¿Qué tiene en común una iglesia románica española del s.
XII bajo la protección de los monjes-guerreros templarios con un sarcófago del
Imperio Antiguo Egipcio? Así, de entrada, parece ser que nada, pues son miles de
años y de kilómetros los que separan a ambas culturas. Y sin embargo....
...Y sin embargo compartían, al menos, una misma creencia:
el pesaje de las almas de los difuntos tras fallecer, lo que recibe el intrincado
nombre de psicostasis o psicostasia. En el antiguo Egipto se creía que una vez que un
individuo moría, su alma entraba en una sala en la que el dios de los muertos, Anubis (con cabeza de cánido o chacal), ponía en una balanza el corazón del difunto –donde se suponía que
residían mente y sentimientos– y una pluma, representación de la diosa Maat (de
la justicia); cada uno en un platillo. El
mandril, el dios de los escribanos Dyehuty (el Thot
griego), anotaba la medida. Otras veces era el ibis el que anotaba, simbolizando al
mismo dios de la sabiduría.
Si el individuo había obrado
bien en su vida, había sido justo, humilde, generoso y buen ciudadano, ambos
objetos pesarían igual. Si era una persona de buen corazón y moral, incluso sería
posible que la pluma pesara más que este órgano.
Pero si por el contrario pesaba
más el corazón, su alma sería arrojada a las fauces de la diosa
felino-hipopótamo con cabeza de cocodrilo, Ammit, cuyas fauces
destrozarían el alma, entre incontables sufrimientos y penalidades, poniendo
fin así a su existencia sin que pudiera alcanzar la vida eterna. Con frecuencia
esta operación ocurría en presencia del dios Osiris, juez del
universo.
Para
sorpresa de muchos, esta escena y creencia egipcia fue labrada en numerosas
iglesias templarias medievales europeas. En este caso solía ser el arcángel San
Miguel quién manejaba la balanza pero por lo demás, “distinto collar pero mismo
perro”, como dice el dicho.
Y para
aquellos escépticos o incrédulos a los que ésto aún les resulta difícil de
creer, considerando la posibilidad de estar ante un montaje con manipulación de
imágenes incluida, les diré que pueden acercarse a ver con sus propios ojos
alguna de estas representaciones en las iglesias de la navarra Artáiz (en un
canecillo que aparece en la imagen, con San Miguel frente a un demonio de
afilados dientes), la colegiata cántabra de Santa Juliana de Santillana del Mar
(en un capitel del claustro con San Miguel sobre las almas a pesar, separado de otra imagen del capitel por una tau), en la soriana concatedral de San Pedro (en un capital del
claustro, que se muestra en la imagen, con San Miguel –balanza en mano- a la
derecha de un personaje central portando una tela, ¿tal vez Daniel?), en la segoviana San Miguel de Fuentidueña, o en la gallega Santa María de Cambre, La Coruña, entre otras muchas de la
geografía española. También es una figura bastante frecuente de encontrar en
las iglesias románicas y góticas francesas (por ejemplo, en las celebérrimas catedrales de Chartres, Amiens y Vezélay).
Muy interesante.Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mari Luz. Resulta sorprendente comprobar cómo en nuestras iglesias encontramos imágenes y creencias que se remontan al antiguo Egipto faraónico. Un saludo.
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