jueves, 14 de abril de 2016

Origen de la expresión ir de picos pardos


            Hace un tiempo, comenzamos a analizar el origen de algunas curiosas expresiones, que se usan en el lenguaje castellano sin recordar muy bien la razón que originó tal sentencia.
         Entre los dichos populares quizás más antiguos que perviven, se conserva esta expresión, generalmente usada como: tal persona “se fue de picos pardos”; para decir que se fue sin rumbo claro, buscando diversión. Sin embargo, si profundizamos un poco en sus orígenes, veremos que realmente se usó para designar  un tipo de diversión muy concreta, posiblemente hacia el siglo XV, si no algo antes.


            Originariamente, las faldas solían confeccionarse tomando un trozo de tela de forma rectangular, en cuyo centro se hacía un agujero para pasarlo por la cabeza y torso, quedando ajustado a la cintura. De esta manera, la tela caía sobre las caderas de la mujer dejando cuatro picos colgantes, de una forma similar a como se observa en las siguientes imágenes, tomadas de una internauta que aconseja una forma sencilla de hacerse una falda.


            Estamos hablando de tiempos del Renacimiento (s. XV), por lo cual la longitud de las faldas es de suponer que eran mucho mayores que las de las imágenes anteriores, aunque la idea sirve.
            Pues bien, el tiempo fue avanzando y esta manera de elaborar una falda seguía usándose, como también continuaba gozando de buena fama “el negocio más antiguo del mundo”, que se vio impulsado por la gran cantidad de hombres que acudían, especialmente a Sevilla y Cádiz, buscando trabajo en torno a la rentable Flota de las Indias. Y claro, donde abundaba una gran población masculina era frecuente que tarde o temprano acabaran llegando –y prosperando jóvenes (y no tan jóvenes) muchachas de humilde condición, que ponían en venta lo único que tenian, para sobrevivir y ganar dinero.

            Para evitar malentendidos con mujeres respetables (y sus prometidos y maridos), las Ordenanzas de la Casa Pública de Sevilla no tardaron en imponer a las mujeres “de la calle” que vistieran con mantos de picos pardos y que prescindieran en sus atuendos de lucir guantes, vestidos talares, mantillas ni sombrillas, para poder ser identificadas, pues era costumbre que las damas decentes usaran esos complementos.


          La imposición acaba concretándose más aún cuando, en el reinado de Carlos III (siglo XVIII, en la imagen superior), las faldas y vestidos se realizan de una manera más depurada, prescindiendo de los famosos picos. Es entonces cuando, por real decreto, se obliga a las prostitutas a usar sayas pardas cortadas haciendo picos. En la imagen superior, a la derecha, traje de mesonera.
         De esta manera, entre los nobles del Siglo de Oro comenzó a usarse la expresión “irse de picos pardos” para decir, de una manera muy refinada, que iban en busca de  prostitutas.


          Finalmente, también esos picos pasaron de moda, así que este tipo de mujeres se vieron obligadas a coser en los bajos de sus faldas un añadido pardo que las identificara. A su vez, esta expresión fue derivando en su significado, para referirse a irse en busca de diversión, fuera del tipo que fuese.

He querido terminar esta entrada con el cuadro "dos mujeres en la ventana", que el sevillano Bartolomé Esteban Murillo realizara en 1670 y quién supo plasmar como pocos la sociedad de su ciudad (especialmente las clases populares). Este cuadro, cargado de gran fuerza, es conocido como "mujer y su dueña", en la pinacoteca de Washington (National Gallery of Art), donde se conserva. Como se aprecia en el lienzo, ambas mujeres visten de forma similar, siendo por tanto de igual cndición social (no sierva y dueña, como interpretan en Estados Unidos).


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