Hace
un tiempo, comenzamos a analizar el origen de algunas curiosas expresiones, que
se usan en el lenguaje castellano sin recordar muy bien la razón que originó
tal sentencia.
Entre los dichos populares quizás más
antiguos que perviven, se conserva esta expresión, generalmente usada como: tal
persona “se fue de picos pardos”; para decir que se fue sin rumbo claro,
buscando diversión. Sin embargo, si profundizamos un poco en sus orígenes,
veremos que realmente se usó para designar un tipo de diversión muy concreta,
posiblemente hacia el siglo XV, si no algo antes.
Originariamente, las faldas solían
confeccionarse tomando un trozo de tela de forma rectangular, en cuyo centro se hacía un agujero para pasarlo por la cabeza y torso, quedando ajustado a la
cintura. De esta manera, la tela caía sobre las caderas de la mujer dejando cuatro picos
colgantes, de una forma similar a como se observa en las siguientes imágenes,
tomadas de una internauta que aconseja una forma sencilla de hacerse una falda.
Estamos hablando de tiempos del
Renacimiento (s. XV), por lo cual la longitud de las faldas es de suponer que
eran mucho mayores que las de las imágenes anteriores, aunque la idea sirve.
Pues bien, el tiempo fue avanzando y
esta manera de elaborar una falda seguía usándose, como también continuaba
gozando de buena fama “el negocio más antiguo del mundo”, que se vio impulsado
por la gran cantidad de hombres que acudían, especialmente a Sevilla y Cádiz,
buscando trabajo en torno a la rentable Flota de las Indias. Y claro, donde
abundaba una gran población masculina era frecuente que tarde o temprano acabaran
llegando –y prosperando– jóvenes (y no tan jóvenes) muchachas de humilde condición, que ponían en
venta lo único que tenian, para sobrevivir y ganar dinero.
Para evitar malentendidos con
mujeres respetables (y sus prometidos y maridos), las Ordenanzas de la Casa
Pública de Sevilla no tardaron en imponer a las mujeres “de la calle” que
vistieran con mantos de picos pardos y que prescindieran en sus atuendos de
lucir guantes, vestidos talares, mantillas ni sombrillas, para poder ser
identificadas, pues era costumbre que las damas decentes usaran esos
complementos.
La imposición acaba concretándose más aún
cuando, en el reinado de Carlos III (siglo
XVIII, en la imagen superior), las faldas y vestidos se realizan de una
manera más depurada, prescindiendo de los famosos picos. Es entonces cuando, por
real decreto, se obliga a las prostitutas a usar sayas pardas cortadas haciendo
picos. En la imagen superior, a la derecha, traje de mesonera.
De esta manera, entre los nobles del Siglo de Oro comenzó a usarse la
expresión “irse de picos pardos” para decir, de una manera muy refinada, que
iban en busca de prostitutas.
Finalmente, también esos picos
pasaron de moda, así que este tipo de mujeres se vieron obligadas a coser en
los bajos de sus faldas un añadido pardo que las identificara. A su vez, esta expresión fue derivando en su significado, para referirse a irse en busca de diversión, fuera del tipo que fuese.
He querido terminar esta entrada con el cuadro "dos mujeres en la ventana", que el sevillano Bartolomé Esteban Murillo realizara en 1670 y quién supo plasmar como pocos la sociedad de su ciudad (especialmente las clases populares). Este cuadro, cargado de gran fuerza, es conocido como "mujer y su dueña", en la pinacoteca de Washington (National Gallery of Art), donde se conserva. Como se aprecia en el lienzo, ambas mujeres visten de forma similar, siendo por tanto de igual cndición social (no sierva y dueña, como interpretan en Estados Unidos).
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