También este año,
en septiembre, se cumplen 500 años de la primera vuelta al mundo realizada por
la extraordinaria pareja de navegantes Magallanes-Elcano. Esta expedición,
costeada por la corona española al mando de Magallanes, que tras su muerte en Filipinas
en la batalla de Mactán el 27 de abril de 1519, finalizara Elcano, confirmó
además que la Tierra era redonda. Esta expedición se inició cuando el rey
español Carlos I aceptó la idea del navegante portugués, similar a la de Colón,
de llegar a las Indias por el Oeste pero buscando antes un paso del Océano
Atlántico al Mar del Sur (Océano Pacífico), que descubriera Vasco Núñez de
Balboa casi cuatro años antes (25/09/1513). Lo
curioso fue que esta magna empresa la realizara la Armada Española al
sentir y sufrir el navegante portugués el desprecio de su rey Manuel I.
Este gran
navegante portugués padeció la tremenda ingratitud que reyes prepotentes y mal
aconsejados dedicaron a los intrépidos navegantes y heroicos capitanes que
conquistaron multitud de tierra y países para Portugal y España dejando su
sangre y arriesgando sus vidas en tales empresas, mientras nobles cortesanos y
engreídos aduladores eran nombrados gobernadores de las nuevas provincias sin
moverse de la corte, embolsándose la riqueza que los auténticos héroes lograban,
esforzándose en apartarlos o eliminarlos
a fin de que no les hicieran sombra ante su rey. A cambio, estos gloriosos
guerreros debían resignarse a seguir siendo segundones, al pairo de los
caprichos y ocurrencias de esos ambiciosos hombres. Porque además, si no
triunfasen ni lograsen conseguir una encomienda o una alcaldía, el día que esos
soldados decidiesen volver a su patria lo más que podían esperar, con suerte,
sería recibir una miserable pensión, una limosna, y esperar un ascenso en su
pobre escalafón o recibir puntualmente su mísera paga. Los otros, los que no
tienen nada, cuando vuelven a su patria sufren la enorme ingratitud de la era
de los descubrimientos, formando parte de esa ingente masa de indigentes y
pordioseros que se arrastran por las
callejuelas miserables que rodean los puertos de Lisboa, Sevilla o Cádiz,
convertidos en mendigos y lisiados. Hombres olvidados que se jugaron docenas de
veces sus vidas para lograr para su rey las especias de Las Indias, el oro de
los mexicas o de los incas y muchas tierras, y que cuando mueren son enterrados
sin gloria alguna como animales sarnosos en fosas comunes.
Monumento a los Descubridores (Padrão dos Descobrimentos Lisboa Antiga, Lisboa Portugal), en Lisboa, Portugal. En sexto lugar, en el franco este aparece Magallanes.
Este abandono o traición también lo padecieron
capitanes, generales y almirantes brillantes, por enfrentarse a los dictados
ignorantes o egoístas del gobernador de turno. Colón volvió encadenado a
Sevilla, Pizarro fue asesinado en Lima, Balboa fue ajusticiado por un vengativo
gobernador, Cortés perdió el favor real y su título de Gobernador, Blas de Lezo
fue destituido de su cargo de Almirante
tras la increíble defensa de Cartagena de Indias frente a los ingleses; igual
que el almirante Álvaro de Bazán, que fue cesado antes de dirigir la Armada
Invencible (triste noticia que no conocería, al fallecer el invicto antes de
que le llegara la carta); el almirante Juan Martínez de Recalde, que puso su
flota a la orden de Felipe II en esa empresa y tan brillantemente actuó
salvando barcos y vidas de españoles en apuros durante la travesía de vuelta, pero
que cuando llegó a su país y falleció su esposa no pudo transportar su cadáver
por falta de dinero y de ayuda real. Podría seguir citando nombres, pero la
lista sería interminable. Y eso no sólo ocurrió en España, ocurrió lo mismo en
Portugal, siendo uno de los más afectados Fernao de Magalhais.
Este notable
navegante se hizo en Portugal, ya que fue este país el que inició la era de la
navegación y los descubrimientos (ver aquí “El mundo entiempos de Cortés”). Empujado por un gran rey, D. Enrique “El navegante”,
este país fue puntero en las grandes travesías: en 1471 llegaba al ecuador del
planeta; en 1484 Diego Cam llegaba al Congo; en 1486 Bartolomeo Díaz doblaba el
Cabo de Buena Esperanza, una buena noticia para España ya que al dejar abierto
el camino hacia las Indias por el este, hizo que el rey portugués Juan II
desechara la idea del navegante Cristóbal Colón de ir a las Indias por el oeste;
en 1498 llegaron por el este al país de las especias, de manos del mejor navegante
portugués, Vasco de Gama, que desembarcó y comerció en Calicut, con la amargura
de que Colón, financiado por los Reyes Católicos “había llegado antes”, en
1492, por lo que Europa entera mira a estos dos países.
Sellos en honor de D. Álvaro de Bazán y Guzmán (izda), de D. Blas de Lezo (centro) y de D. Hernán Cortés (dcha).
Es Portugal el país que inicia la estrategia
de los descubrimientos: en una primera expedición se descubre, después se
comercia y al final con una expedición militar se conquista y se fundan factorías
para evitar repartir riquezas con otros países, ya que de esa forma todo es de
su propiedad. La primera expedición
militar de conquista, integrada por 20 navíos y 1500 soldados, salió de Lisboa
el 25 de marzo de 1505, mandada por Francisco
d´Almeida. En esa expedición iba un soldado de 24 años llamado Fernao de
Magalhais, nacido en Oporto de familia noble, aunque de cuarto nivel o grado,
esto es, de “fidalgos”, que le permite usar escudo propio y libre acceso a la
corte. En esa expedición participó en varias escaramuzas, pero su bautismo de
fuego fue en la batalla de Cannore (16/03/1506). Esta batalla celebrada frente
a Calicut (Calcuta) no fue muy favorable a los portugueses; el Zamorín de
Calicut, ayudado por el sultán de Egipto y por Venecia rechaza a los
portugueses, que padecen 80 muertos y más de 200 heridos entre los que está
Magallanes. Portugal vuelve a preparar otra expedición militar aún mayor, en la
que vuelve a estar Magallanes, con el objetivo de penetrar por el paso de
Malaca, fundamental para llegar a las islas de las especias; objetivo que
logran el 11/09/1509, destacándose Magallanes en los distintos enfrentamientos,
por lo que consiguió el grado de capitán, pero lejos del mando, posiblemente
porque su actitud valiente y decidida en la batalla, contrastaba con su gusto
por retraerse y ocultarse al fin del conflicto. Desde Malaca participó en
varias expediciones para conquistar islas y expandir el imperio portugués, pero
nunca mandando barcos. La gloria se la llevaban unos pocos y el cansancio hacía
mella en los capitanes. Su capitán y amigo Francisco Serrao es el primero que
abandona, cansado de lucha y se retira en plan Robinson Crusoe a la isla de
Sonda, donde permanece alejado de toda actividad militar hasta su muerte nueve
años después. Magallanes le visitó en bastantes ocasiones ya que siempre estuvo
por esa zona y conoció de su amigo otra visión más amplia de la vida. Tras la
muerte de Serrao vuelve agotado de tanta lucha a Portugal, pero en Lisboa no recibe
el menor reconocimiento a tantos años de servicio, sólo el hecho de haber
nacido noble y pertenecer a la “criazao
del rey” hace que se le incluya en la lista con derecho a una miserable
pensión, pero en la última categoría, de “mozo
Fidalgo”. Tiene que esperar un mes para ascender al penúltimo escalón de “Fidalgo escudeiro” con una ligera mejora
de sueldo (cobra mensualmente 1800 reis) pero sin otro derecho que vagar por
los aledaños de la corte. Algo miserable para un hombre de honor que sigue
insistiendo en participar en expediciones, lo que consigue en 1513 cuando forma
parte de una expedición militar contra Marruecos para luchar contra el pirata
berberisco. Va como oficial subordinado, sin mando de tropa, y aunque participa
distinguidamente en la batalla sólo consigue un lanzazo en la rótula que le
deja cojo. Ya no puede volver a luchar, pero Magallanes rechaza la
correspondiente pensión y volver a Lisboa y prefiere seguir sirviendo al rey en
otro puesto. Le asignan, junto a otro oficial herido, el cargo de “cuadrileiro” con la tarea de controlar
el enorme botín de caballos. Pero una noche desaparecen algunos y el mando
sospecha que los haya vendido Magallanes, de manera que burócratas sin escrúpulos
pretenden interrogarlo. Se niega a que esa calaña le arrastre por el barro y acude
en audiencia por nobleza ante el rey para reclamar su inocencia. Tras muchas
peticiones, el rey Manuel lo mal recibe y no acepta ninguna explicación de Magallanes
ni lee las pruebas que traía en su defensa. Magallanes, con sus 35 años,
veterano de las guerras africanas ecuatoriales, indias y marroquíes, sólo le
pide que le aumente su sueldo por valor de un insignificante “medio cruzado”,
lo que conllevaría un reconocimiento de su inocencia, pero se lo niega. Le pide
un puesto en otra expedición y el rey responde que no dispone de empleo para él
y le ordena que se vaya. Cuando se va retirando, herido en su orgullo, se
vuelve al rey y le pide que le permita prestar sus servicios en otro país, el
rey duramente le responde que le es indiferente lo que haga. Magallanes sale de
palacio recordando las batallas en que participó, las tres veces que fue
herido, las dos veces que dobló en ambos sentidos el Cabo de Buena Esperanza (llamado
en principio “Tormentoso”), y piensa en sus conocimientos de geógrafo y
cartógrafo. Tras esta penosa entrevista pasa un año en Portugal frecuentando a
pilotos y capitanes que navegaron por los mares del sur, visita disimuladamente
los archivos reales en donde estudia mapas de costas y expediciones a Brasil y
en una taberna del puerto conoce a Ruy Faleiro, estudioso de las rutas del
cielo y conocedor de mapas y tablas, que le es de gran ayuda tras conocer que
pensaba llegar a las Indias por el oeste. Faleiro le proporciona los cálculos
oportunos y la ruta teórica. Después, Magallanes renuncia a su ciudadanía
portuguesa, a su mujer e hijo, marcha a España y acepta la ciudadanía española,
pasando a llamarse Fernando de Magallanes y siendo consciente del odio que iba
a levantar en Portugal, donde le verían como un traidor por vender sus
conocimientos al país rival y enemigo, por lo que el rey manda destruir su
escudo.
Estatua de Fernando de Magallanes en la Plaza de Armas de Punta Arenas, presidiendo el Estrecho que lleva su nombre, donde se unen el Pacífico y el Atlántico. La tradición popular señala que aquel que bese el pie del indio Patagón, regresará a Punta Arenas.
Cuando Magallanes
llega a España ya se sabía que el Nuevo Mundo no era el extremo de las Indias.
El gran almirante Colón ya había muerto, sin conocerlo. De hecho hasta la
conquista de Cortés y Pizarro ese gran descubrimiento no era ni mucho menos rentable
para la corona española. Posiblemente, tras el descubrimiento del Mar del Sur
en 1515 por Balboa, se comienza a pensar que esa nueva tierra está entre las Indias
y España, pero urge encontrar un paso. Cortés le promete a Carlos I que
encontraría un paso en esa barrera de tierra. Manda a sus oficiales Cortereal y
Cabot hacia el norte y a Juan de Solís hacia el sur, con la esperanza de
encontrar un paso por el Río de la Plata. Ya se habían perdido muchas expediciones
en la búsqueda, cuando aparece Magallanes señalando que sólo él y Faleiro
conocen un paso por el sur. Su segura afirmación crea desconcierto en la corte
española, ya que no había constancia de que se hubieran acercado a América y no
añadía nada nuevo a lo que en su día señaló Colón; pero al haber volteado
varias veces el extremo africano y ser portador de planos y datos que apuntan
hacia el sur de América surge la duda de si Magallanes tenía información de
algún otro navegante, lo que posteriormente podría justificar por qué
Magallanes marchó directamente más al sur del Río de la Plata e insistió con
decisión en penetrar en su estrecho, cuando todos pensaban que era una bahía
cerrada.
El bello pueblo de Getaria (en el País Vasco) honra a uno de sus hijos ilustres, Elcano, con sendas estatuas, una ante el Ayuntamiento y otra que mira al mar, recuerda en su fuste a los marineros que le acompañaron en su viaje alrededor del mundo.
El 20 de octubre
de 1517, Magallanes llega a Sevilla, que es la puerta hacia el nuevo mundo y
donde se ubican todas las compañías navieras y todos los comerciantes que
quieren financiar expediciones de acuerdo con la “Casa de Contratación”.
Magallanes rehúye esa vía y se pone en contacto con un navegante portugués
conocido, y posiblemente familia suya, Diego Barbosa, que también había
renunciado a la ciudadanía portuguesa y era desde hace catorce años Alcalde del
Arsenal con una labor brillante reconocida con la Orden de Santiago. Traban
grata amistad y con 37 años se convierte en su yerno, lo que le proporciona fama
y estabilidad que le permiten contactar con la Casa de Contratación, donde el
gerente, Juan de Aranda, se interesa por su proyecto y se ofrece corruptamente
como socio, a espaldas de Faleiro, con el que después tienen que llegar a un
nuevo acuerdo. A cambio influye en el Canciller de Castilla y costea el viaje
de Magallanes a Valladolid, donde un joven rey Carlos de 18 años, recién
llegado, acude a esa ciudad a reunirse con las Cortes. Consigue audiencia del
rey y del Consejo de la Corona y tras un duro debate, donde Faleiro y
Magallanes ofrecen todo tipo de datos, mapas y garantías, Magallanes solicita
navegar bajo el pabellón español (desechando hacerlo para el gran armador y
especulador Christopher de Haro) entregando a la Corona un quinto de todo lo
que encuentre. Se acepta la solicitud gracias a la intervención de Fonseca,
Obispo de Burgos, que persiguiera en su día a Colón. El 22 de marzo de 1518,
Carlos I, en su nombre y en el de la reina madre Juana, firma las capitulaciones
que obligan a ambas partes, otorgándoles a Magallanes y Faleiro el privilegio
absoluto sobre aquella región. La expedición con 5 barcos sale del puerto de las
Mulas de Sevilla el 10 de agosto de 1520, bajando por el Guadalquivir hasta
Sanlúcar. Van en ella “La Trinidad” con
62 tripulantes y mandada por Magallanes; la “San Antonio” (57 tripulantes) capitaneada por Juan de Cartagena,
que era segundo jefe de la expedición y que volvió a España antes de entrar en
el estrecho al amotinarse la tripulación; la “Concepción” (44 tripulantes) mandada por Juan de Quesada, quien
hubo de hundirla en la isla Bohol(Filipinas) al no tener suficiente tripulación
para navegar; la “Santiago” (31
tripulantes) mandada por Juan Serrano, que naufragó en la desembocadura del río
Santa Cruz en la Patagonia argentina; y la “Victoria” (45 tripulantes) mandada
por Luis de Mendoza, que fue la única que volvió a España capitaneada al final
por Juan Sebastián Elcano, que iba como maestre de la Concepción. Antonio
Pigafetta fue el cronista de la expedición.
Azulejo en honor a Magallanes y Elcano, en su hazaña alrededor del mundo.
La travesía fue
muy dura. Magallanes no siguió la ruta conocida a América; tras llegar a Tenerife
navegó cerca de la costa africana hasta Cabo Verde y, ya frente a Sierra Leona,
cruzó el Atlántico, aguantando durísimas tempestades y viendo frecuentemente el
“fuego de San Telmo”. La continua terquedad de Magallanes y su gran iniciativa
de seguir adelante produjeron diferentes enfrentamientos con los capitanes de
los navíos. Cesó a su segundo Juan de Cartagena, después a su sustituto Juan de
Coca, nombrando a Álvaro Mezquita nuevo capitán de la “San Antonio”. Tardaron 4 meses en llegar a la Bahía de Santa Lucia
(hoy Río de Janeiro) y desde allí bajó hasta el sur, perdiendo mucho tiempo en
buscar un paso por el estuario del Río de la Plata, que ya antes Juan de Solís
había reconocido. Se cree que Magallanes confundió este lugar con la otra bahía
que daba paso al estrecho y que conocía por informes secretos. Llegaron el 31
de marzo muy cerca del estrecho, con mucho frío y apenas sin provisiones, a una
bahía de la Patagonia argentina que llamó Puerto de San Julián, donde invernó 5
meses. Aquí tomaron contacto con aborígenes de grandes alturas que Magallanes
llamó patagäo (pie grande), en castellano patagones, y a la región Patagonia. Pero
era una tierra árida e inhóspita que no daba de nada, sólo tempestades, por lo
que varios capitanes pidieron volver a España ya que no había provisiones ni
paso alguno. Magallanes no aceptó, lo que hizo que se produjera un motín de los
mandos Luis de Mendoza, Juan de Cartagena, Antonio de Coca y Gaspar de Quesada,
al frente de una parte de la tripulación en la que estaba Elcano, que fue
capitán de la “San Antonio” al ser arrestado su nuevo
capitán Álvaro de Mezquita por los sublevados, convencidos que la expedición
había fracasado. El levantamiento fue neutralizado tras la muerte de Mendoza, el
ajusticiamiento de Quesada, el destierro de Cartagena, que no fue ajusticiado
por ser noble, y el abandono del sacerdote Pedro Sánchez, a quien dejaron en
aquel mísero lugar. Magallanes perdonó la vida a más de 40 tripulantes, entre
los que estaba Elcano, porque los necesitaba para navegar. Continuó la
navegación hacia el sur en medio de terribles tormentas; el 20 de mayo la nao “Santiago” mandada por Juan Serrano se
estrella contra las rocas en la desembocadura del río Santa Cruz, relativamente
cerca ya del estrecho. Se salva la tripulación y se reparte entre el resto de
las otras naos; estructura el mando y nombra a Duarte Barbosa capitán de la “Victoria” y a Serrano de la “Concepción”.
El 21 de octubre
de 1520 llegan al cabo de entrada al estrecho, que llamaron “de las once mil
vírgenes”, dos naves, la Concepción y
la San Antonio, que exploran el
entrante, y el 1 de noviembre de 1520 penetra en el estrecho que llamó por la
fecha de “Todos los Santos”. Antes, en la noche, la nave San Antonio, que llevaba los víveres, vuelve a España después de que
Esteban Gómez, piloto, y Jerónimo Guerra, tesorero, depusieran al capitán
Mezquita. La nao Concepción, mandada
por Juan Serrano, con muchísima dificultad por los continuos temporales, cruza
el estrecho (305 millas marinas, 571 km) y espera a las otras dos, que llegan
el 21 de noviembre. Encuentran el Mar del Sur que llamaron Pacífico por su
calma. Inician una travesía infernal por este nuevo mar ya que estuvieron 3
meses sin encontrar tierra, por lo que, carentes de víveres, las tripulaciones
fueron diezmadas por la hambruna y el escorbuto. Los hombres comían galletas
llenas de gusanos impregnadas con orín de ratas, cuero reblandecido y serrín, y
bebían agua pestilente. Las ratas llegaron
a ser el manjar más disputado y caro.
El 6 de marzo de
1521 avistaron tierra en una isla. Se les acercaron botes con indígenas
desnudos indicándoles donde atracar y en un despiste les robaron todo lo que
tenían, hasta una chalupa, así que la llamaron “Isla de los ladrones” (Guam en
el archipiélago de Las Marianas), donde recogieron provisiones y descansaron. Continúan
después la travesía, llegando en abril a un archipiélago que llamaron Filipinas
en honor del príncipe Felipe II, y en una de sus islas, en Mactán, el 27 de
abril, Magallanes olvida dos de sus grandes cualidades: la intuición y la
perspicacia. Confiando en los 1000 hombres que le iba a facilitar el rey de
Cebú (se había declarado súbdito del rey Carlos), pretende imponer la religión
católica y se enfrenta con 48 de los 150 tripulantes a 1500 aborígenes
musulmanes mandados por el latu Lapu-Lapu. En la batalla no aparecen los
refuerzos del rey de Cebú y en la lucha muere
Magallanes. Posiblemente a causa de su prepotencia, ya que con sólo los 150
tripulantes podría haber ganado la batalla en esa isla insignificante, frente a
un ejército tan primitivo. El resto de la tripulación continúa su viaje hacia
las Molucas en las dos naves que estaban en mejor estado, no hay hombres para
más, quemando la tercera, la Concepción.
En la Victoria va Juan Sebastián Elcano
como capitán y en la Trinidad va
Gómez de Espinosa. Esta última sufre una vía de agua, tiene que buscar puerto
en Tidore para ser reparada y aquí se pierde su rastro. Algunos dicen que fue
capturada por los portugueses, otros que tras la reparación navegó hasta Panamá.
Lo cierto es que sólo la “Victoria”,
con 18 hombres entre los que estaba el cronista (aunque después fueron llegando
dispersos algunos más), tras recalar en algunas islas donde cargan la nave de
especias, vuelve a España por la ruta portuguesa africana, haciendo verdadera
magia -o picaresca- para conseguir víveres en las posesiones portuguesas.
Elcano, al mando de la nave Victoria
llegó a Sanlúcar de Barrameda el 6 de Septiembre de 1522. Se había dado la
primera vuelta al mundo. Habían recorrido 46 270 millas marinas (85 700 km) en
1084 días. Con las especias que trajeron se amortizaron los gastos de la
expedición y sobró dinero. Los desertores navegantes de la San Antonio fueron arrestados y juzgados al llegar a España.
A la izquierda, se señala el lugar donde moriría Fernando de Magallanes. A la derecha, relación de los marineros que lograron regresar a España, tras la hazaña de circunnavegación.
La iniciativa de
un esforzado navegante, Fernando de Magallanes, de alma inquieta y libre, hizo la
gesta más importante de hasta entonces, ganándose con ello la inmortalidad. Tan
importante fue su logro que años después Carlos V preparó una segunda armada al
mando de Francisco García Jofre de Loaysa, con mejores navíos y suministros, que
salió de La Coruña el 24 de julio de 1525 para que certificara esta gesta. Pero
esa será otra historia.
Nos ha gustao molto la historia que cuenta sobre los navegantes portugueses y que señale que fuimos los pioneros, pero no estamos conforme que diga que el navegante portugués conociera la ruta hacia el estrecho. Nos gusto su trabajo.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Simao. Supongo que sabrá que cada vez son más los autores que se inclinan a pensar que Fernando de Magallanes conocía de la unión entre los dos océanos, como que Cristóbal Colón tenía algo más que mera intuición respecto de América. El hecho de que ciertos documentos y cartas (mapas) se hayan perdido en el curso de la historia no es motivo para negar evidencias. De hecho, si me permite una sugerencia en este sentido, le invitaría a acudir a la Divina Comedia, escrita por el italiano Dante Alighieri hacia 1308. Encontrará cierta frase que asombra porque parece sugerir bastante claro la existencia del continente americano (aunque decir ésto suponga abrir la caja de Pandora). Un saludo.
EliminarHa sido un muy interesante trabajo el que ha desarrollado usted, Valeria, me ha sorprendido la descripción sobre la forma de vida que había en aquellos años de navegación, no la imaginaba así, y retrata muy bien la vida de ese insigne navegante. Pero no cree que minimiza la importancia de Juan Sebastián Elcano. Saludos.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sra. Rosanna. Si magnifico la figura de Magallanes es porque hay que reconocer que fue el verdadero héroe de la expedición. Elcano se fue haciendo poco a poco durante la travesía. Cuando las naves partieron de Sevilla, Elcano no era capitán de ninguna de ellas, si siquiera segundo. Además de ser uno más de los sublevados segundones contra Magallanes, que no le ajustició porque no era de los cabecillas y porque lo necesitaba primero como maestre, después como contable y más tarde como segundo capitán, hasta que le llegó en Filipinas el turno para capitanear una de las dos naves útiles que quedaban ante la falta de mandos. Fue entonces cuando comenzó a desarrollar su iniciativa e inteligencia. Saludos.
EliminarAdmirable trabajo, Valeria, hemos tenido que postergar el debate hasta hoy porque su artículo tenía difícil lectura por el anterior tamaño de la letra que empleó, hoy hemos podido analizarlo y lo cierto es que nos descocierta con el conocimiento que muestra. Muchos de nuestros veteranos no conocían parte de su historia, ¿cree Ud que Magallanes hubiera ganado la batalla de Mactan si hubiera intervenidos todas las tripulaciones de los tres barcos?. Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. De la Seca. Creo que Magallanes hubiera ganado esa batalla si hubiese utilizado todos los barcos y la soldadesca española al completo. En los barcos había cañones y en el ejército español, armas de fuego. Los indígenas no conocían la pólvora; de hecho, los escasos disparos que hicieron los pocos españoles que llevaban armas produjeron la huida de muchos indios, pero eran tantos y tan pocos los españoles que no fueron definitivos para vencer. Debe recordarse que los indios filipinos peleaban con arcos cortos y con nula disciplina y vencer a ese ejército debería ser fácil; que se lo pregunten a Cortés, que peleó contra ejércitos indígenas mucho más sanguinarios y preparados. Saludos.
EliminarValeria, me ha sorprendido lo que señala en su artículo sobre la ruta que inició Magallanes, yo creía que era la ruta conocida del Almirante Colón, pero veo que tomó otra más complicada, la portuguesa, que le obligaba a cruzar el oceano por la parte más ancha, ¿tiene Ud alguna explicación para ese hecho?, aqui hay varias, aunque no todas razonables. Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Uribe. La ruta que siguió Magallanes puede ser una prueba más de la hipótesis que afirma que conocía previamente que había un paso hacia el Pacífico, ya que su ruta fue a dar justo encima del estuario de La Plata, no molestándose en inspeccionar tierras al norte, a pesar de que oficialmente no eran conocidas. De hecho confundió ese estuario con su estrecho, lo que hizo que perdiera tres meses explorándolo, lo que generó la sublevación de parte de los capitanes de las otras naves españolas. Creo que esa puede ser una explicación muy razonable. Saludos.
EliminarAdmirable trabajo Valeria. Es un placer leer sus artículos porque siempre nos sorprende y acabamos sabiendo algo más. ¿A qué se refiere cuando habla sobre la picaresca al referirse a D. Juan Sebastián Elcano?. Saludos
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Candau. Cuando hablo de la picaresca de Elcano me refiero a que una vez que salió de Filipinas tomó la ruta portuguesa, donde todos los puertos eran hostiles a los españoles, ya que las especias que abarrotaban su barco legalmente eran entonces propiedad portuguesa por el Tratado de Tordesillas, esto es, las había robado. Pues bien, cuando navegaba a la altura de Cabo Verde se le acabaron las provisiones y disfrazándose de holandeses, él y su tripulación, atracaron en un puerto portugués, donde compró provisiones que pagó con especias. Cuando el comerciante se las mostró al gobernador portugués y éste ordenó el apresamiento de los españoles, Elcano ya había partido hacia España. A nadie se le hubiera ocurrido comprar provisiones portuguesas con “moneda portuguesa” robada a los portugueses. Para eso Elcano era único. Saludos.
EliminarHa sido otro artículo muy fructífero en los debates mantenidos y hemos vuelto a hablar sobre él cuando hemos visitado su tumba en la Iglesia de Guetaria. Aunque me parece lamentable el lugar en donde lo han enterrado en la iglesia de su pueblo natal, ya que hay que pisar su lápida si se quiere entrar en el templo. ¿No cree que sería más justo que sus restos, que los restos, de ese admirable marino español reposaran en una cripta junto al altar mayor?. Sería facil encontrar allí un lugar y mover sus restos mortales. No se debe olvidar que fue el primer capitán que dió la vuelta al mundo. Otro trabajo muy interesante y extenso. Enhorabuena,
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sra. Gutiérrez, y estoy de acuerdo con Vd en que el lugar que le correspondería estar al insigne navegante Elcano es justo donde señala. Pero el problema es que desgraciadamente no podemos disponer de sus restos, ya que en la siguiente expedición que Carlos I envió tres años más tarde para confirmar los logros de Magallanes-Elcano, la de Francisco Jofre de Loaisa de 1515 que acabó con la segunda vuelta a la Tierra, este navegante junto a Elcano fallecieron cruzando el Pacífico y ese océano guarda los restos de ambos grandes navegantes. En otras palabras, la lápida que pisa al entrar en la iglesia de Guetaria, con el nombre de Elcano, es un detalle para recordarle en cuanto se pisa el recinto sagrado en el que solía rezar él y sus hombres, al regresar y al partir. De hecho, ya dentro de la iglesia, junto a la talla de la Virgen, una placa señala que ante ésta rezaron. Saludos.
EliminarAunque explicas molto bueno la vida de Fernao de Magalhais creo no llevar razon cuanto decir que el gran almirante portugueiro conocia un puente entre oceanos. No estar demostralo luego no ser cierto.
ResponderEliminarGracias por su comentario, Sr. Mendes, pero reconozco que me ha noqueado su última frase lapidaria. Permítame que le diga que tampoco se han demostrado muchos axiomas de la Teoría de la Relatividad, ¿será que es falsa?, ni tampoco los eslabones perdidos de Darwin, ¿será que la evolución es mentira?. Tampoco está demostrado que el ser humano descienda del mono, ¿será que nacimos por generación espontánea?, ni que en las enormes presiones de la fosa de las Marianas pueda vivir ser vivo alguno y sin embargo hay expediciones atentas a todo ser abismal que pueda llegarnos arrastrados ascendentemente, y un largo etcétera. Mientras tanto, mientras el ser humano con sus limitaciones intelectuales, va completando cosas que intuye como ciertas basándose en evidencias que permiten indicar que con alta probabilidad algo existe o existió u ocurrió. Y el caso de Magallanes es uno de estos asuntos. A ciencia cierta es verdad que no hay nada que demuestre que el gran navegante Magallanes conociera la existencia de un paso en el sur del nuevo mundo, como tampoco lo hay para el hecho del empeño que pudo Colón respecto de América. Solo que, como le he comentado al Sr. Uribe, fue extraño que cogiera la ruta más difícil y desconocida para ir a América, y además llegara a un punto del sur y siguiera descendiendo hacia el polo, cuando oficialmente no había mapa aún de lo que había hacia el norte (tenía todo un continente por explorar, como para arriesgarse ir cada vez más al sur). Es razonable pensar que tenía una idea de lo que buscaba y hacia dónde encontrarlo, ¿no cree?. Saludos.
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