martes, 16 de diciembre de 2014

Llegada a Castilla y muerte de Felipe el Hermoso


      A la muerte de la reina Isabel se suceden los problemas: renacimiento de la ambición egoísta de buena parte de la nobleza, ambigüedad del testamento de la Reina, enajenación de Juana, princesa de Asturias, desconocimiento y recelo de las intenciones de Felipe (su esposo), hambrunas generalizadas, y enlace del rey viudo, Fernando, con una prima del rey francés, omnipresente enemigo de los Reyes Católicos. 

    En la entrada anterior (aquí) se describe cómo este cúmulo de adversidades desembocan en la desafección de la nobleza a Fernando y el apoyo a Felipe de Flandes (conocido como “el hermoso”) para regir el gran reino de Castilla. Ante esta desfavorable situación,  Fernando consigue llegar a un acuerdo (Concordia de Salamanca) con el representante  de Felipe. Las Cortes Castellanas, reunidas en Toro, aceptan como reyes a Juana y Felipe, mientras que Fernando el Católico queda como gobernador de por vida. Días después, el 7 de enero de 1506, Juana y Felipe salen en barco para España desde Flessinga pero un temporal los hace naufragar en Inglaterra y llegan el 26 de abril a La Coruña, donde permanecen algo más de un mes, siendo visitados por muchos nobles, incluyendo al condestable Velasco y al cardenal Cisneros. Incluso Colón mantuvo correspondencia con Felipe el Hermoso
        El de Flandes era un personaje curioso. Ambicioso, mujeriego (principal motivo del mal de Juana), desleal con Isabel y Fernando (que lo detestaban), con buen porte (el perfil exacto de un dandy) y hábil manipulador para  ganarse a los nobles con sus promesas, concesiones y con el  deseo de anexionarse Portugal, de modo que en aquel momento gozaba de una mayoría de apoyos en Castilla, lo que hizo que el rey Fernando saliera de León para entrevistarse con Felipe y Juana. La entrevista ocurrió el 20 de junio en Remesal (Valle de Sanabria) y se procuró el enfrentamiento. Felipe había llegado con un ejército y Fernando, imbuído de mucha paciencia. Juana actuó como traductora del francés al castellano. Se acordó, en contra de lo estipulado por Isabel, que Juana no gobernase, sino Felipe, cediendo Fernando sus derechos y comprometiéndose a abandonar el reino. Posiblemente temió Fernando en esta negociación que lo pudieran deponer, ya que la mayoria de los nobles estaba con Felipe. Su situación era tan difícil que tuvo que ser protegido por los lanceros del duque de Alba en su marcha hacia Aragón. Un servicio de la casa de Alba que nunca olvidó y que tuvo muy presente a su vuelta al poder. Algo similar ocurrió con sus siempre leales Fonseca y su Secretario López Conchillos,  apresado y  torturado por orden de Felipe.

      El 12 de Julio, en Valladolid, las Cortes confirmaron como rey al esposo de Juana, con el nombre de Felipe I de Castilla, jurando lealtad a Juana como reina, a Felipe su esposo y a su hijo Carlos I (y V de Alemania) de 6 años. A partir de entonces, la pareja se dedicó a viajar por Castilla realizando nombramientos y sustituciones de cargos. Por su parte, Fernando marchó desde Barcelona a Italia; quería visitar Nápoles, donde le esperaba el Gran Capitan, vencedor en tantas batallas frente a los franceses. 

       El 25 de septiembre, después de algo más de dos meses de reinado, el rey Felipe jugaba un partido de pelota en el monasterio cartujo de Miraflores con ese derroche de competitividad que formaba parte de su carácter y que le llevó a lesionar a su contrincante. Al terminar, bebió agua muy fría, lo que le produjo fuertes temblores y le provocó la muerte antes del anochecer. Se corrió la voz de que un servidor de su séquito, Luis Ferrer, que lo acompañaba siguiendo órdenes de Fernando, lo había envenenado, pero no hubo evidencia alguna de ese rumor. Felipe I fue enterrado en la capilla real de Granada a poca distancia de donde yacía Isabel la Católica. En la imagen se observa el sepulcro realizado por Bartolomé Ordoñez. "Curiosamente", Felipe y Juana se retiran la mirada.

         La muerte de Felipe agravó aún más la “locura” de Juana, que cayó en la apatía y en el abandono; no comía y no había forma de mantener una conversación lúcida con ella. Actuó muy razonadamente el Consejo del Reino de Castilla ante la incapacidad de Juana, nombrando regente provisional a Cisneros, apoyado  por el condestable Velasco, el duque del Infantado y el duque de Alba, amigo intimo de Fernando. Los simpatizantes de Felipe pidieron la intervención del emperador Maximiliano, padre e Felipe I, para que asumiera la regencia en nombre de Carlos de Gante, e intentaron secuestrar a su hermano menor, el infante Fernando, que estaba en el Castillo de Simancas, pero la intervención de partidarios del rey Fernando lo impidieron. Comenzaron los desmanes de los nobles que se lanzaron a sitiar ciudades y a conseguir otros objetivos.
      El cardenal Cisneros tuvo que enviar ejército a Burgos para proteger a Juana y el ambiente se volvió a complicar con otra mala cosecha. Estos desbarajustes hicieron que el Consejo de Regencia llamara al rey Fernando para que ejerciera como gobernador y aunque Fernando aceptó el encargo se lo tomó con calma, continuando con sus viajes por Italia. No obstante, a través de Cisneros, el conde de Tendilla y el duque de Alba, el Católico comenzó a gobernar y a realizar cambios necesarios. También  el duque del Infantado y el condestable Velasco prometieron lealtad a Fernando ante la nueva situación, de manera que el duque de Alba y el condestable Velasco fueron apaciguando y neutralizando rebeliones e insurgencias, el conde de Tendilla consiguió el control en Andalucia y el duque del Infantado en Toledo.
     Poco a poco, los aliados de Fernando consiguieron restablecer su posición y la deseada paz. Fernando, en compañía del Gran Capitán, salió de Nápoles el 5 de junio, viajando por distintas ciudades de sus dominios, para llegar el 20 de Julio a Valencia, donde fue recibido por el leal adelantado de Murcia con su ejército. El 21 de Agosto entró en Castilla por Monteagudo,  mantuvo entrevistas con su hija Juana (solicitó su permiso) en Santa María del Campo y llegó a Burgos el 11 de octubre, donde comenzó su nuevo “reinado”, previsto hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos I. Murió antes, en la media noche del 23 de enero de 1516, con 65 años cumplidos. Su labor como regente la continuó el Cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos de Gante al año siguiente.

      Es sabido que la gran figura política del rey Fernando (no exenta de polémica por su carácter testarudo y directo, tan aragonés), su capacidad para la estrategia y su certera visión global pudo inspirar a Maquiavelo en su gran obra “El príncipe”.


2 comentarios:

  1. gracias por compartir la historia de españa

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  2. Gracias por su comentario, creo que el Imperio Español ha tenido una historia fascinante que aún sigue resultando desconocida en muchos tramos de su recorrido, en ocasiones enfangado por comentarios maliciosos y totalmente falsos. Así que poquito a poquito vamos a ir tratando de llegar a ella y quitando esa maleza que impide acceder aún a muchos pasajes de nuestra historia que siguen sonando extraños y con-ese-algo-que-sigue-sin-encajar, por mucho que nos cuenten la historia como a muchos les gustaría que fuera, en lugar de cómo realmente fue. Un saludo.

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