lunes, 18 de abril de 2016

Villaricos, emporio fenicio


   Hace unos días decidí visitar un yacimiento de los muchos que Luis Siret sacó a la luz en su amada tierra almeriense. Nada presagiaba la maravilla que me aguardaba, a la que nuevamente la Administración ha optado por dar la espalda y no poner en valor lo que podría haber sido una megápolis que nada tendría que envidiar a la Ampurias catalana.


            Llegamos a las 11 a la torre de vigilancia que, durante la época de Felipe II y más tarde, sirvió para divisar y prevenir ataques berberiscos a las costas españolas. De allí a la cercana necrópolis apenas había tres minutos en coche. Aparcamos junto al muro de protección del recinto arqueológico y al instante salió a nuestro encuentro Dña. Laura Larios, arqueóloga y guía de nuestra visita. Fue todo un acierto.


             Rápidamente, y con suma facilidad, nos hizo un recorrido temporal de la evolución del yacimiento desde la Edad de los Metales hasta la llegada de los árabes, pasando por el Imperio Romano y los Godos, pues, como nos informó, la arqueología en esta localidad tiene abundantes materiales de todas estas culturas, que se fueron sucediendo en más de los casi dos mil años de registro (sin contar épocas posteriores, que también dejaron su huella).
            Tristemente, hoy, apenas podemos llegar a ver siquiera un 10 % de todo lo que ha quedado de este amplio registro arqueológico. La sierra Almagrera, a las espaldas, fue rica en filones de plata y de otros metales (plomo y hierro, principalmente), así que no tardaron en llegar fenicios, atraídos por el potencial metalúrgico de la zona. Se asentaron en Villaricos pues aquí desembocaba un río navegable en su tramo final. Frente a ellos, las costas norteafricanas, en las que también poseían factorías y, a su derecha, el Estrecho, con la importante ciudad de Gádir. De esta manera, no tardó en proliferar una amplia y muy floreciente ciudad donde llegaban objetos de todas partes del mundo conocido. Evidencias de ello aportan los numerosos ajuares funerarios hallados, donde había elaboradas joyas en oro, numerosa cerámica griega y varios huevos de avestruz, importados del norte de África, ya que no se hallaron huesos de estas aves.
            Escritores clásicos que hablaban de este yacimiento, mencionaban, coronando la metrópoli, un templo en honor a Astarté (la Madre Tierra fenicia), junto al que se hallaba una cisterna de aguas de lluvia para los ritos religiosos,  muy similar a lo observado en el yacimiento sevillano de El Carambolo, en Camas.

 Bronce del Carriazo (Astarté sujetando dos aves). tesoro de oro del Carambolo y detalle de dos noticias de prensa hablando del proyeco de reconstrucción del templo fenicio del Carambolo en una colina vecina del yacimiento de Camas (Sevilla). Si se hace doble clic con el botón izquierdo del ratón, sobre la imagen, se agrandará.

            Luis Siret buscó, y halló, el basamento de ambas estructuras, en torno a las que se disponían los almacenes, las fábricas artesanales y las viviendas de los más pudientes de la sociedad (nº 1 en el plano). De lo alto de esta colina, hacia el mar, se disponían por barrios, cada vez de menor categoría, los habitantes de la ciudad denominada Baria, hasta llegar a orillas del mar, donde estaba el barrio de pescadores (nº 8 en el plano). Allí se ubicaron las factorías de pescado en salazón (nº 7) y posteriormente, del Garum romano (factorías similares se encontraron cerca de Torre García, en el Cabo de Gata, también en la provincia de Almería).
            Desde el templo de Astarté, hacia la derecha, se situaría siglos más tarde toda la ciudad romana (nº 2 en el plano), que por desgracia se encuentra totalmente oculta bajo distintas urbanizaciones actuales. Nos contaba Laura como anécdota, el susto que se llevó un jubilado británico al ir a cambiar su antigua bañera y encontrarse el esqueleto completo de una persona adulta bajo ella. Al notificarlo a las autoridades, se llevó a cabo una excavación puntual de urgencia, antes de volver a taparse la zona con el alicatado y bañera, informándo al asustado jubilado de que los restos tenían más de dos mil años y por tanto, el posible crimen –si lo fue- ya hacía mucho que habría prescrito.

Plano del megayacimiento de Villaricos y uno de los huevos de avestruz decorados que formaban parte del ajuar funerario de época fenicia.

            Lo más importante de este yacimiento lo constituyen los hipogeos excavados por Luis Siret (contabilizó hasta cincuenta), quien tímidamente llegó a insinuar que alguno de ellos guardaba gran parecido con los tholos griegos (recordemos que en la época de Siret esta afirmación era toda una osadía, puesto que la Península Ibérica se consideraba que poseía los últimos estadios de todo tipo de civilizaciones mediterráneas que a ella llegaron; de esta manera era impensable que pudiera haber siquiera en el siglo VIII a.C. estructuras parecidas a las tumbas micénicas del 1.500 a.C.). Personalmente, no descarto que ciertamente pudieran ser de esa época (s. VIII-VI a.C.) o incluso más antiguas, reutilizadas. Pero siendo justos, mis observaciones como geóloga profesional me aconsejan precaución pues se encuentran talladas en los peores materiales posibles, pizarras esquistosas muy estratificadas y fracturadas, con numerosas sales cristalizadas por las duras condiciones áridas de la zona, actuando como improvisadas cuñas,  que amenazan derrumbe en muchas zonas.
            Tampoco se han tomado los cuidados necesarios para proteger estas estructuras como se debiera, tal como se desprende de una de tantas noticias que hay sobre este yacimiento y que se muestra parcialmente a continuación. En torno a estas estructuras funerarias se fueron dando numerosas más, no tan elaboradas, contabilizándose entre dos mil y cinco mil (cistas, inhumaciones y hasta simple deposiciones de los cadáveres sin ningún tipo de sepultura, en simples hoyos excavados en tierra).


            La próspera ciudad fenicia eligió erróneamente como aliada a la Cartago tunecina, que llevaría a sus osados habitantes a retar, hasta tres veces, al naciente Imperio Romano. Consecuencia de ello fue el asentamiento en los alrededores de Baria de las tropas del general romano Escipión (apodado “el africano”, por asolar la ciudad de Cartago). La ciudad, asediada, resistió por tres largos días, tras los cuales los soldados romanos destrozaron toda la urbe, ejecutando a los cabecillas (como evidencian los restos arqueológicos de varios adultos masculinos hallados en una fosa, ejecutados).

Esquema del emplazamiento de las distintas ciudades y detalle de los hipogeos de la necrópolis púnica de Villaricos.

           Como ocurriera en época fenicia, la nueva ciudad romana prosperó, debido a su privilegiada ubicación con respecto a las menas metalíferas, con abundancia de pescado (del Estrecho) y en un nudo de vías comerciales.
            Con la caída del Imperio Romano llegarían los Godos, de los que se ha hallado evidencias aisladas (de Bizantinos). Los árabes trasladarían la ciudad de Baria más hacia el interior, pasándo a denominarla “Vera”. Las ruinas de la gran urbe hispanogoda quedaron olvidadas, con sus estatuas, alguna que otra villa romana con sus mosaicos … Actualmente, como digo, chalets y tierras se han instalado sobre estos restos, siendo frecuente las expoliaciones y excavaciones ilegales. Tampoco es posible dar con restos de este yacimiento en museos arqueológicos. Dos o tres piezas se encuentran en el de Almería capital, el resto se encuentra posiblemente en Alemania -llevado por los hermanos Siret, en el siglo XIX, y por el equipo de arqueólogos que trabajó en el yacimiento, en el siglo XX, poniéndolo en valor- y posiblemente en el Museo Arqueológico de Madrid, al que Luis Siret cedió gran parte de su colección, que aún se encuentra en los baúles que envió, junto con sus dibujos, inventarios y demás documentos realizados por el ingeniero belga,  que pagó de su bolsillo casi todas sus excavaciones.


Restos hallados en Villaricos (s. VIII-VI a.C.): 1. Fragmento funerario con rostro masculino (museo arqueológico de Almería, m.a.a), 2. Cerámica (fondos m.a.a.), 3. Kalathos ibérico (m.a.a), 4. Kalathos ibérico (M.A.N), 5. Estela funeraria fenicia de Villaricos expuesta en el M.A.N (Madrid), 6. Cuenco  cerámico bruñido negro expuesto en el museo arqueológico de Almería, 7. Monedas con palmera en el reverso, acuñadas en Baria.

            De la posición tan estratégica que presenta la zona, con respecto a África, dan cuenta una fortificación y un búnquer de tiempos posteriores, situados cerca de las antiguas factorías de salazones y garum fenicias, púnicas y romanas.


Fortín (“torre española” como les llamaban en Cerdeña a este tipo de atalayas españolas mandadas construir por Felipe II para prevenir ataques berberiscos, desde el siglo XVI) y búnquer cerca del puerto de Villaricos. Detalle de las factorías de Garum y salazones del cabo de Gata, mejor conservadas.

            Si avanzamos por la costa en dirección a Terreros, hacia Murcia, rápidamente saldrán a nuestro encuentro numerosos restos de antiguas explotaciones mineras que siguieron en activo en la zona hasta el siglo XX (chimeneas, escombreras, edificios ya derruidos). Precisamente en una de estas bellas calas, con zona para aparcar y tomar fotografías, me salió al encuentro un alocado cachorrote, que se encontraba incordiando a una cría de gato que estaba junto a otros gatos ya adultos. Preguntada la pareja de británicos que estaba en el aparcamiento cuando llegamos, si era suyo el pequeñajo (la respuesta fue negativa,  precisamente estaban buscando algo que dejarle de comida), terminé llevándomelo como nuevo compañero de viaje. Entre todos los que estábamos, acordamos llamarle “Pizarro”, tanto por el material de la cala en la que lo recogí (pizarras), como por su “fiereza”, dando mordiscos a todo lo que pillaba, que recordaba a aquél extremeño primo de cierto Hernando…


Restos de un edificio minero, de conducciones de agua para actividades de lavado, detalle de una preciosa charnela de un micropliegue y dos imágenes del fiero Pizarrín.

            Quisiera agradecer a la arqueóloga Laura Larios su amabilidad, tiempo dedicado y la gran cantidad de información que en todo momento nos facilitó. A pesar de que la Administración y Departamento de Cultura de Almería han mostrado tener una falta total de interés por sacar a la luz lo que sería sin duda uno de los yacimientos más amplios y formidables de la geografía española, afortunadamente existen profesionales como Laura Larios que no dudan en dar lo mejor de ella para que este patrimonio se conozca, informando de todos los yacimientos y hallazgos que se han dado en la zona.

Un breve documental que da una idea de lo poco visitable que se conserva en la actualidad en la localidad, puede verse en:




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