Tanto
por crónicas antiguas como por la cartografía hallada, se sabe que la zona
central de Celtiberia se encontraba en la actual provincia de Soria. En ella,
coexistían distintas tribus. Una de ella era la de los pelendones, etnia a la
que muy posiblemente pertenecía la capital celtibera, Numancia.
Cuando la ciudad fue sitiada
por las legiones romanas comandadas por Escipión el Africano, la urbe de Termes
no dudó en prestarle auxilio, acudiendo a su pacto de devotio entre pelendones
(Numantia) y arévacos (Termes). Le costó caro, pues los romanos respondieron
atacando la ciudad y causando numerosas bajas entre los celtiberos que habitaban
Termes. Por lo demás, ¿qué sabemos de esa población?.
Actualmente
se ubica dentro de la ruta turística del Cid, puesto que dicho caudillo
castellano pasó cerca de las inmediaciones de la ciudad y es que, como toda
población de la antigüedad que se preciara, se ubicaba en una situación
estratégica que controlaba tanto el abastecimiento de agua potable como el
acceso a vías pecuarias importantes. Ya dijimos, en otra entrada sobre las infraestructuras prerromanas, que estas vías se transformaron
posteriormente en calzadas romanas. El yacimiento de la actual localidad
soriana de Montejo de Tiermes se remonta al Neolítico, constituyendo la
peculiar troya celtibera, al presentar más de 35 siglos de ocupación
ininterrumpida, desde la edad del Bronce (s. XV a.C.).
De la
población celtibera, denominada Termes o Termantia, no Tiermes como se la
conocía erróneamente en los dos últimos siglos, destaca su carácter
pseudorrupestre y por ella desfilaron arqueólogos de renombre tales como
Romanones, el discípulo del descubridor de Troya, Adolf Shulten, o el aprendiz
de éste, Blas Taracena, entre otros.
Para estos grandes investigadores
la ciudad presentaba tal relevancia que comenzó a ser conocida con el
sobrenombre de “la pompeya española” debido a lo extraordinariamente bien
conservado que se encontraba el oppidum celtibérico, así como gran parte de la
urbe romana posterior, al estar talladas en la roca rojiza roca arenisca. Su
posterior enterramiento, a consecuencia de la dura climatología de la zona,
preservó todas las estructuras hasta que los arqueólogos comenzaron a
investigarlas, sacándolas a la luz. Tal es así, que aún pueden verse las
oquedades dejadas por las vigas que sujetaban los suelos de los distintos pisos
de las viviendas, los escalones que formaban las gradas tallados en la roca,
los surcos dejados por los numerosos carros que aprovisionaban a la población,
las conducciones de agua potable que recorrían la urbe a partir de diversos
manantiales y depósitos o incluso las marcas dejadas por las herramientas que
tallaron los distintos bloques de roca usados.
Como se
observa en las imágenes, las estructuras preservadas son tan milenarias que su
fabricación se pierde en la noche de los tiempos, distinguiéndose posibles
estructuras megalíticas así como otros elementos de igual edad cuyo
significado hace tiempo que se perdió. Es el caso de las denominadas
“cazoletas” o concentración de cavidades elaboradas en las superficies rocosas,
frecuentes en los yacimientos sorianos y gallegos, entre otras zonas.
Para
concluir el comentario de esta bella ciudad, mencionaré varias curiosidades.
Así por ejemplo, la presencia de huellas fósiles (o icnitas) Triásicas
(anteriores a los dinosaurios) en los sedimentos próximos al yacimiento, la
presencia de los caballeros templarios, evidenciada por la ornamentación de la
iglesia románica de Santa María de Tiermes (1182), ubicada junto a las ruinas
celtiberorromanas -buen ejemplo del románico porticado soriano-, o la adoración
en esta iglesia, durante varios siglos, de un niño-dios durmiente realizado en
mármol y que resultó ser una bella estatua romana del dios del amor Eros.
Muy interesante esta entrada. No sabía que hubiese toda esta riqueza tan antigua en la provincia de Soria. Es uno de los destinos que añado a mis preferencias de viaje. Gracias por tanta información.
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