A la muerte de la reina Isabel se
suceden los problemas: renacimiento de la ambición egoísta de buena parte de la
nobleza, ambigüedad del testamento de la Reina, enajenación de Juana, princesa de
Asturias, desconocimiento y recelo de las intenciones de Felipe (su esposo), hambrunas
generalizadas, y enlace del rey viudo, Fernando, con una prima del rey francés,
omnipresente enemigo de los Reyes Católicos.
En la entrada anterior (aquí)
se describe cómo este cúmulo de adversidades desembocan en la desafección de la
nobleza a Fernando y el apoyo a Felipe de Flandes (conocido como “el hermoso”)
para regir el gran reino de Castilla. Ante esta desfavorable situación, Fernando consigue llegar a un acuerdo
(Concordia de Salamanca) con el representante
de Felipe. Las Cortes Castellanas, reunidas en Toro, aceptan como reyes
a Juana y Felipe, mientras que Fernando el
Católico queda como gobernador de por vida. Días después, el 7 de enero de
1506, Juana y Felipe salen en barco para España desde Flessinga pero un
temporal los hace naufragar en Inglaterra y llegan el 26 de abril a La Coruña, donde permanecen
algo más de un mes, siendo visitados por muchos nobles, incluyendo al
condestable Velasco y al cardenal Cisneros. Incluso Colón mantuvo
correspondencia con Felipe el Hermoso.
El de Flandes era un personaje curioso. Ambicioso, mujeriego (principal motivo
del mal de Juana), desleal con Isabel y Fernando (que lo detestaban), con buen
porte (el perfil exacto de un dandy) y hábil manipulador para ganarse a los nobles con sus promesas,
concesiones y con el deseo de
anexionarse Portugal, de modo que en aquel momento gozaba de una mayoría de
apoyos en Castilla, lo que hizo que el rey Fernando saliera de León para
entrevistarse con Felipe y Juana. La entrevista ocurrió el 20 de junio en
Remesal (Valle de Sanabria) y se procuró el enfrentamiento. Felipe había
llegado con un ejército y Fernando, imbuído de mucha paciencia. Juana actuó como
traductora del francés al castellano. Se acordó, en contra de lo estipulado por
Isabel, que Juana no gobernase, sino Felipe, cediendo Fernando sus derechos y
comprometiéndose a abandonar el reino. Posiblemente temió Fernando en esta
negociación que lo pudieran deponer, ya que la mayoria de los nobles estaba con
Felipe. Su situación era tan difícil que tuvo que ser protegido por los
lanceros del duque de Alba en su marcha hacia Aragón. Un servicio de la casa de
Alba que nunca olvidó y que tuvo muy presente a su vuelta al poder. Algo
similar ocurrió con sus siempre leales Fonseca y su Secretario López
Conchillos, apresado y torturado por orden de Felipe.
El 12 de Julio, en Valladolid, las Cortes confirmaron como rey al esposo de Juana, con el nombre de Felipe I de Castilla, jurando lealtad a Juana como reina, a Felipe su esposo y a su hijo Carlos I (y V de Alemania) de 6 años. A partir de entonces, la pareja se dedicó a viajar por Castilla realizando nombramientos y sustituciones de cargos. Por su parte, Fernando marchó desde Barcelona a Italia; quería visitar Nápoles, donde le esperaba el Gran Capitan, vencedor en tantas batallas frente a los franceses.
El 25 de septiembre, después de algo más de dos meses de reinado, el rey Felipe jugaba un partido de pelota en el monasterio cartujo de Miraflores con ese derroche de competitividad que formaba parte de su carácter y que le llevó a lesionar a su contrincante. Al terminar, bebió agua muy fría, lo que le produjo fuertes temblores y le provocó la muerte antes del anochecer. Se corrió la voz de que un servidor de su séquito, Luis Ferrer, que lo acompañaba siguiendo órdenes de Fernando, lo había envenenado, pero no hubo evidencia alguna de ese rumor. Felipe I fue enterrado en la capilla real de Granada a poca distancia de donde yacía Isabel la Católica. En la imagen se observa el sepulcro realizado por Bartolomé Ordoñez. "Curiosamente", Felipe y Juana se retiran la mirada.
El 25 de septiembre, después de algo más de dos meses de reinado, el rey Felipe jugaba un partido de pelota en el monasterio cartujo de Miraflores con ese derroche de competitividad que formaba parte de su carácter y que le llevó a lesionar a su contrincante. Al terminar, bebió agua muy fría, lo que le produjo fuertes temblores y le provocó la muerte antes del anochecer. Se corrió la voz de que un servidor de su séquito, Luis Ferrer, que lo acompañaba siguiendo órdenes de Fernando, lo había envenenado, pero no hubo evidencia alguna de ese rumor. Felipe I fue enterrado en la capilla real de Granada a poca distancia de donde yacía Isabel la Católica. En la imagen se observa el sepulcro realizado por Bartolomé Ordoñez. "Curiosamente", Felipe y Juana se retiran la mirada.
La muerte de Felipe agravó aún
más la “locura” de Juana, que cayó en la apatía y en el abandono; no comía y no
había forma de mantener una conversación lúcida con ella. Actuó muy
razonadamente el Consejo del Reino de Castilla ante la incapacidad de Juana,
nombrando regente provisional a Cisneros, apoyado por el condestable Velasco, el duque del
Infantado y el duque de Alba, amigo intimo de Fernando. Los simpatizantes de
Felipe pidieron la intervención del emperador Maximiliano, padre e Felipe I, para que
asumiera la regencia en nombre de Carlos de Gante, e intentaron secuestrar a su
hermano menor, el infante Fernando, que estaba en el Castillo de Simancas, pero
la intervención de partidarios del rey Fernando lo impidieron. Comenzaron los
desmanes de los nobles que se lanzaron a sitiar ciudades y a conseguir otros
objetivos.
El cardenal Cisneros tuvo que enviar ejército a Burgos para proteger
a Juana y el ambiente se volvió a complicar con otra mala cosecha. Estos
desbarajustes hicieron que el Consejo de Regencia llamara al rey Fernando para que
ejerciera como gobernador y aunque Fernando aceptó el encargo se lo tomó con
calma, continuando con sus viajes por Italia. No obstante, a través de Cisneros, el
conde de Tendilla y el duque de Alba, el Católico comenzó a gobernar y a realizar cambios necesarios. También el duque del Infantado
y el condestable Velasco prometieron lealtad a Fernando ante la nueva
situación, de manera que el duque de Alba y el condestable Velasco fueron
apaciguando y neutralizando rebeliones e insurgencias, el conde de Tendilla
consiguió el control en Andalucia y el duque del Infantado en Toledo.
Poco a
poco, los aliados de Fernando consiguieron restablecer su posición y la deseada
paz. Fernando, en compañía del Gran Capitán, salió de Nápoles el 5 de junio,
viajando por distintas ciudades de sus dominios, para llegar el 20 de Julio a
Valencia, donde fue recibido por el leal adelantado de Murcia con su ejército.
El 21 de Agosto entró en Castilla por Monteagudo, mantuvo entrevistas con su hija Juana (solicitó su permiso) en Santa María del Campo
y llegó a Burgos el 11 de octubre, donde comenzó su nuevo “reinado”, previsto
hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos I. Murió antes, en la media noche del
23 de enero de 1516, con 65 años cumplidos. Su labor como regente la continuó
el Cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos de Gante al año siguiente.
Es
sabido que la gran figura política del rey Fernando (no exenta de polémica por
su carácter testarudo y directo, tan aragonés), su capacidad para la estrategia
y su certera visión global pudo inspirar a Maquiavelo en su gran obra “El príncipe”.
gracias por compartir la historia de españa
ResponderEliminarGracias por su comentario, creo que el Imperio Español ha tenido una historia fascinante que aún sigue resultando desconocida en muchos tramos de su recorrido, en ocasiones enfangado por comentarios maliciosos y totalmente falsos. Así que poquito a poquito vamos a ir tratando de llegar a ella y quitando esa maleza que impide acceder aún a muchos pasajes de nuestra historia que siguen sonando extraños y con-ese-algo-que-sigue-sin-encajar, por mucho que nos cuenten la historia como a muchos les gustaría que fuera, en lugar de cómo realmente fue. Un saludo.
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