La guerra del opio tuvo mucho que ver con la ambición británica, y el único interés que llevó a este país a dos guerras contra China fue simplemente económico, no se benefició en ella a terceros, ni importó que se perjudicara con sus beneficios al pueblo llano chino. Los británicos fueron una vez más, auténticos.
Todo comenzó cuando el comercio de China con algunos países europeos, sobre todo con Gran Bretaña, Holanda y Francia, comenzó a ser muy favorable para los chinos. El más perjudicado en la balanza de pago fue Gran Bretaña que era la que más compraba, debido a su gran afición al té. En el siglo XIX el Reino Unido tenía una alta demanda de China de té, condimentos, seda y porcelana que no se compensaba con las mercancías británicas que China demandaba, de forma que se generó un gran déficit comercial con China, déficit que el Reino Unido debía pagar en plata u oro.
El comercio con China desde Europa comenzó antes del siglo XVI, aunque fuera en este siglo cuando el comercio marítimo se hizo más directo. Sobre todo después de que los portugueses establecieran primero la colonia de Goa en la India, y después la de Macao en el sur de China. Buenas cerámicas y condimentos llegaban a Europa de mano de los portugueses, pero el comercio más completo y en mejores condiciones económicas lo ofrecía China. Aún fue mayor con el empuje final que dio España tras la conquista de las Filipinas; creció tanto el comercio español con China, que el Galeón de Manila (ver aquí la entrada relativa al denominado “Lago Español”, en esta misma web) que llevaba los productos que España adquiría llegó a transportar más plata a China que la Ruta de la Seda, la variada red de rutas comerciales terrestres y marítimas que ya funcionaba desde antes del siglo I a.C. por la que China enviaba sus productos a la mayor parte del continente asiático, al Mediterráneo europeo y a la costa oriental africana.
Izda, mapa mostrando la ruta de la Seda, con sus variantes. Dcha, monumento a los galeones de la ruta española Manila (Filipinas)-Acapulco (México), en la capital mexicana.
Esta intensidad de comercio con China en el siglo XVI hizo que varios países europeos se endeudaran, aunque nunca llegaron al nivel de déficit de Gran Bretaña, cuyas balanzas de importación-exportación fueron siempre muy favorables a China. Los países europeos no disponían de productos de interés para China, que pudieran ayudar a equilibrar la balanza, y todos tenían en mayor o menor medida, que compensar el déficit con plata u oro, apretando aún más sus finanzas, ya escaldadas tras las guerras napoleónicas.
Para neutralizar esta gran diferencia
en la balanza, británicos y holandeses buscaron productos que pudieran interesar
a China para poder disminuir la deuda con su exportación. El opio, que es
una mezcla compleja de sustancias que se extrae de
las cápsulas de la adormidera (Papaver somniferum),
en donde se encuentra la morfina,
una droga narcótica y analgésica,
que provoca sueño e inhibe la transmisión de señales nerviosas, en
particular las asociadas con el dolor, al estar acompañada de otros alcaloides, tiene además
efectos psicoactivos, que van bien para tratar problemas de la mente,
como el deseo y el dolor, y posee además propiedades analgésicas, antitusivas,
antidiarreicas y antiespasmódicas, con el
único problema de que crea hábito. Desde el siglo XV se producía en China,
extrayéndolo del látex secado (jugo lechoso)
que se obtiene de los bulbos de la adormidera, grupo al que pertenece la
amapola común. En España se inventó un proceso que lo mezclaba con
tabaco y el producto obtenido ofrecía al fumarlo las propiedades
señalada; esto hizo crecer la demanda de China de este producto español.
El Imperio Mogol de la India o Gran Mogol empezó a vender opio a China hasta que Gran Bretaña se añadió a la ecuación, al entrar en funcionamiento la Compañía Británica de las Indias Orientales en Bengala, que rápidamente monopolizó el comercio del opio, aunque también los holandeses buscaron este recurso para bajar su deuda con China. La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, desde Indonesia inició a su vez ese comercio con China, aunque no llegara, ni mucho menos, a la cantidad que exportaba ilegalmente la India británica en el siglo XVIII. El comercio del opio creció rápidamente, y el flujo de plata desde el Reino Unido a China comenzó a reducirse paulatinamente, más aún cuando contó con el apoyo e impulso de la británica reina Victoria. Nacida en1819, Victoria accedió al trono a los 18 años tras la muerte de sus tíos sin descendencia legítima. Durante su reinado, el segundo más largo en la historia británica, el Reino Unido experimentó cambios significativos en los aspectos industriales, culturales, políticos, científicos y militares, y se consolidó como una potencia mundial. También fue la primera soberana británica en ostentar el título de Emperatriz de la India, desde 1877 hasta su muerte en 1901. Su reinado, conocido como Era Victoriana, estuvo marcado por el avance industrial y científico, y la expansión del Imperio Británico, apoyando desde la Corona cualquier método para lograrla. Con respecto al comercio del opio, la Reina Victoria tuvo un papel crucial durante su reinad; la Compañía Británica de las Indias Orientales, que operaba controlada de forma indirecta por el gobierno británico, potenció el comercio de opio cultivado en India y lo exportaba ilegalmente a China, donde se convirtió en una terrible plaga debido a su alto consumo, que produjo graves desajustes sociales.
En la lapidaria
película “From Hell” (“Desde el Infierno”, como escribió Jack El Destripador en
una de sus cartas), se observa uno de los “fumaderos” de Londres, donde se
podía tomar alcohol, laúdano y opio. La trama de la película sostiene que “El
Destripador” fue el doctor real de la Reina Victoria, encargado de eliminar a
las prostitutas que se relacionaron con un miembro de la Casa Real (para más
detalles, ver aquí). El propio investigador inventado por el escocés Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes, también era asiduo al consumo de estas sustancias (opio y laúdano, tintura de opio).
El problema que desencadenaron las dos guerras británico-chinas del opio tuvo su origen cuando el emperador chino Daoguang prohibió la venta y el consumo de opio en 1829, debido al gran número de adictos que había en la población china. Intentó limitar la entrada de productos del mundo exterior, para lo que señaló como entrada de ese comercio exterior al puerto de Cantón. Estableció monopolios y trámites rigurosos para reducir el flujo de ese comercio, obteniendo como resultado altos precios de venta para los artículos importados y ajustando una demanda limitada, lo que desató la disputa sobre todo por el comercio del opio, en la que chocaba la visión que se tenía en ambos lados. El emperador censuró el opio en su país por el efecto negativo en la población, al observar los problemas de salud y sociales vinculados con su consumo; sin embargo, los británicos veían el mercado de opio como la mejor oportunidad para compensar y superar su gran deuda en el comercio con China. Observaron las grandes ganancias que potencialmente traería ese mercado cuando invadieron Bengala en 1764; vieron que las ganancias se acercaban al 400 por ciento y potenciaron el cultivo de la amapola, que crecía casi en todas partes, por lo que fueron aumentando vertiginosamente las exportaciones de opio por cauces legales, o ilegales, porque tenían a su servicio a una cantidad de gente importante y un buen número de funcionarios chinos comprados. En 1830, ante el alarmante y desenfrenado abuso del comercio del opio en China, el Emperador Daoguang ordenó a Lin Hse Tsu, gobernador imperial de Cantón, que suprimiera el contrabando ilegal del opio en China por parte de ciudadanos británicos, y que combatiera rápidamente esta plaga. Lin respondió atajando la corrupción, arrestando a un número muy numeroso de funcionarios imperiales corruptos, y a más de 1700 traficantes chinos al servicio inglés, destruyendo más de 20.000 cajas de opio.
Lin envió una carta a la Reina
Victoria pidiéndole que respetara las reglas del comercio internacional, que
no comerciara con sustancias tóxicas y que prohibiese el narcotráfico. Pero la
reina Victoria no accedió a las peticiones chinas, ya que el comercio de opio era muy lucrativo y
compensaba su déficit comercial con China, así que aceptó cualquier
actuación que lo potenciara. De esta forma se convirtió
en la cabeza visible del mayor cártel de narcotraficantes de la Historia. Poco después estallaría la Primera Guerra del Opio.
Izda, célebre fotografía de la reina Victoria de Inglaterra. Dcha, mapa explicativo de la Primera Guerra del Opio.
Tras la prohibición del gobierno imperial chino, los británicos tuvieron muy claro que lo único que levantaría la prohibición sería una guerra con China, y que era el momento adecuado pues era evidente la debilidad militar china. El Reino Unido sólo necesitaba un motivo, y lo encontró; tras la incautación del opio por parte del gobernador de Cantón, el gobierno británico acusó a China de destruir mercancías británicas, lo que fue el principio de una escalada de tensiones. Así, en julio de 1839, marineros británicos y estadounidenses produjeron una series de altercados en el puerto de Kowloon (Hong Kong), interfiriendo en las costumbres y en el ordenamiento chino, por lo que Lin Hse Tsu exigió responsabilidades y castigo para los infractores, que no fueron atendidas por los británicos. Como respuesta se les cortaron los suministros de víveres y trabajadores, lo que hizo que los británicos mandaran un barco armado, con suministros, a Kowloon, pero no pudo desembarcar por el bloqueo chino. Un mes después llegaron dos barcos británicos procedentes de Singapur que no tenían relación alguna con el comercio de opio, pero la relación entre ambos países estaba muy tensionada, por lo que tampoco se le permitió entrar en Cantón. Los ingleses protestaron al entender que, al no tener relación esos dos barcos con el comercio del opio, podían entrar en Cantón, lo que provocó un enfrentamiento entre británicos y chinos, al que se sumaron otros barcos británicos que realizaban el bloqueo comercial a China. Este fue el primer episodio bélico de las llamadas Guerras del Opio.
La negativa de la Reina Victoria a cesar el comercio de opio llevó a la Guerra del Opio, en una primera guerra (1839-1842) en la que se enfrentaron el Reino Unido y China. Por el lado inglés, el motivo era la defensa de los intereses comerciales que obtenían en el contrabando de opio, cultivado en la India e introducido ilegalmente en China; por el lado chino se trataba de imponer sus leyes y el control a ese comercio. La guerra finalizó con la derrota china, y tras la firma del Tratado de Nankín China tuvo que aceptar abrir cinco puertos a la libre entrada de mercancías británicas, lo que permitió que continuara el comercio de opio; tuvo que conceder una indemnización y además, ceder Hong Kong al Reino Unido por 150 años. Esto contribuyó a la expansión del imperio británico y a su entrada en China junto con una representación occidental en ese país asiático.
Pero la cosa no quedó ahí. El acuerdo de Nankín no fue del todo respetado por los ganadores y pronto surgieron nuevos desacuerdos en las relaciones diplomáticas, en el comercio y también en el estatus legal de los ciudadanos extranjeros que acudieron a China. Hubo otros incidentes, como “el incidente del Arrow”, que tuvo que ver con la piratería y el contrabando que surgió en el mar de China que hizo que actuara su marina y apresara al barco Arrow (traducido Flecha) del que se sospechaba que realizaba labores de piratería; al comprobar que era de propiedad británica, su gobierno negó la acusación y acusó a China de atacar propiedad británica. Fue el último enfrentamiento que inició la Segunda Guerra del Opio, también llamada Guerra de las Flechas (1856-1860) en la que los británicos, esta vez ayudados por los franceses, Estados Unidos y Rusia, denegaron la oferta británica de participar con ellos en la segunda guerra, pues luchaban por el derecho a importar opio a China, aunque al final mandaron algunas fuerzas en ayuda de Gran Bretaña. En esa segunda guerra, cuando se estaba negociando el nuevo tratado de paz tras la victoria anglofrancesa, el Alto Comisionado británico en China ordenó a las tropas que saquearan y destruyeran el Palacio Imperial de Verano, residencia principal de la corte, en el que los emperadores de la dinastía Qing gestionaban los asuntos de Estado. Fue el fin de la dinastía Qing, y tras la derrota de China se la obligó a firmar en 1858 el “Tratado de Beijing” mientras las potencias occidentales ocupaban la capital.
Al final de esta segunda guerra se consiguió la legalización del comercio del opio en China, además de que el país asiático indemnizara a británicos y franceses con 8 millones de taeles de plata a cada uno. Reino Unido, Francia, Rusia y los Estados Unidos, tendrían el derecho de establecer embajadas en Pekín, una ciudad cerrada hasta entonces; también se abrirían diez nuevos puertos marítimos al comercio extranjero, incluyendo Niuzhuang, Hankou, Danshui y Nankín. Además se permitiría a los barcos extranjeros navegar por el río Yangtsé, y se aceptó el derecho de los extranjeros a viajar por el interior de China, lo que estaba prohibido hasta entonces. También se obligó a China a ceder terrenos a aquellos países que “ayudaron” a ganar la guerra. Cedió a Gran Bretaña la Península de Kowloon como parte de Hong Kong, de acuerdo con la “Convención de Pekín”; a Rusia, tras la firma del “Tratado de Aigun” más de 1,5 millones de kilómetros cuadrados de territorio en el noreste y noroeste del país, y también Portugal amplió su territorio en Macao.
Todo esto condujo en parte a la caída de la economía y del potencial chino. Estas guerras se consideran el primer gran conflicto por drogas conocido en la Historia de la humanidad.
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