domingo, 3 de agosto de 2014

Cocaína y tabaco en el Egipto faraónico


  Lo cierto es que la arqueología nunca deja de sorprendernos. Eso mismo debieron pensar los investigadores que, tras encargar el análisis de diversos tejido humanos de ciertas momias reales, con el fin de estudiar el estado anímico de éstas y su alimentación, miraron estupefactos el resultado de la analítica que sin lugar a dudas revelaba la presencia de cocaína en “sus pacientes”. ¿Cómo era posible que hubieran consumido una droga que se cree oriunda de Sudamérica?.


    Nuevos análisis, emprendidos con la finalidad de demostrar una posible contaminación de las muestras, evidenciaban datos aún más extraños y es que, no sólo se confirmaba la presencia de la droga, sino que aparecían restos de cafeína del tabaco. ¿Realmente confirmaban estos análisis la presencia de plantas americanas en el Egipto antiguo, o bien se confirmaba la sospecha de la contaminación de las muestras?. Hay que tener en cuenta que se usaban aparatos capaces de detectar cantidades insignificantes de estas sustancias, que bien podrían proceder accidentalmente de haber dejado un paquete de tabaco cerca, del aliento de un científico fumador o por cualquier otro medio.

   Tras varios meses de consultas, análisis y estudios botánicos se elaboró como explicación la teoría de que hubiese existido en Egipto o en algún lugar que comerciaba sus productos con este imperio, una planta familia de la coca (género Erythroxylum que contiene, entre otros alcaloides, el que genera la cocaína), que actualmente está extinta.

    La arqueología confirma que el consumo de narcóticos no es algo exclusivo de nuestra sociedad ya que han sido varios los yacimientos españoles en los que se ha hallado semillas de “adormidera” en lugares de vivienda. De hecho el registro más antiguo procede de la cordobesa Cueva de los Murciélagos (Góngora 1868) donde las semillas recogidas de adormidera (Papaver somniferum), de cuya planta se obtiene el opio y la morfina, se han fechado por el carbono 14 en el VI milenio a.C. Y no es el único yacimiento español. También se han hallado en la provincia de Soria (La Lámpara), en la de Granada (Cueva de los Murciélagos, Albuñol), de Málaga (Cueva de Nerja, Cueva del Toro) y Barcelona (Gavà, IV milenio a.C.).


    Muchos historiadores consideran que parte de los bellos paneles de pinturas rupestres pudieron realizarse durante los momentos de alucinación por el consumo de este narcótico.

    Por otro lado, en pinturas y relieves de la Antigua Babilonia ya figuran flores opiáceas de la amapola. Además son varios los autores de la antigüedad que recogen el uso de sustancias analgésicas tales como estas semillas, el aceite o jugo del enebro Juniperus communis, del acólito, del Cannabis (usado como esparto muy frecuentemente), de la belladona y de la mandrágora, entre otras plantas.


Eso sin mencionar el consumo de ciertos hongos alucinógenos comunes entre otros lugares en la sierra de Gredos. Y es que en un yacimiento del III milenio a.C., de Calvari d´Amposta (Tarragona), en un recipiente campaniforme de tipología marítimo Fábregas (2001) se realizó un análisis químico del contenido del recipiente. Se encontraron evidencias de haber contenido un tipo de bebida de cereales fermentada con trazas del alcaloide del hongo alucinógeno beleño (Hyoscyamus niger), la hiosciamina, que planteaba la posibilidad de estar ante una bebida alucinógena similar a la cerveza con elementos del hongo. ¿Era frecuente “colocarse” durante los enterramientos y su ceremonia?, ¿o se usaba esa bebida para paliar los dolores de los guerreros moribundos?.

Algo similar se ha encontrado en otros muchos yacimientos europeos.

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