Contábamos en una entrada
anterior algunas curiosidades sobre la localidad de Ucero y el fuerte arraigo
de tradiciones milenarias conservadas y fomentadas posteriormente por el Temple
(ver aquí).
Pues bien, presidiendo la
entrada al misterioso cañón, santuario de la fertilidad y del renacer al
conocimiento a la vida espiritual, encontramos un magnífico castillo en el que
se puede apreciar de manera fascinante, la típica arquitectura militar
templaria.
Las fortificaciones del Temple se caracterizaban por presentar tres
estructuras concéntricas. La más externa presentaba un conjunto de rampas y
fosos que dificultaban el acceso de terceros “no invitados”. La intermedia
únicamente permitía desplazarse por la zona externa, siendo el lugar donde se
dispondría el primer cuerpo de guardia destinada a repeler un posible asalto.
Finalmente la zona interna permitía acceder al centro neurálgico de la
fortificación: aljibes, caballerías, torre del homenaje e iglesia.
Como muestra la imagen, la
torre del homenaje, de al menos tres plantas, estaba internamente coronada por
un Agnus Dei (o cordero de Dios). Externamente, coronaban la estructura
distintas almenas, entre las que se intercalaron diversas estatuas de curiosa
simbología. A modo de cañería de desagüe y precursora de gárgolas, se puede observar un águila sobre lo que
parece ser un fraile. En otra parte, varios animales (un oso y un lobo) con sus
penes erectos juguetean con el gorro de un hombre dispuesto en el centro, igual
de excitado (siéndole amputado su sexo posteriormente a la caída de la orden,
por la censura de la Iglesia Católica; sabemos que uno de los arzobispos
del Burgo de Osma se obsesionó con la adquisición de esta fortaleza y no paró
hasta conseguirla).
Censuras aparte, estos
elementos ornamentales ponen en evidencia el conocimiento de los templarios
sobre los cultos paganos ancestrales arraigados en la zona y perpetuados por
ellos, tanto de fertilidad como de ascensión o renacimiento espiritual.
En Ucero se ha conservado otro elemento muy destacado y preciado por la arquitectura militar templaria: la garantía de un plan B o una vía de escape como última opción. Y es que, si nos acercamos a la parte externa del castillo, en el talud sobre el río Lobos, podemos observar diversos pasajes subterráneos (resaltados en la imagen) que llevan desde esta parte de la fortaleza, hasta desembocar muy cerca de la orilla del río. Se sabe de pasadizos similares en importantes bastiones templarios peninsulares, como es el caso del castillo aragonés de Montalbán o el de Aracena, en la serranía de Huelva.
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