La
rocambolesca historia ocurrió en la primera mitad del siglo XIV, y no
sólo Madrid fue territorio armenio sino que también lo fueron la
actual Ciudad Real, entonces Villa Real, y la villa de Andújar. La
“armenidad” de estos territorios hispanos perduró durante diez
largos años, entre protestas continuas de los súbditos de tan
exótico imperio. Pero, vayamos por partes.
Todo
se debió a la desmedida generosidad y compasión del rey Juan I de
Castilla, que atendió de esta manera a las súplicas del desdichado
rey cristiano de Armenia y senescal de Jerusalén, León V (nacido
León de Lusignan), que recorría Europa pidiendo ayuda económica
tras haber sido rescatado, previo pago, de la cárcel de El Cairo en
la que había sido encerrado en 1375 por el soldán de Babilonia
(Egipto) y los mamelucos por negarse a abjurar de su religión, a petición de sus súbditos, nacionalistas
y no cristianos. El cuantioso
rescate fue pagado también por Juan I de Castilla junto con el rey
de Aragón y Cataluña. El Papa y los demás reinos europeos tuvieron
tan sólo buenas palabras ante el enviado de León V, que clamaba
ayuda tras la muerte de su esposa, Margarita de Soissis, mientras él
estaba en prisión y soportaba un sinfín de penalidades. No
sólo le regaló el rey de Castilla el señorío de las tres ciudades sino que también
todas sus rentas, asignándole con ello una pensión de 150 000
maravedíes.
Ante tal arranque de generosidad, León V decide quedarse en Castilla y establece su corte en Madrid, que se convierte en la nueva capital de Armenia; se instala en el Alcázar y promete a sus ciudadanos grandes mejoras y beneficios, promesas que olvida enseguida, ante el desconcierto y malestar creciente de sus “súbditos”. Tanto arrecian las protestas, que las Cortes Castellanas revocan la donación y León V se ve obligado a devolver el señorío de las tres ciudades, pero sin que pudiera heredarse. Se traslada a Navarra y después a Francia, donde muere en 1393. La recuperación definitiva de los tres señoríos se produce por decisión del rey Enrique II de Castilla, en 1392. Exótico, ¿no?.
Ante tal arranque de generosidad, León V decide quedarse en Castilla y establece su corte en Madrid, que se convierte en la nueva capital de Armenia; se instala en el Alcázar y promete a sus ciudadanos grandes mejoras y beneficios, promesas que olvida enseguida, ante el desconcierto y malestar creciente de sus “súbditos”. Tanto arrecian las protestas, que las Cortes Castellanas revocan la donación y León V se ve obligado a devolver el señorío de las tres ciudades, pero sin que pudiera heredarse. Se traslada a Navarra y después a Francia, donde muere en 1393. La recuperación definitiva de los tres señoríos se produce por decisión del rey Enrique II de Castilla, en 1392. Exótico, ¿no?.
En
la imagen se observa el sepulcro de León V de Armenia y I Señor (y
único) de Madrid en la iglesia de Saint Denis, en París.
Por
cierto que fue otro rey Juan de Castilla, Juan II, quién concedió a
Villa Real el título de ciudad, honrándola además con el escudo y
leyenda “Muy noble, muy leal”, en agradecimiento por el envío de
las milicias de la villa para apoyarle en la guerra dinástica
frente al poder de las Órdenes Militares y liberarlo de su secuestro
en el castillo de Montalbán. Así, la Villa Real, fundada en tierra
de nadie por Alfonso X el Sabio en 1255, pasó ser Ciudad Real, con
honores, en 1420.
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