lunes, 9 de junio de 2014

Cantantes en el Egipto faraónico


            Los hallazgos arqueológicos del Egipto antiguo no dejan de sorprendernos. El mes pasado un equipo francés sacaba a la luz los restos de una cantante del Coro Sagrado durante las dinastías XXII y XXIV (1070-650 a.C.).
            Los restos reposaban dentro de tres sarcófagos de madera, contenidos uno dentro del otro (técnica que ya se constató con los restos del paradigmático faraón Tutankamón).
          Por ello se supone que esta mujer y corista debió de gozar de gran popularidad y estatus social, lo que nos plantea la idea de si el fenómeno de masas de cantantes seguidos por una legión incondicional de fans ya era un hecho en los tiempos faraónicos. Y es que si algo nos repite constantemente el registro arqueológico es que no hay nada nuevo bajo el sol. Por muy especiales y únicos que nos sintamos, tanto nosotros como individuos o como integrantes de una cultura, lo cierto es que estamos condenados a repetir acciones parecidas y reacciones sociales idénticas a las que ocurren en cada civilización.

         Este curioso hallazgo se produjo durante las labores de desescombro de una tumba que se considera es de la nodriza o niñera de Tutankamón (XVIII dinastía, 1550 a.C.-1295 a.C.), Maya, en el cementerio de Bastet, en la Menfis faraónica conocida hoy como Saqqara, cerca de la actual capital egipcia, El Cairo. Según parece, la corista se llamaba Ta Ajt, si bien se desconoce si era su nombre real o el artístico, tal y como ocurre hoy día.






Saqqara e Imhotep
       La cantante fue enterrada en la necrópolis de Saqqara, donde se encuentra la pirámide más antigua del mundo, la pirámide escalonada diseñada por el arquitecto Imhotep (“el que viene en paz”) quién tuvo la desgracia de que algún guionista hollywodiense se fijase en él para dar su nombre al personaje de las dos taquilleras películas “la Momia” y “el regreso de la momia”. 
       No obstante, Imhotep es uno de los personajes más enigmáticos de la antigüedad (vivió hacia el 2690 - 2610 a. C.) ya que, a pesar de ser una persona real y de encontrar referencias escritas sobre su labor, así como de hallarse sus obras (la pirámide escalonada y todo su complejo laberinto subterráneo que constituye la necrópolis, es un claro ejemplo) es quizá el único personaje “real” de todo un amplio conjunto de divinidades civilizadoras que enseñaron a diversas culturas diferentes materias científicas, sacándoles de las tinieblas para comenzar a alzar monumentos, escribir y redactar leyes, desarrollar cuestiones astronómicas, o mostrar conocimientos médicos, entre otros muchos logros.

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