coimbra del Barranco
Ancho, Jumilla (museo arqueológico de Albacete). Cerámica ibérica levantina de
estilo Oliva-Lliria representando a un jinete y estela funeraria ibera de El
Palao (Alcañiz, Teruel).
Pues bien, de acuerdo con la
Arqueología, en época turdetana existió en la llamada Mesa de Luque (Las
Retamas, en la provincia de Córdoba), un bello santuario en honor a este
precioso animal. Actualmente son escasas las estelas y piezas con bajorrelieves
que han sobrevivido de tal monumento, pero todas ellas coinciden en presentar
figuras realizadas muy esquemáticamente, de manera casi infantil.
De acuerdo con los investigadores,
es muy posible que en dicho santuario se adorara a la diosa protectora de los
caballos, Pothnia Hippon que tendría
su paralelismo con la celta/celtibera Epona.
Ahora bien, el desconocimiento de
este lugar sagrado es prácticamente total así que me aventuro a sacar mis
propias conclusiones. ¿Y si nos encontramos ante una de las escuelas de
domadores de la antigüedad?. No en vano, en la ciudad de Córdoba, no lejos de
este ancestral santuario, el monarca Felipe II mandó instalar sus Caballerizas
Reales en 1570. Amante del caballo, el rey designó al cordobés Diego López de
Haro Caballerizo Real, dotándole de amplios poderes para seleccionar las
mejores dehesas de pasto y exigir las instalaciones y dotaciones necesarias
para perfeccionar y preservar el Caballo Andaluz de Pura Raza.
Se construyó un inmenso conjunto de
edificios no lejos del Alcázar, utilizando los mejores materiales (incluso
columnas romanas, como se aprecia en una de las imágenes) y desde entonces se
vienen realizando en ellos importantes acciones de doma, cría y espectáculos
para contagiar al público su amor por ese bello e inteligente animal. Fue tal
la dedicación que se le dio que el poeta Federico García Lorca calificó a las
Caballerizas Reales de Córdoba como la Catedral de los caballos. Referente obligado
en la equitación mundial, actualmente son –junto con la mezquita
y la judería-
Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO.
Así las cosas, ¿y si el santuario
turdetano de Mesa de Luque fuera el equivalente de las Caballerizas Reales de
Felipe II, en el valle del Guadalquivir del siglo VI a.C., si no anteriores?.
Porque de ser así no extrañaría encontrar relieves de caballos, estelas
funerarias de jinetes o incluso una zona para honrar y orar a la deidad
protectora de estos animales ya que en aquella época el animal no sólo servía
como elemento principal en el ejército sino también para ayudar en las
actividades agrarias, transportes, e incluso como comida.
Con todo, sorprende lo primitivo de
los relieves preservados, pues seguramente debieron existir bellas estatuas
sumamente realistas, posiblemente decoradas con detalles metálicos y resaltadas
con vivos colores, que a buen seguro se perdieron hace muchos siglos, si no han
pasado a engrosar un nutrido grupo de colecciones privadas del mercado negro.
Hoy, todo lo que se puede observar
de aquel santuario son las piezas mostradas en la imagen anterior. Una de
ellas, como se aprecia, está formada por dos lajas de piedra que repiten el
mismo motivo, señal de que posiblemente se tratase de una decoración recurrente
a lo largo de una pared.
No obstante, existe una publicación
científica de 1989 (Trabajos de Prehistoria, nº 46, pp. 203-228) donde sus
autores, Emeterio Cuadrado y Encarnación Ruano describen y dibujan diecisiete
losas de arenisca procedentes del desaparecido santuario (piezas sigladas como ML,
de Mesa de Luque, 1-17) en la colección de Alhonoz (Puente Genil, Córdoba).
Para los mencionados autores, la
torpe ejecución de estos relieves les lleva a considerar que incluso deban ser
atribuidos a un niño pues no sólo es burdo el dibujo, sino también las
proporciones de las distintas partes de los animales representados. Destacan
tres piezas (ML-2 por ambas caras, ML-10 y ML-12) que muestran figuras de
estilo realista, llegando a mostrar los cascos y las crines, frente a otras que
vuelven a ser desproporcionadas en los cuellos y colas, con cuerpos
rectangulares, mostrando los animales al galope, que no poseen equivalente en
otros yacimientos por lo que creen que serían producto de un taller local.
Concluyen que en el mundo ibero se
conocen muy pocos paralelos en la técnica usada de decoración por incisión
sobre roca. Así, de las 64 losas procedentes de Pinos Puente con caballos,
únicamente 8 de ellas están incisas y tan sólo una de las numerosas piezas
halladas en el santuario del Cerro de los Santos, en la provincia de Albacete.
Todas las demás piezas en roca superviviente del arte ibero se realizan en
relieve.
Como vemos, a pesar de los
escasísimos restos que han llegado hasta nosotros de este desconocido
santuario, hay suficientes evidencias como para que destaque por ser muy
peculiar. Personalmente, ya lo he apuntado, creo que más bien se trató de una
escuela de doma de gran importancia en su tiempo. Recordemos que las crónicas
latinas mencionan que los jinetes en la sociedad ibera eran una élite y
posiblemente eran enseñados desde muy jóvenes en el arte de la doma y de la
guerra así que ¿sería muy arriesgado suponer que estos dibujos tan infantiles
de caballos fueran realizados en los muros de las caballerizas por jóvenes
jinetes aprendices?.
De considerar como cierta esta
hipótesis de santuario-escuela de doma, posiblemente podríamos extrapolar la
misma interpretación para otro santuario ibérico en Cigarralejo, encontrado en
1945, que ha dado 160 exvotos representando a équidos, dominando la cima de un
montículo a cuyos pies se encontraba el poblado y la necrópolis romana. Sobre
este santuario se edificaría más tarde una amplia villa romana en cuyas
estancias se encontraron, de acuerdo con Emeterio Cuadrado y Encarnación Ruano
(1989), abundantes cerámicas romanas y campaniformes (extraño, pues son
anteriores a la época romana, pero ésto hablaría de la antigüedad del
santuario).
Detalle
de varias piezas del santuario de Cigarralejo y planta del recinto según E.
Cuadrado.
También pareció existir otro santuario
con numerosos exvotos y representaciones de equipos en Pinos Puente, si bien no
se ha reconocido resto alguno de construcción asociada, aunque todos los restos
se han adquirido a los agricultores de la zona, por lo que es posible que esté
bajo los campos (recordemos que aquí Gómez-Moreno consideraba que debió estar
la ciudad de Ilurco).
Otro de estos santuarios pudo
existir en Recuesto (Cehegín, Murcia) donde también han sido halladas
representaciones de équidos y el llamado “domador de caballos”, no lejos de
allí (en la Encarnación, Caravaca de la Cruz).
Domador
de caballos de Encarnación (Caravaca, Murcia), de Alcoy (Alicante), de Mogón
(Jaén) y detalle de un dibujo de cerámica ibérica de Lliria (Museo de
Prehistoria, Valencia), siglos V-II a.C. Para agrandar las imágenes, picar sobre ellas.
¿Son todos estos supuestos
santuarios más escuelas de doma que recintos religiosos? Esa es mi opinión, ya
que en todos ellos se da un común denominador, abundando las representaciones
de caballos pero escaseando hasta la práctica inexistencia los exvotos en
bronce tan abundantes en otros recintos religiosos, como el santuario de
Despeñaperros, por ejemplo.
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