Decir que Leonardo Da Vinci es
posiblemente el pintor más conocido de todos los tiempos no es exagerar, debido
entre otras cosas a su obra La Mona Lisa y
a la previsible “novela de serie B” (como la han tildado muchos críticos
literarios) “El código Da Vinci”. A
partir de entonces, especialmente en
documentales anglosajones del Canal de Historia y National Geographic, Da Vinci ha llegado a ser
considerado una genialidad insólita de su época, un inventor de la talla del genial croata Nikola Tesla con más de 700 patentes a sus espaldas, un visionario, un
viajero del tiempo, e incluso hasta un personaje en contacto con los avanzados
alienígenas que compartieron con él muchos de sus secretos. Pero si deshojamos
todas estas capas fantasiosas que se le han ido añadiendo ¿qué nos queda
realmente de él? ¿Era tan real su genialidad? ¿Qué opinaría el lector si le
dijera que gran cantidad de sus objetos dibujados, de sus llamados “inventos”,
no eran propios porque hacía mucho que existían y, sobre todo, que los posible verdaderamente propios eran fallidos?
En lo que a mí respecta, Leonardo Da
Vinci ha sido ciertamente un genio, pero en lo relativo a la pintura. Y con
todo, muchos de sus rostros dibujados tienen un no-sé-qué que me produce cierto rechazo al contemplarlos, como es
el caso de San Juan Bautista, por citar uno de ellos. Desde
que el código Da Vinci lo relacionara con los supuestos descendientes de Cristo
-los godos Merovingios franceses, que ya tratamos aquí- haciendo eco de las investigaciones e ideas que los autores británicos de The Holy Blood and the Holy Grail (en
España, “El Enigma Secreto”)
plasmaron en dicho obra, motivo por el que denunciaron con razón a Dan Brown de
plagio, por apropiarse de sus ideas y no citarlos como fuente, desde entonces,
a Da Vinci se le ha venido considerando un Gran Maestre neotemplario e incluso
de los Illuminati, orden ficticia que de nuevo Dan Brown ha tenido el dudoso
mérito de recuperar del subconsciente colectivo “conspiranoico”. Lo cierto es
que no existe un solo documento histórico anterior al siglo XIX o XX que
relacione a Da Vinci con templarios e iluminatis.
“San Juan
Bautista”, de Da Vinci. A la derecha, supuesta lista de los dirigentes del
Priorato de Sion destacándose a Da Vinci, que ya se ha demostrado que es una
burda manipulación y falsificación realizada en el siglo XX.
Dicho esto y eliminada la capa más
externa conspirativa que le hace formar parte de órdenes secretas opuestas al
gobierno establecido, dejemos especulaciones y elucubraciones a un lado y
acudamos a documentos históricos verdaderos, que sí existen. Sabemos que Da Vinci
tenía una afición que comparto y es la de ir anotando todo tipo de información
que le resultaba curiosa en cuadernos de notas o en lo que tuviera más a mano
(personalmente tengo un gran cajón lleno de libretas, folios, postales, notas
post-in, hojas de notas de hoteles … y hasta servilletas repletas de
anotaciones aguardando que al fin saque tiempo para armarme de valor y pasarlas
todas ellas a un solo cuaderno…algún día…).
Da Vinci llegó a escribir 13 mil hojas
de notas con anotaciones (personalmente…estoy en ello, pero veamos el lado
bueno: sin esas anotaciones muchas de las entradas de este blog no existirían,
sin ir más lejos ésta, que se basa en unas notas propias al ver de cerca textos
de Da Vinci, en una exposición de unos cuadernos del artista en la Biblioteca
Nacional de Madrid, hace ya un tiempo). Utilizaba una codificación consistente
en escribir al revés, de manera que sus notas eran entendidas mediante el
empleo de un espejo, leyéndose lo reflejado. Muchos autores partidarios de las
conspiraciones interpretan este hecho como un claro ejemplo de que sus conocimientos
eran tan avanzados -y él lo sabía posiblemente como visionario o adelantado a
su tiempo- que para proteger a la humanidad de sí misma codificó su saber hasta
que el hombre hubiese madurado lo suficiente como para dar buen uso a sus
conocimientos. Esto es lo que dicen cada vez más documentales modernos. Bueeeno…
Personalmente, veo el argumento bastante ilógico porque a) espejos ya existían
desde mucho antes del cambio de era, así que se podría haber leído esa
información en cualquier momento, únicamente hacía falta un espejo o una
superficie que reflejara la hoja escrita, por ejemplo un bronce muy pulido o el
agua; b) si con decir “humanidad suficientemente madura” pretenden referirse a
la actualidad, estando los atentados a la orden del día, los gobiernos
corruptos por todos lados, los “señores de la guerra” y demás intereses ocultos
capitalistas, etc, etc…pues entonces vale, aceptamos pulpo como animal
doméstico.
Sin embargo, creo más bien que Da Vinci
codificó sus anotaciones (o lo intentó burdamente ya que, insisto, cualquiera
podría leer sus notas con un espejo o con cierta agudeza visual) no para
esconder a la humanidad sus descubrimientos, sino para esconder que “sus”
descubrimientos realmente eran de otros autores ¿Y en qué me baso para hacer
esta afirmación? Sencillo, en el propio Da Vinci. Prestando interés a sus
escritos, lo primero que me llamó la atención es que mencionaba a ciertos
personajes de los que, cuando tratas de documentarte, mire usted por dónde resultan estar muy relacionados con los
inventos o máquinas que describe en el texto. En otras palabras, creo que de Da Vinci no se adjudicó como suyos esos
inventos, nunca lo hizo, sino que fueron otros los que comenzaron a señalar todos esos “artilugios”, como invenciones de
Da Vinci. Ya sabemos que entre los lectores, aún más actualmente, en la era de Internet
y de la información inmediata, son muy poquitos los que tratan de confirmar las
fuentes y los hechos que leen. Así, una vez que alguien le atribuyó todas esas
máquinas, la bola fue creciendo y al final han quedado como las invenciones de
Da Vinci.
La
invención de la ametralladora se atribuye a Da Vinci (A, dibujo del artista y B,
recreación), si bien se sabe que en
Europa ya se usaban desde el siglo XII cañones montados en un mismo carro e
incluso existen descripciones del sitio y conquista de Constantinopla (actual
Estambul, Turquía) en 1453 por parte del sultán Mohammed II y cuyos ejércitos
empleaban este tipo de ametralladora o carro multicañón, F. También en China se
emplearon multicañones y ballestas de repetición (denominadas ‘Chukonu’, D), igual que los griegos (los
ejércitos griegos ya empleaban desde el siglo IV a.C., estas “metralletas”
inventadas por Zopiro di Taranto, basadas en las ballestas a su vez empleadas
desde el siglo V a.C. o antes, como la llamada ‘Gastrafetes’, por su apoyo en
la zona de la barriga para montarla, E).En
Corea, desde 1350, se empleaba un carro lanzador de multiflechas accionado por
pólvora y denominado ’hwacha, C.’
Pero insisto, acudamos al propio
personaje. El mismo Leonardo Da Vinci en sus escritos menciona a personajes
clave en los temas sobre los que escribe. Lo que estoy tratando de decir, no sé
si lo suficientemente claro, es que Leonardo Da Vinci se limitó a recopilar todo el saber revolucionario de su
época. Sus libros constituyen una auténtica enciclopedia de todo aquél saber. Y
de ahí su mérito. Pero ni mucho menos fue un visionario, precisamente porque
esas máquinas y artilugios que describe e ilustra no son propios, sino tomados
de otros cuyas máquinas él mismo estudió u observó.
'Hombre de Vitruvio',
por Da Vinci. Hoja completa (a la izquierda) e imagen simétrica (a la derecha),
para poder leerse, con el dibujo aumentado.
Tomemos uno de los ejemplos para mí más
evidentes de esta realidad de Da Vinci: su famoso “hombre de Vitruvio” ¿Por qué
ese curioso nombre? Al documentarme, descubrí con sorpresa que Marcus Vitruvius
Pollio fue un sabio del Imperio Romano interesado en la arquitectura y las
proporciones, que trabajó como arquitecto del mismísimo, general entonces y
después emperador, Julio César, a cuyas órdenes sirvió también como soldado.
Leonardo Da Vinci, como buen escultor y artista, se interesó por su obra, de
manera que sin duda leyó esa parte de los escritos del sabio latino donde
escribió: “Pues si un hombre fuera
colocado sobre su espalda, con sus manos y pies extendidos, y un par de
compases centrados en su ombligo, los dedos
de las manos y de los pies tocarán la circunferencia del círculo así
trazado. Y tal como el cuerpo humano permite una silueta circular, así también
una figura cuadrada puede hallarse en él.” (De Architectura, III, Marco Vitruvio,
s. I a.C.).
El texto era todo un reto para un
artista, así que inmediatamente, suponemos, Leonardo Da Vinci realizaría su
esquema, siguiendo las indicaciones, para comprobar si eran ciertas las
observaciones del sabio. Y voilà,
acababa de crearse una de las obras más famosas de Leonardo, en 1487. Para Da Vinci supuso toda una lección
alquímica materializada en un dibujo, al mostrar al ser humano como una
representación del macrocosmos (la infinitud del Universo resumida en un ser
humano, la proporción áurea o “divina proporción”, la cuadratura del círculo, teorías
espectrales, Fibonacci, etc, etc ya mencionados aquí). Si nos fijamos, Da Vinci en ningún momento trata de apropiarse de la idea,
haciéndola aparecer como propia, sino que recoge la autoría de la misma. Y lo
mismo hizo con el resto de “sus inventos”.
Imagen del
hallazgo de una enorme rueda romana en Riotinto (Huelva) y esquema del
funcionamiento de la explotación minera en época de la dominación del Imperio
Romano. (Repárese en la gran cantidad de niños contratados en la explotación
minera por la empresa británica. En el Museo Minero de Riotinto pueden verse
parte de los libros de contrataciones y las edades de los trabajadores. Una
mesonera, en un poblado almeriense con antiguas minas explotadas también por
una compañía inglesa, me contaba cómo su abuelo cargaba con 13 años grandes
cestos con piedras en la espalda, colocándole entre el cesto y su piel, piedras
angulosas que se le clavaban, para que corriera más rápido a desprenderse de su
carga. Era otra época y los afortunados contratados sacaban salarios decentes
con los que mantener a sus familias).
En la obra de Vitruvio – su De Architectura consta de 10 tomos- el
arquitecto y sabio llega a describir distintos ingenios de guerra como
ballestas, catapultas o tortugas, entre otros, pero también máquinas para
facilitar la construcción, como poleas, montacargas, ruedas hidráulicas y otros
artilugios que funcionaban a base de diversos engranajes y el empleo del viento
o del vapor (de hecho, la primera máquina de la que se tenga constancia, la
eolípila, se describe en los textos de Vitruvio) ¿Verdad que comienzan a
sonarle al lector muchos de estos mecanismos, que recuerdan a los dibujos de Da
Vinci? Pues el resto es extrapolable a otros autores. Sin ir más lejos, entre
sus aparatos aéreos hay varios que recuerdan los mecanismos que ya varios sabios árabes de
Al-Ándalus habían desarrollado. Precisamente en este blog mencionamos la
experiencia de uno de ellos, lanzándose al vacío desde la torre más elevada de
la Córdoba árabe (ver aquí). El curioso lector podría alegar que en ese tiempo (s. XV) Italia “quedaba
muy lejos” de España y que posiblemente no llegara a conocimientos de Da Vinci
los experimentos científicos españoles. Erraría el lector en su suposición.
Baste que se acerque al bello y caótico puerto de Nápoles para contemplar el
imponente Vesubio y eche un vistazo a la fortaleza que se alza majestuosa
controlando el puerto, ¿puede observar el escudo que muestra orgulloso sobre su
entrada? Exacto, Aragón, y es que Nápoles y otras muchas tierras italianas
pertenecieron al Imperio Español desde tiempos de los Reyes Católicos (¡Ah, ese
don Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán
y esos maravillosos e implacables Tercios españoles…!) Así que en esas fechas,
España quedaba mucho más cerca de España que actualmente, si se me permite la
licencia poética.
Lo mismo ocurre con las ruedas de los
molinos de agua que los árabes ubicaron en todos sus territorios peninsulares,
construyendo miles de kilómetros de acequias. Antes que ellos, griegos y romanos las usaban
en sus huertas y, posiblemente mucho antes, ya se usaran en las fértiles
tierras de Mesopotamia.
No serán los únicos inventos. En la
obra de Vitruvio se describen también inventos helenos, como el tornillo de
Arquímedes, que permitía elevar agua a distintas zonas demasiado secas, cuyo
invento se atribuye al gran sabio griego Arquímedes de Siracusa, allá por el
siglo III a.C., famoso, entre muchos otros logros, por destruir toda una flota
mediante el empleo de grandes lentes que condensaron la energía de los rayos
solares en un mortífero rayo que hizo arder las velas y maderas de las
embarcaciones que sitiaban su ciudad.
Representación
del “tornillo de Arquímedes”, a la izquierda. A la derecha, hoja con “invenciones”
de Da Vinci para la agricultura, ilustrando el 'tornillo de Arquímedes' y ruedas como las de Riotinto.
Con respecto a muchos de los
aparatos ilustrados en sus trabajos, son muchos los ingenieros que, basándose
en los esquemas de Da Vinci, construyeron a tamaño natural muchos de estos
instrumentos, comprobando desilusionados cómo cometían grandes errores. Por
ejemplo, en el considerado “primer helicóptero” (o “tornillo aéreo de
Arquímedes”) es casi seguro que trató de extrapolar lo observado en
determinadas semillas a escalas mayores, confiando que lograría no sólo alzar
el suelo, sino sostener el peso de un posible piloto. Lamentablemente, en aeronáutica
intervienen muchas variables no consideradas por Da Vinci que habrían causado
que estas máquinas no hubieran despegado por si solas, o que hubieran terminado
precipitándose contra el suelo generando graves daños en el temerario piloto.
Muchas de las
invenciones bélicas atribuidas a Da Vinci como la ametralladora (A), el tanque
(B), barcos con catapultas (C) y torres de asedio de tracción animal (D) ya
existían en la antigüedad, siendo descritas por diversos cronistas
historiadores grecorromanos.
Leonardo Da Vinci escribió prácticamente
de cualquier tema: botánica, arquitectura, mineralogía, astronomía. etc. Por
eso no le niego un enorme conocimiento en casi cualquier disciplina, así como
un gran mérito al recopilar el saber de su tiempo, sin dejar de lado su
extraordinario don para la pintura. Pero de ahí a considerarlo un visionario e
inventor de todo lo recogido en sus obras, va un mundo. Sobre todo, no
cometamos el error de atribuirle invenciones ajenas, ya que ni él mismo lo hizo,
ni creo que le hubiese gustado usurpar el mérito de personajes a los que sin
duda admiró profundamente.
Estatua del
andalusí Abbas Ibn Firnas en el aeropuerto de Iraq, mostrando al “cordobés” con
su primer prototipo sin cola. Tras meterse un garrafal mamporro partiéndose
muchos huesos, le añadió resistente lona y una cola timón a sus alas móviles
logrando construir un exitoso planeador en el siglo IX d.C. A la derecha,
esquema del planeador 'inventado' por Da Vinci y prácticamente calcado del
invento árabe.
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