martes, 29 de septiembre de 2020

Visitando una casa masonica

        Dentro de mis actividades dedicadas a la invención y desarrollo de historias de miedo, tan conocidas ya en el Cono Sur (agradezco desde aquí la gran acogida que allí tienen), se incluye la documentación de historias y leyendas populares, así como la visita de lugares abandonados que gozan de fama de embrujados, por parte de los vecinos de la zona y que me suelen comentar distintos lugareños vía mail, o aparecen referenciadas en publicaciones diversas. Huelga decir que de los dos autores de Historias fantásticas, yo soy la escéptica y tal vez por ello capten mi atención estos lugares, pues posiblemente allí se dan hechos extraños, sí, pero perfectamente explicables desde el punto de vista de la Física, Química o Geología. Así pues, hoy mencionaré una de mis últimas visitas realizadas en este contexto, en esta ocasión a tierras murcianas.

                 Dado que me molesta bastante el pésimo cuidado que en nuestro país se tiene del Patrimonio, por ello evitaré decir dónde se encuentra este lugar si bien a buen seguro que será identificado por muchas personas que lo conozcan o lo hayan visto ya que me consta que ha sido muy frecuentado, y lamentablemente también expoliado.

                He de aclarar que si bien se me invitó a ir puesto que se decía de él que es uno de los lugares más encantados de Murcia, lo cierto es que rápidamente captó mi atención al verlo por otro motivo bien distinto: todo en él clamaba que fue obra de un masónico o fue un encargo expreso de uno de ellos, y a juzgar por sus elementos, me atrevería a decir que además fue un miembro de alto grado dentro de su logia.

                Como tras haber visitado el lugar, comentando este aspecto con mis acompañantes me miraron con los ojos como platos sin entender a qué me estaba refiriendo e incluso llegaron a bromear preguntándome si había estado en el mismo lugar que ellos, me he decidido a realizar esta entrada con dos finalidades, la primera es dar a conocer sus elementos masónicos y la segunda, intentar que el público valore más su entorno y el Patrimonio en general que nos rodea y que con frecuencia es vandalizado ante la indiferencia de todos.  Como en otras entradas, recordar que si se pica con el ratón sobre las imágenes se verán más grandes. Las imágenes fueron tomadas por mí en el lugar, por lo que datan de un par de meses escasos.

                Se trataba de una casona palaciega ubicada a la entrada o salida del pueblo en dirección a Murcia y a pesar de estar rodeada de casas habitadas eso no había sido impedimento para que hubiera sido expoliada, como podía comprobarse.


 

                Los motivos decorativos de la verja, con la típica forma de equis o flor según se mire, habían sido rotos por los vándalos para dar una apariencia de burdas lápidas, si bien esta decoración ya contenía una carga simbólica curiosa puesto que la flor tradicionalmente se asociaba con los cultos matriarcales (de fertilidad) mientras que la equis señalaba claramente los cuatro elementos esenciales de la materia, los cuatro puntos cardinales, los cuatro vientos (o los cuatro ríos) de la cultura Grecorromana… y estaban presentes en formas tan milenarias como el trisquel, la cruz gamada o simplemente la cruz.

                Podía ser casualidad, las flores se usan para adornar los edificios sin que se trate de decir nada más “a los entendidos”, pero entonces me fijé en la entrada de la casona, con doble columnata, algo típico en los lugares masones ya que suelen recordar así a las columnas que el Templo de Salomón poseía a ambos lados de la puerta de acceso. Este hecho podría ser igualmente anecdótico… si no fuera porque también en un lateral volvía a repetirse la columnata a pares, sin que tales columnas fueran realmente un elemento arquitectónico necesario.

                Entonces conté el número de ventanas en la fachada principal: ocho, el número que representa a la divinidad, al Divino Geómetra. ¿También esto era casual?, se trataba ya de tres elementos (las rosas-cruces, las columnas y las ocho ventanas), ya estaban dando un patrón (ya se sabe, uno puede ser anecdótico; dos, mera casualidad; tres ya marca un patrón), en esa casa vivió una persona iniciada en el simbolismo arquitectónico que podía remontarse a los maestres constructores de los Caminos de Santiago medievales, si no anteriores.

                Barruntando esta idea en mi cabeza, me aproximé más aún al edificio, para comprobar que como elementos decorativos aparecían relieves que ya comenté en mi obra “Diego de Riaño, el hijo de la viuda” al analizar la decoración del Antiguo Ayuntamiento de Sevilla, de estilo Plateresco.



 

                Al ser alcanzada por uno de mis acompañantes, le pregunté sobre el propietario de la casa. Me informó que fue mandada construir por un aristócrata a principios del siglo XX, dato que me sorprendió al contar con elementos puramente platerescos, claramente de imitación. Y bastante buena.

                Como la entrada principal estaba tapiada, dimos la vuelta por un lateral desde el que podíamos ver cómo habían destrozado lo que debió ser un bonito banco de cerámica y una decoración de jardín con arcada.



 

                A las espaldas, otro edificio mostraba bellas pinturas que habían sido destrozadas sin respeto alguno. Al lamentarme de ello, uno de mis acompañantes me comentó que además eran obra de un pintor local, José Méndez, uno de los seis hijos del hombre que mandó la construcción de este palacete de planta cuadrada. Actualmente resulta verdaderamente difícil distinguir lo dibujado, si bien parece corresponder a un conjunto de carácter religioso, donde es posible distinguir a algún obispo e incluso una Virgen.

 



                Al ir a entrar en el edificio principal, mi otro acompañante bromeó: “¿preparada? Aquí dentro no han dejado de grabarse lamentos, quejidos, fuertes crujidos y ruidos sin que hubiera nadie”. “¿Seguro?”, respondí, “¿Vino alguien a comprobarlo?”, me burlé, agachándome para acceder y viendo un enorme agujero que se abría ante nosotros indicando la existencia de galerías subterráneas, aljibes o sótanos.

 



 

                El palacete resultó ser precioso por dentro. De planta cuadrada, poseía dos pisos, el sótano y terraza con bella balaustrada e incluso mirador. En sus días de esplendor debió lucir magnífica, a juzgar por los detalles que aún hoy podían apreciarse, a pesar del vandalismo.

 



                De nuevo me llamó poderosamente la atención la balaustrada de la escalera, totalmente destrozada, que se componía ¡cómo no! de columnas salomónicas, muy corrientes en altares barrocos. Lo más curioso es que entrando por el acceso principal, tras la entrada o hall, debía nuevamente franquearse el pasillo con una columna a cada lado si se deseaba alcanzar la escalera repleta de columnas salomónicas.



 

                La casa estaba decorada con todo lujo de detalles: marquetería de madera, molduras de escayola en paredes y techos, chimenea …

                He de reconocer que algo que me chocó fueron los suelos. Esperaba encontrarme el típico damero masónico en blanco y negro, al menos a la entrada del palacete o en el despacho del dueño de la casa pero éste brilló por su ausencia. En su defecto, bellos suelos decoraban las habitaciones del recinto, eso sí con marcados detalles geométricos donde el cuatro (lo terrenal y mundano), el cinco (el hombre) y el ocho (lo divino, la perfección) destacaban.



 

                Pero nuevamente fue el simbolismo del suelo que más se repetía lo que me llevó a suponer que la persona que mandó su construcción era verdaderamente un iniciado y por tanto, gozaba de una posición destacada dentro de su logia. Y es que el diseño consistía en losas cuadradas (de nuevo el 4, lo terrenal) entre las que se disponían pequeños azulejos que se repetían y que si bien parecían tener diseños elegidos al azar, su significado simbólico desmentía esta idea. Así, podemos encontrar elementos que tratan de resaltar, recordar o incluso atraer cualidades tales como la fidelidad (perro), la galantería (hombre descubriéndose ante mujer), la abundancia material (molino de grano y ciervo), la realeza (el águila bicéfala hitita tomada primero por Bizancio y posteriormente por el emperador Carlos I representaba el rey de reyes, gobernando sobre los reinos de Oriente y de Occidente, tal como el buitre y la cobra de los faraones de Egipto representaban su mandato sobre el Alto y Bajo Nilo), la fortaleza y nobleza (el león, que para colmo tiene connotaciones alquímicas al ser verde y fuego), el valor en la batalla (la ballesta), etc.


 

                Especialmente significativo es uno de estos azulejos que parece representar el escudo heráldico del Estado mexicano de Durango, caracterizado por poseer dos zorros y un árbol, que le otorgó el rey español cuando la urbe pasó a ser ciudad; el primer conde del valle de Súchil (en Durango), José del Campo Soberón, obtuvo este escudo heráldico del rey español Carlos III, el 11 de junio de 1776, siendo teniente del Gobernador de Nueva Vizcaya, como se denominaba entonces a los territorios de los actuales estados de Durango, Sinaloa, Durango y Coehuila (parte de él) y dedicada principalmente a actividades agrarias y mineras. En el caso que nos atañe, además presenta una cruz. Igualmente en otro azulejo se representa una cruz con un alfa y una omega, primera y última letra del alfabeto griego en clara referencia a una frase de los Evangelios en la cual Jesucristo reconoce ser el principio y fin de todo cuanto existe, recordando a la cruz de Cangas de Onís (Asturias).

                Tras salir de allí y recoger la grabadora, uno de mis acompañantes bromeó con lo que podríamos encontrar en las grabaciones debido a la fama que tenía el lugar de encantado. Fue significativo que al mirar en internet la localidad, por si podíamos aprovechar el viaje para visitar algún lugar emblemático (si he de ser sincera, más me interesaba ver si existía en las cercanías algún santuario milenario que pudiera explicar el motivo de tales fenómenos extraños mediante fuerzas telúricas que se manifestaran en la zona), encontré que el nombre de la población parecía proceder de la denominación árabe que era “barranco de lymbraya”, esto es, “barranco de los espectros”. La cosa prometía.

                Sin haber oído aún las posibles grabaciones, sí me entretuve en acercarme a ver una construcción cercana, mientras salíamos todos de esta casa. Me había llamado la atención que tuviera un escudo heráldico en una de sus esquinas. Resultó ser la antigua Casa de Postas, del siglo XVII, construida sobre otra posada anterior de menor tamaño, del siglo XVI. Efectivamente en una de sus esquinas poseía un escudo heráldico, el del marqués de Villafranca. Este edificio fue engrandecido tanto en tamaño como en elementos por el entonces duque de Alba, D. José Mª Álvarez de Toledo y Gonzaga (1756-1796). El edificio, que en opinión del cronista murciano D. Fernando Barquero Caballero fue elaborado por arquitectos de influencia sevillana a juzgar por el añadido de una torre contrapeso típico en edificios de este tipo en la capital del Guadalquivir pero no en tierras murcianas, contó con una almazara, posada, mesón, horno y caballerizas. De acuerdo con Sir John Carr, que aquí se hospedó en 1809, “la posada era la más bonita que habíamos visto en España.”

                No será la única, puesto que en esta localidad también se encuentran otras casas palaciegas del siglo XVI en adelante.



                Lástima que por parte de las Administraciones y Gobiernos locales no parezca existir interés por conservar y restaurar estos inmuebles que sin duda constituyen una parte importante de la historia de nuestros pueblos. Nada nuevo bajo el sol…

                Con respecto a las grabaciones, sí parece que en alguna ocasión se oye, inusitadamente bajo, un “vete” pero tras escuchar una media hora de grabación caminando entre escombros y realizando fotografías, lo cierto es que no se si en realidad están efectivamente grabadas esas palabras o es un juego de la mente que trata de enlazar ruidos con algo que asemejen palabras, en un intento de pareidolia acústica.

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