Ambos platos se encuentran entre los más comunes de todo
el repertorio gastronómico, recogidos en la correspondiente carta de cualquier
restaurante que se asiente en suelo español. Sin embargo, el “apellido” del
nombre que reciben estos platos lleva a muchos a plantearse si tal vez el
origen de ellos se encuentre en los países a los que aluden. Nada más lejos de
la realidad.
Según los
historiadores, la tortilla francesa debe su nombre a la conquista francesa que
sufrió la Península Ibérica en el siglo XIX. Ya entonces, era frecuente que en
las casas españolas se cocinara la tortilla (huevo batido) con patatas cortadas
en láminas, algo de cebolla, pimientos, algo de chorizo,...es decir, las
variantes de la conocida como “tortilla española”. Sin embargo, durante la
invasión francesa, las tropas napoleónicas saqueaban y tomaban cuánto necesitaban
a su paso. De esta forma y, ya fuera por la confiscación francesa de los
alimentos o bien por la destrucción de los agricultores con el fin de impedir a
los invasores seguir con su avance, la población española comenzó a resentirse
y a sufrir escasez de productos alimenticios, de manera que terminaron haciendo sus tortillas
con huevo batido, algo de leche o mantequilla, algo de queso o bien únicamente
con huevo.
Esta “receta” pasó a ser conocida como “tortilla francesa”, ya fuera
para referirse a la manera en que se cocinaba en esos años de penurias o bien para
recordar irónicamente las consecuencias que la invasión francesa tuvo sobre los
hogares españoles.
Respecto
a la denominada “ensaladilla rusa”, hay diferencias de opinión ya que, mientras
unos opinan que ciertamente se inventó en Rusia y de allí trascendió al resto
de Europa, otros consideran que este tipo de comida se convirtió en un plato
común entre los españoles que acudieron a luchar en la Segunda Guerra Mundial,
en la conocida división azul. De esta manera acabó llegando a España y conviertiéndose en una tapa muy popular.
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