lunes, 1 de febrero de 2021

La piramide mas antigua de America, hasta el momento

              Una de las entradas de mi blog que mayor acogida tuvo en su momento estaba centrada en la cantidad de pirámides que se han hallado por todo el mundo (ver aquí). Es una muestra evidente de la atracción que este tipo de construcción sigue ejerciendo en el subconsciente de todos nosotros.

                Y en ese absurdo afán competitivo que parece haberse instalado en nuestros días, los arqueólogos y académicos han luchado por demostrar cuál parece haber sido la primera pirámide en construirse nunca antes, sin reparar en el gran parecido que estas construcciones guardan con un montículo artificial, en un tiempo en el que se buscada al rey de los dioses morando en la mayor montaña de la región (de igual manera que el megalitismo pasó a ser una cueva artificial, en una época en que la diosa de la fertilidad y de la Tierra se supone que habitaba en las cavernas con manantiales en su interior). Pero en fin, en este afán competitivo, como digo, se abría paso la mención a un yacimiento ubicado en Sudamérica y que parece contener la pirámide más antigua conocida hasta el momento, en dicho continente. La pregunta del millón, ¿dónde, en qué país, se esperaría el lector que se encuentra dicho monumento? Ya sabemos, por descarte, que no es México. Tampoco Guatemala ni ningún estado norteamericano. ¿Dónde estará? Pues bien, la respuesta es en una zona costera de Perú, relativamente cerca de Lima, la capital. El yacimiento en cuestión se llama Caral y consta, por lo desenterrado hasta el momento, de unas cinco estructural piramidales, siendo la mayor de ellas una pirámide aún semienterrada y cuya base cubre una extensión de un área equivalente a cinco campos de fútbol. Se estima que en pleno uso debió alcanzar los 30 metros de altura y como los edificios piramidales mexicanos y canarios, se disponía en varias plataformas escalonadas.



                El yacimiento ya se conocía hace bastante tiempo y los arqueólogos se animaron a excavar en él hace ya dos decenios; hasta hoy, aún no se ha encontrado un solo fragmento de cerámica, algo que ha desconcertado bastante a los estudiosos debido a que prácticamente todas las culturas conocidas comenzaron trabajando las materias vegetales, para pasar más tarde al empleo de barro secado al sol y poco después al barro cocido, para almacenar sus alimentos y contener sus bebidas. Sin embargo en Caral la cerámica está totalmente ausente, así que ¿cómo bebían y cocinaban los alimentos sus moradores?. Es extraño.

                El conjunto arqueológico de Caral ha pasado a engrosar el Patrimonio de la Humanidad, de la UNESCO, en 2009 y además de ser considerada la ciudad más antigua de América, posee unas peculiaridades distintivas, como el hecho de no parecer haber conocido los utensilios de cerámica, si bien sí se han encontrado ciertos idolillos policromados hechos con barro no cocido (ver la noticia aquí).



                El edificio que más acapara la atención, como es de suponer, es la estructura piramidal de mayor tamaño, que parece estar unido a una plaza circular amurallada. Se le conoce como “Pirámide Mayor”. Todo el conjunto descansa sobre un apilamiento o aterrazado de grandes piedras sujetas por redes vegetales llamadas “sicras” que se amontonan contra los muros de contención internos para reforzar las estructura de la base de gravas y que además le confiere la propiedad al edificio de ser sismo-resistente.  Al estar realizadas estas redes con fibras vegetales, son susceptibles a la datación por la técnica del carbono 14, arrojando una edad para su construcción de hacia el 3.000-2.500 a.C., haciéndola contemporánea de las construcciones de las tres famosas pirámides egipcias de El Cairo, así como del célebre círculo de piedras de Stonehenge, en Inglaterra, que no así las numerosas construcciones megalíticas españolas de entre el 6.000-1.500 a.C. que analizo en mi trabajo “Tartessos y su prehistoria”. Estudios posteriores revelarían que el resto de estructuras piramidales de Caral son posteriores a ésta, de manera que la civilización de Caral debió florecer entre el 3.000 a.C. y el 1.800 a.C. y desbancando por tanto a la cultura Olmeca (aprox. 3.000-400 a.C.) mexicana como la civilización más antigua de América, debido a que los orígenes de la cultura mesoamericana citada están aún poco claros.



                Como puede observarse en la imagen anterior, ante esta enorme pirámide construida con muros de piedra y mortero, dispuesta en plataformas y que alcanzaba alrededor de 30 metros de altura se localizaba un anillo de muros blanqueados, de hasta 3 metros de altura hechos con piedras, con escaleras franqueadas por monolitos verticales. Debió ser el lugar destinado para reuniones de los gobernantes.

                En un intento por lavar la cara y reputación de las civilizaciones que encontraron los españoles cuando arribaron en América a partir del siglo XV, tan avanzadas como violentas, son varios los que resaltan otra característica de la civilización de Caral: la ausencia de armas entre sus restos, de manera que debió ser una cultura pacífica. Que se me permita disentir de esta interpretación. Me baso en los hechos. Estábamos hablando de esta colosal estructura piramidal, la mayor del recinto arqueológico y, según los datos, la más antigua del conjunto. Pues bien, en el corazón de esta gran pirámide se halló un cuerpo enterrado, en la parte superior de la estructura, ubicado en una sala ceremonial, oculto desde hacía unos 4.000 años. Un cuidadoso análisis de los restos nos permitirá deducir que rondaba los 20-30 años en el momento de su muerte, por su dentición. Su columna revela que debió trabajar transportando grandes pesos sobre su espalda (pues su esqueleto se vio obligado a desarrollar hueso extra para fortalecer sus vértebras) mientras que sus pies evidencian haber padecido osteoartritis (como muchos atletas hoy día). Pero sus huesos también nos hablan de una serie de heridas sufridas poco antes de la muerte y que llevan a conjeturar a los forenses que seguramente este hombre fue atado con las manos a la espalda y arrojado al interior de la pirámide para ser cubierto por grandes piedras poco después, aún vivo, que le causaron grandes heridas y aplastamientos por todo su cuerpo, siendo finalmente asesinado de un brutal golpe en la cabeza (es decir, deduzco que fue lapidado). Sin duda debió ser sacrificado a los dioses para que actuara como guardián protector de la pirámide, posiblemente tras haber colaborado en su construcción. No es una idea que case mucho en mi cabeza con la de un pueblo pacífico, la verdad… Por si no fuera suficiente, se cree que Caral estaba relacionada con otro poblado cercano, costero, conocido como El Áspero, donde se han hallado restos también de sacrificios humanos correspondientes a dos niños pequeños y un tercero recién nacido. De esta zona procede también el enterramiento de una mujer aristocrática que presenta su cráneo deformado, con el rostro chato y alto y la cabeza en pendiente hacia atrás, que debió realizarse cuando era aún bebé de meses, y como señal de estatus. Todo ello hace suponer que Caral tenía ya una sociedad jerarquizada en distintas clases sociales, con la élite empleando la religión para legitimizar su poder, y de ahí las cinco construcciones piramidales.

                Muy seguramente los grandes festejos se realizarían en el conocido como “Templo del Anfiteatro”, donde se han hallado los restos de numerosos fogones –seguramente ceremoniales- así como hasta 32 flautas, seguramente con igual carácter sacro, reservados a las ceremonias a sus dioses.



Recreaciones del aspecto que debieron presentar en su día la Pirámide Mayor (izquierda) y el Templo Anfiteatro (derecha), realizadas por Lizardo Tavera.

                Aunque hoy día el complejo arqueológico se encuentre en una de las zonas más áridas de Perú, en su tiempo debió poseer gran cantidad de cultivos ya que se han hallado restos de canales realizados a partir del curso del río Supe que por allí discurre. El inconveniente es que, al menos hoy, este río solo lleva agua cinco meses al año (entre diciembre y abril) de manera que o bien entonces la zona era más húmeda, o bien los habitantes de Caral supieron aprovechar los manantiales de aguas subterráneas de cerros cercanos pues lo cierto es que a tenor de las evidencias se sospecha que en su día la ciudad pudo albergar hasta 3000 personas (por la capacidad de sus edificios públicos). Por el cribado del suelo se sabe que cultivaron algunos cereales, achiras, ají (guindilla, en España), guayabas, pacae (leguminosa), … si bien lo más abundante han sido las semillas de algodón. Así pues, el cultivo más extenso de los alrededores de Caral era una planta que no se comía, el algodón, otro dato que desconcierta.



            De acuerdo con las interpretaciones de los arqueólogos, la ciudad se especializó en un producto sumamente valioso para poblaciones vecinas: el algodón con el que confeccionaban sus redes de pesca. De esta manera, se convirtió en un gran centro comercial y religioso, donde el producto de esta planta se intercambiaba por alimento de la costa. De esta forma se explican los restos de aparejos de pesca hechos con algodón encontrados en el interior de las pirámides (con una antigüedad de 3000-1800 a.C., época del esplendor de la ciudad)  y de una posible canoa, en la pirámide de la Galería, como posible ofrenda. En la sala de ceremonias que se ubica por encima, coronando dicho edificio piramidal se encontró asimismo un tronco clavado en vertical, alrededor del cual se disponían distintas vértebras de una ballena azul. Y eso que Caral se encontraba a unos 16 kilómetros tierra adentro, con respecto a la línea de costa.

                Pero el clima se fue agudizando poco a poco, siendo cada vez más árido. Los fenómenos de lluvias torrenciales de tipo El Niño que se iban repitiendo cada cierto tiempo comenzaron a afectar a la costa y también a los cultivos, arrasándolos y derramando gran cantidad de arena y barros al mar de manera que comenzaron a llegar las hambrunas, a la vez que los grandes peces eran cada vez más escasos. Estas lluvias torrenciales fueron destrozando canales de riego y llanuras de cultivo, que cada vez costaba más adecentar y acondicionar para el cultivo del preciado algodón, así que la economía terminó por venirse abajo y la otrora próspera ciudad comercial de Caral fue transformándose en una cada vez más decadente urbe, con problemas de abastecimiento de agua y comida. Tampoco ayudó que ocurrieran diversos terremotos de distinta magnitud que fueron afectando a las construcciones y que si bien en principio eran reconstruidos, finalmente se fueron descuidando.

                Con todo, me parece que el valor de este yacimiento se ha sobredimensionado, ya que no faltan artículos y documentales que lo describen como un lugar único en su tipo, con una civilización que mostró que para lograr un progreso considerable no fue necesario inventar la cerámica ni las armas. Con respecto al carácter pacífico de este pueblo, ya he dado mi opinión basada en los tres sacrificios humanos citados en la bibliografía; sobre el carácter tan divino que se le pretende dar a esta cultura, permítame el lector que le otorgue ese valor a otro yacimiento para mí mucho más fascinante: el increíble complejo arqueológico de Göbleki Tepe, en Turquía, realizado entre el 9600 y el 8200 a.C., y hasta donde yo se, donde tampoco se han encontrado vestigios ni de alfarería ni de armas.



 

Así las cosas, cierto es que Caral tiene el valor de ser –por el momento- la cultura más antigua de América Latina, pero de ahí a otorgarle medallas que sin duda corresponden a otras culturas, creo que va un trecho. Es un ejemplo más de ese absurdo afán competitivo donde para hacer brillar a un elemento, otro debe apagarse.

 Para más información sobre el yacimiento, picar aquí, aquí y aquí, entre otras fuentes.

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