En la entrada anterior comencé a analizar algunas costumbres que realizamos en España con la llegada de las fiestas de Navidad y que, sin saberlo, perduran desde muchos siglos antes. Sigamos reparando en más curiosas tradiciones que repetimos por la fuerza de la costumbre sin detenernos a analizar su origen o significado.
La costumbre de cantar
villancicos
Todo grupo humano que se constituye con un fin determinado suele tener una canción distintiva que
permite a sus socios identificarse (baste mirar los distintos clubes de fútbol
y sus peñas, por ejemplo). Esta costumbre se remonta a épocas ancestrales,
mucho antes del nacimiento de las tres principales religiones monoteístas, cuyos seguidores usaron cánticos para identificarse.
Conforme estas se fueron imponiendo, fueron modificándo las letras, en un
sincretismo evidente, con el fin de ganar adeptos para su causa.
Fueron
sumamente populares en España y Portugal entre los siglos XV y XVIII,
exportándose al resto de Europa y América.
De todos los villancicos que cantamos en nuestro país, siento
debilidad por el villancico “los peces en el río”, lo admito.
Y es que en su letra aún se puede “rescatar”
el culto matriarcal neolítico del que procede, a pesar de los cambios sufridos
durante tantos siglos de patriarcalismo (religiones fenicias, cartaginesas,
griegas, romanas y cristianismo en sus distintas versiones). Reparemos en ello:
“la virgen se está peinando (…) sus cabellos son de oro, el peine de plata
fina (…) los pajarillos cantando y el
romero floreciendo”. Curiosamente en el antiquísimo reino de Tartessos
(objeto de estudio de uno de mis libros, “Tartessos,
12.000 años de historia”), donde el romero abunda y se cultiva como ornamento
y condimento, sus reyes usaban títulos que significaban “Señor de la Plata” (Argantonio), siendo también el
oro un material abundante y muy codiciado por otros pueblos contemporáneos.
Este noble metal era símbolo de la pureza ya que nunca se oxida (identificado con el sol),
igual que las mujeres vírgenes. En ellas (en todas las mujeres), tanto su ciclo
fértil como el de las hembras de otras especies y también en las cosechas estaba regido por la Luna, representada por la
plata. Por tanto tenemos al binomio sol-luna (cabellos de oro peinados con
plata) rigiendo (rodeado) de animales (peces) y de plantas (romero) junto a
referentes de fertilidad (río, mujer virgen, niño recién nacido, romero en
flor). Todos los ingredientes de un culto matriarcal a la fertilidad de la Madre Tierra, del que hablé al
tratar el Rey Sagrado y a otras tradiciones de pueblos prerromanos peninsulares (aquí). Para enfatizar este culto, reparemos en algo curioso (más si cabe) de la letra y es que "los peces en el río" no hacen otra cosa que "beben y beben y vuelven a beber", es decir, se alimentan de la fertilidad de la Madre Tierra.
Sobre el Rey Mago Baltasar
Para
concluir esta extensa entrada, me gustaría hacer pensar un poquito al lector.
El rey Baltasar fue uno de los tres Reyes Magos, quién regaló al Niño Jesús
mirra (sustancia muy codiciada para la elaboración de perfumes e inciensos,
representando a la Humanidad),
de acuerdo con la Biblia. Pero
¿siempre fue negro?. Pues resulta que no, que adquirió tales rasgos a partir de
finales del siglo XIII y es que para comprobarlo no tienen más que abrir los
ojos y mirar con detalle a su alrededor (ay, qué acertado estuvo aquel que dijo
que la mejor manera de esconder algo era ponerlo ante los ojos de la gente…).
Si nos detenemos un tiempo a visitar el Museo
Nacional de Arte de Cataluña o Museu Nacional D'art de Catalunya, en el grandioso palacio
de Montjuic (“monte o colina de los
judios”, ya que allí se ubicaba el cementerio hebreo), podremos contemplar
bellos paneles que en su tiempo se ubicaron en los frontales de los altares de
las numerosas y preciosas iglesias románicas del Pirineo catalán. Por ejemplo,
la que estuvo en Santa María de Mosoll (Ref: MNAC 15788),
mostrada en la imagen.
Baltasar, en el centro, aparece como pelirrojo o castaño
claro. Por cierto, que Melchor tampoco parece llamarse así. Igualmente los bellos frescos de
las dos iglesias románicas de San Clemente de Tahull muestran a los Reyes Magos
como personajes de piel blanca. En la imagen se muestran los frescos de la zona
superior del ábside de Santa María de Tahull, donde Baltasar vuelve a
representarse con pelo castaño.
Pparece ser que el cambio de piel vino
de mano del monje benedictino Beda, quién recogió en su códice que el rey Melchor
(Magalath) debía representarse como una persona anciana de pelo canoso y
extensa barba también canosa (al venir de Europa). Gaspar (Galgalath) era el
joven rubio que procedía de Asia mientras que Baltasar (Serakin) debía ser un
hombre de mediana edad y de raza negra, al ser africano (la mirra se exportaba
fundamentalmente de Somalia).
Pues
bien, por si esto no fuera suficiente sorpresa, rizaremos el rizo al
cuestionarnos la procedencia de estos tres enigmáticos personajes.
Generalmente, cuando de pequeños planteábamos a “los mayores” de dónde
procedían los Reyes Magos, siempre recibíamos la misma y rápida respuesta. “de
Oriente” ¿no es así?. Y sin embargo el Papa Benedicto XVI, la máxima expresión
de Dios en la Tierra…afirmó
en su libro “la infancia de Jesús”, ¡¡¡que procedían…de Tartessos!!!, en el sur
de la Península Ibérica,
la bíblica Tarsis, que, según sostengo en mi libro “Tartessos, 12.000 años de historia”, cuya cultura considero que es el origen de muchos
de los conocimientos de Occidente, comenzando por la escritura, los megalitos y
la cerámica campaniforme, sin ir más lejos (antes de que cualquier historiador
comience a afilar su hacha de guerra, aclararé que en mi tabajo propongo y distingo varias
culturas que se fueron sucediendo en el solar peninsular y norteafricano y cuya
última manifestación fue la cultura de Tartessos). Su extenso imperio se
extendió por parte del Mediterráneo y Atlántico europeo, como ya se trató someramente
al hablar de Nora (aquí y aquí).
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