Los
hallazgos arqueológicos del Egipto antiguo no dejan de sorprendernos. El mes
pasado un equipo francés sacaba a la luz los restos de una cantante del Coro
Sagrado durante las dinastías XXII y XXIV (1070-650 a.C.).
Los
restos reposaban dentro de tres sarcófagos de madera, contenidos uno dentro del
otro (técnica que ya se constató con los restos del paradigmático
faraón Tutankamón).
Por ello se supone que esta mujer y corista debió de gozar
de gran popularidad y estatus social, lo que nos plantea la idea de si el
fenómeno de masas de cantantes seguidos por una legión incondicional de fans ya
era un hecho en los tiempos faraónicos. Y es que si algo nos repite
constantemente el registro arqueológico es que no hay nada nuevo bajo el sol.
Por muy especiales y únicos que nos sintamos, tanto nosotros como individuos o
como integrantes de una cultura, lo cierto es que estamos condenados a repetir acciones
parecidas y reacciones sociales idénticas a las que ocurren en cada
civilización. 
Saqqara e Imhotep
La cantante fue enterrada en la necrópolis de Saqqara,
donde se encuentra la pirámide más antigua del mundo, la pirámide escalonada
diseñada por el arquitecto Imhotep (“el que viene en paz”) quién tuvo la
desgracia de que algún guionista hollywodiense se fijase en él para dar su
nombre al personaje de las dos taquilleras películas “la Momia” y “el regreso
de la momia”.

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