
...Y sin embargo compartían, al menos, una misma creencia:
el pesaje de las almas de los difuntos tras fallecer, lo que recibe el intrincado
nombre de psicostasis o psicostasia. En el antiguo Egipto se creía que una vez que un
individuo moría, su alma entraba en una sala en la que el dios de los muertos, Anubis (con cabeza de cánido o chacal), ponía en una balanza el corazón del difunto –donde se suponía que
residían mente y sentimientos– y una pluma, representación de la diosa Maat (de
la justicia); cada uno en un platillo. El
mandril, el dios de los escribanos Dyehuty (el Thot
griego), anotaba la medida. Otras veces era el ibis el que anotaba, simbolizando al
mismo dios de la sabiduría.
Si el individuo había obrado
bien en su vida, había sido justo, humilde, generoso y buen ciudadano, ambos
objetos pesarían igual. Si era una persona de buen corazón y moral, incluso sería
posible que la pluma pesara más que este órgano.
Pero si por el contrario pesaba
más el corazón, su alma sería arrojada a las fauces de la diosa
felino-hipopótamo con cabeza de cocodrilo, Ammit, cuyas fauces
destrozarían el alma, entre incontables sufrimientos y penalidades, poniendo
fin así a su existencia sin que pudiera alcanzar la vida eterna. Con frecuencia
esta operación ocurría en presencia del dios Osiris, juez del
universo.
Para
sorpresa de muchos, esta escena y creencia egipcia fue labrada en numerosas
iglesias templarias medievales europeas. En este caso solía ser el arcángel San
Miguel quién manejaba la balanza pero por lo demás, “distinto collar pero mismo
perro”, como dice el dicho.

Muy interesante.Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias, Mari Luz. Resulta sorprendente comprobar cómo en nuestras iglesias encontramos imágenes y creencias que se remontan al antiguo Egipto faraónico. Un saludo.
Eliminar