lunes, 23 de marzo de 2020

Aclarando un error historico

Ahora que disponemos de algo más de tiempo para atender cuestiones pendientes, he querido aprovechar para tratar de aclarar un error recurrente que comienza a proliferar por diferentes blogs y  es el relativo al hecho de que William Shakespeare y D. Miguel de Cervantes Saavedra murieran el mismo día del mismo mes, del mismo año. Por este motivo, no faltan personas que tratan de dar a entender indirecta o muy directamente que podrían haber sido el mismo personaje (ya me extrañaba a mí que ningún anglófilo tratara de hacer pasar la obra cumbre de las letras hispanas, El Quijote, por invención inglesa).
Aunque ya en otro momento comenté este hecho (ver aquí), ahora que disponemos de un poquito más de tiempo vamos a desarrollar la cuestión algo más.

 Antes de nada, como en alguna ocasión he hecho, me gustaría acompañar esta entrada de música. He elegido un par de piezas que me gustan bastante de El Barrio (que conste que considero que es el cantante que mejor acompañamiento lleva pero peor canta) y con la que aprovecho para manifestar con ella el ingente temor generalizado que tenemos ahora mismo en el país por todos nuestros mayores, familiares o amigos, ya que gracias a ellos todos nosotros somos como somos, en cierta medida por nuestra interacción con ellos. Es cierto que los sanitarios, fuerzas del orden y seguridad, transportistas…están haciendo una gran labor social y se lo agradezco sinceramente, aunque no deja de ser su trabajo, pero nuestros mayores suelen estar solos, o asustados, o añorando en estos momentos a otros seres queridos que están o que se fueron…y esa sensación debe ser terrible. Sirva esta canción para hacerles llegar mi ánimo y cariño, porque lo mejor que podemos hacer ahora mismo por ellos es mantenernos lejos, llevándonos con nosotros todas las enfermedades y potenciales peligros para ellos.

LA NANA DEL TIEMPO:


LAS COSTURAS DEL ALMA:

Dicho esto, centrémonos en el tema que nos ocupa. Es cierto que los dos mayores escritores de las letras, cada uno en su respectivo ámbito (William Shakespeare, en la Literatura Inglesa y Miguel de Cervantes, en la Literatura Española), aparentemente murieron el mismo día del mismo mes y del mismo año. Pero no deja de ser eso, mera apariencia debido a los recovecos de la historia. Permitidme que me explique.
Desde tiempos de la expansión de los romanos mediante sus invasiones militares, se adoptó el llamado “calendario juliano” (llamando así por el general y gobernador Julio César). Por cierto que el hecho de iniciar el año nuevo en enero es debido al sitio y conquista de Roma a la capital de la Celtiberia, Numancia, en Soria (España). De esta manera, mi pequeñita ciudad natal, Soria, ha tenido una trascendencia histórica gigantesca, aunque pocos quieran reconocerla (como se enteren de este hecho los anglófilos y todos aquellos que tanto quieren a los españoles en Iberoamérica, capaces son de cambiar su inicio de año a julio).


Numancia fue sitiada por los ejércitos romanos, entre otros motivos por dar refugio al audaz caudillo lusitano Viriato. La toma de la capital celtibera fue vista como un gran golpe de efecto de cara a su futuro político en Roma no escatimando en gastos para ello (se trajo incluso un destacamento con elefantes africanos, animales nunca vistos en las Mesetas), pero incluso eso logró destrozar Numancia: prefirieron suicidarse antes que ser esclavos de Roma y ser paseados como trofeos.

Sin embargo, a partir de 1582 se fue sustituyendo el calendario juliano (que se basaba en el calendario egipcio del que ya hablé aquí, añadiéndole la modificación efectuada por el sitio de Numancia que requería un cambio en la constitución del año a fin de que generales, pretores y demás oficiales de los ejércitos romanos pudieran participar del Senado en Roma y dar cuentas allí de sus campañas) por un nuevo calendario, el actual, denominado Gregoriano por ser el impulsado por el Papa Gregorio XIII ¿adivinan dónde? pues sí, de nuevo en territorio del Imperio Español. Es más, el calendario del propio pontífice estaba basado en estudios llevados a cabo en la Universidad de Salamanca entre 1515 y 1578, ya que recordemos que a pesar de que largos siglos de leyenda negra hayan hecho creer que el Imperio Español fue lo peor que existió nunca, lo cierto es que fue todo lo contrario, actuando como el faro de la cultura, de los adelantos y de la civilización durante siglos. De hecho, mientras que en la Península Ibérica se recitaban poemas, se elaboraban unas sumamente precisas tablas astronómicas del movimiento de los astros en el cielo, se seguían costumbres sanitarias consecuencia de la convivencia con árabes y judíos en todos los núcleos de población o había al menos cuatro recintos de baños árabes públicos por población, iglesias, sinagogas y mezquitas, etc, en otras ciudades como el Londres contemporáneo o la Bruselas de la época se arrojaban las aguas sucias a las calles por los balcones, las familias habitaban en las casas con el ganado, los aseos del cuerpo eran algo sumamente ocasional y el analfabetismo era crónico incluso entre los aristócratas y gobernantes.


En la película Rob Roy se muestra bastante bien cómo los escoceses compartían casa con el ganado vacuno y ovino para calentarse. En otras películas como Robin Hood, Príncipe de los Ladrones o la versión más reciente de Robin Hood, de 2010 (dcha, imagen) se muestra la manera en que habitualmente en el norte de Europa vivían los nobles en castillos rodeados por las casuchas de los campesinos, hasta bien entrado el Barroco y el Neoclásico en los países mediterráneos.

De ahí que al inicio de la leyenda negra el resto de los “europeos” tratara de ridiculizar al español como excesivamente remilgado, pues para aquellos que aún vestían con ropas de osos y otros animales cazados, era sorprendente ver a personajes vestidos con sedas, lino, cuero bien trabajado y oliendo a todo tipo de esencias y perfumes.


En “Robin Hood, Príncipe de los Ladrones” (izda) y “El Guerrero nº 13” (dcha) se muestra de manera divertida el choque cultural entre unos avanzados árabes y los bárbaros europeos contemporáneos a ellos.

Es más, incluso llegó a ridiculizarse una costumbre española que tomaría Francia también, la de llevar una cajita con unos polvitos que provocaban el estornudo. Esta costumbre tomada por idiotez por aquellos que como dijo Machado “desprecian cuanto ignorar” realmente tenía tras de sí una larga tradición de conocimientos médicos hebreos y árabes que hacían provocarse el estornudo en ambientes putrefactos que podían contener en el aire peligrosos patógenos; al estornudar, se trataba de impedir a estos microbios que entraran en el organismo, contaminándolo.


De nuevo en el film “Highlander” (“Los Inmortales”, 1986), Sean Connery hace de un egipcio que llega desde la Corte Española a ayudar al escocés y nuevamente le sorprende el choque cultural con alguien que vive con un nivel civilizado muy retrasado, sanitaria y culturalmente. En el centro, provocándose el estornudo.

                Todo este amplio conocimiento cultural fue exportándose a sus territorios, de manera que vemos cómo los Reyes Católicos y los siguientes monarcas españoles otorgaban a todos los habitantes de las nuevas tierras incorporadas al imperio, iguales derechos y deberes. Cosa aparte eran los gobernantes, su corrupción que dura hasta hoy y sus despóticos tejemanejes. Pero a poco que uno sea objetivo y acuda a los archivos sin prejuicios podrá comprobar cómo los monarcas lucharon por tratar de corregir estos comportamientos reprochables de sus gobernantes y autoridades, pero el Imperio era sumamente extenso y con muchos recovecos. Es más, la instauración de Universidades y Bibliotecas en los nuevos territorios fue tan crucial para los monarcas como la construcción de iglesias, algo que por desgracia no pasaba en otros países que sí consideraban a los nativos como seres de muy tercera clase o inferior. Aún hoy, los indios norteamericanos habitan en tierras que no se consideran los Estados Unidos, por lo cual no pueden votar en las elecciones ni sobre asuntos que se sometan a la opinión del pueblo. Eso sí, Trump no duda en echar abajo estatuas de Cristóbal Colón o de tapar murales que tratan de conmemorar el cambio de era que supuso, dejando atrás las supersticiones medievales y dando paso a la época empírica y de las Ciencias…aunque para ver este matiz hay que despegarse un poco del fango y el populismo que avive odios viscerales en beneficio electoral propio, me temo.
Inciso. Por cierto que me ha hecho gracia un enlace que me mandó recientemente una amiga vía whatsapp y que hablaba del gran éxito de ventas que está teniendo un escritor…francés, creo recordar, con su obra defendiendo que Cristóbal Colón no tuvo mérito alguno pues se apropió de la gesta de otro navegante olvidado anterior que sí hizo el gran logro de llegar allí y volver, establecer corrientes…ese navegante era el marinero Alonso, de Huelva, que ya hemos citado numerosas veces en el blog. Así que leyendo entre líneas el gran best seller no es otro que decir que España no tuvo el gran mérito del descubrimiento de Colón… porque dos años antes ya lo hizo otro español que sí que hizo toda una proeza, pues muy bien, “semos la leche”, como diría alguno… Discúlpenme el sarcasmo pero a estas alturas aún me sigue sorprendiendo que cosas así sean best seller, en Nueva York claro, cuando tengo al menos dos libros con más de 20 años que ya hablan de la proeza de Alonso y de cómo pudo dar mapas e indicaciones a Cristóbal Colón para repetir su viaje. Pero de ahí a quitar méritos a Colón, vale que tampoco me cae muy bien, pero reconozcamos que le echó narices y ambos, a su escala, realizaron la gran gesta de cómo digo iniciar la Era de los Descubrimientos y de dar paso a la investigación científica. Fin del inciso.
Pues bien, retomando el hilo de nuestro tema, el Imperio Español fue el primero en adaptar el cambio de calendario del juliano al gregoriano, con las modificaciones consiguientes que conllevaron. Entre ellas estaba el desfase creado por el calendario juliano, que incluía un año bisiesto cada cuatro años, con respecto a la celebración de la Pascua. Y es que de acuerdo con el Concilio de Nicea (concilio en el que se determinaron cosas tan relevantes como la santidad de Jesús, la Trinidad o por ejemplo, que la Magdalena fuera una prostituta arrepentida), la Pascua debía celebrarse la primera luna llena tras el equinoccio de primavera. Pero para 1582, estas celebraciones ya no coincidían, optándose por otorgarles un día concreto, tal como hacemos desde entonces. De la misma manera pasaban a referenciarse las celebraciones al calendario y no a hechos lunares. Sirva de ejemplo la determinación del Año Jacobeo, que a partir de entonces sería aquel año en que el día del Apóstol coincida con el Domingo, día del Señor.  
En el nuevo calendario Gregoriano se volvían a revalorizar las Tablas Alfonsíes, y con razón (el mismísimo Isaac Newton reconocerá en sus obras que sin ellas sus teorías universales no habrían sido posibles de emitirse), retomándose la duración que le otorgaban a un año (concretamente 365 días, 5 horas, 49 minutos y 16 segundos). Al reajustar otras festividades se terminó encontrando un desfase a corregir mediante la sustracción de diez días al año de 1582, de manera que el jueves 4 de octubre medido con el calendario juliano por última vez, le sucedió el viernes 15 de octubre medido por primera vez mediante el calendario gregoriano.
Tanto el Imperio Español en su extenso territorio que comprendía desde África, parte de Europa, América y Asia) como otros reinos católicos tomaron el nuevo calendario Gregoriano, de manera que paulatinamente se fue adoptando esta manera de medir el tiempo.
Frente a nosotros, los anglosajones –eternos envidiosos de todo lo español- tardaron en admitirlo, aunque finalmente lo hicieron pero a su modo de alterar los hechos, por ejemplo llamando de otra manera al calendario para no admitir la influencia del catolicismo asociado al Imperio Español por ellos mismos (cierto es que España tenía gran influencia en el papado y viceversa, pero no más que otros países-reinos como Francia o Italia).
De esta forma se dio la curiosidad de que Miguel de Cervantes falleciera el 3 de mayo de 1616, cuando William Shakespeare lo hizo el 23 de abril…pero de su calendario juliano. Al hacer los cambios correspondientes la sorpresa fue mayúscula al ver que ambos grandes escritores habían fallecido el mismo día del mismo mes del mismo año, aunque para ellos entonces no fuera así. No sé si ha quedado claro lo que pretendía explicar y es que esa coincidencia de fechas ha sido apreciada por nosotros en tiempos posteriores al fallecimiento de ambos literatos ya que para entonces ellos se regían por maneras distintas de medir el paso del tiempo.
Como supondrá el lector, el tema es más complejo, implicó a muchos científicos, astrónomos y teólogos, pero he decidido simplificarlo para no perder de vista la idea principal y es que fue una coincidencia…pero tiempo después.


Retratos de Shakespeare (izda) y Cervantes (centro). Mi mayor burrada hecha en Inglaterra fue ir a visitar la casa natal del escritor y adquirir una copia tamaño reloj de bolsillo de “Mucho ruido y pocas nueces” en versión original, tal cual la escribió. No me enteré de nada, por el inglés antiguo y sus giros linguísticos. Me hizo gracia que en la versión que hiciera Kenneth Branagh en 1993 (dcha), pusiera al rey español negro (Denzel Washington) y a su hermanastro, medio hawaiano (Keenu Reeves). Me gustan ambos actores, pero me hizo gracia la licencia que se tomó el director británico. Les puede ¿eh?.


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