Entre los siglos I y IV a.C., la zona Bética de Hispania proveía de aceite de oliva a todos los rincones del imperio romano.
Para tan magna exportación se hizo necesaria la fabricación de recipientes a gran escala. A día de hoy, y sólo entre las actuales ciudades de Sevilla (la romana Hispalis) y Córdoba (Córduba) se han hallado más de 80 lugares donde se creaban estas ánforas.
Con el fin de distinguir la procedencia y características de casa aceite, a modo de las actuales etiquetas se añadían entonces ciertas marcas ("Tituli picti") de las que conocemos hasta 250 distintas.
Pero las sorpresas no quedan ahí ya que en la década de los 80, durante unas excavaciones en un cerro cercano a la urbe de Roma, se descubrió que tal elevación era artificial, producto del apilamiento de los millares de ánforas deshechadas tras consumirse el aceite. Así, el Monte Testaccio, con 50 m de altura y 2 ha de superficie que constituían el basurero de ánforas de aceite, ha revelado que el 80% de estos recipientes se fabricaron en la Bética.
No obstante, Hispania no sólo era famosa por su aceite ya que el vino que aquí se fabricaba gozaba igualmente de gran popularidad. De esta forma se ha podido determinar que en el fuerte romano de Caerleón (Gales) y en varios del muro de Adriano (frontera de Inglaterra con Escocia, donde habían legionarios de nacionalidad hispana), el vino que allí se bebía se fabricaba en Hispania.
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