sábado, 20 de diciembre de 2014

Las más que curiosas tradiciones navideñas en España


        En la entrada anterior comencé a analizar algunas costumbres que realizamos en España con la llegada de las fiestas de Navidad y que, sin saberlo, perduran desde muchos siglos antes. Sigamos reparando en más curiosas tradiciones que repetimos por la fuerza de la costumbre sin detenernos a analizar su origen o significado.
 
La costumbre de cantar villancicos
           Todo grupo humano que se constituye con un fin determinado suele tener una canción distintiva que permite a sus socios identificarse (baste mirar los distintos clubes de fútbol y sus peñas, por ejemplo). Esta costumbre se remonta a épocas ancestrales, mucho antes del nacimiento de las tres principales religiones monoteístas, cuyos seguidores usaron cánticos para identificarse. Conforme estas se fueron imponiendo, fueron modificándo las letras, en un sincretismo evidente, con el fin de ganar adeptos para su causa.
         Fueron sumamente populares en España y Portugal entre los siglos XV y XVIII, exportándose al resto de Europa y América.
            De todos los villancicos que cantamos en nuestro país, siento debilidad por el villancico “los peces en el río”, lo admito.

 Y es que en su letra aún se puede “rescatar” el culto matriarcal neolítico del que procede, a pesar de los cambios sufridos durante tantos siglos de patriarcalismo (religiones fenicias, cartaginesas, griegas, romanas y cristianismo en sus distintas versiones). Reparemos en ello: “la virgen se está peinando (…) sus cabellos son de oro, el peine de plata fina (…) los pajarillos cantando y el romero floreciendo”. Curiosamente en el antiquísimo reino de Tartessos (objeto de estudio de uno de mis libros, “Tartessos, 12.000 años de historia”), donde el romero abunda y se cultiva como ornamento y condimento, sus reyes usaban títulos que significaban “Señor de la Plata” (Argantonio), siendo también el oro un material abundante y muy codiciado por otros pueblos contemporáneos. Este noble metal era símbolo de la pureza ya que nunca se oxida (identificado con el sol), igual que las mujeres vírgenes. En ellas (en todas las mujeres), tanto su ciclo fértil como el de las hembras de otras especies y también en las cosechas estaba regido por la Luna, representada por la plata. Por tanto tenemos al binomio sol-luna (cabellos de oro peinados con plata) rigiendo (rodeado) de animales (peces) y de plantas (romero) junto a referentes de fertilidad (río, mujer virgen, niño recién nacido, romero en flor). Todos los ingredientes de un culto matriarcal a la fertilidad de la Madre Tierra, del que hablé al tratar el Rey Sagrado y a otras tradiciones de pueblos prerromanos peninsulares (aquí). Para enfatizar este culto, reparemos en algo curioso (más si cabe) de la letra y es que "los peces en el río" no hacen otra cosa que "beben y beben y vuelven a beber", es decir, se alimentan de la fertilidad de la Madre Tierra.

Sobre el Rey Mago Baltasar
            Para concluir esta extensa entrada, me gustaría hacer pensar un poquito al lector. El rey Baltasar fue uno de los tres Reyes Magos, quién regaló al Niño Jesús mirra (sustancia muy codiciada para la elaboración de perfumes e inciensos, representando a la Humanidad), de acuerdo con la Biblia. Pero ¿siempre fue negro?. Pues resulta que no, que adquirió tales rasgos a partir de finales del siglo XIII y es que para comprobarlo no tienen más que abrir los ojos y mirar con detalle a su alrededor (ay, qué acertado estuvo aquel que dijo que la mejor manera de esconder algo era ponerlo ante los ojos de la gente…).

    Si nos detenemos un tiempo a visitar el Museo Nacional de Arte de Cataluña o Museu Nacional D'art de Catalunya, en el grandioso palacio de Montjuic (“monte o colina de los judios”, ya que allí se ubicaba el cementerio hebreo), podremos contemplar bellos paneles que en su tiempo se ubicaron en los frontales de los altares de las numerosas y preciosas iglesias románicas del Pirineo catalán. Por ejemplo, la que estuvo en Santa María de Mosoll (Ref: MNAC 15788), mostrada en la imagen.
     Baltasar, en el centro, aparece como pelirrojo o castaño claro. Por cierto, que  Melchor tampoco parece llamarse así. Igualmente los bellos frescos de las dos iglesias románicas de San Clemente de Tahull muestran a los Reyes Magos como personajes de piel blanca. En la imagen se muestran los frescos de la zona superior del ábside de Santa María de Tahull, donde Baltasar vuelve a representarse con pelo castaño.
       Pparece ser que el cambio de piel vino de mano del monje benedictino Beda, quién recogió en su códice que el rey Melchor (Magalath) debía representarse como una persona anciana de pelo canoso y extensa barba también canosa (al venir de Europa). Gaspar (Galgalath) era el joven rubio que procedía de Asia mientras que Baltasar (Serakin) debía ser un hombre de mediana edad y de raza negra, al ser africano (la mirra se exportaba fundamentalmente de Somalia).

            Pues bien, por si esto no fuera suficiente sorpresa, rizaremos el rizo al cuestionarnos la procedencia de estos tres enigmáticos personajes. Generalmente, cuando de pequeños planteábamos a “los mayores” de dónde procedían los Reyes Magos, siempre recibíamos la misma y rápida respuesta. “de Oriente” ¿no es así?. Y sin embargo el Papa Benedicto XVI, la máxima expresión de Dios en la Tierra…afirmó en su libro “la infancia de Jesús”, ¡¡¡que procedían…de Tartessos!!!, en el sur de la Península Ibérica, la bíblica Tarsis, que, según sostengo en mi libro “Tartessos, 12.000 años de historia”, cuya cultura considero que es el origen de muchos de los conocimientos de Occidente, comenzando por la escritura, los megalitos y la cerámica campaniforme, sin ir más lejos (antes de que cualquier historiador comience a afilar su hacha de guerra, aclararé que en mi tabajo propongo y distingo varias culturas que se fueron sucediendo en el solar peninsular y norteafricano y cuya última manifestación fue la cultura de Tartessos). Su extenso imperio se extendió por parte del Mediterráneo y Atlántico europeo, como ya se trató someramente al hablar de Nora (aquí y aquí).


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