¿Qué ocurriría si pudiéramos encontrarnos cara a cara con un barco usado por “los Señores del Mar”, los fenicios en el s. III a.C., época de máximo esplendor de éstos? Pues aunque parezca un sueño, puedes hacerlo realidad ya que en Mazarrón (Murcia) se encontraron no uno, sino dos barcos fenicios, aún con toda su carga intacta, hundidos a escasa profundidad. Uno de ellos puede observarse en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ARQVA, en pleno puerto de Cartagena. El otro se ha preservado in situ, si bien puede verse una maqueta y numerosas fotografías en el museo de la localidad de Mazarrón.
Pero no son los únicos barcos anteriores a nuestra era que podemos visitar...
Si viajamos hasta El Cairo, junto a la mayor de las pirámides se encuentra un museo en cuyo interior se ha preservado una enorme barca funeraria real egipcia que se suponía servía al difunto faraón para hacer su tránsito al más allá. Se halló desmontada en 1954, en el interior de una fosa paralela al lado sur de la pirámide de Keops. Una vez que fue armada, mide 43,5 m de longitud y podría transportar un peso de hasta 45 toneladas. Y aún existe una segunda embarcación, desmontada, aguardando en otra fosa similar del lado norte de la gran pirámide.
Otro caso, ahora el relieve negativo del casco, de un barco anglosajón se preservó en el llamado “túmulo 1” de Sutton Hoo, en el SE de Inglaterra. Excavado por Basil Brown en 1939, el arqueólogo recuperó un ajuar funerario formado por 263 piezas entre las que había una espada, una lanza, enseres de plata y un casco con máscara, datándose el conjunto como del VI-VII d.C.
En la imagen se pueden observar las marcas dejadas con el gigantesco casco de la nave, la máscara mortuoria y la reconstrucción de cómo se considera que fue el momento de la sepultura. Algo que no ha dejado de sorprender a los arqueólogos e historiadores es el hecho de que optaran por enterrar el enorme barco con el difunto en su interior, en lugar de prenderle fuego como será la práctica habitual entre los nórdicos unos siglos más tarde y que tan bien se muestra en el film “El guerrero número 13”.
Pero si lo que deseamos es poder contemplar un barco vikingo en todo su esplendor, para poder imaginarnos el terror que tuvieron que experimentar las diferentes poblaciones costeras desde las islas británicas, pasando por Francia y el Cantábrico hasta la propia ciudad de Sevilla (remontando el río Guadalquivir), bastará con acercarnos hasta el museo del barco vikingo de Oseberg, en Vestfold (Noruega).
Se trata de un barco funerario de 22 metros de longitud que contenía los restos de dos mujeres, una de mayor edad que la otra (a la que se considera su esclava). Se estima que el enterramiento fue realizado en el s. IX d.C. El barco constaba de quince remos y como en el caso de Sutton Hoo, no fue quemado, sino enterrado. Ya en las primeras excavaciones realizadas en 1904 se constató que posiblemente fue saqueado en el pasado ya que no se ha encontrado ninguna pieza realizada en metal noble. Aún así, es un yacimiento con un valor inestimable puesto que ha proporcionado un carro de cuatro ruedas, realizado en madera, numerosos objetos cotidianos, mobiliario y varias prendas de vestir entre las que hay ropa realizada en seda importada desde China. De hecho, gracias a este enterramiento se ha podido conocer gran parte de la vida de los vikingos a través de su mobiliario, ropajes y enseres cotidianos.
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