martes, 6 de mayo de 2014

Atapuerca y el eslabón perdido europeo


El descubrimiento de este yacimiento tan relevante ocurrió, como en el caso del yacimiento de Torralba y Ambrona, de manera fortuita durante la realización de los movimientos de terreno para meter las vías del ferrocarril. El profesor Emiliano Aguirre, por la década de los sesenta, realizó los primeros estudios y, estimando la relevancia que estos depósitos podían tener para conocer la evolución humana, comenzó a insertar el primer equipo multidisciplinar en el que se encontraba una gran y querida amiga mia, actualmente funcionaria del CSIC.
            Aguirre estaba en lo cierto y el tiempo le acabó dando la razón, al descubrirse, en 1992, una pequeña población en la llamada desde entonces Sima de los Huesos, formada por treinta y dos Homo heidelbergensis.
Se estima que vivieron en el Pleistoceno Medio, es decir, hace aproximadamente 300.000 años. Actualmente la cifra ha subido a cerca de la treintena de individuos de todas las edades y sexos, representados por el registro fósil.
            Y este hallazgo únicamente fue el principio de toda una serie de evidencias relevantes que sitúan a Atapuerca entre los yacimientos paleontológicos más destacados del mundo.
            Un par de años más tarde, en 1994, la historia sobre la evolución humana sufrió un duro revés, al encontrarse en Atapuerca restos de homínidos de una edad de 800.000 años, 300.000 años más antiguos que cualquier otro resto europeo. Las ideas tradicionales que suponían que los humanos salieron de África en dirección al Próximo Oriente, de donde se dirigieron hacia Occidente y recorrieron toda Europa, llegando finalmente a la Península Ibérica, simplemente se hacía añicos. Las evidencias contaban la historia en sentido inverso. Pero no fue ésta la única sorpresa, ya que los restos óseos resultaron poseer características propias del Homo sapiens pero también del Homo neanderthalensis. Estábamos ante un nuevo eslabón de la cadena evolutiva humana. Era un género nuevo, antecesor de los sapiens y los neandertales. Por ello se le llamó Homo antecessor. Dataciones actuales han retrasado su edad en 100.000 años., mientras Atapuerca sigue regalando joyas para la investigación. Así, ha proporcionado los esqueletos casi completos de tres adultos y un niño de Homo neanderthalensis, uno de los cráneos de homínido mejor conservados a nivel mundial (llamado Miguelón, en honor al ciclista Miguel Indurain), huesos hioides que generalmente por su fragilidad y pequeño tamaño no suelen preservarse y que son esenciales para conocer la capacidad fonética de sus dueños (neandertales, en este caso), pelvis femeninas que permiten especular sobre las condiciones de parto en las hembras de neandertal, prácticas de canibalismo entre los huesos de la Gran Dolina, e incluso relaciones comerciales, al hallar en plena sierra burgalesa un hacha lítica (conocida como Excalibur) fabricada en una roca propia de Polonia.  En 2008, en depósitos de 1,2 millones de años de antigüedad, en la Sima del Elefante, se encontraron los restos craneales más antiguos (junto con los de Venta Micena, en Granada) de Europa, del género Homo. Lo acompañaban materiales líticos de tipo olduvayense (como los hallados en Olduvai, África).
            Podemos resumir la relevancia de este conjunto de yacimientos burgaleses diciendo que, junto con restos esqueletales de linces, osos, roedores, y otros mamíferos, ha proporcionado más del 90 % del registro fósil humano que actualmente se conoce, a nivel mundial, para el Pleistoceno Medio.

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