El conquistador Hernando de Soto

Hoy voy a hablar de otro conquistador español que es poco conocido para la mayoría de los españoles actuales. Me refiero a Hernando de Soto. Su fama está relacionada con la conquista de la Florida y el descubrimiento del Río Misisipi, pero está claro que sus logros fueron mucho más. Cierto es que la conquista de La Florida era una asignatura pendiente para los españoles.

La historia del descubrimiento de La Florida, en 1513, corresponde a  Juan Ponce de León (que ya tratamos aquí), que intentó infructuosamente conquistarla y murió en el intento al ser herido por una flecha lanzada por un nativo en uno de los múltiples enfrentamientos. Algo más  de un lustro después, Lucas Vázquez de Ayllón, levantó en 1526 lo que pudo ser el primer asentamiento español en el actual estado de Georgia. Pero el clima infernal de esa zona, con temperaturas muy altas, fuertes tormentas de arenas, tierras inhóspitas con excesivos pantanos y densa vegetación donde habitan mosquitos, serpientes y cocodrilos, junto a fuertes tormentas tropicales, fue lo que sumado a la virulencia de las tribus autóctonas, acabaron con la expedición. Dos años después, en 1528, lo intentó el cruel Pánfilo de Narváez, pero con una política equivocada, su ejército avanzó por el interior mientras sus barcos costeaban hacia el norte, lo que hizo que una tempestad hundiera las naves, muriendo el mismo Narváez en el naufragio y fracasando la misión. Sólo unos pocos pudieron volver  a casa. Uno de ellos, Alvar Cabeza de Vaca, consiguió volver y contar lo ocurrido tras estar varios años vagando por esos territorios inexplorados.

Facsimil de la “Carta Universal” conservada en la National Library of Australia (Biblioteca Nacional de Australia) realizada por Diego Ribero en 1529 basada en los descubrimientos de los exploradores españoles, tal como señalan sus nombres “Tier(r)a de Garay”, “de Ayllón”, “de Corterae” (¿de Cortés?)…¡hasta “Tierra del Labrador”!.

En 1539 Hernán de Soto desembarcó en La Florida donde realizó un periplo de más de 6500 km al frente de más de medio millar de españoles, recorriendo diez estados, de batalla en batalla contra los nativos, ya que éstos miraban con recelo a los españoles tras el mal trato dado por Narváez. De Soto buscaba unos tesoros que nunca halló y descubrió en su periplo el gran río Misisipí, que fue su postrer tumba. Ninguno de ellos pudo levantar asentamientos duraderos. Hubo que esperar hasta 1565, para que Pedro Menéndez de Avilés, enviado allí por el rey español para eliminar a los piratas franceses que se habían establecido en esa zona y desde la que atacaban a los barcos españoles que transitaban por el Caribe, levantara un asentamiento perdurable. Fundó San Agustín de la Florida más de cuarenta años antes que los ingleses fundaran Jamestown (1607). Pero la leyenda de Hernán de Soto comenzó mucho antes.

Lucas Vázquez de Ayllón y su recorrido realizado por Norteamérica.

Hay dudas sobre el lugar de nacimiento de este duro conquistador. Mientras unos afirman Villanueva de Barcarrota otros señalan Jerez de los Caballeros, aunque parece haber más testimonios a favor de la primera localidad, si bien en su testamento constara que deseaba ser enterrado junto a los restos de su madre, en la capilla de la Concepción de la Iglesia de San Miguel de Jerez de los Caballeros. Nació en 1500 en el seno de una familia hidalga; su padre era Francisco Méndez de Soto, oriundo de la Bureba, y su madre la portuguesa doña Leonor Arias Tinoco. Muy poco se conoce de su infancia, pero de sus padres heredó el carácter y el coraje por el que fue admirado. Pedro Pizarro hizo una ajustada definición del conquistador, “hombre pequeño, diestro en la guerra de los indios, valiente y afable con los soldados”. Su historia comienza cuando con 14 años embarca en la expedición de 1514 del gobernador de Darién, Pedro Arias (Pedrarias) Dávila a Castilla del Oro y que desembarcó en Panamá. Pronto allí empezó a destacar como buen soldado y así fue reconocido por Pedrarias, al que le prometió lealtad, si bien no pudo mantener siempre esta promesa por actuaciones reprochables del gobernador. Pedrarias era un hombre ambicioso y cruel que quería controlarlo todo, ordenar cualquier expedición y que todo soldado o mando español estuviera bajo sus órdenes, no respetando la valía, la iniciativa ni la independencia de algunos conquistadores españoles. Quería participar en toda la gloria y riqueza que éstos obtuvieran. Nada más llegar a Santa María de la Antigua se encontró que no podía controlar al Adelantado y gobernador provisional que había en esa zona. El gran conquistador y explorador Vasco Núñez de Balboa, que había conquistado Darién y descubierto los mares del sur, el océano Pacífico en 1513, era muy admirado por los españoles, entre los que estaba Soto, que pronto entabló amistad con él, yendo muchas tardes a practicar clase de espada con el Adelantado, a quien admiraba como militar y caballero. Pronto se convirtió en su maestro en el arte de la espada y en la monta de caballo con lanza.  De hecho Balboa conocía a su padre, ya que eran paisanos; Jerez de los Caballeros, donde nació Balboa, estaba muy cerca de Barcarrota.  Cuando Pedrarias mandó traidora y engañosamente arrestarle, estaba presente en su casa Hernando de Soto, que fue testigo de toda la farsa. La noche antes de la ejecución fue el único soldado español que lo visitó en la cárcel. Allí le pidió Balboa que llevara a su esposa, la bella princesa Anayansi, con su padre, el cacique Careta, ya que temía por ella tras su ejecución, y así lo hizo Hernán de Soto. A partir de entonces perdió la confianza en los políticos, aunque continuó sirviendo al gobernador.

Busto de Pedro Arias (Pedrarias) Dávila en Panamá. Ruinas de Panamá la Vieja, fundada por Dávila en 1519. Es bochornoso constatar cómo en internet confunden retratos de célebres conquistadores, siendo frecuente encontrar cuadros de Hernán Cortés, Francisco Pizarro y otros, con los retratos de Dávila, Vázquez de Ayllón,....

A las órdenes de Gaspar de Espinosa intervino en varias acciones de conquista en Panamá. Urracá, era un cacique Ngabe panameño que mantuvo durante nueve años en jaque a las tropas españolas, logrando algunas victorias frente a Gaspar de Espinosa     y aliado con otros caciques de la zona llegó incluso a frenar al mismo Ponce de León, conquistador que logró que se retirara a sus dominios, pero pronto volvió a atacar y derrotó a los españoles dirigidos por el capitán Diego de Albitres. En el enfrentamiento posterior contra Urracá, a las órdenes de Espinosa -que contribuyó a la creación de la villa de Santiago de Natá en 1520- sorprendió su valor al mismo Pedrarias, otorgándole  el grado de Capitán, pasando desde entonces a ser su alumno más admirado. En 1522, con Gil González Dávila descubrió las costas de Nicaragua y en 1523 acompañó a Hernández de Córdoba en el descubrimiento y conquista de Nicaragua, Panamá y Hondura, donde fundaron León, Brusela y Granada (1524). Después tuvo un desencuentro con Gil González Dávila, cuando éste comenzó la exploración de Nicaragua por libre, ocultándola al gobernador Pedrarias. Se enfrentó a él y lo derrotó en Honduras, llevándolo después ante la presencia del gobernador. En recompensa Pedrarias lo nombró regidor de Granada donde Soto se casó con una nativa y tuvo dos hijos, que reconoció. Allí vivió en la opulencia, trabajando con sus dos barcos en el negocio de esclavos. En 1528, por orden de Pedrarias, costeó el Yucatán buscando un paso del Atlántico al Pacífico y dos años después acompañó a dos capitanes de Pedrarias, Francisco de Pizarro y Diego de Almagro a la conquista de Perú, donde escribió brillantes páginas.

En 1532 participó en la batalla de Cajamarca, capitaneando  uno de los tres escuadrones de caballería, junto con Benalcázar y Hernando Pizarro. Hizo prisionero a Atahualpa y quedó a su cuidado, manteniendo con él una gran amistad; se dice que hasta le enseñó a jugar al ajedrez. Tanta era la amistad, que Pizarro tuvo que enviarle a diferentes empresas por el norte para alejarlo del Inca, ya que era su máximo defensor. De hecho, Soto reprochó a Pizarro la ejecución de Atahualpa señalando que había cumplido lo prometido, por lo que tenía derecho a la libertad. Por orden de Pizarro y junto a Almagro conquistaron Cuzco, la capital del imperio inca, tras sucesivas y sangrientas batallas. Allí estuvo como corregidor de la capital (1534), controlando el orden y repartiendo justicia entre incas y españoles. Esto le granjeó una grave enemistad con los Pizarros, al no permitir abusos ni robos a los soldados de Juan y Hernando Pizarro. Cuando Almagro marchó en la expedición a Chile, Soto prefirió dar por acabada la aventura de Perú y volvió a España en 1536 llevando 100.000 onzas de oro que le habían correspondido en el reparto de las riquezas de Atahualpa. En España era famoso por apresar al emperador inca Atahualpa en Cajamarca. La multitud lo trataba como a un semidiós. Se instaló en Sevilla, en donde compró una gran hacienda y se caso en 1537, en Segovia, con la hija de Pedrarias, Inés de Bobadilla, dedicándose a la cría del caballo. Pero al fiero conquistador no le iba la vida tranquila ni la opulencia. Seguía las historias de Perú y México y por Núñez Cabeza de Vaca conoció que podían existir otras tierras, igual de ricas, en Florida, lo que hizo que despertara nuevamente el explorador.