La primera semana del presente
mes de marzo algunas revistas científicas daban a conocer un gran hallazgo, la
tumba de lo que consideraban fue un príncipe celta local, hallado en la región
francesa de Champagne ( próxima a la pequeña localidad de
Lavau). Lo más sorprendente es que en el interior de la cámara funeraria de 150 m2 yacían los restos del adulto acompañados
por un carro, un cuchillo en su funda y un caldero de bronce con una bonita y
exótica ornamentación.
Vista aérea de la excavación y detalle de la gran caldera con su contenido aún por extraer.
La
tumba se presentaba externamente como un montículo de 130 metros de longitud. Hasta
el momento, la parte que ha sido excavada (se estima que a final de este mes se
excave totalmente), tanto por la estructura como por el contenido, los
arqueólogos han datado su construcción hacia el s. V a.C., al final de la Edad del Hierro. Se han encontrado, hasta el momento, los
restos del personaje masculino y varios objetos funerarios, entre los que
destaca un carro aún no excavado, un cuchillo y un gran caldero.
Los académicos
se inclinan a considerar que el enorme caldero de bronce, de 3,2 m de diámetro, es de
manufactura etrusca o griega, basándose en su decoración, ya que reconocen en un
ser con tres bigotes, barba, cuernos y orejas de toro, al dios pagano de los
ríos Aqueloo. Además, hay ocho cabezas de leona en relieve dispuestas en el
borde, a lo largo del caldero. Pero lo más sorprendente es que dentro del
caldero había un jarrón de cerámica puramente griego, decorado con figuras
negras, representando a Dionisos tumbado junto a una figura femenina bajo una
parra.
Como
indicaron los arqueólogos, este caldero y recipiente griego poseen el valor de
representar no sólo el nivel social que poseía el joven aristócrata en su pueblo
sino que deja de manifiesto hasta dónde llegaron los contactos entre la cultura
celta y la grecolatina, ya que el recipiente griego es el más septentrional
hallado hasta la fecha, en su tipología.
Creen que
estos contactos se debieron al interés que la cada vez más volante sociedad
etrusca tenía por el ámbar, esclavos y otros productos que controlaban los
pueblos celtas por las rutas con el norte de Europa, a favor de los grandes
ríos como el Danubio, Rhin o el Sena, por citar algunos. Posiblemente a
través de estos intercambios se pueden explicar los hallazgos de unos escasos
restos de manufactura muy seguramente etrusca en lugares tan extraños para
ubicarlos como Vix y Bourges, ambos en Francia, o incluso en Hochdorf y Heuneburg
(Alemania).
Como ha sido
costumbre entre los habitantes de la Península Ibérica,
parece ser que, también los celtas franceses, eligieron como lugar de descanso de su
príncipe un enclave ya sacralizado en la antigüedad puesto que cerca de esta
tumba se han encontrado túmulos más antiguos, uno del 1.300 a.C., conteniendo los
restos de un guerrero con su espada y otra tumba, ligeramente más antigua que la del
príncipe, del 800 a.C.
conteniendo los restos de una mujer que poseía varios brazaletes de cobre.
Con este hallazgo podemos completar la comparativa del enterramiento de personajes sociales importantes, entre distintas poblaciones prerromanas. Ya lo vimos entre los iberos de Levante y los tartesios del suroeste (aquí) y los celtiberos del interior de la Península Ibérica (aquí). Ahora en esta entrada lo vemos en los celtas franceses.
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