Lo cierto es
que la arqueología nunca deja de sorprendernos. Eso mismo debieron pensar los
investigadores que, tras encargar el análisis de diversos tejido humanos de
ciertas momias reales, con el fin de estudiar el estado anímico de éstas y su
alimentación, miraron estupefactos el resultado de la analítica que sin lugar a
dudas revelaba la presencia de cocaína en “sus pacientes”. ¿Cómo era posible
que hubieran consumido una droga que se cree oriunda de Sudamérica?.
Nuevos análisis, emprendidos con la
finalidad de demostrar una posible contaminación de las muestras, evidenciaban
datos aún más extraños y es que, no sólo se confirmaba la presencia de la droga,
sino que aparecían restos de cafeína del tabaco. ¿Realmente confirmaban estos
análisis la presencia de plantas americanas en el Egipto antiguo, o bien se
confirmaba la sospecha de la contaminación de las muestras?. Hay que tener en
cuenta que se usaban aparatos capaces de detectar cantidades insignificantes de
estas sustancias, que bien podrían proceder accidentalmente de haber dejado un
paquete de tabaco cerca, del aliento de un científico fumador o por cualquier
otro medio.
Tras varios meses de consultas, análisis y
estudios botánicos se elaboró como explicación la teoría de que hubiese
existido en Egipto o en algún lugar que comerciaba sus productos con este
imperio, una planta familia de la coca (género Erythroxylum que
contiene, entre otros alcaloides, el que genera la cocaína), que actualmente
está extinta.
La arqueología confirma que el consumo de narcóticos no es
algo exclusivo de nuestra sociedad ya que han sido varios los yacimientos
españoles en los que se ha hallado semillas de “adormidera” en lugares de
vivienda. De hecho el registro más antiguo procede de la cordobesa Cueva de los
Murciélagos (Góngora 1868) donde las semillas recogidas de adormidera (Papaver
somniferum), de cuya planta se obtiene el opio y la morfina, se han
fechado por el carbono 14 en el VI milenio a.C. Y no es el único yacimiento
español. También se han hallado en la provincia de Soria (La Lámpara), en la de
Granada (Cueva de los Murciélagos, Albuñol), de Málaga (Cueva de Nerja, Cueva
del Toro) y Barcelona (Gavà, IV milenio a.C.).
Muchos historiadores consideran que parte
de los bellos paneles de pinturas rupestres pudieron realizarse durante los
momentos de alucinación por el consumo de este narcótico.
Por otro lado, en pinturas y
relieves de la Antigua Babilonia ya figuran flores opiáceas de la amapola.
Además son varios los autores de la antigüedad que recogen el uso de sustancias
analgésicas tales como estas semillas, el aceite o jugo del enebro Juniperus
communis, del acólito, del Cannabis (usado como esparto muy
frecuentemente), de la belladona y de la mandrágora, entre otras plantas.
Eso
sin mencionar el consumo de ciertos hongos alucinógenos comunes entre otros
lugares en la sierra de Gredos. Y es que en un yacimiento del III milenio
a.C., de Calvari d´Amposta (Tarragona), en un recipiente campaniforme de
tipología marítimo Fábregas (2001) se realizó un análisis químico del
contenido del recipiente. Se encontraron evidencias de haber contenido un tipo de bebida de
cereales fermentada con trazas del alcaloide del hongo alucinógeno beleño (Hyoscyamus
niger), la hiosciamina, que planteaba la posibilidad de estar ante una
bebida alucinógena similar a la cerveza con elementos del hongo. ¿Era frecuente
“colocarse” durante los enterramientos y su ceremonia?, ¿o se usaba esa bebida
para paliar los dolores de los guerreros moribundos?.
Algo
similar se ha encontrado en otros muchos yacimientos europeos.
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