Si hay algún asunto cuyo concepto ha cambiado drásticamente en muy poco tiempo, ha sido el
concerniente a los Neanderthales. Originariamente y durante muchos años se les
tuvo por seres rudos, medio deformes, feos y peludos, que terminaron siendo
aniquilados por los bellos, gráciles y listos Homo sapiens, es decir, nosotros.
Pero con el increible desarrollo
que ha conllevado el estudio del Genoma Humano, los
científicos volvieron sus ojos hacia ese extraño ser. Y lo que revelaron los
genes resultó ser tan nuevo como asombroso. Esos seres, tan deformes y
salvajes, fueron en realidad primos cercanos nuestros, al compartir un alto porcentaje de
genes. Pero es que además esa deformidad resultó ser precisamente eso, una
enfermedad, pues un Neanderthal sano era de constitución robusta sí, pero habría
pasado desapercibido en nuestras calles, al no ser tan diferente de nosotros. Y
quizá lo más asombroso: el Neanderthal
no fue exterminado por el Homo sapiens
sino que más bien se mezcló con él, ya que asombrosamente el pelo rojo y los
ojos verdes, entre otras peculiaridades, son puramente debidas al Homo neanderthalensis y por tanto, el
hecho de que que se manifiesten en algunos Homo sapiens
es una clara evidencia de la mezcla de ambos linajes genéticos.
Hasta aquí, parte de las muchas
novedades que nos revelaron los análisis del material genético. Pero llegarían
nuevas sorpresas de mano de la arqueología y de los avances tecnológicos para datación de muestras.
Estudiando las pinturas
rupestres de numerosas cuevas de la Cornisa Cantábrica (Altamira, Tito Bustillo
y El Castillo) y de Málaga (Cueva de la Pileta y Cueva de Nerja), al aplicarles
distintas técnicas de datación surgió una gran sorpresa: muchas de ellas eran
muy anteriores a la presencia del Homo
sapiens en estos lares. Incluso llegaban a ser las más antiguas de toda Europa.
De hecho, algunas pinturas de la cueva de El Castillo databan de más de 40.800
años de antigüedad, 10.000 más que las más antiguas de Chauvet (Francia). El renombrado “Panel de las Manos” arrojó una edad de 37.300 años, mientras que los
famosos bisontes de Altamira se realizaron hace 35.600 años. Varias pinturas de
La Pileta y de Nerja, por su parte, eran contemporáneas de ellas. Pero,
¿si el Homo sapiens no las realizó, entonces quién? Y fue, en ese momento, cuando las miradas se dirigieron a los numerosos restos de Neanderthal encontrados en
diversas cuevas de la Península Ibérica y con una edad similar a las pinturas.
¿Podría ser posible que el hasta entonces considerado un simiesco bruto y salvaje
fuera en realidad un ser humano dotado de tal sensibilidad que algo motivó
dentro de él la realización de esas grandiosas e inigualables pinturas rupestres?.
De esta forma, una vez que el
orgulloso Homo sapiens tuvo que
tragarse su prepotencia ante una lección de humildad dada por la naturaleza y
sólo superada por el momento en el que tuvo que reconocer que Charles Darwin
llevaba razón al considerarnos parte de una especie animal más de todas las diversas existentes (y
para colmo, descendiente de los monos), la arqueología volvió a mostrarnos
huesos perforados usados a modo de flautas que nuevamente, por sus dataciones, sólo pudieron ser realizadas por Neandertales para deleite de su especie.
A la vez, continuaban
hallándose restos de Neandertales en cuevas, con pigmentos rojizos en sus
huesos o en torno a sus huesos en posición fetal, con restos de lo que parecía
ser un precario ajuar y, en ocasiones, con flores secas depositadas junto a los
fallecidos.
En otras palabras, ese ser rudo
que resultaba estar emparentado con nuestra especie disponía de tal
inteligencia, sensibilidad y sentido estético que desarrolló la pintura, la
música, ideas del Más Allá…y sin embargo, tanto Atapuerca como otros
yacimientos evidenciaban una costumbre de canibalismo que hoy día nos horroriza, aunque muy posiblemente
respondiera a una mentalidad como la expuesta en el antiquísimo mito del Rey Sagrado.
Concluyendo, el Neanderthal (actualmente, Homo
neanderthalensis) ha mostrado ser capaz de las más bellas manifestaciones
artísticas, poseedor de una sensibilidad como pocas, sentimental y amante de
sus semejantes dentro de la tribu y a la vez tan despiadado como pueda ser el Homo sapiens en sus peores momentos. Tal
vez el Neanderthal también inventó el Doctor Jekill y Mister Hyde, o las
tendencias bipolares tan marcadas en nuestra especie. Y tal vez, sólo tal vez,
resulte que fuera más "humano" que nosotros y que heredásemos de él muchos de nuestros
rasgos “humanos”, acompañados de los ojos verdes, el pelo pelirrojo, el arco
óseo de las cejas, el llamado moño neandertaloide (una callosidad en la parte
posterior del cráneo, próxima a la nuca) y la propensión a determinadas
enfermedades. Parafraseando a Nietzsche, “nuestro
primo” ha resultado ser humano, demasiado
humano.
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